El mundo está perplejo con lo que está ocurriendo en Afganistán. Aunque el escenario de los hechos queda al otro lado del mundo, su repercusión sobre Occidente es de grandes y gravísimas proporciones. Muy probablemente, lo acontecido dará inicio a un nuevo estilo de guerra, sin duda más dramático, mortífero y peligroso que los que hemos padecido en los últimos siglos.
¡Se trata de la guerra religiosa promovida por el Islam! Esta no es una guerra cualquiera, como algunos ingenuos podrían pensar. Afganistán ha sido conquistado por la más radical secta del fundamentalismo islámico, que desde hace algunas décadas viene anunciando su irrupción violenta en el escenario mundial, con el fin macabro de destruir a sangre y fuego la cultura occidental y cristiana. Y, también, todos los demás vestigios de civilización que no corresponden a la visión fanática y fundamentalista del Islam.
Para ejecutar sus siniestros propósitos, los talibanes han creado verdaderos ejércitos genocidas como Al Qaeda, Isis, Hezbollah, Boko Haram y el Ejército Islámico, que han sembrado el terror en el norte de África, en el Medio Oriente, en Pakistán y en la India. Ejecutan a los cristianos, violan masivamente a las mujeres, incendian iglesias, destruyen los monumentos de las civilizaciones antiguas e imponen a sangre y fuego sus creencias islámicas. Y, cómo olvidarlo, también han atacado las más importantes ciudades de Europa y de Estados Unidos, con un saldo trágico de miles de muertos y heridos.
Estados Unidos traiciona a Afganistán
Durante los últimos 20 años, EEUU se involucró en una cruenta guerra en Afganistán, para impedir que los Talibanes y las milicias islámicas radicales regresaran al poder. Analistas de guerra norteamericanos, apoyados por centros de pensamiento bien enfocados, señalaron el absurdo de pretender imponer a ese pueblo el sistema democrático liberal de Occidente. Sin embargo, ese fue uno de los objetivos de la intervención americana, imposible de ser aceptado por los afganos, pues durante milenios han sido gobernados por monarquías apoyadas por los grupos tribales, que son los que realmente tienen el poder.
Además, el eje central de la guerra de los fundamentalistas musulmanes afganos, no es el triunfo militar de la lucha armada, sino que es la imposición brutal del islam, a través de la llamada Ley Sharia. Todos deben acatar las exigencias religiosas y culturales del Islam, que incluyen el sometimiento absoluto de la mujer, la negación de todos sus derechos y libertades, la prohibición de cualquier forma de pensamiento diferente al Islam, y aceptar el asesinato de todos los que ellos llaman infieles, que son los que no pertenecen al Islam. La Sharia premia, en esta y en la otra vida, a cualquier fundamentalista que asesine a un infiel. Matar a los infieles, es una ley de obligatorio cumplimiento para estos fanáticos, que pretenden imponer su culto y su sistema de vida al mundo entero.
En este contexto dramático, los EEUU perdieron la guerra, tal vez por no tener una visión clara del enemigo contra el cual luchaban. Y con una decisión que será registrada como una de las más cobardes y equivocadas de la historia reciente, el presidente Biden ordenó la retirada de las tropas americanas, sin ejecutar previamente los más elementales protocolos para defender la vida y la integridad de sus aliados afganos, que en su casi totalidad son musulmanes, pero no son fundamentalistas. Ahora, esa nación de 35 millones de habitantes ha quedado bajo el dominio de una minoría extremista, que impondrá la más esquizofrénica y brutal de las dictaduras.
Y lo que es aún peor, a la vergüenza y a la humillación de la derrota militar de los EEUU, se le suma el horror de la traición, pues allá dejaron abandonado su inmenso arsenal militar. Cientos de aviones y de helicópteros, bases militares perfectamente dotadas, material de guerra, y quién sabe cuántas cosas más en perfecto estado para su uso, quedaron a disposición de los Talibanes. Pronto se confirmará si también los datos de todos aquellos que fueron sus amigos y colaboradores lleguen a las manos de los Talibanes, y estas pobres gentes serán asesinadas con las armas que allí les dejaron.
Una nación entregada a la barbarie y al genocidio
Al desplomarse el anterior gobierno afgano, al tiempo que el ejército de los EEUU abandona Afganistán, el terror se apoderó del País. Las imágenes de TV nos han mostrado unas multitudes aterrorizadas subiéndose a los aviones que salen del aeropuerto de Kabul, la capital, con rumbo a cualquier destino, pues para millones de afganos, salir o no salir del país, significa la diferencia entre vivir y morir. Esa es la responsabilidad histórica de los EEUU y del presidente Biden, que han traicionado a sus aliados, entregándolos a la barbarie y al genocidio.
Es claro que los Talibanes se han apresurado a prometer que no habrá abusos de poder y que la población será respetada, en especial las mujeres. ¡Puras mentiras! Así como no se puede creer en los comunistas que siempre mienten, menos aún se puede creer en los fundamentalistas islámicos, que han arrasado naciones enteras, y ejecutado a decenas de miles de personas por el solo hecho de no creer en Mahoma. Su odio a Occidente los llevó a derribar las Torres Gemelas en Nueva York en el 2001, y ahora multiplicarán sus crímenes, tal vez con mayor osadía y radicalidad, usando las armas, los aviones y el dinero que los americanos les dejaron de regalo.
Presenciamos un avance más del islam en su determinación de conquistar Europa, que parece ignorar el peligro que se avecina. Sin embargo, los mismos islamitas proclaman sus propósitos desde hace años, tal como lo ha dicho un predicador de la mezquita de Ivry, cerca de París: “… En las ciudades francesas, alemanas, belgas, los soldados de Alá esperan que suene la hora de la revancha para pasar a la acción, en una Europa que durante tanto tiempo nos humilló” (Le Point. París. Mayo 27, 1991).
Ya veremos lo que dirán los llamados defensores de los Derechos Humanos, que en Occidente exigen todo tipo de libertades y de impunidad para el terrorismo comunista, pero no tienen la menor vergüenza en callar ante las atrocidades cometidas por el Islam contra naciones enteras. Y especialmente contra la dignidad de la mujer y el reconocimiento de sus derechos, pues son esclavizadas, pisoteadas y oprimidas por el mundo islámico.
Eugenio Trujillo Villegas es Director de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción
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La guerra perdida de Afganistán I
Por Eugenio Trujillo Villegas.
El mundo está perplejo con lo que está ocurriendo en Afganistán. Aunque el escenario de los hechos queda al otro lado del mundo, su repercusión sobre Occidente es de grandes y gravísimas proporciones. Muy probablemente, lo acontecido dará inicio a un nuevo estilo de guerra, sin duda más dramático, mortífero y peligroso que los que hemos padecido en los últimos siglos.
¡Se trata de la guerra religiosa promovida por el Islam! Esta no es una guerra cualquiera, como algunos ingenuos podrían pensar. Afganistán ha sido conquistado por la más radical secta del fundamentalismo islámico, que desde hace algunas décadas viene anunciando su irrupción violenta en el escenario mundial, con el fin macabro de destruir a sangre y fuego la cultura occidental y cristiana. Y, también, todos los demás vestigios de civilización que no corresponden a la visión fanática y fundamentalista del Islam.
Para ejecutar sus siniestros propósitos, los talibanes han creado verdaderos ejércitos genocidas como Al Qaeda, Isis, Hezbollah, Boko Haram y el Ejército Islámico, que han sembrado el terror en el norte de África, en el Medio Oriente, en Pakistán y en la India. Ejecutan a los cristianos, violan masivamente a las mujeres, incendian iglesias, destruyen los monumentos de las civilizaciones antiguas e imponen a sangre y fuego sus creencias islámicas. Y, cómo olvidarlo, también han atacado las más importantes ciudades de Europa y de Estados Unidos, con un saldo trágico de miles de muertos y heridos.
Estados Unidos traiciona a Afganistán
Durante los últimos 20 años, EEUU se involucró en una cruenta guerra en Afganistán, para impedir que los Talibanes y las milicias islámicas radicales regresaran al poder. Analistas de guerra norteamericanos, apoyados por centros de pensamiento bien enfocados, señalaron el absurdo de pretender imponer a ese pueblo el sistema democrático liberal de Occidente. Sin embargo, ese fue uno de los objetivos de la intervención americana, imposible de ser aceptado por los afganos, pues durante milenios han sido gobernados por monarquías apoyadas por los grupos tribales, que son los que realmente tienen el poder.
Además, el eje central de la guerra de los fundamentalistas musulmanes afganos, no es el triunfo militar de la lucha armada, sino que es la imposición brutal del islam, a través de la llamada Ley Sharia. Todos deben acatar las exigencias religiosas y culturales del Islam, que incluyen el sometimiento absoluto de la mujer, la negación de todos sus derechos y libertades, la prohibición de cualquier forma de pensamiento diferente al Islam, y aceptar el asesinato de todos los que ellos llaman infieles, que son los que no pertenecen al Islam. La Sharia premia, en esta y en la otra vida, a cualquier fundamentalista que asesine a un infiel. Matar a los infieles, es una ley de obligatorio cumplimiento para estos fanáticos, que pretenden imponer su culto y su sistema de vida al mundo entero.
En este contexto dramático, los EEUU perdieron la guerra, tal vez por no tener una visión clara del enemigo contra el cual luchaban. Y con una decisión que será registrada como una de las más cobardes y equivocadas de la historia reciente, el presidente Biden ordenó la retirada de las tropas americanas, sin ejecutar previamente los más elementales protocolos para defender la vida y la integridad de sus aliados afganos, que en su casi totalidad son musulmanes, pero no son fundamentalistas. Ahora, esa nación de 35 millones de habitantes ha quedado bajo el dominio de una minoría extremista, que impondrá la más esquizofrénica y brutal de las dictaduras.
Y lo que es aún peor, a la vergüenza y a la humillación de la derrota militar de los EEUU, se le suma el horror de la traición, pues allá dejaron abandonado su inmenso arsenal militar. Cientos de aviones y de helicópteros, bases militares perfectamente dotadas, material de guerra, y quién sabe cuántas cosas más en perfecto estado para su uso, quedaron a disposición de los Talibanes. Pronto se confirmará si también los datos de todos aquellos que fueron sus amigos y colaboradores lleguen a las manos de los Talibanes, y estas pobres gentes serán asesinadas con las armas que allí les dejaron.
Una nación entregada a la barbarie y al genocidio
Al desplomarse el anterior gobierno afgano, al tiempo que el ejército de los EEUU abandona Afganistán, el terror se apoderó del País. Las imágenes de TV nos han mostrado unas multitudes aterrorizadas subiéndose a los aviones que salen del aeropuerto de Kabul, la capital, con rumbo a cualquier destino, pues para millones de afganos, salir o no salir del país, significa la diferencia entre vivir y morir. Esa es la responsabilidad histórica de los EEUU y del presidente Biden, que han traicionado a sus aliados, entregándolos a la barbarie y al genocidio.
Es claro que los Talibanes se han apresurado a prometer que no habrá abusos de poder y que la población será respetada, en especial las mujeres. ¡Puras mentiras! Así como no se puede creer en los comunistas que siempre mienten, menos aún se puede creer en los fundamentalistas islámicos, que han arrasado naciones enteras, y ejecutado a decenas de miles de personas por el solo hecho de no creer en Mahoma. Su odio a Occidente los llevó a derribar las Torres Gemelas en Nueva York en el 2001, y ahora multiplicarán sus crímenes, tal vez con mayor osadía y radicalidad, usando las armas, los aviones y el dinero que los americanos les dejaron de regalo.
Presenciamos un avance más del islam en su determinación de conquistar Europa, que parece ignorar el peligro que se avecina. Sin embargo, los mismos islamitas proclaman sus propósitos desde hace años, tal como lo ha dicho un predicador de la mezquita de Ivry, cerca de París: “… En las ciudades francesas, alemanas, belgas, los soldados de Alá esperan que suene la hora de la revancha para pasar a la acción, en una Europa que durante tanto tiempo nos humilló” (Le Point. París. Mayo 27, 1991).
Ya veremos lo que dirán los llamados defensores de los Derechos Humanos, que en Occidente exigen todo tipo de libertades y de impunidad para el terrorismo comunista, pero no tienen la menor vergüenza en callar ante las atrocidades cometidas por el Islam contra naciones enteras. Y especialmente contra la dignidad de la mujer y el reconocimiento de sus derechos, pues son esclavizadas, pisoteadas y oprimidas por el mundo islámico.
Eugenio Trujillo Villegas es Director de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción
trujillo.eugenio@gmail.com
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 25, 2021