○ La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó [...]
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BERNABÉ ALFREDO FIGALLO
6 years ago
Pienso, respetuosamente que la única solución de forma y fondo es DECRETAR UNA AMPLIA AMNISTÍA, ya que está mas que visto que una mesa donde se junten todas las partes involucradas en la guerra civil vivida no se alcanzará nunca mientras continúe para con las futuras generaciones, hoy en los claustros educacionales,manteniendo una verdad segada y/o inexistente y llena de ideologia que enmvenena el futuro.- Ante este cuadro de situación, reitero no queda nada mas que, repito, DECRETAR UNA AMNISTÍA GENERAL……
Discrepo en el punto en el que ;la doctora Marcotullio señala que “se sigue ocultando” el problema . No es asi, no se lepresta atencion porque son solo unas pocas vidas. La Iglesia y el gobierno y quiero incluir a muchos afectados, esconden la cabeza como el avestruz.
La unica salida llegara con eltiempo, cuandoya noquede un solo preso politicode pie.
Pablo Daniel Texidó
6 years ago
Excelente lo de esta jueza
JVC
6 years ago
Bien !!! por la jueza-
Marcos
6 years ago
Nada es eterno hay que seguir denunciando y viralizando.
Terry P.
6 years ago
The truth is emerging and the communist lie will disappear…
Si bien veo verde la movida, espero que sea con mucha suerte. Pero, hace quince aÑos que venimos con estos casos circenses. la CIDH -entidad de izquierda si las hay- nunca movio un dedo.
Esto lo obtuve de buena fuente: El 8 de junio de 2018, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a S. E. el cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Santo Padre autorizó a la misma Congregación a promulgar los Decretos relativos a:
El milagro atribuido a la intercesión del beato Nunzio Sulprizio, laico; nacido en Pescosansonesco (Italia) el 13 de abril de 1817 y fallecido en Nápoles (Italia) el 5 de mayo de 1836.
Un milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera de Armida Arias, laica y madre de familia; nacida en San Luis Potosí (México) el 8 de diciembre de 1862 y fallecida en Ciudad de México (México) el 3 de marzo de 1937.
Un milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María Guadalupe Ortiz de Landázuri y Fernández de Heredia, laica, de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei; nacida en Madrid (España) el 12 de diciembre de 1916 y fallecida en Pamplona (España) el 16 de julio de 1975.
El martirio de los Siervos de Dios Enrique Ángel Angelelli Carletti, obispo de La Rioja, Gabriel Joseph Roger Longueville, sacerdote diocesano, Carlos de Dios Murias, sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Wenceslao Pedernera, laico y padre de familia, asesinados por odio a la fe en Argentina en 1976.
Del bienaventurado Nunzio Sulprizio (fue beatificado en 1963), poco podemos decir, salvo que León XIII -quien lo declaró venerable en 1877- lo propuso como modelo de los trabajadores católicos de todas edades. Sobre Concepción Cabrera de Armida y Guadalupe Ortiz de Landázuri, mejor no hablar. Es en cuanto a estos últimos que se hablará ahora, en especial de Angelelli, de quien en su momento señalamos que fue uno de los firmantes del “Pacto de las Catacumbas”:
Enrique Ángel Angelelli: […] El “Obispo fragotero” o “Monseñor Satanelli” es tristemente célebre porque apoyó a los Montoneros y porque quiso acabar con la espiritualidad tradicional de La Rioja. Murió en 1976 en un accidente de tráfico que los comunistas pretenden pasar por crimen de lesa humanidad; y ¡Bergoglio lo proclamó “mártir” en un servicio religioso!).
A este fin, traemos varios artículos del blog CRISTIANDAD Y PATRIA, que el DIARIO PREGÓN DE LA PLATA presentó en una sola nota titulada
ANGELELLI: ANTECEDENTES DEL HERÉTICO Y MARXISTA OBISPO
Enrique Ángel Angelelli Carletti, alias “Satanelli” o “Monseñor fragotero”, capellán de los Montoneros
A continuación damos a conocer algunos datos sobre la vida y el accidente de tránsito en que murió el Obispo Enrique Angelelli, citando la fuente, perteneciente al blog de “Cristiandad y Patria”, editadas para conformar una nota unitaria. La información de dicho blog es la que sirve de fuente a esta nota.
Debemos aclarar que la Iglesia no se opone, sino que promueve, la dignidad de la persona en el trabajo mediante el justo salario y el justo precio de los bienes y servicios. A su vez, se opone a toda forma de terrorismo y de violencia inicua o injustificada, a todo materialismo, a todo modernismo en el ámbito de la Fe, y a toda desviación herética. San Francisco de Asís es una muestra del desprendimiento de una persona en pos de Cristo, pero mucho dista la prédica de San Francisco de Asís con la de Mons. Enrique Angelelli, y esa distancia es la misma que le impide ser canonizado.
ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
La Conferencia Episcopal editó un volumen titulado Iglesia y Democracia, en el que mutiló los conceptos heréticos de un texto a cuya redacción contribuyó en forma decisiva el ex obispo riojano Enrique Angelelli. Se trata del Documento de San Miguel que en abril de 1969 introdujo la versión marxista de la lucha armada violenta con la excusa de adaptar a la realidad del país las conclusiones de la Conferencia del CELAM en Medellín y del Concilio Vaticano Segundo.
Angelelli era vicepresidente y animador de la Comisión Episcopal Especial del Plan de Pastoral (COEPAL) que, bajo su orientación, cobijaba al grupo de heréticos “teólogos” y “peritos” que prepararon el texto. El libro, editado por Bergoglio, sostiene que “no debemos tener miedo a la verdad de los documentos”. Pero el punto 2 del Documento de San Miguel se interrumpe en forma abrupta y, sin explicaciones, se pasa al 4. El final del truncado punto 2 dice que es el deber evangelizador de los obispos “trabajar por la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras generadas por el pecado”. El omitido punto 3 es aquel en que el Episcopado sentenció que “la liberación deberá realizarse en todos los sectores en que hay opresión: el jurídico, el político, el cultural, el económico y el social”. La introducción del mismo documento, también suprimida por Bergoglio, decía que en ese proceso de liberación los obispos participarían con “la violencia evangélica del amorpara proclamar públicamente nuestro compromiso en todas sus dimensiones”.
Tras semejantes palabras, una generación de jóvenes católicos formados por esos heréticos maestros tomaron esos conceptos inequívocos como guía de su conducta, y empuñaron las armas, porque los Obispos debían bendecir el amor al odio de esos “jóvenes católicos”, que se “comprometían” con la “liberación”. Efectivamente, Angelelli fue uno de los motores que llevó a jóvenes católicos a convertirse en guerrilleros, tal como sucediera con Mario Firmenich, integrante de la Acción Católica que acabó como uno de los jefes del terrorismo.
De sacerdote a Obispo
“Debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la clase obrera y nos hemos presentado ante ella como una Iglesia burguesa”, afirmó Angellelli cuando era sacerdote en 1958.
En diciembre de 1960 fue designado por Juan XXIII como arzobispo auxiliar de Córdoba, y nombrado vicario general de la Arquidiócesis. El Canuto Angelelli tenía 42 años y no aceptó la sugerencia del arzobispo Ramón José Castellano de abandonar su moto una vez consagrado obispo. Tampoco el reclamo de los empresarios de una fábrica que le pidieron que sancionara a los sacerdotes que apoyaban a un grupo de trabajadores en conflicto. “Si estas injusticias continúan, algún día estaremos en el mismo paredón los patrones y los curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por no haber sabido defenderla”, les dijo. Sin embargo, las afirmaciones no eran de un Obispo basado en la Doctrina Social de la Iglesia, sino en una visión marxista, materialista, donde la Fe Católica era una excusa para la revolución comunista.
Enrique Angelelli (derecha) durante la época del Vaticano II
En una de sus primeras decisiones dispuso que los alumnos del Seminario Mayor visitaran las capillas y barrios obreros para tomar contacto con esa realidad. Los sacerdotes que volvían de Europa, ideologizados por el Obispo auxiliar, se apartaban del antiperonismo y el antimarxismo prevalecientes en Córdoba. Esto los puso en conflicto con el Arzobispo, cuando se pronunciaron por una Iglesia pobre y evangélica y en favor del plan de lucha de la CGT, materia propia de los laicos y en la cual no debían intervenir los Obispos por ser ajena a su ámbito de responsabilidad.
Tales sacerdotes, liderados por Angelelli, llegaron a objetar la oposición del Arzobispado a una ley de educación del gobernador Justo Páez Allende. Afirmaban que la libertad de enseñanza que defendía el Arzobispo Castellano era una hipocresía porque sólo beneficia a “alguna clase privilegiada” y las inversiones edilicias de los colegios católicos “una bofetada que suena a sacrilegio en el rostro de los pobres”. La agitación política intraeclesial hizo que la Santa Sede retirara a Castellano y designara como nuevo arzobispo a Raúl Primatesta, quien confirmó al auxiliar Angelelli, como forma de congraciarse con el clero joven revolucionario y minoritario. ¿Estaría entre ese grupúsulo Mons. Carlos José Ñañez cuando era un seminarista?
“El pequeño Concilio”
Durante una reunión de equipos de sacerdotes de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires realizada en Quilmes y bautizada como “El pequeño Concilio” se criticó con aspereza a la jerarquía.
El Nuncio Humberto Mozzoni, el cardenal Antonio Caggiano y otros obispos denunciaron que se asistía a un “derrumbe de la obediencia”.
El revolucionario Obispo Angelelli defendió el “Pequeño Concilio” en la asamblea episcopal: “Nuestras opiniones a veces son anticonciliares. Esto escandaliza a los sacerdotes, que nos ven asustados del clero, con miedo de tocar temas tabú, como el celibato, la obediencia y los encuentros sacerdotales”. Efectivamente, Angelelli se mostraba así como un hereje nato, que contradecía el Magisterio y la Tradición de la Iglesia.
En torno de la Parroquia Cristo Obrero y del Hogar Sacerdotal en el que vivía Angelelli, conectados por un patio interno, se nuclearon los grupos de cristianos revolucionarios que luego de una larga huelga de hambre de 1966 consideraron que se cerraban los caminos de las reivindicaciones estudiantiles y se entregaron a una militancia de base en sectores obreros que derivaron en la formación de distintos grupos, como el Peronismo de Base, el Comando Camilo Torres, el Peronismo Revolucionario y Montoneros.
En 1968 Angelelli fue designado obispo de La Rioja, pero siguió atento a lo que sucedía en Córdoba. Al Cordobazo lo llamó grito de rebeldía lanzando por la juventud y la clase obrera y le dio una interpretación profética. En su primera homilía riojana anunció que venía a servir a los pobres, hambrientos y sedientos de justicia.
Muy pronto comenzó a provocar a los dirigentes locales y al poder político. En un documento, elaborado por cerca de 50 curas y monjas y 150 laicos en la Semana Diocesana, denunció “una situación de injusticia y violencia que constituye un pecado institucionalizado”, y proclamó que la tierra debe ser para quien la trabaje. Promovió la creación de sindicatos de mineros, peones rurales y empleadas domésticas, cooperativas de producción y consumo de tejidos, ladrillos, relojes, pan y para poner a producir los latifundios ociosos de la zona conocida como la Costa.
Una de las cooperativas promovidas por Angelelli reclamaba la expropiación de un latifundio, propiedad de un usurero que se había ido apropiando de los pequeños fundos de sus deudores.
Como los Apóstoles
En 1970 los amigos y compañeros de discusión política de Angelelli en el Hogar sacerdotal de Córdoba, Ignacio Vélez y Emilo Maza participaron en el ataque a una unidad militar en La Calera. En el evento también estuvo involucrado el sacerdote Erio Vaudagna, uno de los ex colaboradores de Angelelli el cual, desde La Rioja, los comparó con los Apóstoles: “También les dijeron que eran subversivos. Al jugarse y tomar en serio las cosas, eran lúcidos y sinceros y renunciaban a lo propio para caminar con los otros”, dijo. La lucha armada subversiva, revolucionaria y terrorista, era públicamente alentada y reivnidicada por el Obispo Angelelli.
A su vez, Angelelli dejó de celebrar la Misa de Nochebuena en la Catedral de la Capital riojana, e instaló el altar en un rancho humilde de un barrio marginal, que comparó con la gruta de Belén.
En 1971 el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo sostuvo que si el Ejército había sido “copado poco a poco por el imperialismo y la oligarquía” era lógico que el pueblo buscara “recrear por sí mismo la fuerza militar que se le niega y depositar su confianza en nuevos grupos armados solidarios con su causa”. Según el documento del MSTM también eran políticas las homilías del cardenal Caggiano que dan una imagen de la Iglesia “no servidora de los pobres sino domesticada y servil a los poderosos”. Cuando Caggiano, Adolfo Tortolo y José Miguel Medina exigieron una respuesta disciplinaria del Episcopado, Angelelli propuso acercarse a los sacerdotes.
La disciplina, la custodia íntegra de la Fe, fue convertida en “diálogo” con quien promovía públicamente la herejía y la violencia desde dentro de la Jerarquía de la Iglesia, un Obispo que en vez de ser seguidor de los Apóstoles de Pentecostés, seguía a Judas… traicionando toda la enseñanza que por Tradición tenía el deber de transmitir. “Dialoguemos para ser ayudados, para que nos ilustren”, afirmó Angelelli en una táctica para la defensa de quienes desde el marxismo militante y terrorista pretendían imponerse sobre la sociedad. Es más: los Obispos debían ser “ilustrados” por esos sacerdotes tercermundistas heréticos, en vez de cumplir con su deber de ser fieles al Magisterio y la Tradición.
Comisión Permanente respondió al MSTM que no era evangélico el enjuiciamiento de los obispos “como infieles y serviles”. Traducido significa: es antievangélico y atenta contra la Tradición de la Iglesia el afirmar que los Obispos son “infieles y serviles”. En aquél momento, estos grupúsculos eran una minoría de sacerdotes infiltrados y malformados, que luego con el transcurso de los años se irían multiplicando, provocando deserciones de vocaciones reales, e incluso retirándose ellos mismos del sacerdocio, en un colapso eclesiástico sin precedentes en la Historia de la Iglesia.
Durante una Asamblea Plenaria de 1972, Angelelli impugnó el borrador de documento que circulaba, porque omitía “la responsabilidad de las Fuerzas Armadas, los políticos, dirigentes sindicales, los grupos económicos, el fuero antisubversivo y sus consecuencias, presos, torturas”. También sostuvo que recientes documentos de Perón y de los sacerdotes del tercer mundo “impactan y son más seguidos que nuestros documentos. Que en la práctica no aparezcan estos documentos como los magisteriales para con nuestro pueblo y el nuestro desechado por diluido, por no comprometido”.
La Comisión Permanente del Episcopado escuchó a este Obispo herético, sin pronunciarse sobre su queja contra los informes de los servicios de informaciones.
La familia Menem
Cuando el general Roberto Levingston reemplazó a Juan Carlos Onganía en la presidencia, el político conservador nacido en Anillaco Eduardo Menem quedó a cargo de la intervención federal en La Rioja. Su familia poseía una bodega. Su hermano Carlos Menem era candidato justicialista a la gobernación y prometió que entregaría el latifundio a la cooperativa.
Enrique Ángel Angelelli Carletti y Carlos Saúl Menem Akil a su diestra, durante la procesión en honor de San Nicolás de Bari en Anillaco. Es de advertir que entonces Menem era musulmán, y su padre, Eduardo, le prohibió la entrada a su casa mientras fuera amigo de Angelelli.
Angelelli se sintió confiado luego de su victoria y el 13 de junio de 1973 viajó al pueblo natal del gobernador. Allí se encontró con una algarada conducida por un grupo de comerciantes y terratenientes, entre ellos Amado, César y Manuel Menem, hermano y sobrinos del ex interventor y del electo gobernador. Se produjo una manifestación frente al templo, en la cual denunciaron con altoparlantes el propósito de Angelelli de reemplazar al viejo párroco Virgilio Ferreyra por dos sacerdotes capuchinos (uno de los cuales era Fray Puigjané, quien intervino en el copamiento de La Tablada en 1989). Los manifestantes declararon a Anillaco Capital de la Fe, e irrumpieron por la fuerza en el templo y la casa parroquial. Cuando Angelelli se retiró luego de suspender las celebraciones religiosas, lo corrieron a pedradas.
Arguyendo la intranquilidad social, Menem retiró su apoyo a la cooperativización del latifundio y la Legislatura decidió venderlo en parcelas, tal como había dispuesto el gobierno militar. Los sacerdotes riojanos habían pedido la excomunión de los tres Menem y sus acompañantes, pero Angelelli prefirió una sanción menos drástica, el entredicho, y ofreció su renuncia a la Santa Sede.
La algarada
El Superior general de los Jesuitas, Pedro Arrupe, y el arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, visitaron La Rioja y declararon que la línea pastoral de Angelelli era acertada, porque seguía las opciones del Concilio, de Medellín y del Papa. Tanto Arrupe como Zazpe buscaron justificar la posición de Angelelli en su dictamen. Pero Zazpe viajó como auditor de la diócesis. Llevaba dos documentos del secretario de Estado, Jean Villot: una carta de apoyo al obispo e instrucciones reservadas. Debía informar sobre las orientaciones pastorales de Angelelli que “no recogen el consenso de todo el Episcopado argentino”. En Los Molinos, el pueblo anterior a Anillaco, “una multitud enardecida” reclamó la destitución del obispo “por marxista y comunista”. El enviado aceptó una audiencia colectiva con los entredichos quienes exigieron la remoción de Angelelli, mientras desde un altoparlante se difundían marchas militares. Uno de los sancionados le dijo que Angelelli “se va por las buenas o por las malas, y si no es por las malas será lo peor”.
En su informe al Vaticano, Zazpe consignó que las posiciones eran irreductibles. Mientras los sectores pobres y de la juventud, deformadas por una prédica ideológica no católica, apoyaban la actuación de Angelelli, muchos integrantes “de instituciones anteriores -Acción Católica, Cursillos de Cristiandad, Ligas de Padres de Colegios-”, la repudiaban. En este sector se “mezclaban motivaciones de índole religiosa, política, socio-económica”.
En marzo de 1974 la Secretaría de Estado recomendó a Zazpe que continuara al lado de Angelelli para alentarlo y aconsejarlo a introducir rectificaciones que favorecieran la reconciliación con los censurados. Sin abandonar la opción por los pobres, debía propiciar el diálogo con los disidentes. Como se puede comprobar, el Obispo herético se convertía en “oficialista”, y quienes reclamaban por la ortodoxia, que en aquél momento eran mayoritarios, se convirtieron en “disidentes”.
La directiva para Angelelli fue corregir los abusos litúrgicos de sus sacerdotes, el escaso contenido religioso de su predicación y los aspectos de su comportamiento “no aceptados por gente de fe simple y alejada de las novedades”. Efectivamente, tal como expresa la directiva para el Obispo, se trataba de una prédica politiquera, de un mesianismo temporal que ofrecía el paraíso en la tierra sin importar el Pecado Original, en omisión del Evangelio cuya lectura sólo servía de inspiración a semejante ideología materialista.
Luego Angelelli viajó para su visita ad limina apostolorum a Roma. Pese a la amenaza de muerte de la Triple A y el consejo del gobernador Menem de que se fuera porque su vida corría peligro, regresó en diciembre. Pablo VI lo instaba a seguir haciendo concreto el Concilio en su diócesis. Efectivamente, a Pablo VI no le importaron las herejías que Angelelli introducía, sino que incluso lo alentó a proseguir inculcando el marxismo materialista entre su feligresía, entre sus seminaristas y sacerdotes. Luego Pablo VI afirmaría que “el humo de Satanás” ya había ingresado dentro de la Iglesia…
Además, Pablo VI le entregó una carta de complacencia por su sacrificada actividad en favor de los más necesitados y de condena por “las violencias y difamaciones” que padeció. Angelelli se presentaba como perseguido, como víctima, y no como perseguidor de la ortodoxia, victimario de la Tradición recibida de Jesucristo.
El Papa le anunciaba que los responsables de los ataques recibirían “el debido requerimiento” por sus actos. Pero también le pedía que levantara la suspensión litúrgica en Anillaco, que se reconciliara con el párroco Ferreyra, que sus colaboradores prestaran “preeminente atención a los valores espirituales”, y que ejerciera la conducción diocesana también sobre aquellos laicos que no compartían “aspectos no esenciales de la pastoral diocesana”. La “pastoral diocesana” tenía el aspecto esencial de marxista… algo condenado como “intrínsecamente perverso” por el Magisterio.
Redención por la sangre
Durante una visita a la base aérea de Chamical, donde también se cuestionaba a Angelelli, el pro-vicario castrense Victorio Bonamín dijo que el pueblo había cometido pecados que sólo podían redimirse con sangre.
El 12 de febrero de 1976, el Ejército arrestó en Mendoza al vicario general de la diócesis de La Rioja, Esteban Inestal, y a dos integrantes del Movimiento Rural diocesano. Uno de los oficiales les dijo que Juan XXIII y Pablo VI habían destruido la Iglesia de Pío XII, que los documentos de Medellín eran comunistas y que la Iglesia riojana estaba separada de la Iglesia argentina.
Angelelli ofreció una vez más su renuncia a la Conferencia Episcopal. Durante la inauguración del curso lectivo de 1976 en la base aérea, el vicecomodoro Lázaro Aguirre interrumpió la homilía que pronunciaba Angelelli sobre la responsabilidad social de los cristianos: “Usted hace política”, le gritó.
En su misa radial del 1º de marzo, Angelelli describió la fractura profunda que enfrentaba a unos sectores de la Iglesia con otros (el planteo de semejante fractura, de una Iglesia “conservadora” enfrentada a una Iglesia “del progreso” ya había sido condenada por San Pío X como parte de la herejía modernista).
Angelelli sostuvo que cada sector de la Iglesia influía a su vez sobre sectores decisivos de la militancia política y de las Fuerzas Armadas: “Se busca dividir y separar a obispos y sacerdotes de sus comunidades, obstaculizar la misión divina de la Iglesia junto a su pueblo en la catequesis y en la evangelización, controlarla para que el Evangelio no llegue a su pueblo, se busca suprimir toda militancia cristiana y apostólica en su laicado”, dijo. El único problema, era que las comunidades estaban siendo deformadas heréticamente, mientras que eso que llamaba “la militancia cristiana y apostólica” del laicado consistía en empuñar las armas y salir a matar gente, poner bombas y efectuar toda clase de actos terroristas.
Dos semanas después, Angelelli suspendió los oficios religiosos en la capilla de la base.
Estimado Pedro, mucho agradecemos su extenso y completo comentario. Asimismo tenga en cuenta que cuenta con el espacio que requiera en caso de querer publicar notas. Mucho agradecemos su permanente participación en este medio. Cordialmente CLAUDIO KUSSMAN
Doctora Marcotullio, Su valentia y su apego a la ley y a la verdad es un ejemplo que MUCHOS JUECES deberian tomar y la hacenacreedora total de las felicitaciones del pueblo argentino
Pablo Georgelli
6 years ago
Como muestra basta un boton(Valga el termino lunfardistico tambien) el caso del Comisario Luis Patti, donde un “testigo” que no estaba en el “momento de los hechos”, dijo que había “escuchado”, de otra persona , que Patti habia participado en un hecho.
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La ejemplar doctora Marcotullio es abogada y ex Juez de Cámara de la Provincia de Córdoba. Es autora del libro “Juicios de Lesa Humanidad”
PrisioneroEnArgentina.com
Septiembre 25, 2018
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Pienso, respetuosamente que la única solución de forma y fondo es DECRETAR UNA AMPLIA AMNISTÍA, ya que está mas que visto que una mesa donde se junten todas las partes involucradas en la guerra civil vivida no se alcanzará nunca mientras continúe para con las futuras generaciones, hoy en los claustros educacionales,manteniendo una verdad segada y/o inexistente y llena de ideologia que enmvenena el futuro.- Ante este cuadro de situación, reitero no queda nada mas que, repito, DECRETAR UNA AMNISTÍA GENERAL……
Comisario BERNABÉ ALFREDO FIGALLO
Muy buen artículo, felicitaciones a la dotora.
Excelente!!!!!
Da en el clavo
Discrepo en el punto en el que ;la doctora Marcotullio señala que “se sigue ocultando” el problema . No es asi, no se lepresta atencion porque son solo unas pocas vidas. La Iglesia y el gobierno y quiero incluir a muchos afectados, esconden la cabeza como el avestruz.
La unica salida llegara con eltiempo, cuandoya noquede un solo preso politicode pie.
Excelente lo de esta jueza
Bien !!! por la jueza-
Nada es eterno hay que seguir denunciando y viralizando.
The truth is emerging and the communist lie will disappear…
La verdad va surgiendo y la mentira comunista desaparecera.
¡Excelente! Dios quiera que se de y comience a saberse la verdad complita.
Si bien veo verde la movida, espero que sea con mucha suerte. Pero, hace quince aÑos que venimos con estos casos circenses. la CIDH -entidad de izquierda si las hay- nunca movio un dedo.
Brillante Doctora Marcotullio, gracias por estar.
Laiglesia siempre estuvo chupando medias del poderde turno. no veoporque pueda ser diferente ahora.
Esto lo obtuve de buena fuente: El 8 de junio de 2018, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a S. E. el cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Santo Padre autorizó a la misma Congregación a promulgar los Decretos relativos a:
El milagro atribuido a la intercesión del beato Nunzio Sulprizio, laico; nacido en Pescosansonesco (Italia) el 13 de abril de 1817 y fallecido en Nápoles (Italia) el 5 de mayo de 1836.
Un milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera de Armida Arias, laica y madre de familia; nacida en San Luis Potosí (México) el 8 de diciembre de 1862 y fallecida en Ciudad de México (México) el 3 de marzo de 1937.
Un milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María Guadalupe Ortiz de Landázuri y Fernández de Heredia, laica, de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei; nacida en Madrid (España) el 12 de diciembre de 1916 y fallecida en Pamplona (España) el 16 de julio de 1975.
El martirio de los Siervos de Dios Enrique Ángel Angelelli Carletti, obispo de La Rioja, Gabriel Joseph Roger Longueville, sacerdote diocesano, Carlos de Dios Murias, sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Wenceslao Pedernera, laico y padre de familia, asesinados por odio a la fe en Argentina en 1976.
Del bienaventurado Nunzio Sulprizio (fue beatificado en 1963), poco podemos decir, salvo que León XIII -quien lo declaró venerable en 1877- lo propuso como modelo de los trabajadores católicos de todas edades. Sobre Concepción Cabrera de Armida y Guadalupe Ortiz de Landázuri, mejor no hablar. Es en cuanto a estos últimos que se hablará ahora, en especial de Angelelli, de quien en su momento señalamos que fue uno de los firmantes del “Pacto de las Catacumbas”:
Enrique Ángel Angelelli: […] El “Obispo fragotero” o “Monseñor Satanelli” es tristemente célebre porque apoyó a los Montoneros y porque quiso acabar con la espiritualidad tradicional de La Rioja. Murió en 1976 en un accidente de tráfico que los comunistas pretenden pasar por crimen de lesa humanidad; y ¡Bergoglio lo proclamó “mártir” en un servicio religioso!).
A este fin, traemos varios artículos del blog CRISTIANDAD Y PATRIA, que el DIARIO PREGÓN DE LA PLATA presentó en una sola nota titulada
ANGELELLI: ANTECEDENTES DEL HERÉTICO Y MARXISTA OBISPO
Enrique Ángel Angelelli Carletti, alias “Satanelli” o “Monseñor fragotero”, capellán de los Montoneros
A continuación damos a conocer algunos datos sobre la vida y el accidente de tránsito en que murió el Obispo Enrique Angelelli, citando la fuente, perteneciente al blog de “Cristiandad y Patria”, editadas para conformar una nota unitaria. La información de dicho blog es la que sirve de fuente a esta nota.
Debemos aclarar que la Iglesia no se opone, sino que promueve, la dignidad de la persona en el trabajo mediante el justo salario y el justo precio de los bienes y servicios. A su vez, se opone a toda forma de terrorismo y de violencia inicua o injustificada, a todo materialismo, a todo modernismo en el ámbito de la Fe, y a toda desviación herética. San Francisco de Asís es una muestra del desprendimiento de una persona en pos de Cristo, pero mucho dista la prédica de San Francisco de Asís con la de Mons. Enrique Angelelli, y esa distancia es la misma que le impide ser canonizado.
ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
La Conferencia Episcopal editó un volumen titulado Iglesia y Democracia, en el que mutiló los conceptos heréticos de un texto a cuya redacción contribuyó en forma decisiva el ex obispo riojano Enrique Angelelli. Se trata del Documento de San Miguel que en abril de 1969 introdujo la versión marxista de la lucha armada violenta con la excusa de adaptar a la realidad del país las conclusiones de la Conferencia del CELAM en Medellín y del Concilio Vaticano Segundo.
Angelelli era vicepresidente y animador de la Comisión Episcopal Especial del Plan de Pastoral (COEPAL) que, bajo su orientación, cobijaba al grupo de heréticos “teólogos” y “peritos” que prepararon el texto. El libro, editado por Bergoglio, sostiene que “no debemos tener miedo a la verdad de los documentos”. Pero el punto 2 del Documento de San Miguel se interrumpe en forma abrupta y, sin explicaciones, se pasa al 4. El final del truncado punto 2 dice que es el deber evangelizador de los obispos “trabajar por la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras generadas por el pecado”. El omitido punto 3 es aquel en que el Episcopado sentenció que “la liberación deberá realizarse en todos los sectores en que hay opresión: el jurídico, el político, el cultural, el económico y el social”. La introducción del mismo documento, también suprimida por Bergoglio, decía que en ese proceso de liberación los obispos participarían con “la violencia evangélica del amorpara proclamar públicamente nuestro compromiso en todas sus dimensiones”.
Tras semejantes palabras, una generación de jóvenes católicos formados por esos heréticos maestros tomaron esos conceptos inequívocos como guía de su conducta, y empuñaron las armas, porque los Obispos debían bendecir el amor al odio de esos “jóvenes católicos”, que se “comprometían” con la “liberación”. Efectivamente, Angelelli fue uno de los motores que llevó a jóvenes católicos a convertirse en guerrilleros, tal como sucediera con Mario Firmenich, integrante de la Acción Católica que acabó como uno de los jefes del terrorismo.
De sacerdote a Obispo
“Debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la clase obrera y nos hemos presentado ante ella como una Iglesia burguesa”, afirmó Angellelli cuando era sacerdote en 1958.
En diciembre de 1960 fue designado por Juan XXIII como arzobispo auxiliar de Córdoba, y nombrado vicario general de la Arquidiócesis. El Canuto Angelelli tenía 42 años y no aceptó la sugerencia del arzobispo Ramón José Castellano de abandonar su moto una vez consagrado obispo. Tampoco el reclamo de los empresarios de una fábrica que le pidieron que sancionara a los sacerdotes que apoyaban a un grupo de trabajadores en conflicto. “Si estas injusticias continúan, algún día estaremos en el mismo paredón los patrones y los curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por no haber sabido defenderla”, les dijo. Sin embargo, las afirmaciones no eran de un Obispo basado en la Doctrina Social de la Iglesia, sino en una visión marxista, materialista, donde la Fe Católica era una excusa para la revolución comunista.
Enrique Angelelli (derecha) durante la época del Vaticano II
En una de sus primeras decisiones dispuso que los alumnos del Seminario Mayor visitaran las capillas y barrios obreros para tomar contacto con esa realidad. Los sacerdotes que volvían de Europa, ideologizados por el Obispo auxiliar, se apartaban del antiperonismo y el antimarxismo prevalecientes en Córdoba. Esto los puso en conflicto con el Arzobispo, cuando se pronunciaron por una Iglesia pobre y evangélica y en favor del plan de lucha de la CGT, materia propia de los laicos y en la cual no debían intervenir los Obispos por ser ajena a su ámbito de responsabilidad.
Tales sacerdotes, liderados por Angelelli, llegaron a objetar la oposición del Arzobispado a una ley de educación del gobernador Justo Páez Allende. Afirmaban que la libertad de enseñanza que defendía el Arzobispo Castellano era una hipocresía porque sólo beneficia a “alguna clase privilegiada” y las inversiones edilicias de los colegios católicos “una bofetada que suena a sacrilegio en el rostro de los pobres”. La agitación política intraeclesial hizo que la Santa Sede retirara a Castellano y designara como nuevo arzobispo a Raúl Primatesta, quien confirmó al auxiliar Angelelli, como forma de congraciarse con el clero joven revolucionario y minoritario. ¿Estaría entre ese grupúsulo Mons. Carlos José Ñañez cuando era un seminarista?
“El pequeño Concilio”
Durante una reunión de equipos de sacerdotes de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires realizada en Quilmes y bautizada como “El pequeño Concilio” se criticó con aspereza a la jerarquía.
El Nuncio Humberto Mozzoni, el cardenal Antonio Caggiano y otros obispos denunciaron que se asistía a un “derrumbe de la obediencia”.
El revolucionario Obispo Angelelli defendió el “Pequeño Concilio” en la asamblea episcopal: “Nuestras opiniones a veces son anticonciliares. Esto escandaliza a los sacerdotes, que nos ven asustados del clero, con miedo de tocar temas tabú, como el celibato, la obediencia y los encuentros sacerdotales”. Efectivamente, Angelelli se mostraba así como un hereje nato, que contradecía el Magisterio y la Tradición de la Iglesia.
En torno de la Parroquia Cristo Obrero y del Hogar Sacerdotal en el que vivía Angelelli, conectados por un patio interno, se nuclearon los grupos de cristianos revolucionarios que luego de una larga huelga de hambre de 1966 consideraron que se cerraban los caminos de las reivindicaciones estudiantiles y se entregaron a una militancia de base en sectores obreros que derivaron en la formación de distintos grupos, como el Peronismo de Base, el Comando Camilo Torres, el Peronismo Revolucionario y Montoneros.
En 1968 Angelelli fue designado obispo de La Rioja, pero siguió atento a lo que sucedía en Córdoba. Al Cordobazo lo llamó grito de rebeldía lanzando por la juventud y la clase obrera y le dio una interpretación profética. En su primera homilía riojana anunció que venía a servir a los pobres, hambrientos y sedientos de justicia.
Muy pronto comenzó a provocar a los dirigentes locales y al poder político. En un documento, elaborado por cerca de 50 curas y monjas y 150 laicos en la Semana Diocesana, denunció “una situación de injusticia y violencia que constituye un pecado institucionalizado”, y proclamó que la tierra debe ser para quien la trabaje. Promovió la creación de sindicatos de mineros, peones rurales y empleadas domésticas, cooperativas de producción y consumo de tejidos, ladrillos, relojes, pan y para poner a producir los latifundios ociosos de la zona conocida como la Costa.
Una de las cooperativas promovidas por Angelelli reclamaba la expropiación de un latifundio, propiedad de un usurero que se había ido apropiando de los pequeños fundos de sus deudores.
Como los Apóstoles
En 1970 los amigos y compañeros de discusión política de Angelelli en el Hogar sacerdotal de Córdoba, Ignacio Vélez y Emilo Maza participaron en el ataque a una unidad militar en La Calera. En el evento también estuvo involucrado el sacerdote Erio Vaudagna, uno de los ex colaboradores de Angelelli el cual, desde La Rioja, los comparó con los Apóstoles: “También les dijeron que eran subversivos. Al jugarse y tomar en serio las cosas, eran lúcidos y sinceros y renunciaban a lo propio para caminar con los otros”, dijo. La lucha armada subversiva, revolucionaria y terrorista, era públicamente alentada y reivnidicada por el Obispo Angelelli.
A su vez, Angelelli dejó de celebrar la Misa de Nochebuena en la Catedral de la Capital riojana, e instaló el altar en un rancho humilde de un barrio marginal, que comparó con la gruta de Belén.
En 1971 el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo sostuvo que si el Ejército había sido “copado poco a poco por el imperialismo y la oligarquía” era lógico que el pueblo buscara “recrear por sí mismo la fuerza militar que se le niega y depositar su confianza en nuevos grupos armados solidarios con su causa”. Según el documento del MSTM también eran políticas las homilías del cardenal Caggiano que dan una imagen de la Iglesia “no servidora de los pobres sino domesticada y servil a los poderosos”. Cuando Caggiano, Adolfo Tortolo y José Miguel Medina exigieron una respuesta disciplinaria del Episcopado, Angelelli propuso acercarse a los sacerdotes.
La disciplina, la custodia íntegra de la Fe, fue convertida en “diálogo” con quien promovía públicamente la herejía y la violencia desde dentro de la Jerarquía de la Iglesia, un Obispo que en vez de ser seguidor de los Apóstoles de Pentecostés, seguía a Judas… traicionando toda la enseñanza que por Tradición tenía el deber de transmitir. “Dialoguemos para ser ayudados, para que nos ilustren”, afirmó Angelelli en una táctica para la defensa de quienes desde el marxismo militante y terrorista pretendían imponerse sobre la sociedad. Es más: los Obispos debían ser “ilustrados” por esos sacerdotes tercermundistas heréticos, en vez de cumplir con su deber de ser fieles al Magisterio y la Tradición.
Comisión Permanente respondió al MSTM que no era evangélico el enjuiciamiento de los obispos “como infieles y serviles”. Traducido significa: es antievangélico y atenta contra la Tradición de la Iglesia el afirmar que los Obispos son “infieles y serviles”. En aquél momento, estos grupúsculos eran una minoría de sacerdotes infiltrados y malformados, que luego con el transcurso de los años se irían multiplicando, provocando deserciones de vocaciones reales, e incluso retirándose ellos mismos del sacerdocio, en un colapso eclesiástico sin precedentes en la Historia de la Iglesia.
Durante una Asamblea Plenaria de 1972, Angelelli impugnó el borrador de documento que circulaba, porque omitía “la responsabilidad de las Fuerzas Armadas, los políticos, dirigentes sindicales, los grupos económicos, el fuero antisubversivo y sus consecuencias, presos, torturas”. También sostuvo que recientes documentos de Perón y de los sacerdotes del tercer mundo “impactan y son más seguidos que nuestros documentos. Que en la práctica no aparezcan estos documentos como los magisteriales para con nuestro pueblo y el nuestro desechado por diluido, por no comprometido”.
La Comisión Permanente del Episcopado escuchó a este Obispo herético, sin pronunciarse sobre su queja contra los informes de los servicios de informaciones.
La familia Menem
Cuando el general Roberto Levingston reemplazó a Juan Carlos Onganía en la presidencia, el político conservador nacido en Anillaco Eduardo Menem quedó a cargo de la intervención federal en La Rioja. Su familia poseía una bodega. Su hermano Carlos Menem era candidato justicialista a la gobernación y prometió que entregaría el latifundio a la cooperativa.
Enrique Ángel Angelelli Carletti y Carlos Saúl Menem Akil a su diestra, durante la procesión en honor de San Nicolás de Bari en Anillaco. Es de advertir que entonces Menem era musulmán, y su padre, Eduardo, le prohibió la entrada a su casa mientras fuera amigo de Angelelli.
Angelelli se sintió confiado luego de su victoria y el 13 de junio de 1973 viajó al pueblo natal del gobernador. Allí se encontró con una algarada conducida por un grupo de comerciantes y terratenientes, entre ellos Amado, César y Manuel Menem, hermano y sobrinos del ex interventor y del electo gobernador. Se produjo una manifestación frente al templo, en la cual denunciaron con altoparlantes el propósito de Angelelli de reemplazar al viejo párroco Virgilio Ferreyra por dos sacerdotes capuchinos (uno de los cuales era Fray Puigjané, quien intervino en el copamiento de La Tablada en 1989). Los manifestantes declararon a Anillaco Capital de la Fe, e irrumpieron por la fuerza en el templo y la casa parroquial. Cuando Angelelli se retiró luego de suspender las celebraciones religiosas, lo corrieron a pedradas.
Arguyendo la intranquilidad social, Menem retiró su apoyo a la cooperativización del latifundio y la Legislatura decidió venderlo en parcelas, tal como había dispuesto el gobierno militar. Los sacerdotes riojanos habían pedido la excomunión de los tres Menem y sus acompañantes, pero Angelelli prefirió una sanción menos drástica, el entredicho, y ofreció su renuncia a la Santa Sede.
La algarada
El Superior general de los Jesuitas, Pedro Arrupe, y el arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, visitaron La Rioja y declararon que la línea pastoral de Angelelli era acertada, porque seguía las opciones del Concilio, de Medellín y del Papa. Tanto Arrupe como Zazpe buscaron justificar la posición de Angelelli en su dictamen. Pero Zazpe viajó como auditor de la diócesis. Llevaba dos documentos del secretario de Estado, Jean Villot: una carta de apoyo al obispo e instrucciones reservadas. Debía informar sobre las orientaciones pastorales de Angelelli que “no recogen el consenso de todo el Episcopado argentino”. En Los Molinos, el pueblo anterior a Anillaco, “una multitud enardecida” reclamó la destitución del obispo “por marxista y comunista”. El enviado aceptó una audiencia colectiva con los entredichos quienes exigieron la remoción de Angelelli, mientras desde un altoparlante se difundían marchas militares. Uno de los sancionados le dijo que Angelelli “se va por las buenas o por las malas, y si no es por las malas será lo peor”.
En su informe al Vaticano, Zazpe consignó que las posiciones eran irreductibles. Mientras los sectores pobres y de la juventud, deformadas por una prédica ideológica no católica, apoyaban la actuación de Angelelli, muchos integrantes “de instituciones anteriores -Acción Católica, Cursillos de Cristiandad, Ligas de Padres de Colegios-”, la repudiaban. En este sector se “mezclaban motivaciones de índole religiosa, política, socio-económica”.
En marzo de 1974 la Secretaría de Estado recomendó a Zazpe que continuara al lado de Angelelli para alentarlo y aconsejarlo a introducir rectificaciones que favorecieran la reconciliación con los censurados. Sin abandonar la opción por los pobres, debía propiciar el diálogo con los disidentes. Como se puede comprobar, el Obispo herético se convertía en “oficialista”, y quienes reclamaban por la ortodoxia, que en aquél momento eran mayoritarios, se convirtieron en “disidentes”.
La directiva para Angelelli fue corregir los abusos litúrgicos de sus sacerdotes, el escaso contenido religioso de su predicación y los aspectos de su comportamiento “no aceptados por gente de fe simple y alejada de las novedades”. Efectivamente, tal como expresa la directiva para el Obispo, se trataba de una prédica politiquera, de un mesianismo temporal que ofrecía el paraíso en la tierra sin importar el Pecado Original, en omisión del Evangelio cuya lectura sólo servía de inspiración a semejante ideología materialista.
Luego Angelelli viajó para su visita ad limina apostolorum a Roma. Pese a la amenaza de muerte de la Triple A y el consejo del gobernador Menem de que se fuera porque su vida corría peligro, regresó en diciembre. Pablo VI lo instaba a seguir haciendo concreto el Concilio en su diócesis. Efectivamente, a Pablo VI no le importaron las herejías que Angelelli introducía, sino que incluso lo alentó a proseguir inculcando el marxismo materialista entre su feligresía, entre sus seminaristas y sacerdotes. Luego Pablo VI afirmaría que “el humo de Satanás” ya había ingresado dentro de la Iglesia…
Además, Pablo VI le entregó una carta de complacencia por su sacrificada actividad en favor de los más necesitados y de condena por “las violencias y difamaciones” que padeció. Angelelli se presentaba como perseguido, como víctima, y no como perseguidor de la ortodoxia, victimario de la Tradición recibida de Jesucristo.
El Papa le anunciaba que los responsables de los ataques recibirían “el debido requerimiento” por sus actos. Pero también le pedía que levantara la suspensión litúrgica en Anillaco, que se reconciliara con el párroco Ferreyra, que sus colaboradores prestaran “preeminente atención a los valores espirituales”, y que ejerciera la conducción diocesana también sobre aquellos laicos que no compartían “aspectos no esenciales de la pastoral diocesana”. La “pastoral diocesana” tenía el aspecto esencial de marxista… algo condenado como “intrínsecamente perverso” por el Magisterio.
Redención por la sangre
Durante una visita a la base aérea de Chamical, donde también se cuestionaba a Angelelli, el pro-vicario castrense Victorio Bonamín dijo que el pueblo había cometido pecados que sólo podían redimirse con sangre.
El 12 de febrero de 1976, el Ejército arrestó en Mendoza al vicario general de la diócesis de La Rioja, Esteban Inestal, y a dos integrantes del Movimiento Rural diocesano. Uno de los oficiales les dijo que Juan XXIII y Pablo VI habían destruido la Iglesia de Pío XII, que los documentos de Medellín eran comunistas y que la Iglesia riojana estaba separada de la Iglesia argentina.
Angelelli ofreció una vez más su renuncia a la Conferencia Episcopal. Durante la inauguración del curso lectivo de 1976 en la base aérea, el vicecomodoro Lázaro Aguirre interrumpió la homilía que pronunciaba Angelelli sobre la responsabilidad social de los cristianos: “Usted hace política”, le gritó.
En su misa radial del 1º de marzo, Angelelli describió la fractura profunda que enfrentaba a unos sectores de la Iglesia con otros (el planteo de semejante fractura, de una Iglesia “conservadora” enfrentada a una Iglesia “del progreso” ya había sido condenada por San Pío X como parte de la herejía modernista).
Angelelli sostuvo que cada sector de la Iglesia influía a su vez sobre sectores decisivos de la militancia política y de las Fuerzas Armadas: “Se busca dividir y separar a obispos y sacerdotes de sus comunidades, obstaculizar la misión divina de la Iglesia junto a su pueblo en la catequesis y en la evangelización, controlarla para que el Evangelio no llegue a su pueblo, se busca suprimir toda militancia cristiana y apostólica en su laicado”, dijo. El único problema, era que las comunidades estaban siendo deformadas heréticamente, mientras que eso que llamaba “la militancia cristiana y apostólica” del laicado consistía en empuñar las armas y salir a matar gente, poner bombas y efectuar toda clase de actos terroristas.
Dos semanas después, Angelelli suspendió los oficios religiosos en la capilla de la base.
Estimado Pedro, mucho agradecemos su extenso y completo comentario. Asimismo tenga en cuenta que cuenta con el espacio que requiera en caso de querer publicar notas. Mucho agradecemos su permanente participación en este medio. Cordialmente CLAUDIO KUSSMAN
Doctora Marcotullio, Su valentia y su apego a la ley y a la verdad es un ejemplo que MUCHOS JUECES deberian tomar y la hacenacreedora total de las felicitaciones del pueblo argentino
Como muestra basta un boton(Valga el termino lunfardistico tambien) el caso del Comisario Luis Patti, donde un “testigo” que no estaba en el “momento de los hechos”, dijo que había “escuchado”, de otra persona , que Patti habia participado en un hecho.
Y hay casos en los que los reconocieron cuarenta años despues, por el perfume.
O el “taconear” de los zapatos!!!!
La doctora Marcotulio es clara en sus conceptos
De la Iglesia mejor esperar sentado que hagan algo.