Dorothea Puente tenía el aspecto de una dulce y amable abuelita con la misión de dirigir una pensión llena de enfermos ancianos. Pero, las primeras impresiones pueden ser engañosas y nunca se sabe lo que acecha detrás de las puertas cerradas.
Nacida en Redlands, California el 9 de enero de 1929, Dorothea Puente fue colocada en un orfanato después de que sus dos padres murieran antes de que la niña cumpliera 10 años. Con sólo 16 años, en lo que sería el primero de varios matrimonios, Puente se casó con un soldado llamado Fred McFaul. Juntos tuvieron dos hijas, pero Puente envió a una a vivir a Sacramento y puso a la otra en adopción. En 1948, sufrió un aborto espontáneo, y su marido la dejó poco después.
Su segundo matrimonio duraría 14 años turbulentos, seguido de su matrimonio en 1966 con Roberto Puente, un hombre mucho más joven cuyo apellido ella tomaría.
Dorothea comenzó a involucrarse en actividades criminales. En la década de 1950, fue condenada a un año de cárcel por adulterar cheques, pero fue puesta en libertad condicional después de seis meses.
En 1960, fue arrestada por dirigir un burdel y condenada a 90 días de cárcel.
Después de su paso por la cárcel, Puente comenzó a trabajar como enfermera para gente de tercera edad.
En 1968, Dorothea Puente se había divorciado de su cuarto y último marido y se había hecho cargo de una pensión victoriana de dos pisos y 16 dormitorios en California, a solo cuatro cuadras del Capitolio estatal.
Puente era popular entre los trabajadores sociales locales porque acogía a personas que eran consideradas “casos difíciles”. Muchos estaban recuperando alcohólicos o drogadictos o enfermos mentales. La mayoría, con edades de 52 a 80 años, por lo que Puente estaba a cargo de cobrar sus cheques de seguridad social.
En realidad, Puente estaba haciendo que su psicoterapeuta le recetarara tranquilizantes para que pudiera “dejarlos morir” antes de cobrar sus cheques. Mientras estaba a cargo de la pensión, Puente recogió al menos 60 cheques de seguridad social de al menos una docena de fallecidos.
En el juicio que estaba por venir, las víctimas eran consideradas “personas en la sombra” porque eran marginados sin hogar y por lo general no tenían a nadie en sus vidas que se diera cuenta si desaparecieran.
La sospecha surgió por primera vez en 1988 cuando uno de los pacientes de Puente, Alberto Montoya, desapareció. Montoya era discapacitado y esquizofrénico. Una trabajadora social que investigaba la desaparición se volvió cautelosa cuando se enteró de que el hogar de ancianos de Puente no tenía licencia. La trabajadora social denunció la desaparición de Montoya a la policía, que inició una investigación.
Puente dijo a los investigadores que el inquilino desaparecido estaba de vacaciones, pero las autoridades notaron tierra removida en la propiedad y recibieron permiso para cavar. Sin embargo, Puente aún no era considerada sospechosa y cuando pidió ir a comprar una taza de café, le permitieron hacerlo.
Esta estrategia le permitió huir inmediatamente a Los Angeles. Mientras tanto, al mismo tiempo que escapaba, los investigadores cavaron todo el patio y descubrieron el cuerpo de Leona Carpenter, de 78 años. Luego encontraron seis cadáveres más. Fue entonces cuando la policía cayó en cuenta del terrible error que era haberla dejado ir a comprar “una taza de té”.
Dorothea Puente estuvo desaparecida durante cinco días. En Los Angeles, conoció a un anciano en un bar y se hizo amiga de él. Desafortunadamente para ella, el hombre la reconoció de los informes de televisión y la reportó a la policía local.
Acusada de un total de nueve asesinatos, Puente fue llevada de retorno a Sacramento. En su camino de regreso, dijo a los periodistas que no había matado a nadie, diciendo: “Solía ser una muy buena persona en un momento de mi vida”.
A lo largo del juicio, Puente fue retratada como un individuo dulce parecida a una abuela y no como un criminal manipulador que se aprovechaba de los débiles. Sus abogados argumentaron que podría ser una ladrona, pero no una asesina. Los patólogos testificaron que no habían podido dilucidar la causa de la muerte para ninguno de los cadáveres.
John O’Mara, el fiscal, llamó a más de 130 testigos al estrado. La fiscalía declaró que Puente usó somníferos para drogar a sus inquilinos, los asfixió y luego contrató convictos para enterrarlos en el patio. Dalmane, que es un medicamento utilizado para el insomnio, fue encontrado en los siete cuerpos exhumados.
Los fiscales dijeron que Puente era una de las mujeres asesinas más “frías y calculadoras que el país había visto”.
En 1993, después de varios días de deliberaciones, Dorothea Puente fue finalmente condenada por tres asesinatos y recibió cadena perpetua.
Si bien surgieron preguntas sobre las regulaciones sobre cómo se cuidaba a los ancianos en casas particulares (durante y después del juicio de Puente), no se hicieron muchas reformas legales en ese momento.
La pensión no encajaba con la definición de California de un centro de atención comunitaria, que requería supervisión médica y una licencia del Departamento de Servicios Sociales.
“Estas entidades caen a través de las grietas”, dijo Kathleen Lammers, directora ejecutiva del California Law Center on Longterm Care en ese momento. “Estas casas no son supervisadas de manera correcta”
Dorothea Punte murió en prisión el 27 de marzo de 2011, a la edad de 82 años por causas naturales.
POR SUPUESTO, UNA ATRACCIÓN TURÍSTICA
El dúplex victoriano en Sacramento que había sido operado por Dorothea Puente fue una de las cinco casas destacadas en el tour de la Asociación de La Ciudad Vieja de Sacramento, hasta su venta en el año 2010.
Mientras que la casa ha sido renovada desde la década de 1980, cuando la policía desenterró siete cuerpos en sus patios delanteros y traseros, los visitantes todavía podían ver la cocina donde Puente drenaba los fluidos corporales de sus víctimas.
Una maniquí femenina que representaba a Puente se mantuvo en guardia en una esquina del patio durante el recorrido. Llevaba un abrigo rojo y sostenía una pala verde.
Los actuales propietarios de la casa compraron la propiedad hace mueve años. Las renovaciones incluyeron la eliminación de una pared que separa el comedor de la cocina.
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Dorothea Puente tenía el aspecto de una dulce y amable abuelita con la misión de dirigir una pensión llena de enfermos ancianos. Pero, las primeras impresiones pueden ser engañosas y nunca se sabe lo que acecha detrás de las puertas cerradas.
Nacida en Redlands, California el 9 de enero de 1929, Dorothea Puente fue colocada en un orfanato después de que sus dos padres murieran antes de que la niña cumpliera 10 años. Con sólo 16 años, en lo que sería el primero de varios matrimonios, Puente se casó con un soldado llamado Fred McFaul. Juntos tuvieron dos hijas, pero Puente envió a una a vivir a Sacramento y puso a la otra en adopción. En 1948, sufrió un aborto espontáneo, y su marido la dejó poco después.
Su segundo matrimonio duraría 14 años turbulentos, seguido de su matrimonio en 1966 con Roberto Puente, un hombre mucho más joven cuyo apellido ella tomaría.
Dorothea comenzó a involucrarse en actividades criminales. En la década de 1950, fue condenada a un año de cárcel por adulterar cheques, pero fue puesta en libertad condicional después de seis meses.
En 1960, fue arrestada por dirigir un burdel y condenada a 90 días de cárcel.
Después de su paso por la cárcel, Puente comenzó a trabajar como enfermera para gente de tercera edad.
En 1968, Dorothea Puente se había divorciado de su cuarto y último marido y se había hecho cargo de una pensión victoriana de dos pisos y 16 dormitorios en California, a solo cuatro cuadras del Capitolio estatal.
Puente era popular entre los trabajadores sociales locales porque acogía a personas que eran consideradas “casos difíciles”. Muchos estaban recuperando alcohólicos o drogadictos o enfermos mentales. La mayoría, con edades de 52 a 80 años, por lo que Puente estaba a cargo de cobrar sus cheques de seguridad social.
En realidad, Puente estaba haciendo que su psicoterapeuta le recetarara tranquilizantes para que pudiera “dejarlos morir” antes de cobrar sus cheques. Mientras estaba a cargo de la pensión, Puente recogió al menos 60 cheques de seguridad social de al menos una docena de fallecidos.
En el juicio que estaba por venir, las víctimas eran consideradas “personas en la sombra” porque eran marginados sin hogar y por lo general no tenían a nadie en sus vidas que se diera cuenta si desaparecieran.
La sospecha surgió por primera vez en 1988 cuando uno de los pacientes de Puente, Alberto Montoya, desapareció. Montoya era discapacitado y esquizofrénico. Una trabajadora social que investigaba la desaparición se volvió cautelosa cuando se enteró de que el hogar de ancianos de Puente no tenía licencia. La trabajadora social denunció la desaparición de Montoya a la policía, que inició una investigación.
Puente dijo a los investigadores que el inquilino desaparecido estaba de vacaciones, pero las autoridades notaron tierra removida en la propiedad y recibieron permiso para cavar. Sin embargo, Puente aún no era considerada sospechosa y cuando pidió ir a comprar una taza de café, le permitieron hacerlo.
Esta estrategia le permitió huir inmediatamente a Los Angeles. Mientras tanto, al mismo tiempo que escapaba, los investigadores cavaron todo el patio y descubrieron el cuerpo de Leona Carpenter, de 78 años. Luego encontraron seis cadáveres más. Fue entonces cuando la policía cayó en cuenta del terrible error que era haberla dejado ir a comprar “una taza de té”.
Dorothea Puente estuvo desaparecida durante cinco días. En Los Angeles, conoció a un anciano en un bar y se hizo amiga de él. Desafortunadamente para ella, el hombre la reconoció de los informes de televisión y la reportó a la policía local.
Acusada de un total de nueve asesinatos, Puente fue llevada de retorno a Sacramento. En su camino de regreso, dijo a los periodistas que no había matado a nadie, diciendo: “Solía ser una muy buena persona en un momento de mi vida”.
A lo largo del juicio, Puente fue retratada como un individuo dulce parecida a una abuela y no como un criminal manipulador que se aprovechaba de los débiles. Sus abogados argumentaron que podría ser una ladrona, pero no una asesina. Los patólogos testificaron que no habían podido dilucidar la causa de la muerte para ninguno de los cadáveres.
John O’Mara, el fiscal, llamó a más de 130 testigos al estrado. La fiscalía declaró que Puente usó somníferos para drogar a sus inquilinos, los asfixió y luego contrató convictos para enterrarlos en el patio. Dalmane, que es un medicamento utilizado para el insomnio, fue encontrado en los siete cuerpos exhumados.
Los fiscales dijeron que Puente era una de las mujeres asesinas más “frías y calculadoras que el país había visto”.
En 1993, después de varios días de deliberaciones, Dorothea Puente fue finalmente condenada por tres asesinatos y recibió cadena perpetua.
Si bien surgieron preguntas sobre las regulaciones sobre cómo se cuidaba a los ancianos en casas particulares (durante y después del juicio de Puente), no se hicieron muchas reformas legales en ese momento.
La pensión no encajaba con la definición de California de un centro de atención comunitaria, que requería supervisión médica y una licencia del Departamento de Servicios Sociales.
“Estas entidades caen a través de las grietas”, dijo Kathleen Lammers, directora ejecutiva del California Law Center on Longterm Care en ese momento. “Estas casas no son supervisadas de manera correcta”
Dorothea Punte murió en prisión el 27 de marzo de 2011, a la edad de 82 años por causas naturales.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 11, 2019