De los mataderos de todo el mundo -cada día- salen millones de toneladas de carne para abastecer los mercados. Pero dentro de estos lugares, se esconden historias muy duras: las de los trabajadores.
Estas historias pueden ser aunadas al terrible testimonio de una veterinaria, exempleada de uno de estos mataderos, que desde el anonimato relata un sinfín de historias traumáticas para ella y para muchos de sus compañeros.
“Son lugares sucios y mugrientos. Hay heces de animales en el suelo, ves y hueles tripas, y las paredes están cubiertas de sangre. Y el olor… Te chocas con él como si fuera un muro cuando entras por primera vez y luego permanece en el aire. El olor de los animales moribundos te rodea como vapor”, dice la mujer.
[ezcol_1half]
Pronto empezó a sufrir pesadillas por lo que presenciaba en el interior del matadero. “Al final de la línea de sacrificio había un gran hueco que estaba lleno de cientos de cabezas de vacas. Cada una había sido desollada y toda su carne vendible eliminada. Pero todavía tenían sus globos oculares. Cada vez que pasaba por ahí, no podía evitar sentir que tenía cientos de pares de ojos mirándome”, dice la veterinaria.
Uno de los testimonios más terribles no lo vivió ella, sino un matarife: “Nunca olvidaré cuando, llevando yo algunos meses en el matadero, uno de los chicos abrió una vaca recién sacrificada para destriparla y el feto de una ternera cayó de ella. Estaba preñada. El joven empezó a gritar y tuve que llevarlo a una sala de reuniones para calmarlo; lo único que podía decir era: ‘Simplemente no está bien, no está bien’, una y otra vez”.
Este tipo de cosas afectaban a los trabajadores: “Algunos desarrollaron problemas con el alcohol, a menudo entrando en el trabajo con un fuerte olor a licor. Otros se volvieron adictos a las bebidas energéticas y más de uno tuvo un ataque cardíaco. Estas bebidas fueron retiradas de las máquinas expendedoras de los mataderos, pero la gente se las traía de casa y se las tomaba en secreto en sus coches”.
Asegura que los problemas mentales son frecuentes: “El trabajo en el matadero ha sido relacionado con múltiples problemas de salud mental. Un investigador usa el término ‘síndrome traumático inducido en el perpetrador’ para referirse a los síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT) que sufren los empleados de mataderos”.
Ella misma lo sufrió en sus carnes: “Personalmente, sufrí de depresión, una condición exacerbada por las largas jornadas laborales, el trabajo incesante y por estar rodeada de muerte. Después de un tiempo, comencé a sentir ganas de suicidarme”.
Finalmente, decidió dejar su empleo y con terapia, las cosas empezaron a mejorar. “Unos meses después de haberme ido, me contactó uno de mis antiguos colegas. Me dijo que un compañero, cuya tarea era despellejar las carcasas, se había suicidado”.
La veterinaria ahora colabora con organizaciones benéficas dedicas a la salud mental.
♣
De los mataderos de todo el mundo -cada día- salen millones de toneladas de carne para abastecer los mercados. Pero dentro de estos lugares, se esconden historias muy duras: las de los trabajadores.
Estas historias pueden ser aunadas al terrible testimonio de una veterinaria, exempleada de uno de estos mataderos, que desde el anonimato relata un sinfín de historias traumáticas para ella y para muchos de sus compañeros.
“Son lugares sucios y mugrientos. Hay heces de animales en el suelo, ves y hueles tripas, y las paredes están cubiertas de sangre. Y el olor… Te chocas con él como si fuera un muro cuando entras por primera vez y luego permanece en el aire. El olor de los animales moribundos te rodea como vapor”, dice la mujer.
[ezcol_1half]Pronto empezó a sufrir pesadillas por lo que presenciaba en el interior del matadero. “Al final de la línea de sacrificio había un gran hueco que estaba lleno de cientos de cabezas de vacas. Cada una había sido desollada y toda su carne vendible eliminada. Pero todavía tenían sus globos oculares. Cada vez que pasaba por ahí, no podía evitar sentir que tenía cientos de pares de ojos mirándome”, dice la veterinaria.
Uno de los testimonios más terribles no lo vivió ella, sino un matarife: “Nunca olvidaré cuando, llevando yo algunos meses en el matadero, uno de los chicos abrió una vaca recién sacrificada para destriparla y el feto de una ternera cayó de ella. Estaba preñada. El joven empezó a gritar y tuve que llevarlo a una sala de reuniones para calmarlo; lo único que podía decir era: ‘Simplemente no está bien, no está bien’, una y otra vez”.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]Este tipo de cosas afectaban a los trabajadores: “Algunos desarrollaron problemas con el alcohol, a menudo entrando en el trabajo con un fuerte olor a licor. Otros se volvieron adictos a las bebidas energéticas y más de uno tuvo un ataque cardíaco. Estas bebidas fueron retiradas de las máquinas expendedoras de los mataderos, pero la gente se las traía de casa y se las tomaba en secreto en sus coches”.
Asegura que los problemas mentales son frecuentes: “El trabajo en el matadero ha sido relacionado con múltiples problemas de salud mental. Un investigador usa el término ‘síndrome traumático inducido en el perpetrador’ para referirse a los síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT) que sufren los empleados de mataderos”.
Ella misma lo sufrió en sus carnes: “Personalmente, sufrí de depresión, una condición exacerbada por las largas jornadas laborales, el trabajo incesante y por estar rodeada de muerte. Después de un tiempo, comencé a sentir ganas de suicidarme”.
Finalmente, decidió dejar su empleo y con terapia, las cosas empezaron a mejorar. “Unos meses después de haberme ido, me contactó uno de mis antiguos colegas. Me dijo que un compañero, cuya tarea era despellejar las carcasas, se había suicidado”.
La veterinaria ahora colabora con organizaciones benéficas dedicas a la salud mental.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 5, 2020