La soberbia de nuestra dirigencia política, muy apropiada para un régimen monárquico o un gobierno totalitario, pero sin dejar de adosarle la palabra “democracia” ha decidido que ellos son los que tienen derecho a fijar el criterio para tratar el aborto por parte de la población.
Una cuestión interesante es que, en el Congreso, se habla mucho, asumiendo los diputados y senadores que son representantes. Es decir, que hablan en nombre de un mandato recibido de alguien. Para unos de los ciudadanos que lo votan. Para otros de sus partidos políticos. Para otros de gobernadores. En realidad, de sus intereses personales. Aunque también según las circunstancias.
Otra originalidad de algunos senadores y diputados es considerar que sus votos, son decididos por ellos mismos. Y con eso dejan de ser representantes para ser titulares de lo que votan, según su exclusiva voluntad.
Lo malo en este caso, es que la constitución da por sobreentendido lo que es representante. Y la dirigencia, toma el “chicle” Constitución Nacional, y transforma la idea que representante, es una manera de expresar su postura personal.
Otra cuestión, sobreentendida por la Constitución, sería la obligación de todo candidato de presentar, en la campaña electoral, su proyecto político antes de ser votado. Pero podríamos decir que en los “usos y costumbres” este concepto se da por necesario. Sabemos que nadie lo cumple.
Aun así, todos los aspirantes a ser parte del sistema gubernamental, algunas cosas prometen, y entienden que esas legitiman todo lo que van a realizar.
En esta situación, el Presidente Mauricio Macri, ya Presidente, y por lo tanto representante de la ciudadanía, nos ha sorprendido con una ingeniosa decisión. En medio de un marasmo económico, ha propuesto se discuta y decida un trascendental problema nacional que se llama aborto. El no decide nada, ni envía un proyecto propio, de tal manera que la culpa de esta decisión nunca será de él sino del Congreso. Es una magnífica distracción. Pero la sorpresa que en la campaña electoral no se trató ni se enunció nada sobre que en su gobierno trataría este problema.
Y el tema del aborto es un serio problema, en el orden filosófico, religioso, legal y social.
Lo que nuestra “democracia” promete es que todos podrán hablar, pero los representantes lo resolverán según su posición personal, según haga a sus futuras aspiraciones políticas o partidarias.
Esto hace que la ciudadanía, en esta “democracia representativa” penda en un hilo de la voluntad de los diputados y senadores para comportarse ante el drama del aborto.
Claro que nadie piensa que el camino correcto está señalado por la constitución nacional:
Artículo 40.– El Congreso, a iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá someter a consulta popular un proyecto de ley. La ley de convocatoria no podrá ser vetada. El voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá en ley y su promulgación será automática.
El Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán convocar a consulta popular no vinculante. En este caso el voto no será obligatorio.
Escribe Carlos Españadero
c_espanadero@yahoo.com
La soberbia de nuestra dirigencia política, muy apropiada para un régimen monárquico o un gobierno totalitario, pero sin dejar de adosarle la palabra “democracia” ha decidido que ellos son los que tienen derecho a fijar el criterio para tratar el aborto por parte de la población.
Una cuestión interesante es que, en el Congreso, se habla mucho, asumiendo los diputados y senadores que son representantes. Es decir, que hablan en nombre de un mandato recibido de alguien. Para unos de los ciudadanos que lo votan. Para otros de sus partidos políticos. Para otros de gobernadores. En realidad, de sus intereses personales. Aunque también según las circunstancias.
Otra originalidad de algunos senadores y diputados es considerar que sus votos, son decididos por ellos mismos. Y con eso dejan de ser representantes para ser titulares de lo que votan, según su exclusiva voluntad.
Lo malo en este caso, es que la constitución da por sobreentendido lo que es representante. Y la dirigencia, toma el “chicle” Constitución Nacional, y transforma la idea que representante, es una manera de expresar su postura personal.
Otra cuestión, sobreentendida por la Constitución, sería la obligación de todo candidato de presentar, en la campaña electoral, su proyecto político antes de ser votado. Pero podríamos decir que en los “usos y costumbres” este concepto se da por necesario. Sabemos que nadie lo cumple.
Aun así, todos los aspirantes a ser parte del sistema gubernamental, algunas cosas prometen, y entienden que esas legitiman todo lo que van a realizar.
En esta situación, el Presidente Mauricio Macri, ya Presidente, y por lo tanto representante de la ciudadanía, nos ha sorprendido con una ingeniosa decisión. En medio de un marasmo económico, ha propuesto se discuta y decida un trascendental problema nacional que se llama aborto. El no decide nada, ni envía un proyecto propio, de tal manera que la culpa de esta decisión nunca será de él sino del Congreso. Es una magnífica distracción. Pero la sorpresa que en la campaña electoral no se trató ni se enunció nada sobre que en su gobierno trataría este problema.
Y el tema del aborto es un serio problema, en el orden filosófico, religioso, legal y social.
Lo que nuestra “democracia” promete es que todos podrán hablar, pero los representantes lo resolverán según su posición personal, según haga a sus futuras aspiraciones políticas o partidarias.
Esto hace que la ciudadanía, en esta “democracia representativa” penda en un hilo de la voluntad de los diputados y senadores para comportarse ante el drama del aborto.
Claro que nadie piensa que el camino correcto está señalado por la constitución nacional:
Una vez más, el chicle ni se mastica.
PrisioneroEnArgentina.com
Juliop 22, 2018
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