Las banderas se han originado en el mundo por necesidades guerreras. Diferentes razas, distintos pueblos, huestes enfrentadas han precisado símbolos que convoquen e identifiquen a sus individuos. Una larga evolución, desde los animales sagrados pintados sobre paños con que se reconocían tribus del antiguo Egipto, las águilas persas, los colores de las doce tribus de Israel, las palomas asirias hasta el monograma de Cristo pintado por Constantino en los emblemas romanos. Una necesidad militar fue también la que le mostró a Belgrano la necesidad de enarbolar bandera propia, que muestre cuáles somos nosotros, de qué lado estamos, cuál es nuestro bando. Pero las banderas en todo el mundo -superando su primitiva función militar- han pasado a representar a las naciones. Todo un pueblo, todo un conjunto de individuos que aceptan una tarea a realizar en común y que aspiran a un común destino, que eso es una nación, se simboliza, se representa por medio de su bandera. Belgrano enarboló bandera y tenía derecho a hacerlo: aspirábamos a ser nación y estábamos demostrando tener méritos para ese honor. Ahora los argentinos, muchas veces desunidos, desalentados, parecemos no ser un pueblo capaz de organizarnos adecuadamente.
Si a través de muchos años seguimos sin solucionar problemas cruciales, no estaremos mostrando la nación que merecemos y la de enarbolar con orgullo y en unión nuestra bandera nacional. Las naciones tienen siempre un desafío por delante, la obligación de superar las dificultades que se presenten. Atendamos los reclamos que desde hace tiempo se plantean, les demos las mejores soluciones posibles y, entonces sí, nos sentiremos merecedores de celebrar a la bandera que nos identifica como nación. La bandera, en sí misma, es una invitación a recordar el pasado, un pasado común, un pasado conjunto, un pasado de nosotros y de nuestros abuelos, que es el pasado de la patria, un pasado con hechos luminosos como fueron las gestas militares y cívicas de nuestros próceres, y también un pasado de dolores, con enfrentamientos entre hermanos, con luchas acerbas, con incomprensiones, con derrotas. Los dolores, los errores, los desaciertos, los desencuentros, las derrotas, no deben olvidarse nunca, para que nos sirvan de lección que nos enseñe a acertar con el buen camino uniéndonos en la acción común. Y al evaluar el pasado, entender que la bandera que nos cobija reúne en sí las mejores tradiciones, que nos empuja a procurar el bien de la patria. Que somos la continuación de una empresa -una empresa que la bandera resume y simboliza- que tiene un destino a cumplir para alcanzar el bien de sus hijos!
Por Jorge B. Lobo Aragón.
Opinión
Las banderas se han originado en el mundo por necesidades guerreras. Diferentes razas, distintos pueblos, huestes enfrentadas han precisado símbolos que convoquen e identifiquen a sus individuos. Una larga evolución, desde los animales sagrados pintados sobre paños con que se reconocían tribus del antiguo Egipto, las águilas persas, los colores de las doce tribus de Israel, las palomas asirias hasta el monograma de Cristo pintado por Constantino en los emblemas romanos. Una necesidad militar fue también la que le mostró a Belgrano la necesidad de enarbolar bandera propia, que muestre cuáles somos nosotros, de qué lado estamos, cuál es nuestro bando. Pero las banderas en todo el mundo -superando su primitiva función militar- han pasado a representar a las naciones. Todo un pueblo, todo un conjunto de individuos que aceptan una tarea a realizar en común y que aspiran a un común destino, que eso es una nación, se simboliza, se representa por medio de su bandera. Belgrano enarboló bandera y tenía derecho a hacerlo: aspirábamos a ser nación y estábamos demostrando tener méritos para ese honor. Ahora los argentinos, muchas veces desunidos, desalentados, parecemos no ser un pueblo capaz de organizarnos adecuadamente.
Si a través de muchos años seguimos sin solucionar problemas cruciales, no estaremos mostrando la nación que merecemos y la de enarbolar con orgullo y en unión nuestra bandera nacional. Las naciones tienen siempre un desafío por delante, la obligación de superar las dificultades que se presenten. Atendamos los reclamos que desde hace tiempo se plantean, les demos las mejores soluciones posibles y, entonces sí, nos sentiremos merecedores de celebrar a la bandera que nos identifica como nación. La bandera, en sí misma, es una invitación a recordar el pasado, un pasado común, un pasado conjunto, un pasado de nosotros y de nuestros abuelos, que es el pasado de la patria, un pasado con hechos luminosos como fueron las gestas militares y cívicas de nuestros próceres, y también un pasado de dolores, con enfrentamientos entre hermanos, con luchas acerbas, con incomprensiones, con derrotas. Los dolores, los errores, los desaciertos, los desencuentros, las derrotas, no deben olvidarse nunca, para que nos sirvan de lección que nos enseñe a acertar con el buen camino uniéndonos en la acción común. Y al evaluar el pasado, entender que la bandera que nos cobija reúne en sí las mejores tradiciones, que nos empuja a procurar el bien de la patria. Que somos la continuación de una empresa -una empresa que la bandera resume y simboliza- que tiene un destino a cumplir para alcanzar el bien de sus hijos!
JORGE B. LOBO ARAGÓN
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 17, 2017
Related Posts
MI ABUELO
“…Mi Abuelo… Por JORGE B. LOBO [...]
Amigos…
Por JORGE LOBO ARAGÓN. Mientras nos deleitábamos [...]
Las Estrellas y la Esperanza
Por JORGE BERNABE LOBO ARAGON· Esta ilusión [...]