Adam Smith propuso que el valor de una mercancía debe ser igual a la cantidad de trabajo requerida para su producción. Esta teoría fue desarrollada por David Ricardo que introdujo el principio de una ventaja comparativa y sugirió que los trabajadores estaban facultados para intercambiar sus mejores productos. Más tarde, la OMC (World Trade Organization) adoptó las ideas de Ricardo. Los usó aún más eficientemente de lo que Ricardo podría esperar porque el proceso de comercio se ha vuelto más simple a lo largo de los siglos.
Mientras tanto, el problema clave que existe en el mercado moderno es que un trabajador ya no está facultado para asignar el trabajo; así como el costo de una mercancía ya no está determinado por la cantidad de energía necesaria para producirla. La última afirmación puede ilustrarse con la actividad de los corredores de bolsa.
Según Ricardo, la fuerza de trabajo es su característica inherente. En otras palabras, inicialmente se suponía que los trabajadores no enfrentarían ningún desafío en el mercado: en caso de que su trabajo no pudiera intercambiarse por el producto objetivo en este país, podría intercambiarse naturalmente en otro. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que la teoría de ganar-ganar no funciona en términos reales. La evidencia más vívida de su invalidez es la crisis actual con el creciente nivel de desempleo. Esta última es una ilustración particularmente persuasiva de la impotencia de los trabajadores.
Surge así la pregunta sobre los errores de cálculo que cometieron Ricardo y Smith en sus teorías. En otras palabras, hace algunos siglos, parecía evidente que el trabajo poseía un poder inherente que aseguraba su capacidad de intercambio. Por lo tanto, no está claro qué factores privaron al trabajo de esta cualidad intrínseca. Podría suponerse que los economistas pasaron por alto la posibilidad de la movilidad del capital.
Por lo tanto, se basaron en el supuesto de que el capital de un estado en particular no puede invertirse en el trabajo de otro estado. En este punto, queda claro que el poder del trabajo determinado por Smith y Ricardo no puede lograrse en la realidad moderna donde el comercio se ha vuelto no teórica sino literalmente global. Mientras tanto, la falta de fuerza de trabajo que se ve reforzada por la movilidad ilimitada del capital es igualmente inadmisible porque conduce al desempleo general. Por lo tanto, podría suponerse que la fuerza de trabajo debe ser determinada por el Estado que está obligado a asumir la responsabilidad de asegurar su capacidad de intercambio.
Por Bobby Grundhal.
Adam Smith propuso que el valor de una mercancía debe ser igual a la cantidad de trabajo requerida para su producción. Esta teoría fue desarrollada por David Ricardo que introdujo el principio de una ventaja comparativa y sugirió que los trabajadores estaban facultados para intercambiar sus mejores productos. Más tarde, la OMC (World Trade Organization) adoptó las ideas de Ricardo. Los usó aún más eficientemente de lo que Ricardo podría esperar porque el proceso de comercio se ha vuelto más simple a lo largo de los siglos.
Mientras tanto, el problema clave que existe en el mercado moderno es que un trabajador ya no está facultado para asignar el trabajo; así como el costo de una mercancía ya no está determinado por la cantidad de energía necesaria para producirla. La última afirmación puede ilustrarse con la actividad de los corredores de bolsa.
Según Ricardo, la fuerza de trabajo es su característica inherente. En otras palabras, inicialmente se suponía que los trabajadores no enfrentarían ningún desafío en el mercado: en caso de que su trabajo no pudiera intercambiarse por el producto objetivo en este país, podría intercambiarse naturalmente en otro. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que la teoría de ganar-ganar no funciona en términos reales. La evidencia más vívida de su invalidez es la crisis actual con el creciente nivel de desempleo. Esta última es una ilustración particularmente persuasiva de la impotencia de los trabajadores.
Surge así la pregunta sobre los errores de cálculo que cometieron Ricardo y Smith en sus teorías. En otras palabras, hace algunos siglos, parecía evidente que el trabajo poseía un poder inherente que aseguraba su capacidad de intercambio. Por lo tanto, no está claro qué factores privaron al trabajo de esta cualidad intrínseca. Podría suponerse que los economistas pasaron por alto la posibilidad de la movilidad del capital.
Por lo tanto, se basaron en el supuesto de que el capital de un estado en particular no puede invertirse en el trabajo de otro estado. En este punto, queda claro que el poder del trabajo determinado por Smith y Ricardo no puede lograrse en la realidad moderna donde el comercio se ha vuelto no teórica sino literalmente global. Mientras tanto, la falta de fuerza de trabajo que se ve reforzada por la movilidad ilimitada del capital es igualmente inadmisible porque conduce al desempleo general. Por lo tanto, podría suponerse que la fuerza de trabajo debe ser determinada por el Estado que está obligado a asumir la responsabilidad de asegurar su capacidad de intercambio.
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Diciembre 21, 2022