ANÁLISIS CRÍTICO DE “CARTA ABIERTA”[1]

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Dr. Pablo Antonio Anzaldi

Junio de 2012

 

Transcurrida casi una década de su primera publicación y en momentos en que cierto electorado argentino necesita reflexiones de fondo acerca de las diferentes ofertas electorales que deciden a nuestro futuro como Nación, en las próximas elecciones legislativas, nuestro Instituto cree conveniente volver a publicar el presente esclarecedor trabajo de nuestro Investigador Principal Dr. Pablo Anzaldi.

Grl Heriberto J. Auel – Pte. IEEBA

                “Carta Abierta” -hoy subsumida en “Casa Patria”- emerge como exponente de una particular configuración ideológica -progresista de izquierda- que se ha constituido en parte relevante de la panoplia retórica del kirchnerismo. Hace pie políticamente en tanto adhiere a la serie de iniciativas del gobierno que desarmaron a una oposición perpleja y sin recursos materiales ni intelectuales para posicionarse coherentemente ante el nuevo curso: “nacionalización de las AFJP”, “expansión del régimen de jubilaciones, pensiones y asignaciones”, “ley de comunicación audiovisual”, “Fútbol para todos”, ley de “matrimonio igualitario”, etc.

Se trata de iniciativas gubernamentales que impulsan un proceso de politización y construcción de la identidad kirchnerista conducido por una fuerte voluntad,  frente a la cual la defensa estática de un orden de cosas cuestionado o la anticipación sobre el riesgo futuro, se muestran insuficientes para informar una perspectiva política socialmente atractiva. En consonancia con ello, la situación de virtual disolución del peronismo no kirchnerista y la evaporación pública de sus principales figuras, fortalecen el avance de un proyecto ideológico progresista -castro comunista-sobre el peronismo, el Estado y la comunidad.

                     

Avance sobre el peronismo

                                     

Justo
Bonafini
Alfonsin

         En un régimen político democrático el progresismo en el que se inscribe “Carta Abierta” es una tendencia ideológica respetable como cualquier otra y además posee una cierta tradición en la historia argentina: Florencio Varela, Rivera Indarte, Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Codovilla, Alfonsín, el Frepaso,  etc. Pero, cuando “Carta Abierta” exalta la figura de Hebe de Bonafini -invitada especial al acto de presentación de la última carta, la Nº 11- se posa -en cambio- en la rama más extrema del tronco común, aquélla representada otrora por Santucho, Gorriarán Merlo, Schoklender…

En el marco de un proyecto exitoso de construcción de una constitución real unitaria en la que la institución presidencial concentra los recursos materiales del poder, la resignificación de los contenidos ideológicos es una herramienta emplazada a usar y destruir la identidad que la ungió.

Gorrirán Merlo
Santucho
Palacios

Carta Abierta es un reflejo del kirchnerismo -como última versión del progresismo argentino- y como intento -en pleno curso- de desterrar al peronismo y relevarlo. Perpetra el viejo sueño vanguardista “fubista” de someter a su orientación ideológica a la clase trabajadora argentina, históricamente refractaria[2].

En la carta Abierta Nº 5 se protesta contra “una escasa renovación en los sostenes oficiales del gobierno, cuando no un chato horizonte de conveniencias sectoriales – encarnadas por lo general en porciones extensas del Partido Justicialista…” y se reclama “un lenguaje sensible a una sociedad que se ha transformado y cuyas diferencias internas, sus polémicas públicas, no pueden ser explicadas sólo con la cartilla de las anteriores lecturas nacional-populares. El desafío es apropiarse de aquellas lecturas pero entramadas en una nueva y compleja realidad”[3].

La ofensiva progresista contra el peronismo busca explícitamente “apropiarse” –veremos en qué sentido- de la herencia del Movimiento que posibilitó legarle a Néstor Kirchner una sociedad pacificada y una economía en crecimiento, sostenida por una concertación creciente de amplios sectores de la vida nacional. “Carta Abierta” cree en la necesidad de las ideologías, pero en la medida que el marxismo ha muerto como posibilidad política y el que el Socialismo Siglo XXI carece de prestigio, no tiene una ideología respaldada por una verdadera teoría y niega el derecho de los demás a tenerla.

Néstor C. Kirchner

A pesar de la exaltación de la democracia como fetiche[4], es intolerante y regresiva. Por un lado, descalifica cualquier disidencia u oposición con el rótulo de “la derecha” y ésta aparece siempre como demonio. En consecuencia -con semejante maniqueísmo- no sólo contradice la democracia a la que tanto exalta, sino que en un nivel más decisivo se constituye como la negación de la política de unidad nacional que el peronismo ha sostenido por decisión del General Perón desde el día de su retorno en 1973.

Una concepción de la unidad nacional que no implica la aceptación de un orden de cosas injusto -el último gobierno del General fue profuso en reformas[5]– sino más bien una decisión a la altura de lo político, pues la vida política es la que integra las contradicciones y heridas de lo real, en una disposición superadora. Hasta la irrupción del fenómeno kirchnerista la tradición peronista ha sido leal al mandato del líder y ha procurado restañar las heridas, en la certidumbre de que la Argentina ha sufrido. Bástenos señalar enfrentamientos tales como peronismo-antiperonismo, subversión-represión, guerra y derrota en Malvinas.

El peronismo ha sido parte de los desencuentros, por ello los esfuerzos de reconciliación nacional han brotado de su voluntad como el camino común de neutralización de las autoafirmaciones descalificatorias, a los efectos que realmente emerja el otro, no como un extraño a ser suprimido, sino como una dimensión necesaria y complementaria de cada cual. Cuando esa modalidad de la conciencia se generaliza, la nación se concilia consigo misma, queda atrás el desgarramiento y se eleva en tanto comunidad política. Es el sentido de los mensajes del General Perón en los últimos años de su vida. Allí habita la virtud política.

 

Pensar políticamente o repetir el relato

Juan Perón

En cambio “Carta Abierta” -como su empleador, el kirchnerismo- ha hecho ingentes esfuerzos por retrotraer a la Argentina del siglo XXI a las contradicciones del pasado, particularmente de los años 70. ¿Acaso desconoce que la reintroducción de la retórica del enfrentamiento en la vida política invita al enfrentamiento físico?

“Carta Abierta” ha hecho centro de gravedad en el delicado tema de la política de derechos humanos. En este caso conviene poner entre paréntesis la retórica moralista de unos y otros que condujo al vórtice y la frustración nacional en los años 70. Como se trata de un tema serio, debiera abordarse poniendo en suspenso las pasiones y las tradiciones, para que emerja la racionalidad y el cuidado del horizonte político de conciliación, distinguiendo las dimensiones jurídica y política.

En este sentido no ponemos en discusión la enemistad existencial entre el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” y el “Movimiento Peronista”. Precisamente fue el gobierno de Isabel Perón el derrocado. En consonancia con ello, los objetivos políticos del “Proceso” buscaron destruir al movimiento peronista y al movimiento obrero no sólo a través de la represión y el crimen, sino también mediante una política de apertura económica y endeudamiento descontrolado, con efectos letales sobre la industria nacional. Es decir, sobre la base económica en la que se asentó históricamente el peronismo.

Por otro lado, no es ninguna novedad que tanto Montoneros como el ERP tenían una estrategia de guerra revolucionaria prolongada, al menos en los papeles, ya que en la realidad combinaron asaltos a unidades del Ejército y de las fuerzas policiales con acciones de terrorismo urbano: no puede tomarse seriamente el intento de foco guerrillero en Tucumán. En el caso de Montoneros, la decisión de enfrentar al Ejército como bloque -abandonando una política de intentos de cooptación de oficiales y tropa- se manifestó en Octubre de 1975 con el ataque al regimiento de Formosa. Al momento del golpe del 24 de Marzo de 1976 la política de Montoneros ya se subordinaba a la política y la ideología del PRT-ERP.

Desde la perspectiva jurídica ninguno de los crímenes de las organizaciones armadas justifica la política generalizada de desaparición de personas. La ausencia de un marco legal de operaciones sirvió como coartada para una represión tan exacerbada que sus consecuencias llevaron a las Fuerzas Armadas a una larga crisis de la que no emergieron más.

Es un principio del derecho no hacer acepción de personas ni quebrar el principio de igualdad ante la ley: los crímenes deben ser juzgados cometa quien los cometa. Sin embargo, para “Carta Abierta” la igualdad es una utopía, no un principio jurídico: precisamente lo inverso es lo racional y lo real. Asimismo, desde la teoría del derecho es discutible la revisión del principio de seguridad jurídica ante la cosa juzgada. Por cierto también que muchas condenas en los juicios por violación a los derechos humanos están sospechadas de interferencia oficial y siempre con la proposición de encontrar como agravante las condiciones políticas de los años 70, que quizás debieran considerarse atenuantes.

Pensar políticamente requiere distinguir entre el juicio a personas que cometieron delitos y la judicialización de la decisión de un Estado de defenderse de una agresión insidiosa, no convencional. La doctrina de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad -entendiendo por tal los cometidos por el Estado- es históricamente insostenible y profundamente liberal, pues sostiene la primacía absoluta del individuo y la sociedad civil frente a la comunidad política y el Estado. Es una doctrina que carece de fundamento respecto a la tradición de la filosofía política y de la historia política.

Hobbes
Hegel

Desde Hobbes a Hegel el individuo burgués está posibilitado por un poder soberano,  instaurador de un orden. La pequeña virtud del bourgeois se fundamenta en la gran virtud del ciudadano. Sin un orden, la propiedad sería delito; el mercado piratería y en lugar de sociedad civil, habría estado de naturaleza o guerra de todos contra todos.

En este punto es evidente que la consigna de “memoria, verdad y justicia” es una herramienta política de represalia con instrumentos judiciales. La “memoria histórica” es un oxímoron pues la memoria es una facultad mental eminentemente personal y la historia -como conocimiento de los hechos pasados- es una construcción intelectual que enlaza críticamente una diversidad de fuentes y documentos entre las cuales la memoria personal no es la más equilibrada y fidedigna.

En todo caso la memoria sólo puede ser “histórica” en tanto la historicidad es el modo de ser del hombre y la selección de los recuerdos está determinada por los intereses y concepciones del presente.

Para diferenciarse del peronismo en la construcción identitaria, el kirchnerismo reinterpretó los años 70, demoliendo el punto de neutralización alcanzado con la teoría de los dos demonios. No obstante, se trata de una operación de selección arbitraria en la que se exalta la generación del 70, pero no se especifica ni se analiza concretamente el rol desempeñado por Montoneros y ERP.

En la medida en que se reivindican las personas como parte de las listas de desaparecidos de los organismos de derechos humanos, se toca un aspecto valiosísimo pero unilateral de la cuestión. Para un pensamiento propiamente político, una reivindicación que omite pronunciarse sobre la política concreta seguida por Montoneros y ERP ejecuta la partitura de lo políticamente correcto. Es decir, es la prolongación retórica del proceso de despolitización operado en el pasaje de las organizaciones armadas a los organismos de derechos humanos -o Política de los DDHH-.    PrisioneroEnArgentina.com

La ausencia del escenario político de los dirigentes más conocidos de las organizaciones armadas es el vacío que evidencia el artificio. Todos estos problemas no pueden ser soslayados por una conciencia concreta de la política, realmente responsable, ni implican ceder un ápice en materia de políticas sociales y económicas -aquí no discutimos esas cuestiones-. Sin embargo, “Carta Abierta” no problematiza sus evidencias porque intenta cubrir con un manto retórico unilateral la gravedad del enfrentamiento político de los años 70 y ejerce una tarea de remache en torno a una versión. “Carta Abierta” abre la caja de Pandora por un solo costado.

Por ello, lo más ominoso del kirchnerismo es atar al peronismo y al Estado argentino al carro de los organismos de derechos humanos. Una operación de ese tipo significa la sustitución de la razón política por la pasión moralista, de la tradición doctrinaria por la ideología andrajosa, de la voluntad generosa de ser Nación por la soberbia y la mezquindad de sentirse vanguardia.

Para una concepción política basada en la primacía de la razón sobre las pasiones y los sentimientos, el odio por la ofensa recibida no puede ser la fuente de inspiración de las decisiones. Hegel decía que “el pensamiento es esencialmente la negación de un existente inmediato”[6]. La zaga de abusos y estafas cometidos por la “Asociación Madres de Plaza de Mayo” y Schocklender contra personas trabajadoras y desamparadas sin techo, ha brotado sin conciencia de culpa -ante el silencio cómplice de “Carta Abierta” con la coartada de la moral- de la dolorosa fuente del resentimiento por las ofensas recibidas. Evidentemente, allí no habita la virtud.

 

Carta Abierta” contra la teoría.        

En materia de seguridad pública “Carta Abierta” reconoce los problemas, pero los disuelve en una retórica barroca, melancólica, que obtura las “efectividades conducentes”. Son tantos los pruritos, las prevenciones y las dificultades de abordar el tema que, luego de una típica mezcolanza sociológica referente a los “estratos de culpabilidad”, reconoce que todo eso “no excluye la interpretación exacta del momento culpable en que alguien dispara un arma homicida”[7].

Curiosamente, frente a la represión militar de los años 70, injustificable en su criminalidad e ilegalidad, pero rodeada de apoyo social y político, “Carta Abierta” es singularmente inflexible. En cambio, frente a los crímenes que a diario se cometen contra la sociedad civil, “Carta Abierta” primero despliega una filípica de culpabilización de las víctimas, varias veces previene contra sus gritos -siempre elogiados si provienen de los setenta- y recién al final -casi como un cumplido- menciona el acto criminal.

Por un lado “Carta Abierta” emplea un doble rasero: impiadosa ante los criminales del pasado, contemplativa ante los criminales del presente y del futuro. Por otro lado expresa una profunda ignorancia en relación con el origen y el fundamento del Estado y la sociedad civil. Carece de una teoría política y del Estado coherente. No tiene conciencia de las posibilidades fundamentales de lo político. Carece de conocimiento acerca de la irreductibilidad, en su fundamento y consecuencias, entre una teoría política en la que la voluntad es heterónoma, dependiente de Dios y/o la Naturaleza y una teoría política en la que la voluntad es autónoma y el hombre es un ser irrefragablemente responsable.

Rousseau
Maquiavelo
Locke

Es decir, no distingue entre la filosofía política antigua en la que el hombre es un ser naturalmente político y la comunidad política se orienta -como toda la naturaleza- hacia el Bien; y la filosofía política moderna anticipada por Maquiavelo y desarrollada por Hobbes -parcialmente continuada en Locke, Rousseau y el constitucionalismo- en la que el hombre es un ser no político que mediante el contrato social configura una sociedad civil y política. Ni tampoco menciona la tesis historicista contemporánea -la hegeliana- en la que el hombre es un ser histórico envuelto en el movimiento dialéctico del Espíritu. -El marxismo -con variantes- partirá de esta proposición, pero en lugar de predicar la negatividad del Espíritu, predicará la negatividad del trabajo-.

Tampoco pertenece a alguna de las diversas variantes de cada una -tomismo, historicismos varios, contractualismos, decisionismos, etc.- “Carta Abierta” no puede responder ninguna de estas cuestiones, ni puede entonces estar a la altura de una teoría política seria. Por ejemplo, hace un fetichismo de la democracia y del progresismo. Si fuera coherente, una posición así estaría encuadrada en la segunda posibilidad: la que afirma el contrato como origen de la vida civil y política o en la tercera, inspirada por un historicismo en el cual se despliegue la razón.

Pero cuando “Carta Abierta” aborda el problema de la inseguridad pública, recomienda “no olvidar de qué modo la travesía del miedo suele concluir en el sumidero del autoritarismo y la represión socialmente aceptados no es menos imperioso que advertir la importancia de las operaciones de construcción del miedo, cuando de agudizar la sensación de fragmentación en la vida cotidiana se trata. Si no se resuelve la sensación de miedo, la vida política no encuentra cuerpos suficientes para encarnarse y desplegarse en toda su magnitud.”[8]

 

Es evidente que “Carta Abierta” desconoce que lo que motiva el “contrato social” es el miedo a la muerte violenta (Hobbes) o la búsqueda de la preservación de la vida y la propiedad (Locke). Esto significa que el miedo no es un mero fenómeno imaginario o alucinatorio sino una vigorosa pasión sobre la que se funda el contrato social, es decir, el estado civil y político. Por lo tanto para “encontrar cuerpos suficientes” para “desplegarse” como “vida política”[9] primordialmente tienen que adoptarse las decisiones fundamentales que sostienen el orden público y no a la inversa.

Lo contrario es promover o bien el desorden o bien la guerra civil. Más allá de la orientación ideológica -poco importa si es socialista, capitalista, democrática o autoritaria- el orden es el cimiento de la comunidad política. Se sabe en la Cuba socialista y en los Estados Unidos capitalistas. El desorden disuelve los esfuerzos por construir cualquier proyecto o modelo, sea de la ideología u orientación que fuere. Por una razón fundamental: el desorden no es la reforma sino la destrucción o la mutación permanente, devastador de los vínculos interpersonales, puede tensarse en cualquier dirección y echar abajo los esfuerzos por cimentar racionalmente una comunidad política.

La pasividad ante la acción directa y el desorden público es un típico signo de irresponsabilidad política. Es precisamente la falta de un marco adecuado de políticas de seguridad lo que propició el enfrentamiento directo entre dos sectores de la población civil en el Ferrocarril Roca, en el Parque Indoamericano, en Jujuy, etc. El intento de ocultar los crímenes allí cometidos, bajo el artificio del pretenso cambio social, es una muestra de que la irresponsabilidad política es moralmente baja[10].

Las “almas bellas” de “Carta Abierta” y el kirchnerismo reivindican para sí el poder, pero no la responsabilidad de su ejercicio y consecuencias. No conciben que el orden público proteja a las personas. Hace un culto al estado de excepción, pero no entiende de qué se trata[11]. El estado de excepción es, por definición, la interrupción violenta del curso normal de las cosas. Se resuelve con la conquista de la soberanía, es decir, con la decisión en relación con un orden. Desde Tucídides a Schmitt, la idea de un desorden permanente -una guerra civil- es una situación real posible que únicamente se supera en función de un orden y no de una disolución en la anarquía.

El progresismo argentino tiene horror ante la idea de orden. Ignora que un régimen autoritario o meramente represivo expresa en rigor un desorden de fondo: carece de razones para mandar y ser obedecido, es ilegítimo o está en tensión interna permanente. “Carta Abierta” cree que un sistema legal y penal eficaz y ejemplificador -es decir, a la altura de las circunstancias- es un límite a las libertades. Precisamente lo contrario es cierto. Los regímenes autoritarios son criminales porque son ilegítimos[12]. Como sabían Hegel y Croce, es la ley la que establece que seamos libres y la que “rechaza como malo lo que nunca es libertad, sino siempre lo que se le opone, esclavitud de los apetitos y de las pasiones que con ella contrastan y que sólo una metáfora demasiado atrevida podría cubrir con el nombre de libertad”.[13]

Los usos de la igualdad

 

La “Carta Abierta” Nro. 11 sobre la igualdad propone el rumbo hacia el que debería apuntar el actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Opera como aparato ideológico de Estado a los efectos de ayudar al kirchnerismo a apropiarse del peronismo y relevarlo[14]. Los conceptos fundamentales del Justicialismo han sido deformados o sustituidos por otros que preservan una cierta aspiración común -a diferencia del “neoliberalismo” en tanto dogma de la burocracia financiera internacional, con su imperativo moral de ajuste y empobrecimiento social-.

Sólo que, las aspiraciones más nobles de redención social que Perón denominara las “sagradas rebeldías”[15] hallan en la interpretación progresista un grado tal de deformación y perversión, que la verdad que contienen está envuelta entre los pliegues de una negación.

La Carta No. 11 levanta la “utopía de la igualdad”[16]. En una sociedad como la nuestra, con profundas desigualdades sociales, el esfuerzo y la orientación por estrechar sustancialmente esos márgenes en un marco de prosperidad sostenible y común, es la razón de ser del peronismo. El concepto sociológico de igualdad se opone a la desigualdad, que remite a la concentración de la riqueza en un polo y la extensión de la pobreza en otro. Desde la perspectiva política la praxis revolucionaria de la igualdad encuentra su complemento dialéctico en la mera caridad.

Ambas son figuras de la conciencia abstracta: la virtud opuesta al curso del mundo y el valle de lágrimas de la conciencia desdichada. ¿O acaso puede alcanzarse concretamente la igualdad? ¿O acaso es real -jugada en la eficacia- la caridad? Como una distinción provisional, podemos decir que la igualdad puede entenderse de dos grandes modos. Al modo revolucionario, la igualdad convoca a la disolución de los vínculos sociales mediante el terror. Al modo moderado, la igualdad es la búsqueda de bienestar compartido, de generalización del bienestar, combinando prosperidad y distribución equitativa de la riqueza.

En ese sentido ciertas observaciones de “Carta Abierta” son razonables. La asignación universal por hijo, la expansión de las jubilaciones y pensiones, la nacionalización de las AFJP, fútbol para todos,  etc. son todas medidas que contribuyen a mejorar la situación de los sectores populares: difícilmente puede haber poskirchnerismo si se pretende echar por tierra con estas medidas. Sin embargo, entre la igualdad revolucionaria -jacobina, estalinista- y la igualdad moderada -reformista- Carta Abierta introduce subrepticiamente un concepto de igualdad como indiferenciación y disolución de los vínculos familiares y comunitarios, personales y colectivos, atacando la identidad cultural del pueblo argentino.

Instala un programa contracultural de destrucción de la unidad espiritual del pueblo argentino mediante el impulso a una catarata de decisiones: ley de matrimonio igualitario, ley de igualdad de género, ley de aborto, despenalización de las drogas, multiculturalismo. No se trata de buscar argumentos capciosos u orientados con el objetivo siniestro de excluir o herir a los homosexuales: en ninguno de los casos hay ni una inspiración ni una idea que no pueda ser sostenida por cualquier persona, heterosexual u homosexual. El problema se desarrolla en el nivel más profundo de lo político: el nivel del espíritu objetivo, del alma del pueblo y sus instituciones o, para decirlo en los términos actuales, de la cultura en sentido de los modos de ser y vivir.

 

La destrucción de la institución de la familia es el problema, porque arrastra en su caída tanto a la persona individual como a la comunidad. La institución familiar es mediadora entre la persona individual y el Estado Nacional. Por ella y mediante ella -como institución de referencia, más allá de las excepciones empíricas- la persona adquiere la tradición histórica y el reconocimiento a los padres y a la Patria.

“El progresismo”, tanto en su vertiente colectivista como individualista, persigue la destrucción de la institución familiar[17]. Como depositaria de la propiedad y la libertad, la familia, enaltecida en la Doctrina Justicialista, fue atacada ayer por el comunismo que volcaba a los hijos contra los padres, haciendo de aquéllos informantes ante las autoridades represivas. Y es atacada hoy mediante el machaque permanente de los absurdos de género,  el aborto, el matrimonio homosexual, etc.

Con todo lo permisivo que es “Carta Abierta” ante el delito, en cambio, cuando se trata del aborto se vuelve amarillista[18] al invocar el Código Penal, para exigirles a los médicos de los hospitales que lo practiquen contra sus convicciones y su ética profesional. Por supuesto que el aborto es el asesinato de una persona indefensa. No es únicamente un problema religioso. Es un problema científico: los médicos se niegan a abortar porque saben que el embrión es un ser vivo con código genético propio, sistema inmunológico propio, persistencia en el ser, etc.

Cuando se habla del derecho a disponer del propio cuerpo se toma como absoluto un derecho relativo, ya que el Código Penal sanciona el suicidio, no hay derecho a suicidarse, ni a presentarse a un hospital a pedir una amputación de brazos o de cabeza. Un embrión no es el propio cuerpo, sino el cuerpo de otro. “Carta Abierta” quiere desterrar la unidad de deberes y derechos constituyente de la comunidad, para erigir el deseo como principio de la acción y ley universal. En este caso, la entronización del deseo en el corazón de la comunidad política conduce a la distinción entre embarazos deseados y no deseados. 

E instala al máximo nivel de la arbitrariedad subjetiva, al resorte fundamental de la irracionalidad, el deseo, como base para la toma de las decisiones. Con semejante criterio se consuma la versión más extrema del individualismo y el egoísmo humano, el que pone el deseo propio (subjetivo) por encima de la vida del otro -persona objetiva.

Por otra parte, en la Carta Abierta Nro. 11, la igualdad es reivindicada como utopía. Esto significa que su distancia del presente es lo suficientemente grande como para guardar su condición de promesa y su peligrosidad y potencial destructivo demasiado intenso como para ser convocada al presente. En ese aspecto Carta Abierta es romántica: reivindica una revolución que no está dispuesta a hacer. No podemos menos que felicitarnos por ello: al altar de esa utopía fueron sacrificadas millones de personas por el estalinismo y el maoísmo, dando lugar a una nueva clase corrupta y explotadora[19]. En una fase histórica eminentemente posrevolucionaria, un esfuerzo igualitario radicalizado -inspirado por el marxismo en bancarrota- sólo puede alejarnos de la prosperidad y del bienestar social.

Eva Perón

En cambio el justicialismo ha reivindicado y realizado el concepto de justicia social que recuerda con fuerza a las vidas ejemplares y los años de enseñanzas de Juan Perón y Eva Perón. Como concepto la justicia social es heredero de la justicia legal de Santo Tomás, que adquiriera resonancia universal a partir de la Encíclica Cuadragésimo año de SS Pío XI.

Si la igualdad es utópica y la caridad es insuficiente, la Justicia Social se incardina en pautas concretas de colaboración social y cumplimiento efectivo del derecho al trabajo, salario justo, salario familiar,  ahorro, vivienda, organización para la defensa de los intereses profesionales y demás cuestiones que no se hallan en el centro de las preocupaciones de “Carta Abierta”.

En cambio la Doctrina Social de la Iglesia, influyente en la conformación fundamental de la Doctrina Peronista, asume la causa de la redención del proletariado y reconoce los puntos en común con cierto socialismo moderado, aunque señala los prejuicios a la dignidad humana del socialismo. El impulso a las asociaciones profesionales (sindicales) y a las organizaciones libres del pueblo posibilita la conciliación entre intereses particulares e interés universal.

Las asociaciones profesionales tienen una doble faz civil y política al mismo tiempo y mantienen en la sociedad civil la instancia de universalidad política, superando el individualismo. Por otro lado -en la esfera del Estado- introducen la instancia del interés particular, no atomístico, que se armoniza con el interés general. El justicialismo, inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia y de manera particular en la encíclica Cuadragésimo Año, entenderá que la ética puede desplegarse en la comunidad organizada, porque “la ética culmina en la política”[20].

Conclusiones

 

En el presente artículo hemos abordado algunos aspectos de la concepción progresista de izquierda de “Carta Abierta” y señalado algunas de las tantas diferencias con el Justicialismo. Quedan muchos otros aspectos para desarrollar. Por ejemplo la autonomía nacional que reivindica “Carta Abierta”, se contradice con su antimilitarismo y con la idea recurrente del conflicto como fuente de inspiración política: la unidad nacional es un instrumento del poder nacional.

 

Hemos señalado también que la concepción de la igualdad puede manifestarse de diversos modos. Para Carta Abierta es más importante la reforma completa en el plano de los usos y costumbres, que la idea del bienestar social. No hay en “Carta Abierta” análisis acerca de los graves problemas de pobreza, inflación, vivienda e inseguridad que aquejan a nuestro pueblo. En tanto esos problemas sean tan sólo nombrados bajo el rótulo de lo que “todavía falta”, sin análisis ni abordaje consistentes, eluden el problema de mostrar qué es lo que se está haciendo para alcanzar las soluciones.

“Carta Abierta” tiene una pos-ideología que amalgama fragmentos de estado de bienestar, multiculturalismo, jacobinismo, liberalismo, etc., pero en rigor tiene pocas ideas. Importa más el avance del igualitarismo y la indistinción de las instituciones y costumbres sociales que el contenido del proyecto que dice representar.

“Carta Abierta” se reivindica heredera de una tradición crítica, pero la crítica no se dirige al oficialismo del que forma parte sino únicamente a los efectos de consolidar la cuña progresista en el peronismo. La tradición crítica carece de objetivos políticos precisos, selecciona cualquier medio y promociona un cambio en función de la exaltación individualista del deseo, como fuente irracional de las mutaciones hacia no se sabe dónde.

Por ello “Carta Abierta” omite el ejercicio de la crítica a la malversación del Indec, a la corrupción de Madres de Plaza de Mayo, a las ofensas hacia los países hermanos del Mercosur, a la falta total de federalismo, a la inflación, etc. “Carta Abierta” es aparato ideológico de Estado y comparsa oficial, porque le caben las generales de la ley: el pensamiento crítico se concentra en intenso fuego graneado hacia los opositores y se diluye cuando vira hacia el oficialismo.

 

Por último, en la hora de la crisis mundial actual sugerimos que el pensamiento peronista puede actualizarse con provecho a partir del diálogo con la fuente de la Doctrina Social de la Iglesia[21]. En la medida en que la Iglesia Católica no es propiamente una institución política, no puede deducirse una concepción de gobierno sino más bien una inspiración de fondo. De manera particular, se destaca la importancia del concepto de comunidad organizada como condición de posibilidad para el ejercicio de la libertad y el disfrute de la justicia social. El pensamiento peronista tiene por delante una tarea fatigosa, pero necesaria: rescatar su fuente, deslindar las desviaciones y proyectarse al tiempo actual. La vida del pensamiento es también vida política.

 

[1] Artículo publicado en la Revista Consensos Nº2 ( Junio de 2012)

[2] S. Amaral. “La renuencia de las masas: el partido comunista ante el peronismo (1945-1955)”, Serie: Documentos de Trabajo. Universidad del Cema, Buenos Aires,  2008.

[3]Restauración conservadora o profundización del cambio”, s/f, www.cartaabierta.org.ar/

[4] “Tomar conciencia de nuestro lugar en esta contienda desde las ciencias, la política, el arte, la información, la literatura, la acción social, los derechos humanos, los problemas de género, oponiendo a los poderes de la dominación la pluralidad de un espacio político intelectual lúcido en sus argumentos democráticos”, en Carta Abierta Nº1, www.cartaabierta.org.ar/.

[5] Cf. J. Godio. “Perón, regreso, soledad y muerte” Hyspamerica, Buenos Aires, 1986. Cf. C Leyba, “Economía y política en el tercer gobierno de Perón”, Biblos, Buenos Aires, 2003. La imagen de un “tercer Perón” socialmente conservador, es la contrafigura de la imagen igualmente falsa de un Perón proto marxista de los años 40 elaborada -con matices- por Hernández Arregui, John W. Cooke y demás figuras de la “izquierda nacional”, cuya verdad no radica en la forzada interpretación de Trotsky, la teoría marxista y la cuestión nacional sino en su condición de epifenómeno del Peronismo para librar la batalla ideológica con la izquierda antiperonista.

[6] G.F.Hegel.  Enciclopedia de las ciencias filosóficas, México.  Porrúa, 2007: 12.

[7]  “Declaración de la Pirámide de Mayo”. Carta Abierta Nº7, www.cartaabierta.org.ar.

[8] Ídem.

[9] Ídem.

[10] Ver la absurda Carta Abierta Nº8 (18-10-2010) www.cartaabierta.org.ar: “Por un lado, la polifónica voz de las multitudes entrando en la escena a anunciar su decisión de tomar en sus manos la vida política argentina, y por el otro los disparos.  En la ruta 86 de Formosa, junto a las vías del Roca en Barracas, en las ocupaciones de predios del sur porteño, disparos, y en las calles y plazas y centros de reunión, la afirmación vital y desenfadada de un país a la medida de los sueños de quienes lo habitan y la voluntad de sostener y llevar adelante un rumbo”. Cf. Carta Abierta Nº1º, Dicembre de 2011: “Ferreyra es un nombre que surge de un anonimato tranquilizador, pero es el nombre de las cosas referidas al hierro, que de repente nos recuerda que somos mortales, seres precarios, que sólo tenemos nuestra muerte para representar toda una época entera con un fogonazo inesperado. Vivimos en ese sentido, todavía, en una época de hierro o con disyuntivas de hierro. Ferreyra, que era un militante de un movimiento social de autodefensa campesina, representa una larga historia.  Es una historia que remonta por lo menos al siglo XVII, donde las comunidades indígenas cuyos nombres nos son vagamente familiares o desconocidos –cacanes, calchaquíes, ologastas, lules, vilelas, capayanes, famaifiles, fiambalás, colozacanes, andalgalás, quilmes, pacciocas-, podían entrar en guerra entre sí, aliarse de diversas maneras a los españoles o protagonizar sangrientos levantamientos que el ejército de los colonos españoles reprimía con saña, pero no sin esfuerzo. Es así que en 1632 el cacique Chemilyin pone sitio a ciudades importantes de La Rioja desviando el curso vital de los ríos, y pone cerco a la ciudad de Londres, llamada así en homenaje a la esposa de Felipe II, que era inglesa. Son historias lejanas, que se hablan con nombres extraños y pronunciados en otros idiomas. Pero el secreto de la historia es que siempre es lejana hasta que un hecho de sangre acerca todo un material que parecía perdido para alimentar una acostumbrada brutalidad, que es milenaria y es también de nuestros días. Cristián Ferreyra habla de las modernas luchas por la tierra y habla también de luchas muy antiguas. No es necesario que imaginemos un pasado pulcro e incontaminado. La guerra y la violencia imperaban entre etnias cercanas, que podían unirse con el español o aliarse contra él. Por eso, sin una noción de lejanía indiscernible y heterogeneidad sorprendente no nos podremos hacer cargo de esa historia. Y debemos hacernos cargo hoy en un sentido reivindicativo respecto a la justa tenencia de las tierras campesinas, el respeto de los bosques y la crítica a una expansión agraria a fuego y escopeta”.

[11] Cf. C. Schmitt. “Teología Política”. trad. cast. F.J.Conde, Buenos Aires, Struhart &Cía, , pp.95-124. Cf. Carta Abierta Nº4. “El laberinto argentino. La excepcionalidad”. www.cartaabierta.org.ar.

[12] G. Ferrero. “El Poder. Los genios invisibles de la ciudad”. trad. cast. Eloy García, Madrid, Tecnos, 1991.

[13] B. Croce. “La historia como hazaña de la libertad” trad. cast. Atilio Pentinalli Melacrino, México, FCE, 1960, p.219.

[14] No podemos tampoco soslayar la decadencia recurrente del peronismo, el abandono de su inspiración doctrinaria, la corrupción que inunda a tantos sectores dirigentes. Sin embargo, el peronismo sigue siendo el campo de fuerzas más dinámicas de la política argentina y los anuncios de su muerte suelen encontrarse con un cercano renacimiento. Incluso con una actualización de su identidad doctrinaria, como comenzó a manifestarse a fines de los 90, cuando el modelo neoliberal fuera dado por agotado.

[15] J.D. Perón. “La Comunidad Organizada”. Estudio Introductorio: Ernesto Adolfo Ríos, Buenos Aires, Adrifer Libros, 2001, p.144.

[16]Carta de la igualdad” –29/10/2011-, en www.cartaabierta.org.ar.

[17] En Cuba el mecanismo de separación de las familias son las pretensas “misiones internacionalistas” que- bajo pretexto de inexistentes catástrofes humanitarias- envían a los cónyuges a  lugares distintos  separados por miles de kilómetros.

[18] Cf. La igualdad está en juego: rechazamos el tratamiento del caso de la niña violada, Declaración de 21/01/2012, www.cartaabierta.org.ar.

[19] S. Courtois( comp.), El libro negro del Comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid, Planeta, 1998. Cf. M. Djilas, La nueva clase. Un análisis del régimen comunista, trad.cast. Luis Echavarri, Buenos Aires, sudamericana, 1957.

[20] J.D. Perón, ob.cit., p.164.

[21] Es notable la marca hegeliana sobre la Encíclica Cuadragésimo Año, de influencia decisiva en la Doctrina Peronista.

 

Pablo Antonio Anzaldi es Politólogo, Profesor Universitario y autor de varios libros, entre ellos Clausewitz. La ciencia política de la guerra Filosofía, ejército y pueblo, y Los años 70 a fondo: Guerrilleros, militares y familiares: Reportajes inéditos a los protagonistas de la Argentina violenta.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 6, 2021


 

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