Iba rumbo a Piedritas (Gral. Villegas) a buscar hacienda para el Mercado de Liniers, ya que los propietarios eran de mi pago y tenían campo en esa zona. Habré salido más o menos a esta hora (las 22,00) de Chascomús. Me atacó el sueño (con camión de hacienda el dormir es poco y venía de varios viajes) antes de llegar al ingreso a la calle de tierra hacia el campo; estacioné en la banquina y me acosté en el asiento. Para los que no conocen el tema, este camión no tenía cabina dormitorio (generalmente los camiones para hacienda no tenían, como ahora de fábrica), dormíamos en el asiento. El Mercedes Benz (1114 u 1112) tienen la particularidad, que echando el asiento del conductor hacia atrás y levantando el respaldo del asiento doble lado acompañante, se convierte en una cama donde se duerme muy bien; se pone la almohada contra la puerta y a dormir. No necesité taparme porque todavía estaba templado el clima. Desperté como a las 02,00 de la madrugada, me lavé, puse en marcha el rodado y arranqué; prendí la radio y escuché la marcha militar en ese momento y pegué el grito ¡VAMOS CARAJO! Ya estaba el golpe en marcha (la verdadera historia se encargará de determinar si fue para bien o para acrecentar las miserias y desencuentros). Ayer se cumplieron 45 AÑOS. Toda una vida si se quiere, y mi juventud quedó atrás en el tiempo. Llegué al campo, dudamos en cargar. Fui al pueblo, al destacamento policial, donde había un Sargento a cargo (hoy no recuerdo el nombre), muy buena persona que hacía años que prestaba servicios y ya tenía hasta su familia con él, era el Encargado – Disponible – Chofer – Oficial de Servicio – todo junto y me dijo que no tenía todavía ninguna orden en contrario respecto a como venía desarrollando su tarea y el desplazamiento de hacienda, por lo que me comunique (después de horas de espera. En ese tiempo, había que pedir la comunicación a Larga Distancia) con los propietarios para ver si el Mercado trabajaba, me contestaron que si, a la tarde cargué y partí. Ningún inconveniente en el camino, no me detuvo ningún control. Llegué a la Autopista Dellepiane que conduce hacia Capital desde Ezeiza, pasé retenes militares apostados pero ninguno paraba vehículos, llegué a destino, descargué normalmente y regresé a mi pago. Se respiraba un aire distinto, la PAZ había invadido la vida ciudadana.
Para quienes desconocen parte de la historia, les cuento, que durante los años anteriores, los que transitábamos el norte, era frecuente que nos detuviera algún retén “Militar” para cobrar “Peaje” solamente que estos si bien usaban el Uniforme Verde Oliva, tenían la particularidad de usar…”Zapatillas Flecha” muy pocos calzaban Borceguíes y seguro eran los Jefes; por este detalle uno los reconocía, los verdaderos Militares, no Molestaban, a pesar de estar en época de violencia extrema, por ahí alguno pedía los documentos personales y el manifiesto de carga, pero eran los menos. Anduve dos meses más y luego el gran cambio, el ingreso en Policía.
Se dio una particularidad en esa época, fue el ingreso más numeroso (al igual que al Colegio Militar de la Nación y de Oficiales de Policía en Vucetich) de personal y fuimos, al decir del Doctor Jorge Vicente Schoo, con quien tuve el gusto de dialogar en varias oportunidades mientras esperaba el paso del tren por Puesto 1 (se cerraba la barrera por el paso del tren desde City Bell o Gutiérrez) cuando salía de dictar clases en la Escuela de Oficiales, manejaba un Ford Taunus y me preguntó sobre mi edad, circunstancias personales y comento que esta nueva generación de Suboficiales era el recambio que necesitaba la Institución. Luego supe quien era en realidad, una Leyenda Viva. A partir de ahí, escribiría otra historia completamente distinta y no menos apasionante, la de un Policía de la Provincia de Buenos Aires. Hasta acá, mi recuerdo de aquel 24 de Marzo de 1976.
Patricio R. Anderson
El autor de la nota hace referencia a JORGE VICENTE SCHOO (f) Comisario General de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Nacido en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires, el 16 de febrero de 1920. – Había cursado estudios primarios en Paraná, Entre Ríos, y secundarios en el Colegio Militar de la Nación. Se desempeñó como agente de policía en la campaña de Entre Ríos y Corrientes. Incorporado al Escuadrón de Caballería de la Policía de la provincia de Buenos Aires, ingresó a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, egresando como profesor en el año 1953, cursando posteriormente el doctorado de filosofía. En la docencia actuó como profesor en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Buenos Aires, en distintos institutos de enseñanza media y en la misma Facultad de la que egresó. Alternó la docencia y el estudio con variados destinos en la Policía provincial. Fue director de la Escuela Juan Vucetich y rector-organizador del Liceo Policial, instituto modelo en su género. Hombre que aparte de querido fue muy respetado, al punto que en los años de violencia se daba el lujo de dar clases en la Universidad de La Plata, vistiendo el uniforme policial.
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Por PATRICIO R. ANDERSON.
Iba rumbo a Piedritas (Gral. Villegas) a buscar hacienda para el Mercado de Liniers, ya que los propietarios eran de mi pago y tenían campo en esa zona. Habré salido más o menos a esta hora (las 22,00) de Chascomús. Me atacó el sueño (con camión de hacienda el dormir es poco y venía de varios viajes) antes de llegar al ingreso a la calle de tierra hacia el campo; estacioné en la banquina y me acosté en el asiento. Para los que no conocen el tema, este camión no tenía cabina dormitorio (generalmente los camiones para hacienda no tenían, como ahora de fábrica), dormíamos en el asiento. El Mercedes Benz (1114 u 1112) tienen la particularidad, que echando el asiento del conductor hacia atrás y levantando el respaldo del asiento doble lado acompañante, se convierte en una cama donde se duerme muy bien; se pone la almohada contra la puerta y a dormir. No necesité taparme porque todavía estaba templado el clima. Desperté como a las 02,00 de la madrugada, me lavé, puse en marcha el rodado y arranqué; prendí la radio y escuché la marcha militar en ese momento y pegué el grito ¡VAMOS CARAJO! Ya estaba el golpe en marcha (la verdadera historia se encargará de determinar si fue para bien o para acrecentar las miserias y desencuentros). Ayer se cumplieron 45 AÑOS. Toda una vida si se quiere, y mi juventud quedó atrás en el tiempo. Llegué al campo, dudamos en cargar. Fui al pueblo, al destacamento policial, donde había un Sargento a cargo (hoy no recuerdo el nombre), muy buena persona que hacía años que prestaba servicios y ya tenía hasta su familia con él, era el Encargado – Disponible – Chofer – Oficial de Servicio – todo junto y me dijo que no tenía todavía ninguna orden en contrario respecto a como venía desarrollando su tarea y el desplazamiento de hacienda, por lo que me comunique (después de horas de espera. En ese tiempo, había que pedir la comunicación a Larga Distancia) con los propietarios para ver si el Mercado trabajaba, me contestaron que si, a la tarde cargué y partí. Ningún inconveniente en el camino, no me detuvo ningún control. Llegué a la Autopista Dellepiane que conduce hacia Capital desde Ezeiza, pasé retenes militares apostados pero ninguno paraba vehículos, llegué a destino, descargué normalmente y regresé a mi pago. Se respiraba un aire distinto, la PAZ había invadido la vida ciudadana.
Para quienes desconocen parte de la historia, les cuento, que durante los años anteriores, los que transitábamos el norte, era frecuente que nos detuviera algún retén “Militar” para cobrar “Peaje” solamente que estos si bien usaban el Uniforme Verde Oliva, tenían la particularidad de usar…”Zapatillas Flecha” muy pocos calzaban Borceguíes y seguro eran los Jefes; por este detalle uno los reconocía, los verdaderos Militares, no Molestaban, a pesar de estar en época de violencia extrema, por ahí alguno pedía los documentos personales y el manifiesto de carga, pero eran los menos. Anduve dos meses más y luego el gran cambio, el ingreso en Policía.
Se dio una particularidad en esa época, fue el ingreso más numeroso (al igual que al Colegio Militar de la Nación y de Oficiales de Policía en Vucetich) de personal y fuimos, al decir del Doctor Jorge Vicente Schoo, con quien tuve el gusto de dialogar en varias oportunidades mientras esperaba el paso del tren por Puesto 1 (se cerraba la barrera por el paso del tren desde City Bell o Gutiérrez) cuando salía de dictar clases en la Escuela de Oficiales, manejaba un Ford Taunus y me preguntó sobre mi edad, circunstancias personales y comento que esta nueva generación de Suboficiales era el recambio que necesitaba la Institución. Luego supe quien era en realidad, una Leyenda Viva. A partir de ahí, escribiría otra historia completamente distinta y no menos apasionante, la de un Policía de la Provincia de Buenos Aires. Hasta acá, mi recuerdo de aquel 24 de Marzo de 1976.
Patricio R. Anderson
El autor de la nota hace referencia a JORGE VICENTE SCHOO (f) Comisario General de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Nacido en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires, el 16 de febrero de 1920. – Había cursado estudios primarios en Paraná, Entre Ríos, y secundarios en el Colegio Militar de la Nación. Se desempeñó como agente de policía en la campaña de Entre Ríos y Corrientes. Incorporado al Escuadrón de Caballería de la Policía de la provincia de Buenos Aires, ingresó a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, egresando como profesor en el año 1953, cursando posteriormente el doctorado de filosofía. En la docencia actuó como profesor en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Buenos Aires, en distintos institutos de enseñanza media y en la misma Facultad de la que egresó. Alternó la docencia y el estudio con variados destinos en la Policía provincial. Fue director de la Escuela Juan Vucetich y rector-organizador del Liceo Policial, instituto modelo en su género. Hombre que aparte de querido fue muy respetado, al punto que en los años de violencia se daba el lujo de dar clases en la Universidad de La Plata, vistiendo el uniforme policial.
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 25, 2021