Durante mi permanencia en la indigna prisión que conocemos como U 31 del Servicio Penitenciario Federal, a lo largo del tiempo, muy paciente y discretamente tomé apuntes para confeccionar rudimentarios bosquejos. Los hice en forma fraccionada, llegando a encerrarme en las letrinas para registrar algún detalle, que no recordaba. Me preocupaba que mentes calenturientas los vieran y llegara a pensar que eran para preparar una supuesta fuga. Quería que me permitieran mostrar burdamente el sitio donde sufrimos y morimos quienes somos encerrados “al barrer”, en ese mundo paralelo. Llamado cárcel. Todo gracias a la persistente acción de asesinos seriales del pasado, devenidos en “juventud maravillosa” del presente. Estos, apoyados por políticos y miembros del poder judicial corruptos que conformaron la “década ganada”. Y hoy, por los muy hipócritas miembros del CAMBIEMOS, que avalan lo llevado a cabo por sus antecesores, haciendo oídos sordos a nuestros gritos exigiendo justicia. Destacado lugar, en esta muestra sin par de hipocresía y horror lo ocupa la iglesia católica, apostólica romana. Ahora vemos que sin pudor alguno, desclasifican solo para algunos, como si de un secreto se tratara, 3000 pedidos de auxilio del pasado que no quisieron escuchar. Mientras entierran y hacen desaparecer, seguramente para repetir lo mismo en 40 años más, los que proferimos hoy, juntamente con nuestras queridas y abnegadas familias, al tiempo que nos desangramos y morimos en las garras de la iniquidad.
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LOS QUE YA MURIERON
Por este mismo sitio y por estas camas, pasaron muchos de los que ya murieron y seguramente muchos de los ocupantes de hoy lo haremos en un futuro no muy lejano. Nuestro cuerpo caerá y desaparecerá, pero mientras tanto, nuestra moral y nuestro espíritu siempre permanecerán de pie. Hoy, en estos burdos trazos con pretensión de bosquejo muestro el pasillo central de la prisión. Este con un largo de más de 80 metros y un acho de casi 3, con iluminación artificial las 24 horas del día, es el lugar donde todos salimos a ver qué pasa, sabiendo que nada puede pasar. El encierro en este mundo paralelo tiene una rutina muy corta y persistente. En ella nos podemos enfermar o enloquecer, pero también acostumbrar y luego llegar a extrañar. Si regresamos al hogar, nos damos cuenta de la atrofia mental que sufrimos. En casa todo nos sobra, nos desborda y casi nos apabulla. Tenemos que volver a readaptarnos.
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A LA MISMA HORA EN EL MISMO LUGAR
Así al memorizar detalles para volcar al papel, pude comprobar que las mismas personas, sean prisioneros o guardias, casi a la misma hora día tras día, está en el mismo lugar haciendo exactamente lo mismo que en la víspera. En este pasillo nos formamos y guardamos un minuto de silencio cada vez que un prisionero muere. Generalmente es ruidoso, se ríe y conversa, se transita para armar las mesas en el salón de visitas, ir a la peluquería enfermería, entregar un escrito o visitar a otro prisionero ocupante de algún pabellón vecino. Por él transita 2 veces diarias el carro de la comida (UNO) empujado por un gendarme de apellido MENDEZ, verdadero fisicoculturista con más de 8 años en prisión preventiva. También 2 veces por semana los de la proveeduría, a donde compramos complementos que mejoren o saboricen el menú carcelario. Algunos lo utilizan para fumar y otros para leer en soledad. Sus paredes son blancas de ladrillos rasados, y rejas y puertas color negro. Posee un tándem de 6 sillas de fibra y un banco de madera tipo iglesia, donde funciona la “radio pasillo” (chismes y noticias que en su mayoría no llegan a ser ciertas). También comparten el lugar algunos matafuegos y envases de 300 litros para los residuos, ambos con ruedas. Como el resto de la prisión tiene goteras por lo que los días de lluvia se agregan baldes al paisaje para paliar la incomodidad de las mismas.
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DE PUNTA A PUNTA
Se ingresa por un extremo a través de una amplia puerta de 2 hojas con chapones atornillados para evitar la visión, desde la Cárcel de mujeres de la cual somos un anexo. De inmediato se llega a los pabellones 7 y 8. Trasponiendo rejas, le siguen el 5 y el 6, y en sus proximidades se encuentra la mesa donde comen, toman mate, ven TV y vigila el personal de guardia. (DOS). Luego siguen en forma descendente y siempre separados por rejas, los pabellones 3 y 4 (TRES) y 1 y 2, para finalmente llegar al otro extremo del pasillo donde al fondo a la izquierda, se encuentra el que yo ocupara. Conocido como: “el barrio chino”, que lleva el número 19 (CUATRO). Es dominado por la conocida “pecera” de control destacable por su altura, formato octogonal y una puerta de acceso diferente ya que tiene 24 pequeños vidrios repartidos. Desde ella también se domina la sala de visitas conocida por las pretenciosas siglas SUM, a la que se ingresa por una puerta que enfrenta a la del pabellón antes mencionado… CONTINUARÁ
EL PASILLO CENTRAL
Durante mi permanencia en la indigna prisión que conocemos como U 31 del Servicio Penitenciario Federal, a lo largo del tiempo, muy paciente y discretamente tomé apuntes para confeccionar rudimentarios bosquejos. Los hice en forma fraccionada, llegando a encerrarme en las letrinas para registrar algún detalle, que no recordaba. Me preocupaba que mentes calenturientas los vieran y llegara a pensar que eran para preparar una supuesta fuga. Quería que me permitieran mostrar burdamente el sitio donde sufrimos y morimos quienes somos encerrados “al barrer”, en ese mundo paralelo. Llamado cárcel. Todo gracias a la persistente acción de asesinos seriales del pasado, devenidos en “juventud maravillosa” del presente. Estos, apoyados por políticos y miembros del poder judicial corruptos que conformaron la “década ganada”. Y hoy, por los muy hipócritas miembros del CAMBIEMOS, que avalan lo llevado a cabo por sus antecesores, haciendo oídos sordos a nuestros gritos exigiendo justicia. Destacado lugar, en esta muestra sin par de hipocresía y horror lo ocupa la iglesia católica, apostólica romana. Ahora vemos que sin pudor alguno, desclasifican solo para algunos, como si de un secreto se tratara, 3000 pedidos de auxilio del pasado que no quisieron escuchar. Mientras entierran y hacen desaparecer, seguramente para repetir lo mismo en 40 años más, los que proferimos hoy, juntamente con nuestras queridas y abnegadas familias, al tiempo que nos desangramos y morimos en las garras de la iniquidad.
LOS QUE YA MURIERON
Por este mismo sitio y por estas camas, pasaron muchos de los que ya murieron y seguramente muchos de los ocupantes de hoy lo haremos en un futuro no muy lejano. Nuestro cuerpo caerá y desaparecerá, pero mientras tanto, nuestra moral y nuestro espíritu siempre permanecerán de pie. Hoy, en estos burdos trazos con pretensión de bosquejo muestro el pasillo central de la prisión. Este con un largo de más de 80 metros y un acho de casi 3, con iluminación artificial las 24 horas del día, es el lugar donde todos salimos a ver qué pasa, sabiendo que nada puede pasar. El encierro en este mundo paralelo tiene una rutina muy corta y persistente. En ella nos podemos enfermar o enloquecer, pero también acostumbrar y luego llegar a extrañar. Si regresamos al hogar, nos damos cuenta de la atrofia mental que sufrimos. En casa todo nos sobra, nos desborda y casi nos apabulla. Tenemos que volver a readaptarnos.
A LA MISMA HORA EN EL MISMO LUGAR
Así al memorizar detalles para volcar al papel, pude comprobar que las mismas personas, sean prisioneros o guardias, casi a la misma hora día tras día, está en el mismo lugar haciendo exactamente lo mismo que en la víspera. En este pasillo nos formamos y guardamos un minuto de silencio cada vez que un prisionero muere. Generalmente es ruidoso, se ríe y conversa, se transita para armar las mesas en el salón de visitas, ir a la peluquería enfermería, entregar un escrito o visitar a otro prisionero ocupante de algún pabellón vecino. Por él transita 2 veces diarias el carro de la comida (UNO) empujado por un gendarme de apellido MENDEZ, verdadero fisicoculturista con más de 8 años en prisión preventiva. También 2 veces por semana los de la proveeduría, a donde compramos complementos que mejoren o saboricen el menú carcelario. Algunos lo utilizan para fumar y otros para leer en soledad. Sus paredes son blancas de ladrillos rasados, y rejas y puertas color negro. Posee un tándem de 6 sillas de fibra y un banco de madera tipo iglesia, donde funciona la “radio pasillo” (chismes y noticias que en su mayoría no llegan a ser ciertas). También comparten el lugar algunos matafuegos y envases de 300 litros para los residuos, ambos con ruedas. Como el resto de la prisión tiene goteras por lo que los días de lluvia se agregan baldes al paisaje para paliar la incomodidad de las mismas.
DE PUNTA A PUNTA
Se ingresa por un extremo a través de una amplia puerta de 2 hojas con chapones atornillados para evitar la visión, desde la Cárcel de mujeres de la cual somos un anexo. De inmediato se llega a los pabellones 7 y 8. Trasponiendo rejas, le siguen el 5 y el 6, y en sus proximidades se encuentra la mesa donde comen, toman mate, ven TV y vigila el personal de guardia. (DOS). Luego siguen en forma descendente y siempre separados por rejas, los pabellones 3 y 4 (TRES) y 1 y 2, para finalmente llegar al otro extremo del pasillo donde al fondo a la izquierda, se encuentra el que yo ocupara. Conocido como: “el barrio chino”, que lleva el número 19 (CUATRO). Es dominado por la conocida “pecera” de control destacable por su altura, formato octogonal y una puerta de acceso diferente ya que tiene 24 pequeños vidrios repartidos. Desde ella también se domina la sala de visitas conocida por las pretenciosas siglas SUM, a la que se ingresa por una puerta que enfrenta a la del pabellón antes mencionado… CONTINUARÁ