La conquista española que extinguió a las tribus de la Bahía de Tampa

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Por Montana Watike.

Mucho antes de que los barcos españoles llegaran a las costas de Florida, la región de la Bahía de Tampa albergaba prósperas civilizaciones indígenas. Entre el 900 y el 1500 d. C., los pueblos tocobaga, uzita, mocoso y pohoy formaron la cultura de Safety Harbor, construyendo sociedades complejas con montículos de templos, plazas centrales y aldeas costeras que se extendían más de 24 kilómetros tierra adentro. Estas tribus vivían en armonía con la tierra, basándose en la pesca, la recolección de mariscos y las tradiciones ceremoniales. Su número alcanzó su punto máximo justo cuando comenzó la era de la conquista europea.

En 1528, el conquistador español Pánfilo de Narváez llegó con 600 hombres, reclamando la tierra para España y exigiendo lealtad a los tocobaga. Cuando el cacique Hirrigua se negó a convertir o revelar el tesoro, Narváez ordenó brutales represalias: le cortó la nariz al cacique y arrojó a su madre a perros de guerra. Esta crueldad sentó las bases para futuros encuentros. La expedición de Narváez finalmente fracasó, con solo cuatro sobrevivientes llegando a México años después, pero dejó tras de sí un legado de violencia y desconfianza.

Una década después, Hernando de Soto desembarcó en la bahía de Tampa con más de 600 hombres y 240 caballos. Sus fuerzas invadieron rápidamente la aldea de Uzita, esclavizando a hombres y niños como guías y porteadores, encadenándolos con collares de hierro. Las mujeres fueron tomadas como compañeras involuntarias, y las batallas con las tribus Timucua culminaron en la Masacre de Napituca, donde murieron 200 guerreros. La marcha de De Soto tierra adentro dejó un rastro de destrucción, desestabilizando aún más las sociedades nativas.

Si bien algunos misioneros españoles intentaron la conversión pacífica, como el padre Luis de Cáncer en 1549, estos esfuerzos a menudo encontraron resistencia. El padre Cáncer fue asesinado a garrotazos poco después de llegar, un reflejo de las profundas cicatrices dejadas por conquistas anteriores. A principios del siglo XVIII, las tribus originales de la Bahía de Tampa habían desaparecido. Las enfermedades europeas, el trabajo forzoso y la disrupción cultural resultaron más letales que las espadas. Los sobrevivientes fueron desplazados o absorbidos por otros grupos, y la región permaneció prácticamente deshabitada durante más de un siglo.

Hoy, las ruinas de los montículos de templos y las aldeas de conchas yacen sepultadas bajo el paisaje moderno de Tampa. El Monumento Nacional De Soto y los yacimientos arqueológicos ofrecen vislumbres de un mundo perdido. La conquista española de la Bahía de Tampa no fue solo una campaña militar, sino una supresión cultural. Los tocobaga y sus vecinos no dejaron registros escritos, pero su silencio dice mucho sobre el costo del imperio y la fragilidad de las civilizaciones indígenas ante la ambición colonial.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 22, 2025


 

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