Es la apertura oficial de una nueva temporada de crisis de gobierno en Italia, cuyo resultado final es todavía incierto. El primer ministro, Giuseppe Conte, ha presentado la dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella. Media hora ha durado su encuentro, el cuarto en 15 días. En un comunicado, el Quirinal señala que el presidente Mattarella «se reservó el derecho a decidir e invitó al gobierno a permanecer en el cargo para el manejo de la actualidad». También se especifica que las consultas con las fuerzas políticas comenzarán mañana por la tarde. Es decir, el presidente de la República, tras las consultas con las fuerzas políticas, le encargará seguramente a Conte que explore la posibilidad de formar un nuevo gobierno. Pero antes Mattarella quiere tener la seguridad de que Conte puede obtener una mayoría parlamentaria segura.
Solo le dará nuevamente el encargo si Conte logra los apoyos parlamentarios suficientes para tener una mayoría estable. Sería, si consigue su objetivo, el tercer gobierno Conte en menos de tres años (inició su primer mandato el 1º de junio 2018). Antes de acudir al palacio del Quirinal para presentar la dimisión, Conte celebró un Consejo de ministros, para despedirse de su segundo gobierno. «Agradezco a todos y cada uno de los ministros, por cada día de estos meses juntos», dijo el primer ministro al que ya es su exgabinete, que permanece en funciones. Los jefes de la delegación de los tres partidos que forman la coalición (Partido Democrático, Movimiento 5 Estrellas y Libres Iguales) expresaron su apoyo a Conte, con el deseo de que logre su objetivo de encabezar también el nuevo gobierno. El Consejo de ministros se cerró con un largo aplauso a Conte.
En definitiva, ahora la solución de la crisis está en manos del presidente Mattarella, tras las rápidas consultas con todas las fuerzas políticas. El presidente quiere una solución rápida, porque en todas las cancillerías europeas se sigue con enorme preocupación la crisis italiana. El presidente Matarella confía en que el viernes la crisis pueda estar resuelta. Todos los escenarios son posibles.
Si la primera posibilidad, el encargo a Giuseppe Conte, no obtiene el resultado de lograr el suficiente apoyo parlamentario, Mattarella puede dar el mandato exploratorio a otro componente de la actual coalición o bien buscar la salida de la crisis con un gobierno técnico o institucional encabezado por una personalidad de prestigio. No se descarta una solución extrema: La convocatoria de elecciones anticipadas. Pero nadie las quiere, porque la gran mayoría de los diputados y senadores actuales no serían reelegidos. Una ley votada en referéndum en septiembre pasado redujo el número de parlamentarios: De los 945 actuales se pasará a 600. La crisis política angustiosa que está viviendo Italia no la entiende nadie. La gran preocupación de los italianos, señalan todas las encuestas, es la pandemia y la crisis económica, que se hace cada día más aguda. Mientras esperan respuestas concretas a esas inquietudes, los partidos siguen enzarzados en una áspera batalla política. La crisis se arrastra desde hace meses, pero se abrió formalmente el pasado 13 de enero, cuando el líder de Italia Viva, Matteo Renzi, abandonó la coalición de centro izquierda, al retirar a sus dos ministras del gobierno. La crítica fundamental de Renzi es que Conte no tenía un buen plan para el Fondo de Reconstrucción, con el riesgo de que se perdiera una oportunidad única si no se empleaban adecuadamente los 209.000 millones destinados por la Unión Europea a Italia. Muchos han dado la razón a Renzi en el fondo de esa crítica, pero no en la forma, porque ha abierto una crisis de resultado incierto.
Tras la apertura de la crisis, Conte logró salvar por los pelos una mayoría relativa en el Senado, al ganar la confianza con 156 votos (5 votos menos de la mayoría absoluta). Esperaba contar con el apoyo de tránsfugas de otros partidos para lograr una mayoría suficiente. Pero nunca, tras el abandono de Renzi, ha llegado a tener los número suficientes para poder gobernar con estabilidad en este delicado momento que vive el país. De ahí que haya visto obligado a dimitir. La crisis se ha acelerado porque el jueves el ministro de Justicia debía presentar en el parlamento su relación sobre la justicia, que, según las previsiones, no habría contado con los votos suficientes. Perder esa votación, hubiera supuesto un fracaso para Conte, con una inevitable dimisión. Hoy Conte se ha adelantado a ese posible fracaso. Confía en su instinto de supervivencia, pero no las tiene todas consigo. Ha dado un paso en un camino lleno de dificultades que no quería haber iniciado, porque sabía que puede ocurrirle lo que se comenta en círculos vaticanistas en la elección de un nuevo pontífice: “El que entra al cónclave como papa, sale cardenal”. Su dimisión obligada ha sido un epílogo no deseado.
Por el momento, Giuseppe Conte tiene el apoyo de los tres partidos de la coalición. Decisivo puede ser el papel de Matteo Renzi. En los últimos días, tras el enfrentamiento político y personal entre Conte y Renzi, tanto el PD Partido Demócrata) como el M5E (Movimiento 5 Estrellas) cerraron la puerta al líder de Italia Viva porque “no es fiable”. Hoy diversos líderes del PD señalan que no se puede poner el veto a nadie. Hay ya una docena de parlamentarios llamados “responsables” o “constructores –un eufemismo para denominar a tránsfugas de otros grupos- dispuestos a formar un grupo parlamentario para apoyar a Conte. Pero podría no ser suficiente, sin el refuerzo de Italia Viva de Matteo Renzi.
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Es la apertura oficial de una nueva temporada de crisis de gobierno en Italia, cuyo resultado final es todavía incierto. El primer ministro, Giuseppe Conte, ha presentado la dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella. Media hora ha durado su encuentro, el cuarto en 15 días. En un comunicado, el Quirinal señala que el presidente Mattarella «se reservó el derecho a decidir e invitó al gobierno a permanecer en el cargo para el manejo de la actualidad». También se especifica que las consultas con las fuerzas políticas comenzarán mañana por la tarde. Es decir, el presidente de la República, tras las consultas con las fuerzas políticas, le encargará seguramente a Conte que explore la posibilidad de formar un nuevo gobierno. Pero antes Mattarella quiere tener la seguridad de que Conte puede obtener una mayoría parlamentaria segura.
Solo le dará nuevamente el encargo si Conte logra los apoyos parlamentarios suficientes para tener una mayoría estable. Sería, si consigue su objetivo, el tercer gobierno Conte en menos de tres años (inició su primer mandato el 1º de junio 2018). Antes de acudir al palacio del Quirinal para presentar la dimisión, Conte celebró un Consejo de ministros, para despedirse de su segundo gobierno. «Agradezco a todos y cada uno de los ministros, por cada día de estos meses juntos», dijo el primer ministro al que ya es su exgabinete, que permanece en funciones. Los jefes de la delegación de los tres partidos que forman la coalición (Partido Democrático, Movimiento 5 Estrellas y Libres Iguales) expresaron su apoyo a Conte, con el deseo de que logre su objetivo de encabezar también el nuevo gobierno. El Consejo de ministros se cerró con un largo aplauso a Conte.
En definitiva, ahora la solución de la crisis está en manos del presidente Mattarella, tras las rápidas consultas con todas las fuerzas políticas. El presidente quiere una solución rápida, porque en todas las cancillerías europeas se sigue con enorme preocupación la crisis italiana. El presidente Matarella confía en que el viernes la crisis pueda estar resuelta. Todos los escenarios son posibles.
Si la primera posibilidad, el encargo a Giuseppe Conte, no obtiene el resultado de lograr el suficiente apoyo parlamentario, Mattarella puede dar el mandato exploratorio a otro componente de la actual coalición o bien buscar la salida de la crisis con un gobierno técnico o institucional encabezado por una personalidad de prestigio. No se descarta una solución extrema: La convocatoria de elecciones anticipadas. Pero nadie las quiere, porque la gran mayoría de los diputados y senadores actuales no serían reelegidos. Una ley votada en referéndum en septiembre pasado redujo el número de parlamentarios: De los 945 actuales se pasará a 600. La crisis política angustiosa que está viviendo Italia no la entiende nadie. La gran preocupación de los italianos, señalan todas las encuestas, es la pandemia y la crisis económica, que se hace cada día más aguda. Mientras esperan respuestas concretas a esas inquietudes, los partidos siguen enzarzados en una áspera batalla política. La crisis se arrastra desde hace meses, pero se abrió formalmente el pasado 13 de enero, cuando el líder de Italia Viva, Matteo Renzi, abandonó la coalición de centro izquierda, al retirar a sus dos ministras del gobierno. La crítica fundamental de Renzi es que Conte no tenía un buen plan para el Fondo de Reconstrucción, con el riesgo de que se perdiera una oportunidad única si no se empleaban adecuadamente los 209.000 millones destinados por la Unión Europea a Italia. Muchos han dado la razón a Renzi en el fondo de esa crítica, pero no en la forma, porque ha abierto una crisis de resultado incierto.
Tras la apertura de la crisis, Conte logró salvar por los pelos una mayoría relativa en el Senado, al ganar la confianza con 156 votos (5 votos menos de la mayoría absoluta). Esperaba contar con el apoyo de tránsfugas de otros partidos para lograr una mayoría suficiente. Pero nunca, tras el abandono de Renzi, ha llegado a tener los número suficientes para poder gobernar con estabilidad en este delicado momento que vive el país. De ahí que haya visto obligado a dimitir. La crisis se ha acelerado porque el jueves el ministro de Justicia debía presentar en el parlamento su relación sobre la justicia, que, según las previsiones, no habría contado con los votos suficientes. Perder esa votación, hubiera supuesto un fracaso para Conte, con una inevitable dimisión. Hoy Conte se ha adelantado a ese posible fracaso. Confía en su instinto de supervivencia, pero no las tiene todas consigo. Ha dado un paso en un camino lleno de dificultades que no quería haber iniciado, porque sabía que puede ocurrirle lo que se comenta en círculos vaticanistas en la elección de un nuevo pontífice: “El que entra al cónclave como papa, sale cardenal”. Su dimisión obligada ha sido un epílogo no deseado.
Por el momento, Giuseppe Conte tiene el apoyo de los tres partidos de la coalición. Decisivo puede ser el papel de Matteo Renzi. En los últimos días, tras el enfrentamiento político y personal entre Conte y Renzi, tanto el PD Partido Demócrata) como el M5E (Movimiento 5 Estrellas) cerraron la puerta al líder de Italia Viva porque “no es fiable”. Hoy diversos líderes del PD señalan que no se puede poner el veto a nadie. Hay ya una docena de parlamentarios llamados “responsables” o “constructores –un eufemismo para denominar a tránsfugas de otros grupos- dispuestos a formar un grupo parlamentario para apoyar a Conte. Pero podría no ser suficiente, sin el refuerzo de Italia Viva de Matteo Renzi.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 26, 2021