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 Por MARÍA FERREYRA KUSSMAN

 

“Gran parte del dinero que ganarás al póquer no procederá de la brillantez de tu juego, sino de la ineptitud de tus oponentes.” – Lou Krieger

 

-El secreto es apostar contra alguien que no tiene oportunidades. A ver, Si te invitan a cenar y te indican que debes estar allí a las nueve de la noche, tú puedes decir: “Te apuesto a que seré puntual”. De nada sirve apostar que, por ejemplo…. No sé, déjame ver… por ejemplo, que puedas saltar aquella alambrada sin tocarla.

Chico se quedó mirando la alambrada y asintiendo. Howie no sabía si confirmaba sus máximas o admiraba el tejido de la cerca.

-Yo puedo hacerlo -dijo Chico, sin apartar su mirada de la valla -te apuesto diez dólares que puedo brincar sobre ella.

Howie se disponía a corregir la estúpida actitud, pero se limitó a llevar sus manos a sus bolsillos.

-Diez dólares -dijo Howie.

-Diez dólares -revalidó Chico.

-Saltas la cerca sin tocarla.

-Salto la cerca -insistió Chico -Y en un solo intento.

-Sin tocarla, sin trepar, sin usar una cuerda, escalera u otros objetos de ayuda.

Chico certificó el desafío y corrió hacía el obstáculo. Solo logró despegar sus pies unos pocos centímetros del suelo y su rostro se estampó contra la alambrada. Cayó sobre sus nalgas y -mareado- permaneció así durante unos instantes. No estaba avergonzado, pero no podía acomodar sus labios inflamados, que se negaban a posarse uno sobre otro.

-La señora Taylor se está muriendo! -gritó alguien desde una de las casas vecinas.

Howie corrió en el sentido de la voz. bamboleándose, Chico le siguió tratando de que sus piernas se pusieran de acuerdo.

-Te apuesto veinte dólares a que no muere -dijo el empedernido perdedor.  

Howie ingresó en la modesta casa de la familia Taylor, quienes eran los dueños de una carnicería en el pueblo. Jon, quien blasfemaba contra Dios, Alá o cualquier Buda, sostenía la cabeza de su esposa, quien yacía en el piso de loza, sin respirar.

Casi sin aliento, Chico logró ingresar sintiendo un dolor punzante en la zona hepática y abrazándose a una columna, redobló su reto:

-Cincuenta dólares a que no se muere.

-Tomo la apuesta -dijo Jon extrayendo su billetera mientras la cabeza de su difunta mujer rebotaba contra los azulejos. Tomándose el rostro entre sus manos, Howie se sumó a la apuesta, al instante en que el hijo de Jon rescataba unos billetes desde el interior del corpiño de su madre y -exaltado- los arrojó sobre el estómago de la mujer, ahora convertido en agencia clandestina.

Howie y Chico dejaron la casa sin despedirse. Como leve consuelo, Howie tomó de los hombros a su amigo. Intentó unas palabras, pero estas no se desprendieron de su lengua. No era momento para burlas. Mañana sería otro día.

Howie, Chico, Manny “Seis ojos” Arboleda y “Cocaína” Susan Ricci -sentados sobre la acera polvorienta de un bar- bebían de la misma lata de cerveza tratando de que los rayos de sol no los pusiera a dormir al mediodía. Los gruesos anteojos de Manny despertaron en Howie una nueva idea. Hizo flamear dos billetes de cinco.

-Información es la mercancía más valiosa que uno puede aspirar -aseveró Howie sin resistir señalar a Susan, quién le devolvió una sonrisa agria -Te apuesto estos billetes a que adivino el motivo del problema visual de “Seis ojos”. ¿Por qué “Seis Ojos” tiene mala vista?

-Okay.

-Una araña lo orinó en sus ojos cuando era muy pequeño.

Todos miraron a Manny, quien se dedico a crear un intervalo de suspenso. Finalmente, concedió moviendo su cabeza.

-Hijo de puta! -se quejó Chico, maldiciéndose a sí mismo. Abonó su deuda y se dirigió al baño más cercano, sin percibir que los tres amigos dividían las ganancias. Susan trató de calcular la cantidad de gramos a comprar y guardó el dinero en su bolsillo. ¿El resto? Pizza y cerveza. Pero, ¿quién necesitaba pizza?

-¿Arañas… orina…? -lanzó Howie en dirección al socio circunstancial de los lentes de oro.

Manny sonrió, pero no reveló la historia verdadera.

Minutos después, Chico, brazos abiertos y sonrisa bien amplia- retornó con sus amigos.

-El dueño del almacén va a morir -dijo Chico – Cien dólares!

Howie miró a Manny, quien transportó la mirada hacia Susan, quien acomodando su cuello completó el circulo con Howie.

-Todos vamos a morir, Chico. -dijo Howie -Tarde o temprano Mr.…

-Mac Murphy -ayudó Susan.

-Mr. Mac Murphy, yo, Susan, Manny, tu… todos vamos a morir. Tal vez, pienso, la apuesta es la razón de su muerte.

-Ataque cardíaco -aseguró Manny- Dos dólares!

-Caída de una escalera -aventuró Susan mostrando un billete -Un dólar!

-Veamos -comenzó Howie -Cáncer en el hígado. Un dólar es mi apuesta.

Chico mostró un billete de cien dólares y lo estiró un par de veces, consiguiendo un eco en el sonido que le daba autenticidad.

-Puñalada en la espalda! -gritó Chico -Cien dólares!

Mordiendo sus labios, Howie buscó confirmar sus sospechas en los rostros confundidos de Susan. Ella permaneció quieta, su rostro impenetrable recibía las primeras gotas de lluvia de la mañana. Manny se quitó las gafas y decidió -tal vez para disimular su nerviosismo- reemplazar sus lentes de contactos exponiendo sus seis ojos a la vista de todos, sin pudor. Como una danza de gansos salvajes, todos se pusieron de pie e ingresaron al local.

Mr. Mac Murphy y sus sesenta años seguían reposando sobre un taburete de metal, el mismo que siempre había usado. Su cabeza se recostaba levemente sobre sus hombros. Un cuchillo de pesca incrustado en su pecho estaba a punto de vencerse. Chico, por primera vez en su vida, había ganado una apuesta.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 16, 2020


 

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