El caudillismo era un sistema de liderazgo y poder político basado en la lealtad a un “hombre fuerte”. Surgió en América Latina tras la era de la descolonización de España (1810-1825), cuando todos los países menos dos (Cuba y Puerto Rico) se convirtieron en naciones independientes. Se concedieron tierras a ex miembros del ejército como recompensa por sus servicios, y terminaron en manos de poderosos jefes locales o caudillos.
El caudillismo era un sistema de liderazgo algo informal que giraba en torno a una relación paternalista entre las fuerzas militares aficionadas y un líder, a quien eran leales y que sostenía el poder a través de su fuerte personalidad o carisma. Debido al vacío de poder dejado por la retirada de las fuerzas coloniales, en estas repúblicas recién independizadas se habían establecido pocas reglas formales de gobierno. Los caudillos aprovecharon este vacío, declarándose líderes. El caudillismo estaba fuertemente asociado con la militarización de la política, y muchos caudillos eran ex comandantes militares que derivaron su prestigio y seguimiento de las guerras de independencia y las disputas que estallaron durante el período de inestabilidad posterior a los tratados que pusieron fin a las hostilidades formales. La gente se mantuvo leal a los caudillos debido a su capacidad para protegerlos.
El caudillismo no está asociado a una ideología política específica. Algunos caudillos eran egoístas, retrógrados, autoritarios y antiintelectuales, mientras que otros eran progresistas y reformistas. Algunos caudillos abolieron la esclavitud, instituyeron estructuras educativas, construyeron ferrocarriles y otros sistemas de transporte. No obstante, todos los caudillos eran líderes autoritarios. Algunos historiadores se refieren a los caudillos como “populistas” porque, aunque toleraban poca disidencia, por lo general eran carismáticos y mantenían el poder repartiendo recompensas a quienes permanecían leales.
Juan Manuel de Rosas es considerado el caudillo latinoamericano por excelencia del siglo XIX. De una rica familia ganadera, comenzó su carrera política en el ejército. Lanzó una guerra de guerrillas contra el gobierno en 1828, y finalmente asaltó Buenos Aires, respaldado por un ejército de gauchos (vaqueros) y campesinos. En un momento colaboró con otro afamado caudillo argentino conocido por su naturaleza tiránica, Juan Facundo Quiroga, sujeto de una famosa biografía de Domingo Sarmiento, quien llegaría a ocupar el cargo de presidente de Argentina a finales del siglo XIX.
Rosas gobernó con mano de hierro desde 1829 hasta 1854, controlando la prensa y encarcelando, exiliando o matando a sus oponentes. Usó una fuerza de policía secreta para intimidar y exigió exhibiciones públicas de su imagen, tácticas que imitarían muchos dictadores del siglo XX (como Rafael Trujillo). Rosas pudo mantener el poder en gran parte gracias al apoyo económico extranjero de Europa.
El general mexicano Antonio López de Santa Anna practicó un tipo similar de caudillismo autoritario. Se desempeñó como presidente de México 11 veces entre 1833 y 1855 (seis veces oficialmente y cinco veces extraoficialmente), y era conocido por sus cambiantes lealtades. Primero luchó por España en la Guerra de Independencia de México, y luego cambió de bando. Santa Anna presidió las fuerzas mexicanas cuando España intentó reconquistar México en 1829, durante una rebelión de los colonos blancos en Texas en 1836 (momento en el que declararon su independencia de México) y durante la Guerra México-Estadounidense.
El venezolano José Antonio Páez también es considerado un importante caudillo del siglo XIX. Comenzó como peón de un rancho en los llanos de Venezuela, adquiriendo rápidamente tierras y ganado. En 1810, se unió al movimiento independentista sudamericano de Simón Bolívar, liderando un grupo de ganaderos y finalmente se convirtió en el comandante en jefe venezolano. En 1826, encabezó una rebelión contra la Gran Colombia —una república de corta duración (1819-1830) dirigida por Bolívar que incluía a las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá — y Venezuela finalmente se separó, con Páez designado como presidente. Ocupó el poder en Venezuela de 1830 a 1848 (aunque no siempre con el título de presidente), durante un período de paz y relativa prosperidad, y luego se vio obligado a exiliarse. Volvió a gobernar desde 1861 hasta 1863 como un dictador represivo, tiempo después del cual fue exiliado hasta su muerte.
En contraste con el caudillismo autoritario, otros caudillos de América Latina ganaron y mantuvieron el poder a través del populismo. José Gaspar Rodríguez de Francia gobernó Paraguay desde 1811 hasta su muerte en 1840. Francia abogó por un Paraguay económicamente soberano. Además, mientras otros líderes se enriquecían con tierras que antes pertenecían a los españoles o a la Iglesia que volvieron al gobierno, Francia las alquilaba por una tarifa nominal a nativos y campesinos. Francia utilizó su autoridad para reorganizar la sociedad de acuerdo con las demandas de los pobres. Si bien la Iglesia y la élite se oponían a las políticas de Francia, disfrutó de una amplia popularidad entre las masas y la economía de Paraguay prosperó durante su gobierno.
En la década de 1860, los británicos, temiendo la independencia económica de Paraguay, financiaron una guerra contra Paraguay y contrataron los servicios de Argentina, Brasil y Uruguay. Lamentablemente, los logros de Paraguay bajo Francia fueron borrados.
Manuel Isidoro Belzú, quien gobernó Bolivia desde 1848 hasta 1855, practicó un tipo de caudillismo similar al de Francia. Abogó por los pobres e indígenas, tratando de proteger los recursos naturales de Bolivia de las potencias europeas, a saber, Gran Bretaña. En el proceso, se ganó muchos enemigos, particularmente de la clase “criolla” urbana rica. Dejó el cargo voluntariamente en 1855, pero en 1861 consideró postularse nuevamente para presidente; nunca tuvo la oportunidad, ya que fue asesinado por uno de sus muchos rivales.
El caudillismo no era un sistema político sostenible por varias razones, principalmente porque su asociación con el autoritarismo generaba oposición de manera inherente y porque chocaba con los ideales del liberalismo, la libertad de expresión y una economía de libre mercado del siglo XIX. El caudillismo también continuó con el estilo dictatorial de gobierno al que habían sido sometidos los latinoamericanos durante el colonialismo europeo. El surgimiento generalizado del caudillismo pospuso e impidió la construcción de instituciones sociales responsables ante la ciudadanía y gestionadas por expertos capaces: legisladores, intelectuales, empresarios.
A pesar de que el caudillismo floreció a mediados del siglo XIX, algunos historiadores también se refieren a los líderes latinoamericanos del siglo XX, como Fidel Castro, Rafael Trujillo, Juan Perón o Hugo Chávez, como caudillos.
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El caudillismo era un sistema de liderazgo y poder político basado en la lealtad a un “hombre fuerte”. Surgió en América Latina tras la era de la descolonización de España (1810-1825), cuando todos los países menos dos (Cuba y Puerto Rico) se convirtieron en naciones independientes. Se concedieron tierras a ex miembros del ejército como recompensa por sus servicios, y terminaron en manos de poderosos jefes locales o caudillos.
El caudillismo era un sistema de liderazgo algo informal que giraba en torno a una relación paternalista entre las fuerzas militares aficionadas y un líder, a quien eran leales y que sostenía el poder a través de su fuerte personalidad o carisma. Debido al vacío de poder dejado por la retirada de las fuerzas coloniales, en estas repúblicas recién independizadas se habían establecido pocas reglas formales de gobierno. Los caudillos aprovecharon este vacío, declarándose líderes. El caudillismo estaba fuertemente asociado con la militarización de la política, y muchos caudillos eran ex comandantes militares que derivaron su prestigio y seguimiento de las guerras de independencia y las disputas que estallaron durante el período de inestabilidad posterior a los tratados que pusieron fin a las hostilidades formales. La gente se mantuvo leal a los caudillos debido a su capacidad para protegerlos.
El caudillismo no está asociado a una ideología política específica. Algunos caudillos eran egoístas, retrógrados, autoritarios y antiintelectuales, mientras que otros eran progresistas y reformistas. Algunos caudillos abolieron la esclavitud, instituyeron estructuras educativas, construyeron ferrocarriles y otros sistemas de transporte. No obstante, todos los caudillos eran líderes autoritarios. Algunos historiadores se refieren a los caudillos como “populistas” porque, aunque toleraban poca disidencia, por lo general eran carismáticos y mantenían el poder repartiendo recompensas a quienes permanecían leales.
Juan Manuel de Rosas es considerado el caudillo latinoamericano por excelencia del siglo XIX. De una rica familia ganadera, comenzó su carrera política en el ejército. Lanzó una guerra de guerrillas contra el gobierno en 1828, y finalmente asaltó Buenos Aires, respaldado por un ejército de gauchos (vaqueros) y campesinos. En un momento colaboró con otro afamado caudillo argentino conocido por su naturaleza tiránica, Juan Facundo Quiroga, sujeto de una famosa biografía de Domingo Sarmiento, quien llegaría a ocupar el cargo de presidente de Argentina a finales del siglo XIX.
Rosas gobernó con mano de hierro desde 1829 hasta 1854, controlando la prensa y encarcelando, exiliando o matando a sus oponentes. Usó una fuerza de policía secreta para intimidar y exigió exhibiciones públicas de su imagen, tácticas que imitarían muchos dictadores del siglo XX (como Rafael Trujillo). Rosas pudo mantener el poder en gran parte gracias al apoyo económico extranjero de Europa.
El general mexicano Antonio López de Santa Anna practicó un tipo similar de caudillismo autoritario. Se desempeñó como presidente de México 11 veces entre 1833 y 1855 (seis veces oficialmente y cinco veces extraoficialmente), y era conocido por sus cambiantes lealtades. Primero luchó por España en la Guerra de Independencia de México, y luego cambió de bando. Santa Anna presidió las fuerzas mexicanas cuando España intentó reconquistar México en 1829, durante una rebelión de los colonos blancos en Texas en 1836 (momento en el que declararon su independencia de México) y durante la Guerra México-Estadounidense.
El venezolano José Antonio Páez también es considerado un importante caudillo del siglo XIX. Comenzó como peón de un rancho en los llanos de Venezuela, adquiriendo rápidamente tierras y ganado. En 1810, se unió al movimiento independentista sudamericano de Simón Bolívar, liderando un grupo de ganaderos y finalmente se convirtió en el comandante en jefe venezolano. En 1826, encabezó una rebelión contra la Gran Colombia —una república de corta duración (1819-1830) dirigida por Bolívar que incluía a las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá — y Venezuela finalmente se separó, con Páez designado como presidente. Ocupó el poder en Venezuela de 1830 a 1848 (aunque no siempre con el título de presidente), durante un período de paz y relativa prosperidad, y luego se vio obligado a exiliarse. Volvió a gobernar desde 1861 hasta 1863 como un dictador represivo, tiempo después del cual fue exiliado hasta su muerte.
En contraste con el caudillismo autoritario, otros caudillos de América Latina ganaron y mantuvieron el poder a través del populismo. José Gaspar Rodríguez de Francia gobernó Paraguay desde 1811 hasta su muerte en 1840. Francia abogó por un Paraguay económicamente soberano. Además, mientras otros líderes se enriquecían con tierras que antes pertenecían a los españoles o a la Iglesia que volvieron al gobierno, Francia las alquilaba por una tarifa nominal a nativos y campesinos. Francia utilizó su autoridad para reorganizar la sociedad de acuerdo con las demandas de los pobres. Si bien la Iglesia y la élite se oponían a las políticas de Francia, disfrutó de una amplia popularidad entre las masas y la economía de Paraguay prosperó durante su gobierno.
En la década de 1860, los británicos, temiendo la independencia económica de Paraguay, financiaron una guerra contra Paraguay y contrataron los servicios de Argentina, Brasil y Uruguay. Lamentablemente, los logros de Paraguay bajo Francia fueron borrados.
Manuel Isidoro Belzú, quien gobernó Bolivia desde 1848 hasta 1855, practicó un tipo de caudillismo similar al de Francia. Abogó por los pobres e indígenas, tratando de proteger los recursos naturales de Bolivia de las potencias europeas, a saber, Gran Bretaña. En el proceso, se ganó muchos enemigos, particularmente de la clase “criolla” urbana rica. Dejó el cargo voluntariamente en 1855, pero en 1861 consideró postularse nuevamente para presidente; nunca tuvo la oportunidad, ya que fue asesinado por uno de sus muchos rivales.
El caudillismo no era un sistema político sostenible por varias razones, principalmente porque su asociación con el autoritarismo generaba oposición de manera inherente y porque chocaba con los ideales del liberalismo, la libertad de expresión y una economía de libre mercado del siglo XIX. El caudillismo también continuó con el estilo dictatorial de gobierno al que habían sido sometidos los latinoamericanos durante el colonialismo europeo. El surgimiento generalizado del caudillismo pospuso e impidió la construcción de instituciones sociales responsables ante la ciudadanía y gestionadas por expertos capaces: legisladores, intelectuales, empresarios.
A pesar de que el caudillismo floreció a mediados del siglo XIX, algunos historiadores también se refieren a los líderes latinoamericanos del siglo XX, como Fidel Castro, Rafael Trujillo, Juan Perón o Hugo Chávez, como caudillos.
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 4, 2020