El presente ensayo fue escrito por el General Heriberto J. Auel en el año 2002. Había indicios de una reacción al multilateralismo globalizador. Hoy, con la llegada de Bolsonaro a Brasilia y luego de reacciones nacionalistas en Europa y EEUU, se verá un fenómeno de reacción al “progresismo de izquierda” que afectó a la Argentina desde 1984.
Observemos lo que decía el General 16 años atrás:
Grl Br Heriberto Justo Auel
Octubre de 2002
“Aquel a quien no le preocupa el futuro, se topará con la desgracia.”
Confucio
“He aquí la recta manera de estudiar; la que no se limita al saber histórico, sino que transforma cada vez lo histórico enactualidad, mediante la aplicación de ese saber.”
I Ching
EL PENSAMIENTO NACIONAL.
El pensamiento nacional es, de hecho, el germen y núcleo de una teoría política nacional y ésta, situada en nuestro espacio y tiempo histórico, la base de una doctrina política nacional. Hoy ambas son las grandes ausentes en nuestra circunstancia nacional y, consecuentemente, fuentes de ansiedad e incertidumbre social.
Una doctrina, es decir, un actualizado pensamiento nacional desarrollado en forma sistematizada y orgánica, con plena posibilidad de aplicación real, da lugar a la unidad y homogeneidad de una sociedad, que alcanza así la categoría de comunidad nacional. Impulsa a la sinergia y felicidad del país a través de la construcción de su propio futuro.
Una comunidad, en libertad y diversidad, al alcanzar ese rango ostenta un solo y común escenario a lograr. Es su “destino manifiesto”, su “proyecto de vida en común”, un ramillete de objetivos políticos en el horizonte que reúne a un pueblo y le da vigor monolítico y esperanzas.
Esa comunión proyectada de intereses e ideales producirá –naturalmente- la unidad nacional, que se traducirá en poder y fortaleza política, sobre el soporte de una identidad, de una cultura singular que unifica, diferencia y define a una personalidad nacional, -en el concierto de la variada multiplicidad universal- y en una necesidad insoslayable en la relación con “el otro” o con “los otros” en la presente e ineludible globalización planetaria, que nos hace a todos vecinos cercanos.
Establecida la unidad de fines –unidad objetiva- alcanzaríamos en consecuencia el enlace espiritual de la Nación. En ese estadio, es lícita y necesaria la confrontación de ideas, la oposición inteligente en la elección de las prioridades, de los medios y caminos para alcanzar aquellos fines u objetivos, optimizando así el empleo del Poder Público, siempre escaso y de uso alternativo. Éste es el rol de las organizaciones sociales y de los partidos políticos que representan a los diversos sectores de la sociedad. Para la acción operativa comunitaria están las instituciones estatales, en sus diversos niveles. Sin ellas, es imposible el progreso.
Por el contrario, la ausencia de un pensamiento nacional, originario y originante, se traduce en la ausencia de la unidad actora-soberana y en la presencia de un “pueblo arena”,objeto de las circunstancias y no sujeto de su propia historia, como “pueblo roca”.
Un “pueblo roca”, unido, exige el aglutinante de una Doctrina Nacional fundada en un Pensamiento Nacional. Colegimos así que un Pensamiento Nacional – Doctrina Nacional- es la base de la unión y de la unidadresultante, condición sine-qua-non que nos hace actores del propio destino posible, es decir, de un futuro real a prever y lograr, para “no toparnos con la desgracia”, según la sentencia confuciana que encabeza estas líneas.
Es el “pensar,para luego obrar”, que nos legó el Estagirita y que, desde Moltke El Viejo, orienta a los modernos estados mayores y a sus correlatos privados o públicos.
LA DOCTRINA NACIONAL.
Hemos señalado que un pensamiento sistematizado –teoría-, con un objeto definido, deriva en doctrina. Ésta, definida por uno o varios principios, es el instrumento que ilumina al Plan Estratégico consecuente, como sendero para lograr con eficiencia las metas de largo, mediano y corto plazo y a la vez sortear la complejidad de situaciones conflictivas que nos presenta un mundo complejo, en vertiginosa evolución.
Cuando ese ejercicio intelectivo logra “transformar cada vez lo histórico en actualidad“, según la sentencia del I Ching, estamos en presencia de una doctrina nacional, de un aglutinador pensamiento singular, que es de aplicación en un espacio y en un tiempo definido y dinámico. No estaremos pensando ni obrando en abstracto y/o improvisadamente, sino accionando en un determinado espacio y en un determinado tiempo, en pos de fines deseados y queridos, interpretados por “la aplicación de ese saber” histórico –nuestra cultura-.
Una doctrina nacional se sitúa en un espacio, -en el espacio de la Patria-, entendida ésta como el hogar común de quienes están hermanados por una cultura, una tradición, un pasado histórico común. Quienes tienen Patria, tienen padres, tienen identidad. Comparten un origen histórico, un espacio y una forma específica de sentir y vivir: una tradición. Desde esos espacios, nos situaremos también en un tiempo. Desde “el saber histórico”, desde el pasado trascendente, vamos hacia el presente y el futuro, descifrando su clave, su naturaleza y su ritmo.
Entonces sí estaremos en presencia de una actualizada y dinámica doctrina nacional, de un pensamiento elaborado y sistematizado de posible aplicación y relacionado con un determinado, dinámico y singular espacio y tiempo. Sostenido por una cultura que irradia confianza, credibilidad.
Estaremos en presencia de “una realidad innovadora y expansiva” y en el ámbito de la ciencia y arte de la Política y de la Estrategia, por cuanto ambas como ciencias persiguen la verdad; ambas por su objeto transitan sobre los acontecimientos socio-políticos proyectados sobre el futuro. Y ambas como artes desarrollaran creativamente el espíritu del estadista, en pos de la Nación a lograr.
Queda así abierta la posibilidad del ejercicio creador –arquitectónico- de la Política y de la Estrategia, como puesta en acto de la transformación posible –apta, factible y aceptable- de las realidades actuales, con el trasfondo de la voluntad unificada de la Nación, en el complejo ámbito de la mundialización acelerada, para el logro de un futuro de grandeza y a fin de cumplir con los mandatos de los Padres Fundadores.
LOS TIEMPOS DE LA GLOBALIZACION PLANETARIA.
Queda claro que el pensamiento nacional –que hemos señalado como origen y núcleo de una doctrina nacional-, no debe ser considerado en forma abstracta, sino en un aquí y ahora, en relación con ésta compleja circunstancia de globalización planetaria, según el enunciado del tema que nos convoca.
La Globalización o Mundialización Planetaria, es hoy una situación insoslayable que nos abarca, condiciona y a veces nos determina. Es esa realidad comprobable que está omnipresente en el universo, como “única verdad”. En nuestro entender, es un efecto ineludible de la etapa de la civilización en la que ya vivimos y que, según diferentes autores, conocemos como posindustrial,hiper-industrial, tecnotrónica, de las comunicaciones, de la informática, de la cibernética, de la tercera ola, etc., etc., que está exigiendo y originando a la “sociedad del conocimiento”,condición -sine qua non- para ingresar con éxito al Siglo XXI.
Podríamos expresar, en consecuencia, que en la era antropozoica y en la edad contemporánea, hemos alcanzado a través de las culturas la etapa de la civilización posindustrial, o como quiera llamársele, que nos hace testigos privilegiados de un punto de inflexión hacia una nueva e insoslayable situación, hacia un nuevo estadio internacional estructural, cuyo efecto más notable es el de la actual globalización:
la transformación progresiva del mundo en una “aldea global” y
la aceleración constante del ritmo histórico.
Queda dicho, en otros términos, que son afectados en su naturaleza y dimensión factores básicos de la acción política y estratégica:
el espacio (hoy uno-global),
el tiempo (acelerado en su ritmo) y que un tercer factor,
el Poder, se construye actualmente desde la comunidad, desde su cultura, desarrollando su educación espiritual y adquiriendo las destrezas que exigen los nuevos medios en una masa crítica de la sociedad nacional/regional.
Los catalizadores que han impulsado a éste complejo fenómeno, provienen del ámbito de la Revolución Científico-Tecnológica: el ordenador o computadora, las telecomunicaciones, los vectores aeroespaciales, etc. La Ciencia y la Tecnología han desarrollado su propio impulso, retroalimentándose a escala geométrica. El efecto causado por este hecho en las ciencias sociales, ha sido de carácter “tectónico”, en términos de Lester Thurow. No afectó a los sistemas, sino a las estructuras.
En parte del mundo académico, el fenómeno quedó evidenciado. Surgió allí una perversa confusión conceptual, parálisis intelectual o perplejidad ideológica, manifestaciones claramente observables en las publicaciones de la última década del siglo XX y aun en los 2000.
LA GLOBALIZACION IMPERIAL.
En 1989/91 al implosionar la URSS, se quiebra en el ámbito político-estratégico la lógica imperial bipolar. Esta crisis geopolítica y aquella otra, la ya citada Revolución Científico-Tecnológica, -que da lugar a la Iniciativa de Defensa Estratégica-, se potenciaron mutuamente, creando un inédito Poder Imperial Global, un Unicato Multipolar corporizado por los Países Desarrollados Norte, que conforman el Grupo de los Siete / Ocho.
Este “Nuevo Orden Internacional” adopta el modelo de la Revolución de Filadelfia, triunfante en la Guerra Fría y acepta a un “primum inter pares”, EE.UU., en reconocimiento de su liderazgo estratégico indiscutido en la nueva etapa de la presente civilización, la de ” la Tercera Ola”, que lo consagra como el único poder nacional con capacidad de “proyección de fuerza”, hacia cualquier punto del Universo.
Este es el escenario emergente de la posguerra fría, signado por el “economicismo pragmático” de quienes imperan desde el Norte y cuya impronta es la no resuelta crisis del internacionalismo liberal triunfante. Anthony Lake, ex asesor del Presidente Clinton en temas de Seguridad, le ha llamado “wilsonianismo pragmático”, que pareciera acentuarse con Obama, en el 2009, bajo la presión abarcadora de la crisis financiera internacional, emergente en el 2008.
El liberalismo, en el ápice de su hegemonía universal, “no encontró aun el principio aplicablea laenorme variedad de conflictos a enfrentar…” Ha prohibido la guerra, impulsado el desarme o el control de armas, ha creado un sinnúmero de burocracias internacionales para la promoción y el sostenimiento de la Paz Internacional, pero no ha podido evitar los conflictos, aun entre Estados liberales, mientras éstos manifiesten y sostengan sus intereses nacionales.
En el debate íntimo, chocan los liberales cosmopolitas (Kant, Bentham, Wilson) con los liberales nacionales (Rousseau) y el resultado se traduce el llamado “caos desintegrador” político o institucional, mientras esos mismos actores se integran en bloques económicos regionales y/o continentales.
Frente al marxismo desacreditado y al realismo estratificado, el liberalismo está paralizado por su propia incongruencia ante una situación compleja y no resuelta, que Obama intenta superar con estrategias aparentemente idealistas, que producen vivas desconfianzas en antiguos aliados. Por el momento se duda si esta actitud “blanda”, es hija de la crisis financiera o de una ideología “progresista”. La complejidad de la guerra mundial contra el terrorismo global, a fines del 2009, tiene en Afganistán una prueba paradigmática para el nuevo gobierno demócrata que, junto a la actitud política frente a la situación interna de Honduras, constituyen indicativos clarificadores de las opciones “carterianas” que pareciera asumir hoy la superpotencia imperial.
Se llega siempre al “estado de guerra” que han planteado a lo largo de la historia Tucídides, Maquiavelo, Hobbes o Rousseau. La eficiencia económica no se armoniza con la seguridad estratégica. La globalización económica es un triunfo liberal obtenido a un alto costo, con consecuencias inesperadas y aun irresueltas.
Se ha reconocido la independencia de Croacia, Bosnia o Eritrea, pero no se lo hizo con Biafra o Chechenia, con los kurdos o tibetanos, legitimándose estas diferentes resoluciones con la apelación a las conveniencias económicas o para no “aumentar el caos” existente. El mercantilismo, que se inició y expandió con “el mare liberum” de Grocio, fue normado para el comercio. Actualmente, cuando debe incluirse en la internacionalización a la producción y la distribución, hay áreas que quedan fuera del control de los Estados.
El liberalismo, triunfante en el último medio siglo sobre los diversos totalitarismos socialistas, redujo el poder del Estado-Nación en favor de la esfera protegida de los derechos individuales, creando progresivamente otro poder, ANONIMO Y FORMIDABLE, fuera de los Estados, que afecta al concepto tradicional de soberanía estatal y que, por el momento, es solo considerado como una mera extensión de los derechos individuales.
Sin embargo, la euforia idealista inicial -Fukuyama- luego de la caída del muro de Berlín y hasta la llegada de la Guerra del Golfo, se ha transformado en el pesimismo de la violenciadispersa, de los conflictos de exclusión, de la amenaza de “los nuevos bárbaros” o de las polaridades indefinidas.
En los últimos años, ni republicanos ni demócratas han definido con claridad los intereses externos de los EE.UU., apareciendo una significativa grieta entre los ideales liberales y las políticas en acto del gobierno demócrata, en el período Clinton, siendo las de la actual administración un enorme interrogante. Ha llegado el momento de decidir la continuidad de la transición estructural iniciada por nosotros en los ’90 y de reflexionar acerca de los efectos públicos de ciertas actividades privadas y públicas fuera de control con posterioridad al caos decadente conducido por el “progresismo” de los últimos años. El caos institucional nos está llevando al “estado fallido”, santuario de las mafias ya presentes en Ibero América y en nuestro querido país.
EL NARCOTERRORISMO.
Ha llegado el momento, en la Región, de repensar al “Estado Residual” para rehabilitarlo como “Estado Necesario”. Debiera de ser esta una preocupación central de la Gran Política y del Derecho Político, una responsabilidad primaria de las dirigencias y materia obligada de quienes nos ocupamos de la Seguridad Nacional y de la Política de Defensa, hoy inexistentes. La guerra fría, como una guerra diferente, -la primera en ambiente nuclear- nos ha deparado una posguerra también distinta, con un inventario de riesgos y amenazas estratégicas sin antecedentes teóricos, que ponen en riesgo la enorme oportunidad que la misma crisis nos ha abierto.
Escuetamente, podemos enumerarlos así:
Desintegración o feudalización de Estados.
Presencia generalizada del crimen organizado internacional.
Conflictos étnicos.
Luchas facciosas, religiosas o políticas. Indigenismo radical. Fundamentalismos.
Fracaso de Estados-poscoloniales.
Terrorismo globalizado. Insurgencias.
Desecularización del Estado.
Refugiados y migraciones, con su corolario xenófobo.
Marginamiento estructural, estatal y social.
Aplicación distorsionada de los Derechos Humanos.
Agresión al medio ambiente.
Intervención selectiva, etc.
Los análisis superficiales, los planteos abstractos, las inclinaciones cuestionadoras e ideológicas y la permanente receta copiada, nos llevaron al error constante; éste a la decadencia y, en 1989 al estado de necesidad. Esta situación impuso el comienzo improvisado de una situación regresiva, irrazonable, conflictiva y sin salida. Permanecemos paralizados, detenidos en el tiempo, con la ansiedad que proporciona la escasa/nula claridad de los discursos electorales, en total incertidumbre cuando se trata de nuestro futuro. Esa es la razón de haber colocado a la cabeza de estos renglones las dos sentencias de la sabia y vieja cultura china. El pensamiento nacional tiene hoy un enorme desafío por delante: “preocuparse por el futuro, para no toparnos con la desgracia.”
LA SEGUNDA ARGENTINA EN TIEMPOS DE GLOBALIZACION PLANETARIA.
La Primera Argentina, (la Argentina Agropecuaria), pensada por la Generación del ’37 y llevada a los hechos por la Generación del ’80, tuvo un magnífico resultado económico y un gran fracaso socio-político. Luego de una prolongada guerra civil, logró modernizar el sistema económico, mantuvo estratificado el sistema político e ignoró al sistema social.
El propio éxito económico del ´80 y la naciente clase media, movilizaron a la “democracia incivilizada” de toda nuestra geografía, en pos de la modernización del sistema político: la participación. El desarrollo económico exigía desarrollo político. La cultura hispano-criolla-cristiana de la Proto-Argentina había sido avasallada por los copistas de ayer. Estos, desde la civilización mercantilista impusieron las instituciones de moda y desataron una guerra civil campal, contenida brevemente por la Revolución del ’80 y su consecuente Primera Argentina. Sin embargo, con otras formas, la guerra civil se reactivó a partir de la Revolución del ’90. En el Parque de Artillería, manzana hoy ocupada por los Tribunales, se inició el ciclo de los golpes de estado del siglo XX. El sistema político no logra establecerse. El cuestionamiento social sin propuestas políticas cubre al siglo XX. La Argentina queda envuelta en los ideologismos.
La guerra civil cambia de formas.
La participación llegará tardíamente, a fines de la Primera Guerra Mundial, sin re-dinamizar al éxito económico de Roca, sin ideas, manteniendo la inercia quejosa que legitimó su origen, pero vacía de arraigo y de proyección hacia el futuro. Ello le vale un relevo definitivo, un 17 de Octubre. Será la nueva sociedad de masas, consecuencia de la incipiente industrialización provocada por las guerras europeas, -la sustitución de importaciones-, la que llegará desde el interior profundo a las “orillas urbanas” e intentará darle continuidad a la modernización de los sistemas. Los elementos más cultos y menos civilizados, intentaran ingresar a la industrialización y a la urbanización ordenada. La clase media urbana se sintió agredida por el “aluvión zoológico”. La Gran Política quedó paralizada.
La clase media, que debió liderar esta nueva etapa, desertó de su responsabilidad histórica. Prefirió buscar el reemplazo del patriciado agrario o bien especuló, al amparo de las crisis sucesivas. El enfrentamiento social se hizo maniqueo y fue cabalgado por el conflicto hemisférico Este-Oeste, iniciado en 1947 -y en Ibero América a partir de la revolución cubana-, agravando la violencia de la guerra civil, que se hace revolucionaria, desquiciando al maltrecho y débil Estado Nacional.
En 1982, la Guerra del Atlántico Sur pone fin a la recurrencia de los “democratistas” a los golpes de estado cívico-militares, como alternativa a la no-aceptación de las “mayorías emergentes” o a la “faltade soluciones”, en las repetidas y cíclicas crisis del sistema político.
Emerge la Posibilidad de una Segunda Argentina.
Luego de las hiperinflaciones, la licuación de los partidos y las crisis institucionales, el electorado argentino enfrenta en los 2000 la responsabilidad de cambios estructurales insoslayables, exigidos por el entorno internacional y regional y el incuestionable agotamiento del proyecto de la Primera Argentina.
La Revolución del Parque y el 17 de Octubre, tienen su correlato histórico en la Gesta del Atlántico Sur. Los tres constituyen hitos históricos dentro de una decadencia centenaria, en lo que hace ala actualización funcional de los sistemas. Del mismo modo, la Generación del ’37, la del ’80 y la del 43 -Forja y el GOU-, tienen su correlato en la presente Generación Malvinas, que abarca a la juventud argentina menor de 45 años.
A diferencia de sus predecesoras, la Generación Malvinas tiene por delante algo más que adelantar el reloj de la historia y hacer congruentes a los sistemas de un país con constitución liberal, economía socialista y sociedad corporativa. El nivel de irracional decadencia alcanzado está comprendido por un proceso revolucionario neo-estalinista que, abarca a todo el sub-continente iberoamericano y una crisis financiera internacional.
En breve, la comunidad argentina deberá lograr restablecer el “Estado Necesario”, recuperar la República y las instituciones; restablecer la identidad a través de la educación y de la comunicación social. La cultura –identidad- es el firme soporte de la construcción de nuestro futuro. A éste lo imaginamos como el de una Segunda Argentina Posindustrial, designio central de la Gran Política, que por el momento no aparece. El Estado, en sus diferentes niveles, es el instrumento imprescindible para la acción constructiva de nuestro futuro y las instituciones, para ser tales, deben ser funcionales a la globalización planetaria que nos abarca.
En síntesis: debemos dentro de un corto lapso, recuperar nuestra identidad, establecer el escenario a lograr en el largo plazo y comprender a nuestra compleja circunstancia global. Estas son las bases imprescindibles para desarrollar un Pensamiento Nacional en Tiempos de Globalización Planetaria.
No ” limitarnos al saber histórico, sino transformar cada vez lo histórico en actualidad, mediante la aplicación de ese saber… “, sin olvidar, en momento alguno, que el procesohistórico está acelerado. El ritmo del tiempo ha cambiado.
El presente ensayo fue escrito por el General Heriberto J. Auel en el año 2002. Había indicios de una reacción al multilateralismo globalizador. Hoy, con la llegada de Bolsonaro a Brasilia y luego de reacciones nacionalistas en Europa y EEUU, se verá un fenómeno de reacción al “progresismo de izquierda” que afectó a la Argentina desde 1984.
Observemos lo que decía el General 16 años atrás:
Grl Br Heriberto Justo Auel
Octubre de 2002
EL PENSAMIENTO NACIONAL.
El pensamiento nacional es, de hecho, el germen y núcleo de una teoría política nacional y ésta, situada en nuestro espacio y tiempo histórico, la base de una doctrina política nacional. Hoy ambas son las grandes ausentes en nuestra circunstancia nacional y, consecuentemente, fuentes de ansiedad e incertidumbre social.
Una doctrina, es decir, un actualizado pensamiento nacional desarrollado en forma sistematizada y orgánica, con plena posibilidad de aplicación real, da lugar a la unidad y homogeneidad de una sociedad, que alcanza así la categoría de comunidad nacional. Impulsa a la sinergia y felicidad del país a través de la construcción de su propio futuro.
Una comunidad, en libertad y diversidad, al alcanzar ese rango ostenta un solo y común escenario a lograr. Es su “destino manifiesto”, su “proyecto de vida en común”, un ramillete de objetivos políticos en el horizonte que reúne a un pueblo y le da vigor monolítico y esperanzas.
Esa comunión proyectada de intereses e ideales producirá –naturalmente- la unidad nacional, que se traducirá en poder y fortaleza política, sobre el soporte de una identidad, de una cultura singular que unifica, diferencia y define a una personalidad nacional, -en el concierto de la variada multiplicidad universal- y en una necesidad insoslayable en la relación con “el otro” o con “los otros” en la presente e ineludible globalización planetaria, que nos hace a todos vecinos cercanos.
Establecida la unidad de fines –unidad objetiva- alcanzaríamos en consecuencia el enlace espiritual de la Nación. En ese estadio, es lícita y necesaria la confrontación de ideas, la oposición inteligente en la elección de las prioridades, de los medios y caminos para alcanzar aquellos fines u objetivos, optimizando así el empleo del Poder Público, siempre escaso y de uso alternativo. Éste es el rol de las organizaciones sociales y de los partidos políticos que representan a los diversos sectores de la sociedad. Para la acción operativa comunitaria están las instituciones estatales, en sus diversos niveles. Sin ellas, es imposible el progreso.
Por el contrario, la ausencia de un pensamiento nacional, originario y originante, se traduce en la ausencia de la unidad actora-soberana y en la presencia de un “pueblo arena”, objeto de las circunstancias y no sujeto de su propia historia, como “pueblo roca”.
Un “pueblo roca”, unido, exige el aglutinante de una Doctrina Nacional fundada en un Pensamiento Nacional. Colegimos así que un Pensamiento Nacional – Doctrina Nacional- es la base de la unión y de la unidad resultante, condición sine-qua-non que nos hace actores del propio destino posible, es decir, de un futuro real a prever y lograr, para “no toparnos con la desgracia”, según la sentencia confuciana que encabeza estas líneas.
Es el “pensar, para luego obrar”, que nos legó el Estagirita y que, desde Moltke El Viejo, orienta a los modernos estados mayores y a sus correlatos privados o públicos.
LA DOCTRINA NACIONAL.
Hemos señalado que un pensamiento sistematizado –teoría-, con un objeto definido, deriva en doctrina. Ésta, definida por uno o varios principios, es el instrumento que ilumina al Plan Estratégico consecuente, como sendero para lograr con eficiencia las metas de largo, mediano y corto plazo y a la vez sortear la complejidad de situaciones conflictivas que nos presenta un mundo complejo, en vertiginosa evolución.
Cuando ese ejercicio intelectivo logra “transformar cada vez lo histórico en actualidad“, según la sentencia del I Ching, estamos en presencia de una doctrina nacional, de un aglutinador pensamiento singular, que es de aplicación en un espacio y en un tiempo definido y dinámico. No estaremos pensando ni obrando en abstracto y/o improvisadamente, sino accionando en un determinado espacio y en un determinado tiempo, en pos de fines deseados y queridos, interpretados por “la aplicación de ese saber” histórico –nuestra cultura-.
Una doctrina nacional se sitúa en un espacio, -en el espacio de la Patria-, entendida ésta como el hogar común de quienes están hermanados por una cultura, una tradición, un pasado histórico común. Quienes tienen Patria, tienen padres, tienen identidad. Comparten un origen histórico, un espacio y una forma específica de sentir y vivir: una tradición. Desde esos espacios, nos situaremos también en un tiempo. Desde “el saber histórico”, desde el pasado trascendente, vamos hacia el presente y el futuro, descifrando su clave, su naturaleza y su ritmo.
Entonces sí estaremos en presencia de una actualizada y dinámica doctrina nacional, de un pensamiento elaborado y sistematizado de posible aplicación y relacionado con un determinado, dinámico y singular espacio y tiempo. Sostenido por una cultura que irradia confianza, credibilidad.
Estaremos en presencia de “una realidad innovadora y expansiva” y en el ámbito de la ciencia y arte de la Política y de la Estrategia, por cuanto ambas como ciencias persiguen la verdad; ambas por su objeto transitan sobre los acontecimientos socio-políticos proyectados sobre el futuro. Y ambas como artes desarrollaran creativamente el espíritu del estadista, en pos de la Nación a lograr.
Queda así abierta la posibilidad del ejercicio creador –arquitectónico- de la Política y de la Estrategia, como puesta en acto de la transformación posible –apta, factible y aceptable- de las realidades actuales, con el trasfondo de la voluntad unificada de la Nación, en el complejo ámbito de la mundialización acelerada, para el logro de un futuro de grandeza y a fin de cumplir con los mandatos de los Padres Fundadores.
LOS TIEMPOS DE LA GLOBALIZACION PLANETARIA.
Queda claro que el pensamiento nacional –que hemos señalado como origen y núcleo de una doctrina nacional-, no debe ser considerado en forma abstracta, sino en un aquí y ahora, en relación con ésta compleja circunstancia de globalización planetaria, según el enunciado del tema que nos convoca.
La Globalización o Mundialización Planetaria, es hoy una situación insoslayable que nos abarca, condiciona y a veces nos determina. Es esa realidad comprobable que está omnipresente en el universo, como “única verdad”. En nuestro entender, es un efecto ineludible de la etapa de la civilización en la que ya vivimos y que, según diferentes autores, conocemos como posindustrial, hiper-industrial, tecnotrónica, de las comunicaciones, de la informática, de la cibernética, de la tercera ola, etc., etc., que está exigiendo y originando a la “sociedad del conocimiento”, condición -sine qua non- para ingresar con éxito al Siglo XXI.
Podríamos expresar, en consecuencia, que en la era antropozoica y en la edad contemporánea, hemos alcanzado a través de las culturas la etapa de la civilización posindustrial, o como quiera llamársele, que nos hace testigos privilegiados de un punto de inflexión hacia una nueva e insoslayable situación, hacia un nuevo estadio internacional estructural, cuyo efecto más notable es el de la actual globalización:
la transformación progresiva del mundo en una “aldea global” y
la aceleración constante del ritmo histórico.
Queda dicho, en otros términos, que son afectados en su naturaleza y dimensión factores básicos de la acción política y estratégica:
el espacio (hoy uno-global),
el tiempo (acelerado en su ritmo) y que un tercer factor,
el Poder, se construye actualmente desde la comunidad, desde su cultura, desarrollando su educación espiritual y adquiriendo las destrezas que exigen los nuevos medios en una masa crítica de la sociedad nacional/regional.
Los catalizadores que han impulsado a éste complejo fenómeno, provienen del ámbito de la Revolución Científico-Tecnológica: el ordenador o computadora, las telecomunicaciones, los vectores aeroespaciales, etc. La Ciencia y la Tecnología han desarrollado su propio impulso, retroalimentándose a escala geométrica. El efecto causado por este hecho en las ciencias sociales, ha sido de carácter “tectónico”, en términos de Lester Thurow. No afectó a los sistemas, sino a las estructuras.
En parte del mundo académico, el fenómeno quedó evidenciado. Surgió allí una perversa confusión conceptual, parálisis intelectual o perplejidad ideológica, manifestaciones claramente observables en las publicaciones de la última década del siglo XX y aun en los 2000.
LA GLOBALIZACION IMPERIAL.
En 1989/91 al implosionar la URSS, se quiebra en el ámbito político-estratégico la lógica imperial bipolar. Esta crisis geopolítica y aquella otra, la ya citada Revolución Científico-Tecnológica, -que da lugar a la Iniciativa de Defensa Estratégica-, se potenciaron mutuamente, creando un inédito Poder Imperial Global, un Unicato Multipolar corporizado por los Países Desarrollados Norte, que conforman el Grupo de los Siete / Ocho.
Este “Nuevo Orden Internacional” adopta el modelo de la Revolución de Filadelfia, triunfante en la Guerra Fría y acepta a un “primum inter pares”, EE.UU., en reconocimiento de su liderazgo estratégico indiscutido en la nueva etapa de la presente civilización, la de ” la Tercera Ola”, que lo consagra como el único poder nacional con capacidad de “proyección de fuerza”, hacia cualquier punto del Universo.
Este es el escenario emergente de la posguerra fría, signado por el “economicismo pragmático” de quienes imperan desde el Norte y cuya impronta es la no resuelta crisis del internacionalismo liberal triunfante. Anthony Lake, ex asesor del Presidente Clinton en temas de Seguridad, le ha llamado “wilsonianismo pragmático”, que pareciera acentuarse con Obama, en el 2009, bajo la presión abarcadora de la crisis financiera internacional, emergente en el 2008.
El liberalismo, en el ápice de su hegemonía universal, “no encontró aun el principio aplicable a la enorme variedad de conflictos a enfrentar…” Ha prohibido la guerra, impulsado el desarme o el control de armas, ha creado un sinnúmero de burocracias internacionales para la promoción y el sostenimiento de la Paz Internacional, pero no ha podido evitar los conflictos, aun entre Estados liberales, mientras éstos manifiesten y sostengan sus intereses nacionales.
En el debate íntimo, chocan los liberales cosmopolitas (Kant, Bentham, Wilson) con los liberales nacionales (Rousseau) y el resultado se traduce el llamado “caos desintegrador” político o institucional, mientras esos mismos actores se integran en bloques económicos regionales y/o continentales.
Frente al marxismo desacreditado y al realismo estratificado, el liberalismo está paralizado por su propia incongruencia ante una situación compleja y no resuelta, que Obama intenta superar con estrategias aparentemente idealistas, que producen vivas desconfianzas en antiguos aliados. Por el momento se duda si esta actitud “blanda”, es hija de la crisis financiera o de una ideología “progresista”. La complejidad de la guerra mundial contra el terrorismo global, a fines del 2009, tiene en Afganistán una prueba paradigmática para el nuevo gobierno demócrata que, junto a la actitud política frente a la situación interna de Honduras, constituyen indicativos clarificadores de las opciones “carterianas” que pareciera asumir hoy la superpotencia imperial.
Se llega siempre al “estado de guerra” que han planteado a lo largo de la historia Tucídides, Maquiavelo, Hobbes o Rousseau. La eficiencia económica no se armoniza con la seguridad estratégica. La globalización económica es un triunfo liberal obtenido a un alto costo, con consecuencias inesperadas y aun irresueltas.
Se ha reconocido la independencia de Croacia, Bosnia o Eritrea, pero no se lo hizo con Biafra o Chechenia, con los kurdos o tibetanos, legitimándose estas diferentes resoluciones con la apelación a las conveniencias económicas o para no “aumentar el caos” existente. El mercantilismo, que se inició y expandió con “el mare liberum” de Grocio, fue normado para el comercio. Actualmente, cuando debe incluirse en la internacionalización a la producción y la distribución, hay áreas que quedan fuera del control de los Estados.
El liberalismo, triunfante en el último medio siglo sobre los diversos totalitarismos socialistas, redujo el poder del Estado-Nación en favor de la esfera protegida de los derechos individuales, creando progresivamente otro poder, ANONIMO Y FORMIDABLE, fuera de los Estados, que afecta al concepto tradicional de soberanía estatal y que, por el momento, es solo considerado como una mera extensión de los derechos individuales.
Sin embargo, la euforia idealista inicial -Fukuyama- luego de la caída del muro de Berlín y hasta la llegada de la Guerra del Golfo, se ha transformado en el pesimismo de la violencia dispersa, de los conflictos de exclusión, de la amenaza de “los nuevos bárbaros” o de las polaridades indefinidas.
En los últimos años, ni republicanos ni demócratas han definido con claridad los intereses externos de los EE.UU., apareciendo una significativa grieta entre los ideales liberales y las políticas en acto del gobierno demócrata, en el período Clinton, siendo las de la actual administración un enorme interrogante. Ha llegado el momento de decidir la continuidad de la transición estructural iniciada por nosotros en los ’90 y de reflexionar acerca de los efectos públicos de ciertas actividades privadas y públicas fuera de control con posterioridad al caos decadente conducido por el “progresismo” de los últimos años. El caos institucional nos está llevando al “estado fallido”, santuario de las mafias ya presentes en Ibero América y en nuestro querido país.
EL NARCOTERRORISMO.
Ha llegado el momento, en la Región, de repensar al “Estado Residual” para rehabilitarlo como “Estado Necesario”. Debiera de ser esta una preocupación central de la Gran Política y del Derecho Político, una responsabilidad primaria de las dirigencias y materia obligada de quienes nos ocupamos de la Seguridad Nacional y de la Política de Defensa, hoy inexistentes. La guerra fría, como una guerra diferente, -la primera en ambiente nuclear- nos ha deparado una posguerra también distinta, con un inventario de riesgos y amenazas estratégicas sin antecedentes teóricos, que ponen en riesgo la enorme oportunidad que la misma crisis nos ha abierto.
Escuetamente, podemos enumerarlos así:
Desintegración o feudalización de Estados.
Presencia generalizada del crimen organizado internacional.
Conflictos étnicos.
Luchas facciosas, religiosas o políticas. Indigenismo radical. Fundamentalismos.
Fracaso de Estados-poscoloniales.
Terrorismo globalizado. Insurgencias.
Desecularización del Estado.
Refugiados y migraciones, con su corolario xenófobo.
Marginamiento estructural, estatal y social.
Aplicación distorsionada de los Derechos Humanos.
Agresión al medio ambiente.
Intervención selectiva, etc.
Los análisis superficiales, los planteos abstractos, las inclinaciones cuestionadoras e ideológicas y la permanente receta copiada, nos llevaron al error constante; éste a la decadencia y, en 1989 al estado de necesidad. Esta situación impuso el comienzo improvisado de una situación regresiva, irrazonable, conflictiva y sin salida. Permanecemos paralizados, detenidos en el tiempo, con la ansiedad que proporciona la escasa/nula claridad de los discursos electorales, en total incertidumbre cuando se trata de nuestro futuro. Esa es la razón de haber colocado a la cabeza de estos renglones las dos sentencias de la sabia y vieja cultura china. El pensamiento nacional tiene hoy un enorme desafío por delante: “preocuparse por el futuro, para no toparnos con la desgracia.”
LA SEGUNDA ARGENTINA EN TIEMPOS DE GLOBALIZACION PLANETARIA.
La Primera Argentina, (la Argentina Agropecuaria), pensada por la Generación del ’37 y llevada a los hechos por la Generación del ’80, tuvo un magnífico resultado económico y un gran fracaso socio-político. Luego de una prolongada guerra civil, logró modernizar el sistema económico, mantuvo estratificado el sistema político e ignoró al sistema social.
El propio éxito económico del ´80 y la naciente clase media, movilizaron a la “democracia incivilizada” de toda nuestra geografía, en pos de la modernización del sistema político: la participación. El desarrollo económico exigía desarrollo político. La cultura hispano-criolla-cristiana de la Proto-Argentina había sido avasallada por los copistas de ayer. Estos, desde la civilización mercantilista impusieron las instituciones de moda y desataron una guerra civil campal, contenida brevemente por la Revolución del ’80 y su consecuente Primera Argentina. Sin embargo, con otras formas, la guerra civil se reactivó a partir de la Revolución del ’90. En el Parque de Artillería, manzana hoy ocupada por los Tribunales, se inició el ciclo de los golpes de estado del siglo XX. El sistema político no logra establecerse. El cuestionamiento social sin propuestas políticas cubre al siglo XX. La Argentina queda envuelta en los ideologismos.
La guerra civil cambia de formas.
La participación llegará tardíamente, a fines de la Primera Guerra Mundial, sin re-dinamizar al éxito económico de Roca, sin ideas, manteniendo la inercia quejosa que legitimó su origen, pero vacía de arraigo y de proyección hacia el futuro. Ello le vale un relevo definitivo, un 17 de Octubre. Será la nueva sociedad de masas, consecuencia de la incipiente industrialización provocada por las guerras europeas, -la sustitución de importaciones-, la que llegará desde el interior profundo a las “orillas urbanas” e intentará darle continuidad a la modernización de los sistemas. Los elementos más cultos y menos civilizados, intentaran ingresar a la industrialización y a la urbanización ordenada. La clase media urbana se sintió agredida por el “aluvión zoológico”. La Gran Política quedó paralizada.
La clase media, que debió liderar esta nueva etapa, desertó de su responsabilidad histórica. Prefirió buscar el reemplazo del patriciado agrario o bien especuló, al amparo de las crisis sucesivas. El enfrentamiento social se hizo maniqueo y fue cabalgado por el conflicto hemisférico Este-Oeste, iniciado en 1947 -y en Ibero América a partir de la revolución cubana-, agravando la violencia de la guerra civil, que se hace revolucionaria, desquiciando al maltrecho y débil Estado Nacional.
En 1982, la Guerra del Atlántico Sur pone fin a la recurrencia de los “democratistas” a los golpes de estado cívico-militares, como alternativa a la no-aceptación de las “mayorías emergentes” o a la “falta de soluciones”, en las repetidas y cíclicas crisis del sistema político.
Emerge la Posibilidad de una Segunda Argentina.
Luego de las hiperinflaciones, la licuación de los partidos y las crisis institucionales, el electorado argentino enfrenta en los 2000 la responsabilidad de cambios estructurales insoslayables, exigidos por el entorno internacional y regional y el incuestionable agotamiento del proyecto de la Primera Argentina.
La Revolución del Parque y el 17 de Octubre, tienen su correlato histórico en la Gesta del Atlántico Sur. Los tres constituyen hitos históricos dentro de una decadencia centenaria, en lo que hace a la actualización funcional de los sistemas. Del mismo modo, la Generación del ’37, la del ’80 y la del 43 -Forja y el GOU-, tienen su correlato en la presente Generación Malvinas, que abarca a la juventud argentina menor de 45 años.
A diferencia de sus predecesoras, la Generación Malvinas tiene por delante algo más que adelantar el reloj de la historia y hacer congruentes a los sistemas de un país con constitución liberal, economía socialista y sociedad corporativa. El nivel de irracional decadencia alcanzado está comprendido por un proceso revolucionario neo-estalinista que, abarca a todo el sub-continente iberoamericano y una crisis financiera internacional.
En breve, la comunidad argentina deberá lograr restablecer el “Estado Necesario”, recuperar la República y las instituciones; restablecer la identidad a través de la educación y de la comunicación social. La cultura –identidad- es el firme soporte de la construcción de nuestro futuro. A éste lo imaginamos como el de una Segunda Argentina Posindustrial, designio central de la Gran Política, que por el momento no aparece. El Estado, en sus diferentes niveles, es el instrumento imprescindible para la acción constructiva de nuestro futuro y las instituciones, para ser tales, deben ser funcionales a la globalización planetaria que nos abarca.
En síntesis: debemos dentro de un corto lapso, recuperar nuestra identidad, establecer el escenario a lograr en el largo plazo y comprender a nuestra compleja circunstancia global. Estas son las bases imprescindibles para desarrollar un Pensamiento Nacional en Tiempos de Globalización Planetaria.
No ” limitarnos al saber histórico, sino transformar cada vez lo histórico en actualidad, mediante la aplicación de ese saber… “, sin olvidar, en momento alguno, que el procesohistórico está acelerado. El ritmo del tiempo ha cambiado.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 1, 2018
Related Posts
Trebucq, Majul, Rossi, y Viale, también mienten
◘ Por Miguel Francisco Prestofelippo. Lugar: Argentina. Fecha: [...]
La divertidísima teoría de la conspiración sobre Finlandia
◘ Por Lena Asdeban. Básicamente, la teoría afirma [...]
Lenin y la bancarrota
◘ Por Cyd Ollack. En 1917, Vladimir Lenin [...]