La magnitud del concepto desigualdad es muy vasta, por eso es preciso centrarse en un tema específico dentro de este gran concepto, con el único fin de no generalizar erróneamente una conclusión.
Ingenuamente, la desigualdad económica recibe el foco de atención por ser considerada como un elemento común y unificador entre las personas. Dicha presunción supone que las valoraciones no son subjetivas, y que por lo tanto, es acertado centrarse en este tipo de desigualdad, con el fin de mejorar el bienestar social. Lo anterior nombrado, no deja lugar para las distintas preferencias individuales, puesto que partimos de una naturaleza desigual, ya que, físicamente, demográficamente o geográficamente, somos diferentes. Por lo tanto, exaltar un tipo de desigualdad sobre otra, es sinónimo de discriminar aquellas características específicas que hacen al individuo.
Aun cuando no se haya tenido en cuenta lo anterior nombrado, se presupone que la desigualdad económica es negativa y que por lo tanto una solución a tal problema (si es que puede ser llamado como tal) es hacer uso de la redistribución del ingreso. Esta se fundamenta en que su resultado concluirá en un escenario mejor porque la cantidad de personas beneficiadas excederá a la cantidad de personas perjudicadas, y que por lo tanto, dichos resultados justificaran el acto.
Cabe resaltar lo utilitario que resulta tal argumento. Veamos si es justa tal defensa con un corto resumen de una historia llamada “The ones who walk away from Omelas”.
Hay una hermosa y maravillosa ciudad llamada Omelas, donde la gente es muy feliz y saludable. Las personas tienen relaciones muy buenas entre ellas. Omelas parece una ciudad salida de un cuento de hadas, ya que el placer es muy abundante. Aprendemos sobre el curso de la historia que la razón de que la ciudad se encuentre tan bien es debida a alguna clase de truco de magia. Hay una pequeña niña que está encerrada en un sucio armario donde es básicamente torturada. Su sufrimiento hace que todos estén mucho mejor.
Al comienzo se nos presenta una utopía perfecta pero luego descubrimos que todo esto se debe a la explotación que sufre una persona. La mayoría de personas pensaran que esto es injusto aun cuando Omelas posee condiciones de vida muy superiores a las de cualquier país en el mundo.
Resulta errado justificar la redistribución del ingreso a través de la justicia, entendida como dar a cada uno lo que se merece.
Otro argumento en aras de la redistribución del ingreso, señala que a raíz de que no todos contamos con las mismas oportunidades, es correcto igualar las mismas condiciones de partida, con el fin de obtener un resultado justo.
Dicha idea no tiene en cuenta que naturalmente somos desiguales, ya sea en capacidades intelectuales o físicas, y que por lo tanto, estas diferencias per se concluirán en diferentes resultados. Por eso es preciso decir, que si el proceso fue voluntario y no coercitivo, el resultado será justo.
El concepto desigualdad solo representa un fenómeno natural, el cual no será necesariamente malo o bueno, puesto que, todo fenómeno de progreso implica desigualdad. De modo que pone en duda si es algo que deberíamos arreglar.
Sin embargo, un concepto diferente es el de pobreza. La pobreza sí representa un verdadero problema que debe ser solucionado. La única forma de resolver tal conflicto es a través del progreso, y no hay forma racional de permitirlo que no sea a través del sendero donde las relaciones son llevadas a cabo por medio de consentimiento mutuo y buscando el propio interés individual.
Personalmente, creo que una forma efectiva de disminuir la pobreza debería estar basada en un sistema que incentive a querer participar, ofreciendo algo a cambio más que la propia satisfacción de ayudar. Dicho sistema podría ser tratado como una inversión, en donde una empresa invierte dinero, ya sea, brindando educación orientada a un determinado empleo a las personas de bajos recursos, a cambio de conseguir a través de un contrato un potencial empleado productivo futuro, o bien, una empresa podría proveer de servicios básicos a jóvenes, con el objetivo de tener acciones en sus propiedades futuras a modo de pago por los servicios. De esta manera, dicha empresa estaría incentivada a ofrecer la mejor calidad de dichos servicios, a fin de maximizar sus beneficios futuros y facultar a su cliente para lograr alguien realmente calificado, puesto que lo que esta construyendo es su propio negocio. De esa manera, en unos 10 años, dicha empresa podría obtener rentas extraordinarias de sus clientes, y estos últimos habrían sido beneficiados con la mejor calidad de servicios, habiéndose asegurado para ellos las mejores herramientas para triunfar.
Creo que un sistema basado en recompensas e incentivos, sería mucho más atractivo para combatir la pobreza que el propio concepto de dar por dar, ya que, persiguiendo el propio interés individual, indirectamente y por accesorio, vendrá el mayor bienestar general.
Por FRANCO ALBERTI
La magnitud del concepto desigualdad es muy vasta, por eso es preciso centrarse en un tema específico dentro de este gran concepto, con el único fin de no generalizar erróneamente una conclusión.
Ingenuamente, la desigualdad económica recibe el foco de atención por ser considerada como un elemento común y unificador entre las personas. Dicha presunción supone que las valoraciones no son subjetivas, y que por lo tanto, es acertado centrarse en este tipo de desigualdad, con el fin de mejorar el bienestar social. Lo anterior nombrado, no deja lugar para las distintas preferencias individuales, puesto que partimos de una naturaleza desigual, ya que, físicamente, demográficamente o geográficamente, somos diferentes. Por lo tanto, exaltar un tipo de desigualdad sobre otra, es sinónimo de discriminar aquellas características específicas que hacen al individuo.
Aun cuando no se haya tenido en cuenta lo anterior nombrado, se presupone que la desigualdad económica es negativa y que por lo tanto una solución a tal problema (si es que puede ser llamado como tal) es hacer uso de la redistribución del ingreso. Esta se fundamenta en que su resultado concluirá en un escenario mejor porque la cantidad de personas beneficiadas excederá a la cantidad de personas perjudicadas, y que por lo tanto, dichos resultados justificaran el acto.
Cabe resaltar lo utilitario que resulta tal argumento. Veamos si es justa tal defensa con un corto resumen de una historia llamada “The ones who walk away from Omelas”.
Hay una hermosa y maravillosa ciudad llamada Omelas, donde la gente es muy feliz y saludable. Las personas tienen relaciones muy buenas entre ellas. Omelas parece una ciudad salida de un cuento de hadas, ya que el placer es muy abundante. Aprendemos sobre el curso de la historia que la razón de que la ciudad se encuentre tan bien es debida a alguna clase de truco de magia. Hay una pequeña niña que está encerrada en un sucio armario donde es básicamente torturada. Su sufrimiento hace que todos estén mucho mejor.
Al comienzo se nos presenta una utopía perfecta pero luego descubrimos que todo esto se debe a la explotación que sufre una persona. La mayoría de personas pensaran que esto es injusto aun cuando Omelas posee condiciones de vida muy superiores a las de cualquier país en el mundo.
Resulta errado justificar la redistribución del ingreso a través de la justicia, entendida como dar a cada uno lo que se merece.
Otro argumento en aras de la redistribución del ingreso, señala que a raíz de que no todos contamos con las mismas oportunidades, es correcto igualar las mismas condiciones de partida, con el fin de obtener un resultado justo.
Dicha idea no tiene en cuenta que naturalmente somos desiguales, ya sea en capacidades intelectuales o físicas, y que por lo tanto, estas diferencias per se concluirán en diferentes resultados. Por eso es preciso decir, que si el proceso fue voluntario y no coercitivo, el resultado será justo.
El concepto desigualdad solo representa un fenómeno natural, el cual no será necesariamente malo o bueno, puesto que, todo fenómeno de progreso implica desigualdad. De modo que pone en duda si es algo que deberíamos arreglar.
Sin embargo, un concepto diferente es el de pobreza. La pobreza sí representa un verdadero problema que debe ser solucionado. La única forma de resolver tal conflicto es a través del progreso, y no hay forma racional de permitirlo que no sea a través del sendero donde las relaciones son llevadas a cabo por medio de consentimiento mutuo y buscando el propio interés individual.
Personalmente, creo que una forma efectiva de disminuir la pobreza debería estar basada en un sistema que incentive a querer participar, ofreciendo algo a cambio más que la propia satisfacción de ayudar. Dicho sistema podría ser tratado como una inversión, en donde una empresa invierte dinero, ya sea, brindando educación orientada a un determinado empleo a las personas de bajos recursos, a cambio de conseguir a través de un contrato un potencial empleado productivo futuro, o bien, una empresa podría proveer de servicios básicos a jóvenes, con el objetivo de tener acciones en sus propiedades futuras a modo de pago por los servicios. De esta manera, dicha empresa estaría incentivada a ofrecer la mejor calidad de dichos servicios, a fin de maximizar sus beneficios futuros y facultar a su cliente para lograr alguien realmente calificado, puesto que lo que esta construyendo es su propio negocio. De esa manera, en unos 10 años, dicha empresa podría obtener rentas extraordinarias de sus clientes, y estos últimos habrían sido beneficiados con la mejor calidad de servicios, habiéndose asegurado para ellos las mejores herramientas para triunfar.
Creo que un sistema basado en recompensas e incentivos, sería mucho más atractivo para combatir la pobreza que el propio concepto de dar por dar, ya que, persiguiendo el propio interés individual, indirectamente y por accesorio, vendrá el mayor bienestar general.
Franco Alberti
www.PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 19, 2018
Tags: Economía, Franco Alberti, Ursula K. Le GuinRelated Posts
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