Una vez más recordamos la muerte de un servidor público asesinado impunemente en Tucumán. Juan José Vides, el agente del 911 que recibió un disparo en la frente mientras perseguía a una banda de asaltantes. El joven policía tenía 35 años, una esposa embarazada y una hija de nueve años. Llevaba ocho años en la fuerza. Vides tenía dos orificios en la cabeza: uno en la frente y otro en la nuca. Lo sigo repitiendo y recalcando. Siempre está latente la preocupación por la inseguridad. Una inseguridad real y no una sensación. Muchos delitos quedan impunes. Algunos hablan de “mano dura”. Personalmente, considero que debería mencionarse la Justicia, y no a la “severidad”, o la dureza. El mismo general José de San Martín habló de la necesidad de dureza contra el desorden. Es claro, la sociedad quiere el orden; para lograrlo, hace falta reprimir la delincuencia. Todos, o casi todos, coincidimos en que se debe combatir la delincuencia. Quienes cometen crímenes deben recibir una sanción ejemplar, que disuada a los demás. De los delincuentes, unos pocos se descubren y sancionan con la pérdida de su libertad. Esos convictos, entre rejas, despiertan conmiseración, de modo que las leyes prevén alivios a sus situación: reducción de penas por buena conducta (buenas conducta de quienes no tienen más remedio que portarse bien), visitas especiales de sus familiares (que permite al condenado no privarse de agrandar su familia), prisión por sólo unas horas diarias, que dan al recluso la oportunidad de practicar alguna industria lícita. Y se oscila entre extremos: al delincuente, que se lo castigue con dureza; al penado, que se lo trate con blandura, con humanidad, con especial y solícita conmiseración. Entre las amas de casa prima el criterio de aplicar una severidad suficientemente rigurosa para disuadir de cometer crímenes. Entre los políticos, la clemencia, la sensibilidad, la suavidad unida a veces a una consideración económica: si se anticipa la libertad el presupuesto se beneficia con el alivio. Es un tema tan discutible que los partidos políticos no se atreven a hacer de él banderas electorales; y en la mayoría de los casos se manifiestan sólo en favor de una genérica justicia que no se comprometa a aplicar ningún rigor ni demasiada indulgencia. Se conmueve la sociedad, la opinión pública, cuando por benevolencia son beneficiados autores conocidos de crímenes aberrantes. Entonces sí, la sociedad protesta contra la impunidad, pues los delitos quedan sin castigo ante la lenidad de la pena. Y no se ve el modo de corregir esto, pues así como los romanos decían “la ley es dura, pero es la ley”, el sistema actual contesta: “la ley es blanda, pero es ley. La sociedad necesita que se acaten sus normas; un sistema que disuada a quienes se resistan a ese derecho; que para disuadir, el rigor – y hasta cierta dureza – son indispensables. Y que esa dureza la justifica la necesidad del orden y también, el antecedente de haber sido propuesta por el criterioso e ilustre general San Martín. Las víctimas y sus familiares necesitan la contención de un procedimiento judicial justo y equitativo. Los indefensos también ellos deben tener acceso a elementales derechos humanos. Otra vez la muerte de un servidor público. Agente Juan José Vides descanse en paz. Tucumán siempre lo recordara.
Escribe Jorge B. Lobo Aragón.
Una vez más recordamos la muerte de un servidor público asesinado impunemente en Tucumán. Juan José Vides, el agente del 911 que recibió un disparo en la frente mientras perseguía a una banda de asaltantes. El joven policía tenía 35 años, una esposa embarazada y una hija de nueve años. Llevaba ocho años en la fuerza. Vides tenía dos orificios en la cabeza: uno en la frente y otro en la nuca. Lo sigo repitiendo y recalcando. Siempre está latente la preocupación por la inseguridad. Una inseguridad real y no una sensación. Muchos delitos quedan impunes. Algunos hablan de “mano dura”. Personalmente, considero que debería mencionarse la Justicia, y no a la “severidad”, o la dureza. El mismo general José de San Martín habló de la necesidad de dureza contra el desorden. Es claro, la sociedad quiere el orden; para lograrlo, hace falta reprimir la delincuencia. Todos, o casi todos, coincidimos en que se debe combatir la delincuencia. Quienes cometen crímenes deben recibir una sanción ejemplar, que disuada a los demás. De los delincuentes, unos pocos se descubren y sancionan con la pérdida de su libertad. Esos convictos, entre rejas, despiertan conmiseración, de modo que las leyes prevén alivios a sus situación: reducción de penas por buena conducta (buenas conducta de quienes no tienen más remedio que portarse bien), visitas especiales de sus familiares (que permite al condenado no privarse de agrandar su familia), prisión por sólo unas horas diarias, que dan al recluso la oportunidad de practicar alguna industria lícita. Y se oscila entre extremos: al delincuente, que se lo castigue con dureza; al penado, que se lo trate con blandura, con humanidad, con especial y solícita conmiseración. Entre las amas de casa prima el criterio de aplicar una severidad suficientemente rigurosa para disuadir de cometer crímenes. Entre los políticos, la clemencia, la sensibilidad, la suavidad unida a veces a una consideración económica: si se anticipa la libertad el presupuesto se beneficia con el alivio. Es un tema tan discutible que los partidos políticos no se atreven a hacer de él banderas electorales; y en la mayoría de los casos se manifiestan sólo en favor de una genérica justicia que no se comprometa a aplicar ningún rigor ni demasiada indulgencia. Se conmueve la sociedad, la opinión pública, cuando por benevolencia son beneficiados autores conocidos de crímenes aberrantes. Entonces sí, la sociedad protesta contra la impunidad, pues los delitos quedan sin castigo ante la lenidad de la pena. Y no se ve el modo de corregir esto, pues así como los romanos decían “la ley es dura, pero es la ley”, el sistema actual contesta: “la ley es blanda, pero es ley. La sociedad necesita que se acaten sus normas; un sistema que disuada a quienes se resistan a ese derecho; que para disuadir, el rigor – y hasta cierta dureza – son indispensables. Y que esa dureza la justifica la necesidad del orden y también, el antecedente de haber sido propuesta por el criterioso e ilustre general San Martín. Las víctimas y sus familiares necesitan la contención de un procedimiento judicial justo y equitativo. Los indefensos también ellos deben tener acceso a elementales derechos humanos. Otra vez la muerte de un servidor público. Agente Juan José Vides descanse en paz. Tucumán siempre lo recordara.
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 3, 2017