EL DEBER DEL SOLDADO Y LA ANTÍTESIS DEL  ACTO QUE SE REALIZÓ EN PLAZA DE MAYO EL PASADO 29 DE NOVIEMBRE

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Por Oscar Alberto Sosa.

Comisario Inspector (RA)

Policía Provincia de Buenos Aires

Dos posiciones que marcan claramente el sentido del “soldado” y también del policía. Si bien sabemos que, en definitiva, las instituciones tienen principios comunes, estos solo varían en la misión. El soldado tiene por misión eliminar o dejar fuera de combate al oponente; mientras que el policía, al que transgrede, debe detenerlo y ponerlo a disposición de un juez, salvo en casos excepcionales o extremos donde debe combatirlo mediante las armas.

En los años 80 y 90 del siglo pasado, surgió un movimiento militar conocido como “Carapintadas”. Se los denominó de esa manera ya que el soldado, cuando se prepara para la guerra, utiliza un tipo de pintura con la cual se enmascara o camufla, demostrando su posición de vigilia para entrar en combate.

La guerra vivida en los 70 enfrentó a las fuerzas legales contra fuerzas ilegales de la guerrilla, quienes tenían el claro objetivo de tomar el poder político y construir un Estado marxista. Estos grupos, que utilizaban el “terror”, tenían como táctica el secuestro de militares, empresarios, sindicalistas, etc. golpes de mano, robos a bancos, etc. La reacción de los poderes constituidos produjo un enfrentamiento con estos grupos irregulares que, como es lógico, ocasionó innumerables muertos; claramente fue una guerra. El marco legal y jurídico, en principio, fue dado por el gobierno constitucional del General Juan Domingo Perón y después por su sucesora, la presidente María Estela Martínez de Perón, quien fuera derrocada por una Junta Militar, un gobierno irregular e inconstitucional que se autodenominó: Proceso de Reorganización Nacional.

Habiendo fracasado el Proceso, sobre todo luego de la Guerra de Malvinas, se produjo una apertura democrática y se convocó a elecciones, por lo que llegó al Gobierno el Dr. Raúl Alfonsín. Este, ni bien asumió, lo primero que hizo fue condenar al gobierno militar que le precedió y, mediante decretos especiales, se comenzó a investigar a los militares que participaron en lo que ellos denominaron “Guerra Sucia”. Sin dudas, fue un acto de venganza hacia los uniformados por haberlos derrotado militarmente mediante las armas.

Esto generó que muchos oficiales jóvenes fueran citados por la justicia civil y temieran luego ser detenidos. Así surgen los primeros levantamientos militares contra esas medidas, ya que entendían que “había sido una guerra” y que no era la justicia federal quien debía juzgarlos, sino los “Tribunales Militares” mediante lo que preveían los reglamentos militares y el Código de Justicia Militar. Esos movimientos surgieron de la oficialidad joven, ya que los Generales, que eran los que comandaban las fuerzas, se hacían los distraídos y permitían que sus subordinados fueran citados con toda libertad.

La historia nos indica que los decretos dictados por Alfonsín no eran más que un acto de venganza de quienes, otrora, empuñaron las armas. Ahora, ubicados en otros ámbitos políticos, tomaron esa decisión de venganza y, además, continuaron con su guerra subversiva pero ya por otros medios.

El primer movimiento militar se produjo en Semana Santa de 1987, encabezado en ese entonces por el Tte. Cnel. Aldo Rico y todos los más prestigiosos soldados que lucharon en las dos guerras, es decir: la guerra antisubversiva y la Guerra de Malvinas.

Posteriormente, fue el Cnel. Alí Seineldín quien encabezó la protesta militar frente a las arbitrariedades del poder político. Pero hubo un sector, de ideología liberal, que se opuso en nombre de la “disciplina y el quiebre del orden jerárquico” a los movimientos llevados a cabo por el sector “Carapintada”, que eran verdaderamente guerreros. Estos oficiales y suboficiales fracasaron en los planteos y fueron encarcelados. El Cnel. Seineldín bregó para que todos los sectores militares se plegaran y apoyaran, e incluso pidió a los generales que se hicieran cargo, pero por supuesto, solo encontró la negativa por parte de ellos; únicamente  hubo algún tibio apoyo individual, pero más de ahí no pasó.

Las Fuerzas Armadas, en particular el Ejército, remontan su existencia y participación en la vida de nuestra Patria a cuando se formaron los cuadros para evitar las invasiones inglesas en 1806/07. Esto ocurrió antes del primer Gobierno surgido el 25 de Mayo de 1810.

Entonces, podemos decir que “la Patria se construye de la guerra” y nos invita a preguntar: ¿qué hace que el sacrificio del soldado sea un acto verdaderamente humano y, a la vez, un servicio a la comunidad? Dos grandes pensadores de la tradición occidental nos ofrecen una respuesta que combina la razón, la virtud y la caridad.

Aristóteles

Para el filósofo griego, la vida buena (eudaimonía) se alcanza viviendo de acuerdo con la virtud. El coraje y la valentía surgen de una de las virtudes cardinales como es la “Fortaleza”. El soldado, el policía, el gendarme, el prefecto, etc., la encarnan al enfrentar el peligro por el bien de “la polis”. En la Ética a Nicómaco se señala que la virtud se perfecciona en la acción: el soldado no actúa por impulso, sino por una elección deliberada de proteger el orden y la justicia que hacen posible la vida en comunidad. Además, Aristóteles entiende “la polis” como la asociación suprema que permite al ser humano desarrollar su naturaleza racional; por eso, el sacrificio del soldado no es un mero acto de violencia, sino la defensa del telos colectivo: la realización del bien común.

Santo Tomás de Aquino

Tomás incorpora la tradición aristotélica al pensamiento cristiano mediante la ley natural. Para él, la guerra puede ser justa cuando persigue la paz, la defensa del inocente y la restitución del orden violado. El soldado, al entregar su vida, cumple el precepto de amar al prójimo (caritas) más allá del propio interés. En la Suma Teológica se afirma que el amor a la patria es una forma de amor al bien común, que a su vez es una manifestación del amor a Dios. Así, el sacrificio se vuelve un acto de caridad ordenada: el soldado se entrega por la seguridad y la prosperidad de sus conciudadanos, participando en la construcción de la civitas Dei dentro de la civitas terrena.

El acto del 29 de noviembre

No se pueden plantear cosas distintas siendo iguales.

Lo ocurrido en un mitin político, podríamos decir, es lo que ha caracterizado a las izquierdas revolucionarias, con los famosos pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo y su larga historia contra las FF.AA., FF.SS. y FF.PP., así como los miles de grupúsculos creados y financiados por ese sector. El objetivo siempre fue el mismo: producir la subversión en todos los aspectos de la vida nacional y, para eso, se debían combatir y disolver las instituciones tradicionales de nuestra Patria.

Después de largos años, aparecen grupos vinculados a las distintas Fuerzas, pidiendo por la libertad de quienes se encuentran presos por la justicia revolucionaria, en las mazmorras de este sistema perverso.

Lo acontecido no es más que la dialéctica puesta en función de la revolución; la venganza ya obró y, como consecuencia de esa impiedad, muchos de esos uniformados, que en su momento fueran advertidos por el Cnel. Seineldín, han muerto, y hoy los que se encuentran detenidos tienen por encima de los 80 años.

A manera de epílogo:

La valentía del soldado es una virtud aristotélica que, al ejercerse por el bien de “la polis”, permite la realización de la eudaimonía colectiva.

Santo Tomás eleva ese acto a la esfera moral cristiana, presentándolo como un deber de caridad y de cumplimiento de la ley natural.

Por tanto, la guerra que “construye” la Patria no es la glorificación de la violencia, sino el medio mediante el cual el amor ordenado y la razón buscan proteger y perfeccionar la comunidad.

En este sentido, el soldado no es solo un héroe que entrega su vida, sino un agente de la razón y la caridad que, al servir a la Patria, participa en la edificación de un orden más justo y, en última instancia, de la paz que todos anhelamos.

Sin justicia, jamás existirá la paz.

Por eso el militar no se educa para la soberanía popular, ni para la defensa de la Constitución, sino que se educa para la “soberanía Política”, que es   señorío, sobre todo.

 lo propio y sin soberanía política no hay soberanía económica.

La Patria no se construye desde las urnas, sino del sacrificio que ofrendan los mejores hombres por valores superiores.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Dic 10, 2025


 

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