Más de veinte mil vidas ha cobrado la guerra entre Nigeria y Boko Haram (el Estado Islámico en África Occidental) Mayormente, la campaña de terror de Boko Haram y la respuesta por parte de los militares nigerianos ha involucrado en actividad bélica a otras dos millones de personas. En el año 2014, Boko Haram superaba al Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS) y a Al Qaeda -era la organización terrorista más poderosa del mundo, como agrupación militante no estatal, la más más mortal del mundo- en muertes, alrededor de 6.700 asesinatos.
Durante el pasado año, el Estado Nigeriano recibió ayuda militar del gobierno de los Estados Unidos y logro desplazar al grupo terrorista de áreas que tenían controladas. El presidente nigeriano anunció a comienzos de este año que habían derrotado (técnicamente) a los guerrilleros extremistas, aunque se sospecha que solo se trata de una división, una disputa interna entre líderes terroristas. Esto llevó a casi mil militantes a desertar, por lo que se estableció un campo de readaptación y reinserción a la sociedad para ellos. Las dudas salen a la superficie cuando se trata de si realmente terroristas pueden ser rehabilitados, si las víctimas o familiares de víctimas los aceptaran o si un nuevo gobierno estaría de acuerdo con continuar con el programa. Si bien en algunos lugares, la sociedad ha demostrado su acuerdo a la idea, en otros sectores pareciera no ser bien vista, ya que el 80 por ciento de la población en el sur del país afirma que esto no funcionará. Una abrumadora mayoría directamente se niega a compartir lugares de trabajos con terroristas arrepentidos.
Lo cierto es que estos ex militantes cometieron secuestros, violaciones, torturas y asesinatos, y aun mostrando su arrepentimiento quedarían sin purgar penas, lo que es injusto para una gran porción de nigerianos.
Los extremistas desleales caminan sobre el fuego. Lógicamente, nadie quiere a un asesino a sus espaldas cavando un pozo con una pala en las manos, recibir eventuales ordenes en un banco de quien secuestró niñas en edad escolar o recibir un plato de comida en una cadena de comidas rápidas de manos de quien asesino a su hermano. Tampoco los desertores pueden simpatizar con ese desprecio. Y en el fortuito caso de que Boko Haran se recomponga, y -da miedo pensarlo- tome el poder, las horas de los evadidos están contadas. En todos los casos, no tendrían la misma suerte que en Argentina.
Varios otros obstáculos bloquearían el camino de la reinserción exitosa. En primer lugar, las disputas religiosas no pueden ser solucionadas fácilmente. El Islam es un componente esencial de la vida en el norte de Nigeria, y la sharia ha sido parte del sistema legal formal en el estado de Borno desde 1999. El pensamiento de sus habitantes consideró a la Sharia como una manera de lograr una justa y sociedad menos corrupta.
Por lo tanto, Boko Haram se ha basado en una interpretación específica del Corán para justificar el uso de la violencia, y como resultado los residentes Maiduguri (Estado de Borno) ven a los miembros del grupo como malvados, violentos y mancilladores del Corán. De hecho, tanto los hombres como las mujeres entienden que el Islam no enseña que la violencia soluciona problemas. En segundo lugar, la reintegración de las mujeres y niñas secuestradas serán un punto crítico. Alrededor de 2.000 mujeres y niños fueron secuestrados por Boko Haram desde 2014. Más de 100 de estas mujeres fueron forzadas a llevar a cabo misiones suicidas. En el año 2015 solamente, Boko Haram se atribuyó la responsabilidad de 86 ataques suicidas, 21 de ellos llevaba por niñas menores de 16 años. Debido a las leyes musulmanas en Nigeria, las mujeres se utilizan para ataques suicidas, ya que pueden evitar más fácilmente la detección de explosivos en sus ropas.
Del mismo modo, la reintegración de las mujeres y niñas que han sido abusadas sexualmente por miembros de la organización serán difíciles. Las mujeres y niñas que regresan a sus comunidades embarazadas o con hijos fuera de una unión matrimonial, nacidos como resultado de la violencia sexual, enfrentarán críticas de la sociedad y de sus familias. En definitiva, las mujeres que colaboraron con Boko Haram tanto como las que fueron abusadas por miembros del grupo terrorista, verán un camino sinuoso en el horizonte de esa reinserción social. Es decir, las terroristas no podrán ser -por dar un ejemplo al azar- Ministras de Defensa, ni las víctimas recibirán empatía popular o un guiño de piedad por parte del gobierno.
En último lugar los combatientes desmovilizados de Boko Haram -de reinsertarse a la sociedad- demostrarán que entre lo que conocen, se distingue el manejo de armamentos por lo que podrían ser utilizados en las Fuerzas Armadas o en a policía. Esto, a la vista de los africanos podría causar un conflicto cuando una persona que ha sido integrante de un conjunto que ha atacado al gobierno y a la sociedad -por dar un ejemplo vago- imparta ordenes como Ministro de Seguridad.
Por Fabian Kussman.
Más de veinte mil vidas ha cobrado la guerra entre Nigeria y Boko Haram (el Estado Islámico en África Occidental) Mayormente, la campaña de terror de Boko Haram y la respuesta por parte de los militares nigerianos ha involucrado en actividad bélica a otras dos millones de personas. En el año 2014, Boko Haram superaba al Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS) y a Al Qaeda -era la organización terrorista más poderosa del mundo, como agrupación militante no estatal, la más más mortal del mundo- en muertes, alrededor de 6.700 asesinatos.
Durante el pasado año, el Estado Nigeriano recibió ayuda militar del gobierno de los Estados Unidos y logro desplazar al grupo terrorista de áreas que tenían controladas. El presidente nigeriano anunció a comienzos de este año que habían derrotado (técnicamente) a los guerrilleros extremistas, aunque se sospecha que solo se trata de una división, una disputa interna entre líderes terroristas. Esto llevó a casi mil militantes a desertar, por lo que se estableció un campo de readaptación y reinserción a la sociedad para ellos. Las dudas salen a la superficie cuando se trata de si realmente terroristas pueden ser rehabilitados, si las víctimas o familiares de víctimas los aceptaran o si un nuevo gobierno estaría de acuerdo con continuar con el programa. Si bien en algunos lugares, la sociedad ha demostrado su acuerdo a la idea, en otros sectores pareciera no ser bien vista, ya que el 80 por ciento de la población en el sur del país afirma que esto no funcionará. Una abrumadora mayoría directamente se niega a compartir lugares de trabajos con terroristas arrepentidos.
Lo cierto es que estos ex militantes cometieron secuestros, violaciones, torturas y asesinatos, y aun mostrando su arrepentimiento quedarían sin purgar penas, lo que es injusto para una gran porción de nigerianos.
Los extremistas desleales caminan sobre el fuego. Lógicamente, nadie quiere a un asesino a sus espaldas cavando un pozo con una pala en las manos, recibir eventuales ordenes en un banco de quien secuestró niñas en edad escolar o recibir un plato de comida en una cadena de comidas rápidas de manos de quien asesino a su hermano. Tampoco los desertores pueden simpatizar con ese desprecio. Y en el fortuito caso de que Boko Haran se recomponga, y -da miedo pensarlo- tome el poder, las horas de los evadidos están contadas. En todos los casos, no tendrían la misma suerte que en Argentina.
Varios otros obstáculos bloquearían el camino de la reinserción exitosa. En primer lugar, las disputas religiosas no pueden ser solucionadas fácilmente. El Islam es un componente esencial de la vida en el norte de Nigeria, y la sharia ha sido parte del sistema legal formal en el estado de Borno desde 1999. El pensamiento de sus habitantes consideró a la Sharia como una manera de lograr una justa y sociedad menos corrupta.
Por lo tanto, Boko Haram se ha basado en una interpretación específica del Corán para justificar el uso de la violencia, y como resultado los residentes Maiduguri (Estado de Borno) ven a los miembros del grupo como malvados, violentos y mancilladores del Corán. De hecho, tanto los hombres como las mujeres entienden que el Islam no enseña que la violencia soluciona problemas. En segundo lugar, la reintegración de las mujeres y niñas secuestradas serán un punto crítico. Alrededor de 2.000 mujeres y niños fueron secuestrados por Boko Haram desde 2014. Más de 100 de estas mujeres fueron forzadas a llevar a cabo misiones suicidas. En el año 2015 solamente, Boko Haram se atribuyó la responsabilidad de 86 ataques suicidas, 21 de ellos llevaba por niñas menores de 16 años. Debido a las leyes musulmanas en Nigeria, las mujeres se utilizan para ataques suicidas, ya que pueden evitar más fácilmente la detección de explosivos en sus ropas.
Del mismo modo, la reintegración de las mujeres y niñas que han sido abusadas sexualmente por miembros de la organización serán difíciles. Las mujeres y niñas que regresan a sus comunidades embarazadas o con hijos fuera de una unión matrimonial, nacidos como resultado de la violencia sexual, enfrentarán críticas de la sociedad y de sus familias. En definitiva, las mujeres que colaboraron con Boko Haram tanto como las que fueron abusadas por miembros del grupo terrorista, verán un camino sinuoso en el horizonte de esa reinserción social. Es decir, las terroristas no podrán ser -por dar un ejemplo al azar- Ministras de Defensa, ni las víctimas recibirán empatía popular o un guiño de piedad por parte del gobierno.
En último lugar los combatientes desmovilizados de Boko Haram -de reinsertarse a la sociedad- demostrarán que entre lo que conocen, se distingue el manejo de armamentos por lo que podrían ser utilizados en las Fuerzas Armadas o en a policía. Esto, a la vista de los africanos podría causar un conflicto cuando una persona que ha sido integrante de un conjunto que ha atacado al gobierno y a la sociedad -por dar un ejemplo vago- imparta ordenes como Ministro de Seguridad.