“Quienes asumen hoy el gobierno, a todo lo largo del país, deben saber que fueron elegidos para desempeñar un servicio a la Nación; no para gozar de las ventajas del poder ni extenderlas a las personas de su relación familiar o política”.
Arturo Frondizi
Si alguna duda quedaba acerca del verdadero carácter de Alberto Fernández y la probabilidad de alguna separación de su Vicepresidente, esta semana quedó absolutamente descartada. Cristina Fernández, sin duda, entró en un camino sin retorno para obtener la impunidad que buscaba para sí misma, para sus hijos y los cómplices que integraban –y aún lo hacen- la asociación ilícita que comanda, y el Presidente obedeció sin chistar; es más, ha comenzado a radicalizarse, como lo muestra el renovado impulso para transformar al Poder Judicial en Justicia Legítima y los conflictos que ha generado con todos nuestros países amigos. Tampoco había actuado en contra de los deseos de su mandante cuando sendos cuatro de copas intentaron excluirnos del Mercosur u obtener la liberación de Ricardo Jaime y Martín Báez, cuando puso a Juan Martín Mena -denunciado- al frente del programa de protección de los testigos denunciantes, cuando designó a María Fernanda Raverta en la ANSES, a Félix Crous en la Oficina Anticorrupción, a Carlos Chino Zannini en la Procuración del Tesoro, y a tantos otros. Nada debería sorprendernos, puesto que lo sabemos nada más que un mentiroso consuetudinario y un eterno gerente de las decisiones de sus jefes, pero sí lo hace la apatía con la que esta sociedad, tan hipócrita y tan anómica, tolera las maniobras que la señora realiza, sirviéndose tanto de la multitud de fieles que ha insertado en la estructura del Estado cuanto de muchos jueces federales venales, a los cuales paga retribuyéndoles con simétrica impunidad para sus delitos en el Consejo de la Magistratura, que también controla. El mismo jueves, lo logró con Luis Rodríguez, Rodolfo Canicoba Corral y Alejo Ramos Padilla, éste último precisamente la herramienta que había usado para intentar descalabrar la causa del memorándum con Irán encharcando la cancha. Tal vez este último punto sea el que produce más repugnancia, puesto que esos mismos magistrados son los que resuelven, diariamente, sobre la libertad y el patrimonio de todos nosotros, de nuestro buen nombre y honor, mientras exhiben con total falta de vergüenza lujosos bienes que jamás podrían haber adquirido con sus salarios. Basta, para comprobarlo, contemplar la fastuosa mansión de la esquina de Catamarca y Villate, frente a la residencia presidencial de Olivos, los automóviles antiguos y modernos, los viajes en aviones privados, los studs y caballos de carrera, etc..
Es cierto que el peronismo fue el creador de ese sistema de intercambio de favores desde los ya lejanos tiempos de Carlos Menem, pero los otros partidos que llegaron al poder desde entonces lo utilizaron, contribuyendo enormemente al desprestigio del Poder Judicial, pese a que éste debiera ser el garante constitucional de los derechos de los ciudadanos y la barrera definitiva contra los abusos del Ejecutivo. Así, quienes no gozamos de las mieles del poder, quedamos en manos de estos tránsfugas, capaces de vender hasta su propia madre si ello les reporta un beneficio. El otro tema de la semana, claro, es la complicada negociación de la refinanciación de la deuda, tan meneada en la prensa en todas sus expresiones. Me parece que, al respecto, cabría preguntarse por qué se ha transformado en un problema, dado que casi todos los países del mundo, incluidos los Estados Unidos, Japón y China, mantienen un endeudamiento muy superior al de la Argentina, obviamente medido en porcentaje de su PBI. Y si consideramos que gran parte de nuestras obligaciones son “intra-Estado”, el drama debiera reducirse más aún. Entonces, ¿por qué estamos en esta situación tan dramática y con serias probabilidades de caer en default? La respuesta es inequívoca: no merecemos confianza alguna por parte de los acreedores. Y que éstos tienen razón en desconfiar de nosotros, porque somos incumplidores seriales. En este momento, y debido a la enorme impericia que está mostrando el equipo económico –en realidad, nada más que un team negociador- y, sobre todo, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, el riesgo de caer, por décima vez, en la insolvencia es verdaderamente alto. Resulta imposible olvidar que éste último fue quien encabezó las ruinosas –para la Argentina- negociaciones con Repsol por la estatización de YPF, y con el Club de Paris, al cual prometimos pagar hasta los intereses punitorios. En ambos casos, el entonces Ministro se limitó a tapar con bonos a los reclamantes, y así nos fue. Sospecho que, detrás de Repsol entonces y, ahora, de los accionistas de YPF que nos demandan en los tribunales de Estados Unidos por no respetar el estatuto de la empresa, se encuentren los Kirchner, al igual que lo hicieron, usando como pantalla a los Eskenazi, en la “compra” del 25% de la empresa. Por eso, el asco me subleva cuando veo a Máximo Kirchner reclamando se cobre un impuesto confiscatorio a los ricos, en nombre de una invocada solidaridad, que tanto ignoraron sus padres y él mismo cuando saquearon el país y se llevaron años del trabajo de todos nosotros para convertirse en la familia más rica del país.
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por Enrique G. Avogadro
Arturo Frondizi
Si alguna duda quedaba acerca del verdadero carácter de Alberto Fernández y la probabilidad de alguna separación de su Vicepresidente, esta semana quedó absolutamente descartada. Cristina Fernández, sin duda, entró en un camino sin retorno para obtener la impunidad que buscaba para sí misma, para sus hijos y los cómplices que integraban –y aún lo hacen- la asociación ilícita que comanda, y el Presidente obedeció sin chistar; es más, ha comenzado a radicalizarse, como lo muestra el renovado impulso para transformar al Poder Judicial en Justicia Legítima y los conflictos que ha generado con todos nuestros países amigos. Tampoco había actuado en contra de los deseos de su mandante cuando sendos cuatro de copas intentaron excluirnos del Mercosur u obtener la liberación de Ricardo Jaime y Martín Báez, cuando puso a Juan Martín Mena -denunciado- al frente del programa de protección de los testigos denunciantes, cuando designó a María Fernanda Raverta en la ANSES, a Félix Crous en la Oficina Anticorrupción, a Carlos Chino Zannini en la Procuración del Tesoro, y a tantos otros. Nada debería sorprendernos, puesto que lo sabemos nada más que un mentiroso consuetudinario y un eterno gerente de las decisiones de sus jefes, pero sí lo hace la apatía con la que esta sociedad, tan hipócrita y tan anómica, tolera las maniobras que la señora realiza, sirviéndose tanto de la multitud de fieles que ha insertado en la estructura del Estado cuanto de muchos jueces federales venales, a los cuales paga retribuyéndoles con simétrica impunidad para sus delitos en el Consejo de la Magistratura, que también controla. El mismo jueves, lo logró con Luis Rodríguez, Rodolfo Canicoba Corral y Alejo Ramos Padilla, éste último precisamente la herramienta que había usado para intentar descalabrar la causa del memorándum con Irán encharcando la cancha. Tal vez este último punto sea el que produce más repugnancia, puesto que esos mismos magistrados son los que resuelven, diariamente, sobre la libertad y el patrimonio de todos nosotros, de nuestro buen nombre y honor, mientras exhiben con total falta de vergüenza lujosos bienes que jamás podrían haber adquirido con sus salarios. Basta, para comprobarlo, contemplar la fastuosa mansión de la esquina de Catamarca y Villate, frente a la residencia presidencial de Olivos, los automóviles antiguos y modernos, los viajes en aviones privados, los studs y caballos de carrera, etc..
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]Es cierto que el peronismo fue el creador de ese sistema de intercambio de favores desde los ya lejanos tiempos de Carlos Menem, pero los otros partidos que llegaron al poder desde entonces lo utilizaron, contribuyendo enormemente al desprestigio del Poder Judicial, pese a que éste debiera ser el garante constitucional de los derechos de los ciudadanos y la barrera definitiva contra los abusos del Ejecutivo. Así, quienes no gozamos de las mieles del poder, quedamos en manos de estos tránsfugas, capaces de vender hasta su propia madre si ello les reporta un beneficio. El otro tema de la semana, claro, es la complicada negociación de la refinanciación de la deuda, tan meneada en la prensa en todas sus expresiones. Me parece que, al respecto, cabría preguntarse por qué se ha transformado en un problema, dado que casi todos los países del mundo, incluidos los Estados Unidos, Japón y China, mantienen un endeudamiento muy superior al de la Argentina, obviamente medido en porcentaje de su PBI. Y si consideramos que gran parte de nuestras obligaciones son “intra-Estado”, el drama debiera reducirse más aún. Entonces, ¿por qué estamos en esta situación tan dramática y con serias probabilidades de caer en default? La respuesta es inequívoca: no merecemos confianza alguna por parte de los acreedores. Y que éstos tienen razón en desconfiar de nosotros, porque somos incumplidores seriales. En este momento, y debido a la enorme impericia que está mostrando el equipo económico –en realidad, nada más que un team negociador- y, sobre todo, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, el riesgo de caer, por décima vez, en la insolvencia es verdaderamente alto. Resulta imposible olvidar que éste último fue quien encabezó las ruinosas –para la Argentina- negociaciones con Repsol por la estatización de YPF, y con el Club de Paris, al cual prometimos pagar hasta los intereses punitorios. En ambos casos, el entonces Ministro se limitó a tapar con bonos a los reclamantes, y así nos fue. Sospecho que, detrás de Repsol entonces y, ahora, de los accionistas de YPF que nos demandan en los tribunales de Estados Unidos por no respetar el estatuto de la empresa, se encuentren los Kirchner, al igual que lo hicieron, usando como pantalla a los Eskenazi, en la “compra” del 25% de la empresa. Por eso, el asco me subleva cuando veo a Máximo Kirchner reclamando se cobre un impuesto confiscatorio a los ricos, en nombre de una invocada solidaridad, que tanto ignoraron sus padres y él mismo cuando saquearon el país y se llevaron años del trabajo de todos nosotros para convertirse en la familia más rica del país.
Bs.As., Mayo 16, 2020
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Mayo 16, 2020