Sí. De acuerdo. Sabemos que el hombre es pecador por naturaleza y que un pecado de siempre -que ahora el consumo, el materialismo, la política y la exhibición de la farándula ponen más de moda-, es el de quedarse con comisiones indebidas, propinas indecorosas, participaciones inconfesables a costa de otros, de los demás, de quien fuere. Si es de la comunidad indiscriminada pareciera gravar menos sobre la conciencia, al avalarlo una práctica consentida por la sociedad. ¿Consentida? ¿Consentimos que se lucre con comisiones subrepticias en perjuicio de patrones, de empleados, de socios, del fisco? Si no se consiente, tampoco la sociedad toma medidas para evitarlo. Y damos por seguro que la única que debe actuar es la justicia, de notoria ineptitud para descubrir culpables. Un caso especial lo tuvimos ya con el señor José López Rega. Con o sin razón -vaya uno a saber- la ciudadanía lo sospechaba beneficiario de múltiples negociados en la época de su esplendor político. De tal manera que a su nombre se lo supuso siempre ligado a actividades turbias tirando a obscuras. Parecido a lo que se piensa hoy en su mayoría de Aníbal Fernández. La Isabelita, a pesar de su amistad, debió desprenderse para que él no desprestigiara su gobierno. Hasta que vino el proceso, que prometía que no sólo lucharía contra una subversión a la que nunca quiso calificarla de marxista como si fuera un hecho puramente policíaco y no político, sino también contra la corrupción. Este señor después se fue del país. ¿Que al señor López Rega se lo traería al país para que diera cuenta de sus actividades? ¡No, qué esperanza! Nadie se ocuparía de buscarlo. Se investigó y no se encontró nada, vale decir que el proceso le otorgó un certificado de buena conducta. Puede ser que José López Rega haya sido un honestísimo funcionario. Quizás, aunque él no se preocupó por parecerlo. Yo me alegraría de saberlo, para alivio de su alma en el otro mundo. Todo lo que se decía fue quedando en una nebulosa de sospechas inciertas.La justicia no lo tomó nunca sino que él, motu proprio, el 13 de marzo de 1986 se presentó ante la Oficina Federal de Investigaciones de Norteamérica y se dio preso para ser indagado. Muchos imaginaban que se realizarían exhaustivas investigaciones que aclararan sobre numerosísimos hechos ilícitos que lo señalaban como uno de sus autores y participes necesarios. Sí, era posible, pero había que tener un poco de paciencia. Hechos anteriores que aún no estaban para nada en claro. Poco a poco.Cinco miembros de la Triple A fueron condenados a cuatro años de prisión por asociación ilícita en una causa que tramitó por el viejo Código de Procedimientos en Materia Penal. Los hombres integraron la organización paramilitar desde sus puestos en el Ministerio de Bienestar Social que conducía José López Rega. El fallo fue dictado por la jueza federal María Servini de Cubría en el marco de una causa en la que intervino el fiscal federal Eduardo Taiano y en la que actuó como querellante la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.En la sentencia, la magistrada afirmó que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) “fue proyectada, materializada, financiada y conducida por agentes públicos, más precisamente por un ministro de la Nación”, en referencia a José López Rega. Los condenados desde esa desde el área habrían actuado como los “enlaces” entre López Rega y los distintos grupos que comandaban en el Ministerio entre 1973 y 1975. Se consideró que la sede de esa cartera se utilizó “como lugar físico” para reuniones de la Triple A, como así también se utilizó para financiar su funcionamiento. “Se proveyeron fondos para compras de armamentos, solventar su logística, se utilizó su aparato de prensa, y hasta sus requerimientos aduaneros en materia de armas”, puntualizó la magistrada. Entre otros delitos, pudo probarse que algunos de los cometidos por los integrantes de la Triple A fueron homicidios, privaciones ilegítimas de la libertad y atentados de todo tipo. La Jueza Federal Servini coincidió en que “no existe ningún obstáculo legal para la persecución de este delito, pues la acción penal respecto del mismo es imprescriptible en virtud de tratarse de un delito de lesa humanidad”. Lamentablemente siguen apareciendo los López. Ud. Señor lector sabe a qué me refiero.
Por Jorge Lobo Aragón
Sí. De acuerdo. Sabemos que el hombre es pecador por naturaleza y que un pecado de siempre -que ahora el consumo, el materialismo, la política y la exhibición de la farándula ponen más de moda-, es el de quedarse con comisiones indebidas, propinas indecorosas, participaciones inconfesables a costa de otros, de los demás, de quien fuere. Si es de la comunidad indiscriminada pareciera gravar menos sobre la conciencia, al avalarlo una práctica consentida por la sociedad. ¿Consentida? ¿Consentimos que se lucre con comisiones subrepticias en perjuicio de patrones, de empleados, de socios, del fisco? Si no se consiente, tampoco la sociedad toma medidas para evitarlo. Y damos por seguro que la única que debe actuar es la justicia, de notoria ineptitud para descubrir culpables. Un caso especial lo tuvimos ya con el señor José López Rega. Con o sin razón -vaya uno a saber- la ciudadanía lo sospechaba beneficiario de múltiples negociados en la época de su esplendor político. De tal manera que a su nombre se lo supuso siempre ligado a actividades turbias tirando a obscuras. Parecido a lo que se piensa hoy en su mayoría de Aníbal Fernández. La Isabelita, a pesar de su amistad, debió desprenderse para que él no desprestigiara su gobierno. Hasta que vino el proceso, que prometía que no sólo lucharía contra una subversión a la que nunca quiso calificarla de marxista como si fuera un hecho puramente policíaco y no político, sino también contra la corrupción. Este señor después se fue del país. ¿Que al señor López Rega se lo traería al país para que diera cuenta de sus actividades? ¡No, qué esperanza! Nadie se ocuparía de buscarlo. Se investigó y no se encontró nada, vale decir que el proceso le otorgó un certificado de buena conducta. Puede ser que José López Rega haya sido un honestísimo funcionario. Quizás, aunque él no se preocupó por parecerlo. Yo me alegraría de saberlo, para alivio de su alma en el otro mundo. Todo lo que se decía fue quedando en una nebulosa de sospechas inciertas. La justicia no lo tomó nunca sino que él, motu proprio, el 13 de marzo de 1986 se presentó ante la Oficina Federal de Investigaciones de Norteamérica y se dio preso para ser indagado. Muchos imaginaban que se realizarían exhaustivas investigaciones que aclararan sobre numerosísimos hechos ilícitos que lo señalaban como uno de sus autores y participes necesarios. Sí, era posible, pero había que tener un poco de paciencia. Hechos anteriores que aún no estaban para nada en claro. Poco a poco. Cinco miembros de la Triple A fueron condenados a cuatro años de prisión por asociación ilícita en una causa que tramitó por el viejo Código de Procedimientos en Materia Penal. Los hombres integraron la organización paramilitar desde sus puestos en el Ministerio de Bienestar Social que conducía José López Rega. El fallo fue dictado por la jueza federal María Servini de Cubría en el marco de una causa en la que intervino el fiscal federal Eduardo Taiano y en la que actuó como querellante la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En la sentencia, la magistrada afirmó que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) “fue proyectada, materializada, financiada y conducida por agentes públicos, más precisamente por un ministro de la Nación”, en referencia a José López Rega. Los condenados desde esa desde el área habrían actuado como los “enlaces” entre López Rega y los distintos grupos que comandaban en el Ministerio entre 1973 y 1975. Se consideró que la sede de esa cartera se utilizó “como lugar físico” para reuniones de la Triple A, como así también se utilizó para financiar su funcionamiento. “Se proveyeron fondos para compras de armamentos, solventar su logística, se utilizó su aparato de prensa, y hasta sus requerimientos aduaneros en materia de armas”, puntualizó la magistrada. Entre otros delitos, pudo probarse que algunos de los cometidos por los integrantes de la Triple A fueron homicidios, privaciones ilegítimas de la libertad y atentados de todo tipo. La Jueza Federal Servini coincidió en que “no existe ningún obstáculo legal para la persecución de este delito, pues la acción penal respecto del mismo es imprescriptible en virtud de tratarse de un delito de lesa humanidad”. Lamentablemente siguen apareciendo los López. Ud. Señor lector sabe a qué me refiero.
DR. JORGE B. LOBO ARAGON