Señor Presidente de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales,
Señores Académicos de Número,
Señores:
Deseo empezar mi exposición bajo este aforismo, que proviene de la antigua cultura china: “Aprender a no aprender”. El dramático año 2001 nos obliga a cambiar.
Estando aquí presentes algunos de mis antiguos compañeros del Liceo Militar “General Belgrano”, del Colegio Militar de la Nación y varios ex-soldados de mis largos años de servicio, permítanme Uds. empezar estas palabras dirigiéndome muy especialmente a ellos, mis grupos de pertenencia, toda vez que siempre los he tenido muy cerca, en el recuerdo.
Esta es una Academia. No es un espacio para opinar. Para opinar hay otros espacios, televisivos, en la prensa, en la radio o en el café de la esquina. Entiendo que aquí tenemos que exponer ideas y demostrarlas, validarlas y falsarlas.
Tenemos conciencia de que el tema que hemos elegido es espinoso. La situación que nos aplasta duele a todos, nos aflige y despierta en nosotros una enorme ansiedad frente al futuro. La “Primera Argentina”, la “Argentina Agropecuaria” es hoy extemporánea, no supimos dinamizar su proyección. Hoy, con todas las dificultades del presente estado de pesadumbre generalizada, del pesimismo anímico y la aflicción, quiero expresarles que es posible una “Segunda Argentina”: la “Argentina Posindustrial”, desde las mismas entrañas de la “Primera Argentina”.
Los soldados hemos sido formados para ser templados en la desgracia. Se nos capacitó para enfrentar, para asumir los conflictos y no para temerles o ignorarlos. Y un conflicto irresuelto y prolongado es el que ha creado esta compleja y profunda crisis que nos abarca y que estalló hace unos meses. Esta crisis -devenida en decadencia- provoca la depresión que hoy somatizamos como conjunto social. Quizás en este estadio podamos decirnos la verdad que ayer nos negábamos.
Quizás la Dirigencia -todos los que estamos en esta sala somos dirigentes- estamos ahora con una mejor actitud para aceptar la realidad impuesta por el estado de necesidad en que nos encontramos. Esa verdad que nos ha sido esquiva, que no quisimos ver…y que sistemáticamente nos hemos negado.
Esta es una Academia de Asuntos Internacionales. ¿Porque estamos tratando un tema aparentemente nacional? Sencillamente porque la grave situación que aflige a los argentinos –en un mundo estrechamente interrelacionado y globalizado- tiene actualmente trascendencia internacional y así lo reconocen los Estados, los Organismos Internacionales, los líderes mundiales y los analistas especializados.
Y ese reconocimiento no tiene razones económicas, a pesar de que esa es la visión mayoritaria entre nosotros. Esa visión es solo un espejismo. Una evasión más de la realidad que nos acosa. Nuestro extravío actual es “estratégico”, abarca a la región y es de origen CULTURAL Y POLÍTICO. Además, vivimos dos “Estados de guerra” que no deberíamos soslayar.
Hay muchos caminos de acceso al tema que nos convoca. Voy a elegir el que he transitado, voy ha elegir el que más conozco. He dedicado casi toda mi vida al estudio de la Estrategia y se que hay poca difusión de ese conocimiento en la clase dirigente argentina. La carencia de una visión de largo plazo tiene estrecha relación con esta inconciencia y con nuestra crisis secular.
La Estrategia de Estado -para decirlo en términos sencillos- ES LA TEORIA DE LA ACCIÓN POLÍTICA. La Política es la Ciencia y el Arte que debe determinar nuestro destino y las grandes líneas de acceso a él. En ese escenario a alcanzar deben estar los objetivos que nos unirían -como Nación- y que direccionan nuestros esfuerzos comunitarios. Nos dan un rumbo. Nada de esto hemos hecho en las últimas décadas. Hicimos ideología. Normalmente no hicimos Política y menos aún Gran Política y su consecuente Gran Estrategia.
El rostro activo de la Política es la Estrategia. Es el empleo del Poder en la maniobra estratégica -que opera bajo dirección política- hacia el escenario a lograr, considerando que todo cuerpo vivo -como lo es la Nación o como lo es una persona- al accionar, al hacer camino, tendrá oposición: habrá normalmente una voluntad inteligente que reacciona en oposición.
Allí aparece conflicto. El principal objeto de la ciencia y del arte estratégico es el de eludir, superar o ganar los conflictos que se oponen en el camino a un futuro que -en nuestro caso- no nos hemos propuesto.
La Estrategia, como arte, no se transfiere. Se cultiva. Por eso decimos que no hay Estrategias, sino Estrategas y que éstos deben tener conciencia de la realidad en la que operan. Si no hay Estrategia hay acción sin dirección: hay tácticas y procedimientos que aún en la victoria fáctica, no podrán sublimarla a nivel Político.
Carecemos de una estrategia “de mínima” porque la Política no define nuestro Destino. Carecemos de objetivos políticos y consecuentemente vivimos en total “incertidumbre”. Adolecemos -no tenemos conciencia- de la percepción de la realidad, de la verdad que nos circunda. Por lo tanto nuestra incertidumbre se enanca en “falacias” utópicas. Y de la utopía surge el “mito”.
Repito: no tenemos “estrategias de mínima”. Para que haya Estrategia debemos establecer los objetivos del largo plazo y sus prioridades. Ello nos llevará a la esencia de las cosas y a percibir lo global y lo sustantivo, a calibrar los “riesgos y amenazas” y lograr disuadir al eventual enemigo. Habrá Paz. La mera acción arbitraria sin dirección- nos lleva al fracaso, al desánimo, a la desesperanza y a lo que es más grave: a vivir en el espejismo del “relato”. Es la Argentina en sus ciclos ociosos de permanente retroceso.
La Estrategia no se ocupa de los procedimientos. Se ocupa de lo central, de lo sustantivo, de lo esencial, de la creación de la maniobra para avanzar hacia el futuro, hacia los objetivos comunitarios, sin ignorar el conflicto.
¿Que nos ha pasado a lo largo del último siglo? Habíamos llegado al Primer Centenario en 1910 como “granero del mundo”, a la cabeza de Iberoamérica, para alcanzar hoy un estadio de desesperanzas y miserias… Una respuesta a este interrogante nos lleva a una primera Tesis, que pasamos a enunciar.
La Argentina originaria fue la de los “Bravos Granaderos” o de “Los Infernales de Güemes”, que lucharon para dar libertad e independencia sin pedir nada a cambio. ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Dónde están hoy los “tauras” y “malevos” del viejo Buenos Aires? ¿Qué es lo que ha cambiado en aquella Argentina inicial, sin Estado -es decir sin instituciones-, sin economía, con una población dispersa en islotes distanciados, pero fuerte en su identidad cultural,en su ánimo generoso y valiente, en su perfil tradicional hispano-criollo y católico…
Hemos llegado a esta Argentina que no sabe adónde va, que no conoce su destino porque no sabe quién es, con líderes que temen al conflicto y lo niegan en las plazas públicas, al punto de que un reciente Presidente de la República expresó que no teníamos “hipótesis” de conflicto, con lo cual daba por muerta a la Nación Argentina. Solo los muertos no tienen conflictos y nosotros hoy, no solo somatizamos la crisis del año pasado, sino dos posguerras que debieran ser el motor para nuestro renacimiento. Pero estas guerras son negadas u omitidas…Eso es cobardía.
Algo nos ha ocurrido. Algo que no se ve con los ojos del cuerpo, pero que tenemos que percibir, abarcar, comprender… para superar el problema. Debemos atacar a la crisis-decadencia en su raíz, en su origen…en su profundidad y no en sus consecuencias superficiales.
Vivimos los efectos de una crisis prolongada, de una crisis-decadencia cultural-política y de sus consecuencias: una aguda depresión socioeconómica. Indudablemente, son tiempos duros, durísimos. Tenemos miseria en un país naturalmente rico. Desocupados donde todo está por hacerse. Emigración en un país vacío. Hambre en “el granero del mundo”. En un país bendecido por Dios con todos los climas, con montañas, pampas, mares, bosques, con enormes ríos… y con gente hambrienta, durmiendo en las calles.
Un país con Premios Nobel y creador de tecnologías de punta no ha logrado integrar su industria, no se anima a competir…, pide y no da…, siempre culpa a otros de sus desgracias…, de sus propios y gruesos errores inspirados en teorías conspirativas o muertas.
¿Qué nos pasó? Hablamos todo el día de dinero, de desarrollo económico. Nadie habla dedesarrollo político,nadie habla de nuestra cultura extraviada. Le dedicamos toda la tinta de los diarios y todos los minutos de la televisión al problema financiero y fiscal y no se aborda el origen de nuestros problemas, sino de sus consecuencias y.…reitero, si no corregimos la causa de la crisis, no salimos de la crisis.
La crisis permanente -irresuelta- continuará agravándose constantemente, llevándonos a la disgregación violenta de una sociedad corrompida. Si seguimos mirándonos el ombligo, sin asimilar la triste experiencia que hemos acumulado a través los graves errores cometidos, que no asumimos, difícilmente llegaremos a entender que no hemos “APRENDIDO A NO APRENDER”, como lo dice la sabiduría china.
¿Qué nos pasó?… De la cultura fuerte, expansiva, generosa, segura de sí misma de aquel tiempo fundacional, de aquellos varones culturalmente Españoles-Augsburgos como quien preside esta sala, el General don José Francisco de San Martín y Matorras, pasamos progresivamente a la cultura débil, contractiva, egoísta y pedigüeña. Pasamos desde la actitud centrífuga a la centrípeta. De pedir deberes a exigir derechos.
Sentada sobre una economía natural intacta, sobre su inmensa riqueza…. vestida con los jirones de sus harapos, la Argentina, en las puertas del siglo XXI pide limosna… ¡Y le pide limosna a quien en el mismo día, le niega el voto-sanción a Cuba por los derechos humanos!
La ideología reemplazó entre nosotros la Política. Le pedimos al Fondo Monetario que nos dé 25.000 millones de dólares sabiendo que estamos debiendo casi 300.000 millones, que estamos quebrados, sin producción y simultáneamente le negamos el voto al pueblo cubano con respecto de sus derechos humanos, que aquí utilizamos para ganar elecciones, destrozar al Estado, a sus Instituciones…. ¿Cómo puede entenderse tanta perversidad en una conducción política de un país en crisis?
Voy a leerles lo que la Real Academia Española define como cultura, no para hacer filología, sino para recuperar el sentido, el contenido de la palabra, que hemos olvidado.
Cultura en nuestra lengua es “el conjunto de valores que permite que alguien desarrolle un juicio crítico”. Para desarrollar un juicio crítico tenemos la necesidad de un patrón de medida. A partir del patrón, juzgamos. El que no tiene valores, no tiene patrones. Vive extraviado. No puede desarrollar juicios críticos. No tiene juicio. Minguito Tinguitella lo decía muy sencillamente: “SEI’GUAL”. Solo se busca el bienestar y se pierde el bienvivir.
“Cultura es el conjunto de manifestaciones y creencias en las que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.La vida tradicional de un pueblo, y… ¿cuál es nuestra tradición, cuál es nuestra matriz, cuál es nuestro ser, cual es nuestro perfil, cual es la personalidad de un argentino…? ¿Son los “valores” que incorpora el “Código de Convivencia” de esta Ciudad Capital… la más evolucionada del país…?
Salimos a protestar contra estos despropósitos con pancartas porque hay algo visceral que el sentido común de las abuelas nos dejó. Las abuelas sencillamente decían “son degenerados”,“son desalmados”…, hoy decimos que son “distintos” y en la próxima elección se votará nuevamente a los autores de ese Código. ¿Como es posible que no podamos trasladar lo que socialmente percibimos, al ámbito del sistema político? Vamos a hablar de eso más adelante.
Hay otro término que hemos “confundido”: Civilización. La civilización “Es un estadio cultural”. La civilización esuna situación, “un estadio cultural”. Ello indica que la cultura es previa a la civilización y que la civilización es una situación producto de una cultura; sobre los valores, principios y creencias que forman una tradición y una personalidad colectiva, se construye el progreso.
La civilización es: “un estadio cultural alcanzado por las sociedades humanas avanzadas”.El subdesarrollo político es incivilizado. Las sociedades desarrolladas, a través de sus valores, de su cultura, dan forma al progreso, a su civilización. A través del nivel de sus Ciencias, de sus Artes, de sus Ideas, progresan, respetando sus hábitos sociales, sus costumbres, sus tradiciones relacionadas a principios que culturalmente identifican a ese grupo humano… Tengamos presente el caso del Japón de posguerra.
En conclusión:
Cuando un Pueblo setransculturiza -cuando toma “otra” cultura-mal puede tenercivilizacióncomo “estadio cultural”.
Hay algo aún más grave: confundir cultura con civilización.
Cuando se cree que puede reemplazarse la identidad cultural originaria con la civilización, con la “moda”,con la modernidad… que llega diariamente a través del televisor, se ingresa a la descomposición moral y social.
En la cultura está la continuidad, lo permanente y esencial: la confianza, la credibilidad, la ética, los sanos usos y costumbres.
En la civilización está el cambio dinámico, los medios, lo instrumental: el progreso, la economía, la política y la guerra .
Si bien somos conscientes que cada vez que recurrimos a nuestra historia no nos ponemos de acuerdo porque tuvimos un maestro o un librito distinto y por hermenéuticas opuestas, normalmente ideologizadas, vamos a apelar al conocimiento histórico para fundamentar y legitimar la tesis que desarrollamos.
La Argentina recibió su cultura-fundacional desde el Pacífico. España estableció su núcleo de Poder en Lima, donde Pizarro levantó su Estandarte y relevó al Inca, ocupando su trono. Nuestra cultura ingresó desde el Pacífico por las quebradas del Norte. Debiéramos saber que el Sol que está en nuestra bandera, es el Sol del Inca. Belgrano era muy conciente de ello y quienes fuimos liceístas lucíamos en nuestro uniforme, con orgullo, la “Orden del Sol”, creada por el Libertador, en Lima.
Alguna vez, en el trance de declarar la Independencia política -en 1816- se propuso, no sin fuertes motivaciones culturales, poner a la cabeza de la “Unión Americana” a un descendiente del Inca para alcanzar la unidad y el sincretismo que España logró con su política “de Indias”, sobre la base de sus valores, principios y creencias. La Cruz y la Espada españolas ingresaron por el Alto Perú, dando lugar a lo que se llamó la “Cultura Tucumanesa”,hispano-criolla-católica -Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán y su proyección hacia la “Vaquería del Mar” y hacia el “desiertopampeano”, que alcanzaba a la Pcia. Oriental y a la costa atlántica-.
Doscientos cincuenta años antes de Mayo del año 10 estaba ya en pleno proceso de formación la cultura “argentina”. Allí está el germen, la base de nuestra identidad: la“cultura tucumanesa”,allí está el molde y la fragua de nuestra ética sociopolítica.
Allí se origina nuestro patronímico, nuestro hermoso nombre de Argentina surgido de la economía fisiocrática asentada en la minería y la industria artesanal. En el Potosí y en la plata -“argentum”- está nuestra génesis. Allí está hasta el nombre del Río de Solís, el Río de la Plata, donde se asienta hoy esta ciudad, la ex Capital Federal y hoy CABA.
Por razones de luchas dinásticas don Pedro de Cevallos, Capitán General de España, propone a Carlos III la creación del Virreinato del Río de la Plata. El Gran Río de Solís era la única “puerta de la tierra” en la fachada atlántica de Sudamérica. Allí estaba el acceso de los enemigos de España sobre la espalda del poder español, asentado en Lima. Buenos Aires será la capital del Virreinato (1776) y por allí ingresará la civilización de la primera revolución industrial-posabsolutista.
Esta civilización entra tomada de la mano borbónica -no Hausburgo- de la Revolución Francesa… y de la mano del “progreso” mercantilista luso-británico. Buenos Aires será un centro “cosmopolita, comercial y guerrero”. Estas dos corrientes, la cultural-Pacífico-española y la civilizadora, Atlántico-luso-británica, produjeron un choque de culturas.
Este conflicto salió a superficie en ambas Invasiones Inglesas y da lugar, continuadamente, a nuestra guerra civil chocando en combate, repetidamente, sobre el Arroyo del Medio.
Las lanzas de la cultura interior -de la democracia “incivilizada”- enfrentan -casi siempre con éxito- a los fusiles de la civilización porteña, de la democracia “transculturizada”. Nos enseñaron que esa era la “Guerra de la Organización”. Creo que fue el choque de dos culturas, que no debieron colisionar. Fue una pugna autodestructiva.
Había que montar, sobre la propia e incambiable cultura -la continuidad- a la nueva y cada vez más dinámica civilización -el cambio-. Contrariamente se planteó el conflicto: Civilización “o” Barbarie, entendiéndose por barbarie a la propia cultura. El bárbaro era el gaucho: “no ahorren sangre de gauchos”. Dicho esto en un libelo de lucha política.
A nosotros, adolescentes, nos llegó como una verdad “literaria”. Cuando el autor de “Facundo” se lo envía al Grl. Paz, preso en Santa Fe después de ser boleado su caballo en Villa Concepción del Tío, le dice al “Manco” cordobés: “este es un libelo con mentiras a designio, es un libro de lucha política”.
Poco tiempo después José Hernández dice que “el bárbaro” es el indio no culturizado como el criollo. No “argentinizado”. El indio que no había ingresado a la “identidad argentina”… repito: hispano-criolla-católica. La figura central del poema de José Hernández es el gaucho Martín Fierro. Es el paradigma de nuestra identidad. Y el transculturizado de la estirpe, es el Viejo Vizcacha.
Del cotejo de los “consejos” de Fierro a sus hijos con los “consejos” del Viejo Vizcacha, obtenemos la diferencia que Hernández -agudo observador de nuestra ya iniciada crisis sociopolítica- encontraba en los desvíos de una confusión absurda, que se agudizó con el correr del tiempo. Pensemos ¿hoy, estamos más cerca de Fierro o del Viejo Vizcacha?
Los “progres” del aquel tiempo fueron -indudablemente- más “cultos” que los contemporáneos. Estos son los que soltaron los demonios posmodernistas que hoy nos acosan, mientras nos entretienen semana a semana con un nuevo capítulo de la novela que es nuestro drama colectivo. Pretendemos cambiar torpemente lo incambiable: la identidad y a la vez nos negamos cambiar lo instrumental: los medios tecnológicos, que nos permitirían competir y desarrollarnos.
La cultura -valores, principios y creencias- cuando se traslada al Sistema Político, toma el nombre de Ética, de moral pública y privada, de hábitos, de conductas, de reglas de juego sociales. Cuando no hay cultura, no hay ética, no hay hábitos sanos, rectas conductas y firmes reglas del juego social. Se quiebra la disciplina colectiva y el contrato social que interrelaciona a la Política -entre “mandantes”, el pueblo y los “mandatarios”, los gobernantes-. El dirigente político representa a un sector social. Cuando el sector no se siente representado y no hay participación, se fractura la confianza, la credibilidad. No hay desarrollo político. Se quiebra el contrato social.
Podemos concluir: SIN CULTURA, SIN ETICA, SIN CREDIBILIDAD: NO HAY POLÍTICA.
Y SI NO HAY SOSTÉN POLÍTICO INSTITUCIONAL: NO HAY ECONOMÍA.
Hemos cumplido el tiempo de nuestra exposición de hoy. Abrimos ahora la posibilidad de aclarar conceptos a través de preguntas, que trataremos de responder. La segunda parte de esta conferencia se desarrollará el próximo jueves, a las 1800 Hs, en esta misma sala. Muchas Gracias.
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CONFERENCIA DEL GRL. D. HERIBERTO JUSTO AUEL
EN EL CENTRO DE OFICIALES DE LAS FUERZAS ARMADAS
COMO MIEMBRO DE NÚMERO DE LA
ACADEMIA ARGENTINA DE ASUNTOS INTERNACIONALES.
“EN LAS VISPERAS DE UNA SEGUNDA ARGENTINA”
Segunda Parte
Señor Presidente de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales,
Señores Académicos de Número,
Señores:
Damos continuidad y cierre, con esta exposición, a la conferencia que desarrollamos en su primera parte hace una semana, en este mismo lugar. Decíamos entonces que llevamos seis Ministros de Economía -en menos de un año- y pareciera que para “salir” necesitaremos muchos más, si no reconocemos el origen del problema.
Tuve acceso -hace unos quince años- a un trabajo inédito de Carlos Mallman, presentado en la “Fundación Banco Boston”. Era un estudio de las Teorías de los Ciclos Político- Institucionales, similares a los ciclos de Kondratieff, en Economía. El italiano Ferrari, el americano Schlessinger y el ruso Sorokin fueron los sociólogos que, motivados por las graves crisis de la “gran depresión” de los años 1928/1930, también desarrollaron importantes estudios aplicados, arribando a conclusiones muy similares.
Hemos tomado la terminología de Ferrari, incluyendo algunos elementos de los restantes autores, para exponerlos aquí. A diferencia de los ciclos económicos de Kondratieff -que abarcan unos 35 años- los ciclos político-institucionales alcanzan entre l30/l50 años, según el autor que consideremos. Estos estudios han sido validados con numerosos casos.
Aplicados a la Historia Argentina, las “olas” que prevén se corresponden con notable precisión con los hechos ocurridos, hasta mediados del siglo XX. En ese punto, salimos del ciclo y.…perdemos el rumbo de la paz y del progreso.
Cada ciclo tiene dos “ramas” que conforman una sinusoide, determinando “dos fosos” críticos, en el inicio y en el final y “un ápice” como apogeo de la rama sinérgica, que luego cae, continuándose en la rama de la decadencia. En cada rama se observan dos “olas”. En la rama ascendente, sinérgica, las olas de la “organización” y la “consolidación”. En la descendente, en la decadencia, las olas del “cuestionamiento” y de la “recuperación de la identidad”.
Nuestra ola de la organización contiene los siguientes hechos, como hitos históricos: las Invasiones Inglesas (1806-1807), la Revolución de Mayo (1810) – la Anarquía y los Directoriales (1819/1829) – la Restauración de las Leyes (1829/1853) – la Constitución Nacional (1853). Se conforma la Generación del ’37, como reacción a la anarquía.
La ola de la consolidación abarca la primera reforma constitucional (1860) – la Revolución del ‘80 y Roca (1880-1898) – la Revolución del Parque de Artillería (1890) es el punto de inflexión hacia la rama descendente, e ingreso a lo que reemplaza a los combates campales de la guerra civil, los “golpes de estado”. Actúa la Generación del ’80, inspirada en el pensamiento de la Generación del ´37.
La ola del cuestionamiento incluye la intransigencia de la Unión Cívica -por la participación y representación (golpes fallidos de Alem e Irigoyen), Ley del Sufragio Universal (Sáenz Peña), caída de los conservadores y desaparición del patriciado (1916 – 1928) – Serie de “golpes de estado”: 1930, 1943, 1951 y 1955. Agravamiento de la confrontación social. Una mayoría de la nueva clase media rechaza la urbanización, la industrialización y la modernización del sistema político. Actúan las Generaciones de FORJA y el GOU en respuesta a la crisis moral emergente.
La ola de la recuperación de la identidad -recuperación de la cultura- 1955/1982. La Argentina se aparta de las pautas de la teoría de los ciclos. NO INGRESA AESTA OLA.
Consecuentemente, la Argentina continúa en la “Ola del Cuestionamiento”,sin propuestas en el nivel de la Gran Política.
El conflicto social, los golpes de estado, los resentimientos y aun el odio, son cabalgados a partir del ’59 por el conflicto Este-Oeste, de carácter ideológico. La guerra civil -hibernada- emerge por vía del terrorismo-revolucionario que ataca al Estado. Un sector de la clase media urbana induce a sus hijos a la violencia guerrillera, urbana y rural, montada sobre el odio social. La guerra civil se prolonga hasta los ‘80 y destruye el remanente institucional.
En 1982 la Guerra del Atlántico Sur y el fracaso del “Proceso” elimina la posibilidad de la recurrencia cíclica a las FF.AA. y a los golpes de estado, de quienes carecían de mayorías electorales y de ideas Políticas.
Desde entonces el sistema político está condenado a regenerarse desde el mismo sistema. No hay ni habrá “salvadores”. Esa es la sensación de absoluta desesperanza e incertidumbre que nos alcanza en los comienzos del año 2002. No existen indicios de una voluntad de cambio cultural-político dentro del Sistema, que se presenta corrompido y obsoleto. Contrariamente, se percibe la ausencia de las Generaciones Perdidas o Ausentesdesde los años ‘60, en la falta de ideas, de proyectos, de futuro.
Esas Generaciones fueron arrasadas por el odio social, por la guerra civil y un profundo proceso de transculturación producido por un “democratismo progresista” falaz e ideologizado, que llevó a la antigua Unión Cívica -continuadora natural del tradicional partido Federal- a la Internacional Socialista. Este partido tradicional -por meros intereses electorales- constituyó una “Alianza” con los remanentes revolucionarios marxistas. Ese gobierno de coalición fue inviable. El “entrismo” del castro-comunismo se consolidaba.
En la “Carta a los Argentinos” se habían planteado como programa-plataforma las utopías más escandalosas. Sin embargo, ganó las elecciones. Terminó en disgregación, violencia y fuga. Hoy, tras una sucesión de gobiernos efímeros, se constituyó una Nueva Alianza, consagrando en los hechos al “Tercer Movimiento Histórico” o “Partido Único”. Antigua aspiración de viejos líderes desprestigiados, soldando por las alas izquierdas a los tres partidos mayoritarios.
El “Tercer Movimiento Histórico” ya había sido intentado con el fallido asalto al Regimiento 3 de Infantería, en La Tablada, en 1989. Hoy nos “gobierna” un partido único, sin oposición y a través de un extraño régimen parlamentario encubierto, bajo palio democrático, como “valor único”. En la más profunda crisis nacional nos conduce un colegiado que es el responsable del enjambre contradictorio de normas legislativas que nos han llevado a una ciénaga.
LUCIO QUINCIO CINCINATO DEBE DE HABERSE CONMOCIONADO EN SU SEPULCRO, EN ESTOS ÚLTIMOS MESES.
En la sinusoide que representa a la teoría de los CICLOS POLITICOS, nos ubicamos actualmente debajo del “foso” proyectado. Hemos perforado el piso. Cargamos sobre nuestras espaldas y sobre nuestras conciencias, más de cincuenta años “de atrasos”, de paralización, de estancamiento en la Historia. Cuando las dirigencias carecen de “percepciones políticas” el “estado de necesidad” podría hacerlas reaccionar, cambiar de rumbo y abandonar una actitud “autodestructiva”.Pero no hay indicios de ello.
Tengamos en cuenta que la Teoría de la Evolución/Involución surge de la Teoría del Caos. El Caos es la Muerte. Es la disgregación de la Nación. Pero, dentro del Caos esta la semilla de lo nuevo. Está el “atractor”, el pivote de giro, el punto de inflexión… Si “recuperamos la identidad” y “nos adaptamos al medio”, a la presente etapa de la civilización, estaríamos en condiciones de “evolucionar”. Si continuamos “transculturizados”, sin ingresar a la “etapa de la civilización del conocimiento”, creo que tenemos asegurada la disgregación, por involución.
Debemos encontrar, debemos descubrir el germen, la semilla“del cambio” anidada en algún sector de nuestra dirigencia o en algún pliegue de nuestra sociedad. Debemos impulsar nuestra capacidad de reacción para lograr un giro cultural y político insoslayable. Un giro cultural y político como el que estoy señalando … ¿puede darse en breve plazo?…
Ortega y Gasset nos dice en “La España Invertebrada” que “el pivote de la historia son las generaciones”. Una generación abarca entre 30/40 años. Ese -entiendo- podría ser el tiempo para la recuperación de la Argentina, si empezaramos a impulsar ya mismo ese esfuerzo.
¿Quién o quienes podrán extrañar de nuestra sociedad y para siempre al Viejo Vizcacha y lograr un nuevo regreso de Fierro a nuestra tierra?, ¿quien o quienes reemplazarán a la “agachada truquera o ventajera”, o al “yo argentino”, al “no te metas”, al “y yo que gano”, o a los “mitómanos” o simples “macaneadores” para llevarnos a una Gran Política comunitaria, arquitectónica, que acepte los riesgos, los esfuerzos continuados, que restablezcan la esperanza y la solidaridad?. Esta es la única vía que nos puede sacar de la ciénaga.
Tenemos que poner en el sillón de mando a un “argentino decente”, con percepciones de sapiencia, que sepa quién es, que sepa adónde va y que perciba cual es la naturaleza de su tiempo y de su entorno. Que tienda al “valor agregado” y no al “valor apropiado”. La evolución que nos lleve a la expansión de la comunidad con redistribución equitativa, necesariamente deberá relacionarse con las virtudes de nuestra tradición cristiana. La búsqueda del “becerro de oro” individual, el “apropiamiento”, nos trajo el caos.
El que da, recibe y quien enfrenta los desafíos del futuro debe ser conciente que sin conflictos no hay desarrollo. La “Segunda Argentina” evolucionará o involucionará, según nuestras actitudes, según nuestras percepciones, según el grado de compromiso y valor agregado social que asumamos en conjunto.
Si el diagnóstico es equivocado, nuestro pronóstico será desastroso. Hay leyes naturales que así lo establecen. Si en cambio actuamos con acierto, desde la perspectiva de la personalidad nacional, influenciando y dejándonos influenciar por nuestras circunstancias, desarrollaremos estrategias sinérgicas y organizaciones ágiles y eficientes.
A pesar de que vivimos mirándonos el ombligo y no percibimos lo que ocurre en el mundo, les digo que los cambios que se han producido desde que terminó la “guerra fría” hasta hoy, en solo unos diez años, son de ordencualitativo y, si no nos apercibimos de esa calidad de cambios, no vamos a acertar con el rumbo de la nave. Nos pasará lo de aquel habilidoso delantero que en vez de mirar la cancha, mira la punta del botín y mete el gol en contra.
Tenemos lo necesario para recuperarnos, pero carecemos de una dirigencia política culta, carecemos de ética pública, hemos abandonado la educación, la formación espiritual y la instrucción necesaria para ingresar a esta etapa de la civilización del conocimiento.
Vamos a suponer que, por razón de un milagro se instalaran mañana 70 fábricas en Santa Fe. ¿De dónde obtendríamos los hombres capacitados para trabajar con las tecnologías que hoy compiten en el mundo? ¿Hemos creado las escuelas técnicas posindustriales…? Nos pasamos de largo la estación de la civilización industrial. No completamos, no integramos el ciclo de la industrialización como lo hizo Brasil -tardíamente- con técnicos argentinos.
La “guerra civil” lo impidió. Le hicimos un “hand of” al hombre de la cultura tucumanesa en los ’50 cuando justamente había que recuperar nuestra ética, nuestra identidad . Le llamamos “aluvión zoológico”,“cabecita negra”. Rechazamos así -por ignorancia- el natural proceso de una urbanización ordenada. La consecuencia está a la vista.
No comprendimos que el fenómeno industrial nos llevaba a la sociedad de masas y ésta a la necesaria modernización del sistema político. A una mayor participación. Hicimos lo contrario: pedíamos el “voto calificado”. La carencia de ese “mecanismo de acuerdos de las diversidades, en libertad”, desembocó en el agravamiento de las luchas civiles, la destrucción del escaso Estado, el democratismo anárquico y la profundización consecuente de la “depresión social”. ¿Estamos entendiendo hoy, finalizada la etapa de la civilización industrial, cómo ingresar a la nueva etapa de la civilización posindustrial?…
Los indicios, no son positivos. Habiendo alcanzado en la transición al estado de derecho, con mucho esfuerzo y en la mitad del río, hay una mayoría inducida que quiere regresar a primera orilla. Y los líderes “ideologizados” callan verdades incontrovertibles:
Ésta civilización global no tiene retorno.
La Política es futuro y acuerdo.
La Política no es pasado prejuicioso.
Nadie ayuda a quien no se ayuda, al autista estúpido.
Nuestro espacio geográfico no está destruido. Pero aún no hemos empezado a organizarlo. Nuestra cultura original subsiste en la profundidad del país: allí están la Patria, los Padres y la epopeya histórica. Es el pasado glorioso. Allí están nuestras tradiciones, nuestros hábitos sociales, nuestras costumbres. La natural decencia de la gente sencilla. Esa es la gran herencia que debemos recuperar y retener.
En nuestra cultura esta la soberanía, cuando la globalización licúa a las fronteras…. La Bandera Nacional es el símbolo representativo de nuestra identidad. En el futuro está la Nación a consolidar Es el desafío de la Gran Política, construir el Gran País que nos debemos. A él le hemos llamado “La Segunda Argentina”, políticamente integrada a la Región y económicamente desarrollada en la “Civilización del Conocimiento”.
La segunda tesis que deseamos exponer esta interrelacionada con la primera: Así como Ortega hablaba de una España “invertebrada”, los argentinos hablamos constantemente de una Argentina “desestructurada”. De un proyecto de país agotado, de un estado destruido, de instituciones malversadas, pero no estamos planteando cual es la puerta de salida de ese drama.
La debilidad cultural…nos lleva a la evasión… La estructura de un país desarrollado -su andamiaje- se apoya en su espacio geográfico y en el tiempo histórico en el que vive una sociedad, caracterizada por una identidad única: por una cultura. Desde esta surge una ética sociopolítica, hábitos comunitarios y costumbres tradicionales.
Para convivir en paz, en armonía, en diversidad y libertad, la sociedad desarrolla un sistema político que necesariamente debe ser coherente: debe corresponder al sistema social correspondiente. Si no lo es, estamos en presencia de un conflicto sociopolítico de trasfondo cultural.
El sistema social es el más relacionado con la Patria. Es donde reside la Cultura Identitaria. En el inconsciente colectivo anida “el alma de la Patria”. El sistema social exige, por la naturaleza humana, el desarrollo comunitario de un sistema político que permita el desarrollo de la vida social -es decir- de la vida política, la vida en la armonía del conjunto social, en sinergia, en acuerdo y en unidad, lograda a través de objetivos comunes, de ideales e intereses comunes.
Cuando este mecanismo político de acuerdos permanentes no funciona, hay guerra civil, hay confrontación entre el sistema social y el sistema político. La Argentina, como bien lo sabemos, ha convivido en guerra civil. En el siglo XIX en francos combates que sumaron miles de muertos, muchos miles… Cuántos hombres murieron en Pavón, Cepeda, Pozo de Vargas, San Ignacio… cuántos degollados hubo en Cañada de Gómez, cuántos muertos hubo en La Verde, o aquí en Buenos Aires, en el ’80.
Estos hechos de una historia olvidada pertenecen de un drama aun presente. He ido a muchos de esos lugares a buscar una cruz que nos recuerde a aquellos hombres… No las encontré…Ni en Potrero de Vences, ni en Yeruá…No en vano no hay conciencia del hilo procesal del extravío…
En el siglo XX el combate franco de la guerra civil encontró una alternativa. Desde la Revolución del Parque la crisis del sistema se expresó a través del golpe de estado. Se apeló al Estado -a su núcleo duro- las FF.AA., para resolver la crisis de incompatibilidad de los sistemas y así se logró descomponer aún más al sistema institucional.
Progresivamente nos fuimos quedamos sin Estado, sin instituciones. El proceso “revolucionario neo-marxista” -que aun continua- fue el acelerador de la transculturización y la aproximación acelerada al “Estado fallido”. Malversado el Cuasi-Estado existente, dimos continuidad a la descomposición social con la confrontación del sistema social y el sistema político impuesto por la civilización rioplatense por la fuerza, sobre la genuina cultura “interior”.
No en vano las lanzas de los “catorce ranchos” lucían en sus moharras la leyenda “Religión o Muerte”. Ese paisanaje no estaba formado por sacristanes. Allí residía -en esas dos palabras- la razón de la pugna histórica. En la Religión están los dogmas que se trasvasan como valores y principios a la cultura. Aquellos criollos veían en los “hombres de las luces”, a los hombres impíos…
Esta visión de la guerra civil puede ser encontrada con toda claridad en la correspondencia intercambiada por dos próceres indiscutiblemente equilibrados: El Libertador Br. Grl. San Martín y el autor de la letra de nuestro Himno Nacional, el Dr. Vicente López y Planes.
El tercer sistema que conforma la base de la estructura estatal, junto a los dos ya citados, es el económico. ¿Por qué no se ha desarrollado la economía en un país “naturalmente rico queestá condenado a tener éxito”…? Muy sencillamente, porque no se consolidó ni funcionó el sistema político. Sin Cultura no hay Ética, sin esta no hay Política ni crédito y por lo tanto, no hay Economía.
Hay argentinos que creen que con un erudito en el Ministerio de Economía vamos a solucionar nuestra decadencia. NO ES ASÍ. No hay solución si no recuperamos la identidad, la ética y a los sistemas sanos. “Seamos lo que debemos ser, o sino no seremos nada”.En segundo término recuperemos las instituciones. Recuperemos el “Estado Necesario” como instrumento jurídico imprescindible para sostener la “estructura” descripta y alcanzar el bien común.
El Estagirita, en su libro “La Política” es quien sostiene estas ideas como fundamento de lo que entendemos hoy, culturalmente, como “Occidente”. El Estado es la estructura que abarca a estos sistemas interrelacionados. La inteligencia del Estado surge de la base social, de la cultura y se corporiza en el sistema político. La inteligencia de la estructura del Estado es la Política.
Si no cumplimos con esta lógica que rige a Occidente, la Argentina no sale de su larga noche. La “recuperación de la identidad” es la recuperación de la cultura fundacional. El Libertador sufrió el estigma cuando el drama se iniciaba. Fue sin duda quien encaminó a la Revolución de Mayo hacia la Independencia, a pesar de los “civilizados” que lo abandonaron después de Chacabuco y que luego lo mandaron al exilio.
Lavalle, llevado al equívoco dramático de Navarro por aquellos mismos hombres, clamó para que volviera para hacerse cargo de la Revolución, en medio de las llamas de la anarquía “civilizada”. No lo logró. Rosas, desde el “sistema económico” -desde la estancia- lo hará y recibirá el Corvo histórico, en reconocimiento. Antes, había recibido del exiliado en Francia el anticipo de lo que le esperaba de manos de “esa ciudad ingrata”.
Y así ocurrió. Urquiza y Roca fueron quienes condujeron las olas de la “Organización” y la “Consolidación”. Así alcanzamos la “Primera Argentina Agropecuaria” que se intenta destruir sin dar a luz su continuidad “Posindustrial”, al comenzar el siglo XXI. La agonía de esa criatura de la Generación del ’80 es extremadamente larga, porque el país es naturalmente fuerte. “La Primera Argentina” fue hija de su tiempo y es hoy el escalón imprescindible para escalar a la que adviene, con la “Civilización del Conocimiento”, la “Segunda Argentina Posindustrial”.
La larga agonía -la crisis-decadencia centenaria- infectó al cuerpo social con “corrupción”, con podredumbre… que ha penetrado a las Instituciones Estatales y no Estatales. Y este hecho, en este momento histórico, se relaciona íntimamente con el tema estratégico central del mundo. Tengamos en cuenta que la corrupción estructural que nos ahoga se da en el marco de una guerra mundial contra la corrupción, contra las mafias, contra el crimen organizado.
Las operaciones están en curso, las de los Estados Seculares organizados en la ONU o en la nueva OTAN bajo conducción de un Imperio Global, el del G8. Frente a ellos están aquellos que se alinearon con el crimen organizado que en nuestra América y en nuestra Argentina tienen un nombre muy concreto: la revolución castro-comunista que se apoya en el narcoterrorismo y es conducido por el Foro de San Pablo.
Los hechos históricos no se repiten, pero los ciclos político-institucionales siguen el curso cíclico que hemos graficado, en una sinusoide continua. Ya habíamos transitado -en el S. XIX- un momento de grave disolución, como el que actualmente vivimos, pero no lo asimilamos. Nuestra historiografía lo reconoce como el período de la anarquía. Nunca nos convencieron las razones que nos dieron para explicar aquel fenómeno, pues nos parecieron superficiales o que respondían a banderías que oscurecen la verdad.
Ahora estamos repitiendo aquel momento, pero no hay quien pida quemar las cartas de oprobio. Las mismas figuras reaparecen en el escenario del drama detrás del doble discurso, del relato, de las listas sábanas, de los mitos que cierta prensa repica diariamente como verdades. Pero… hay gran ausencia… hoy no está el caballero rural, aquel español Augsburgo que desde la estancia vino a poner orden con “sus” tropas. Esa es la ansiedad que conlleva la pregunta que escuchamos a cada paso… “¿ y ahora… qué…?”
Vale la pena recordar aquellos malversados momentos. Fue llamado dos veces por quienes detentaban el poder desde “el gobierno” quebrado o lo que quedaba de él, pararestablecer el principio de autoridad. En su primer gobierno, cuando observó la tibieza de su entorno para sostener en el reordenamiento iniciado, salió a campaña. A los dos años, nuevamente la anomia y la sangre fueron en su búsqueda. Entonces no bastó la unanimidad de la Legislatura. Exigió que el poder que se le concedía proviniese del “soberano”. De un plebiscito. Fue nuestra primera consulta popular a través del sufragio. Votaron diez mil ciudadanos y hubo sólo cuatro votos en contra de la “suma del poder público”.
Al hacerse cargo de los tres poderes del Estado, dijo, en Plaza de Mayo:
“Habitantes todos de la ciudad y de la campaña: La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación de probar nuestra virtud y constancia. Resolvámonos pues a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo al pérfido traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe...”
Mutatis mutandis…podríamos repetir cada una de estas palabras, hoy, en el mismo sitio, sin temor a error. El vaticinio epistolar del Libertador se cumplió. El poderoso hacendado murió de pulmonía, en la miseria y abandono a los ochenta y cuatro años, cultivando su huerta para sobrevivir. Había perdido sus bienes, su honor y su fama en manos de “aquel pueblo ingrato”.
Vuelvo entonces a la frase inicial: “APRENDER… A NO APRENDER”. En los próximos meses tendremos en nuestras manos la decisión y la posibilidad de “evolución” o de “involución”. ¿Habremos aprendido o necesitaremos más penurias y sangre?…
La barca Argentina navega sin capitán en el timón. No tiene rumbo ni brújula. No ha bajado la quilla y se abandonó el velamen…Los espectadores, en cubierta, son muchos… Les propongo dejar de ser espectadores. Les propongo cinco grandes objetivos para iniciar el encauzamiento de la “Segunda Argentina”, para recuperar nuestra autoestima, el orgullo de haber nacido en esta tierra y la decencia heredada de nuestros padres y abuelos.
En orden de prioridad, son los siguientes:
RECUPERAR LA CULTURA FUNDACIONAL. VOLVER A LAS FUENTES. A NUESTRA IDENTIDAD.
INICIAR EL PROCESO DE INTEGRACIÓN POLÍTICA CONTINENTAL. ALCANZAR UNA ALIANZA ESTRATÉGICA APOYADA EN LA CULTURA COMÚN Y EN LA COYUNTURA DE LA GUERRA MUNDIAL EN ACTO.
INGRESAR DECIDIDAMENTE A LA PRESENTE ETAPA DE LA CIVILIZACIÓN POSINDUSTRIAL A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN Y DE LA INSTRUCCIÓN ADECUADAS.
REFUNDAR EL “ESTADO NECESARIO”, CON FUERTES Y AGILES INSTITUCIONES QUE PROTEJAN AL VALOR JUSTICIA, CON LIBERTAD Y VERDAD.
DESARROLLAR TODAS NUESTRAS POTENCIALIDADES ECONÓMICAS Y FINANCIERAS CON EQUIDAD E INSERCIÓN MUNDIAL EN LOS MERCADOS COMPETITIVOS, OTORGANDO PRIORIDAD A LAS PROPIAS VENTAJAS COMPARATIVAS.
No son metas inalcanzables. Nuestra Argentina ya ha demostrado una inmensa capacidad de reacción para salir del desorden y de la depresión. Desgraciadamente nunca lo hicimos atendiendo al desarrollo simultáneo de los tres sistemas que hemos descripto. El desequilibrio descompensó la estructura jurídica-institucional a través del conflicto permanente. Ello indica la urgente necesidad de la recuperación cultural y del desarrollo político de nuestra dirigencias.
El mundo aún nos ofrece apoyo académico y de cerebros para salir de la ciénaga, ante el “milagro” logrado por los argentinos. Desde la debilidad cultural contractiva, ello es leído como una “colonización”, como un daño a nuestra soberanía. Ésta misma lectura es la que produce las utopías que nos han colocado en el escándalo que vivimos a diario. Si quieren un ejemplo cercano, los invito a releer la “Carta a los Argentinos”.
“PARA LOS HOMBRES DE CORAJE SE HAN HECHO LAS EMPRESAS”.
Br Grl San Martín en carta al Dr Godoy Cruz -1816-.
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Por Gral. HERIBERTO JUSTO AUEL
“EN LAS VISPERAS DE UNA SEGUNDA ARGENTINA”
Primera Parte
Señor Presidente de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales,
Señores Académicos de Número,
Señores:
Deseo empezar mi exposición bajo este aforismo, que proviene de la antigua cultura china: “Aprender a no aprender”. El dramático año 2001 nos obliga a cambiar.
Estando aquí presentes algunos de mis antiguos compañeros del Liceo Militar “General Belgrano”, del Colegio Militar de la Nación y varios ex-soldados de mis largos años de servicio, permítanme Uds. empezar estas palabras dirigiéndome muy especialmente a ellos, mis grupos de pertenencia, toda vez que siempre los he tenido muy cerca, en el recuerdo.
Esta es una Academia. No es un espacio para opinar. Para opinar hay otros espacios, televisivos, en la prensa, en la radio o en el café de la esquina. Entiendo que aquí tenemos que exponer ideas y demostrarlas, validarlas y falsarlas.
Tenemos conciencia de que el tema que hemos elegido es espinoso. La situación que nos aplasta duele a todos, nos aflige y despierta en nosotros una enorme ansiedad frente al futuro. La “Primera Argentina”, la “Argentina Agropecuaria” es hoy extemporánea, no supimos dinamizar su proyección. Hoy, con todas las dificultades del presente estado de pesadumbre generalizada, del pesimismo anímico y la aflicción, quiero expresarles que es posible una “Segunda Argentina”: la “Argentina Posindustrial”, desde las mismas entrañas de la “Primera Argentina”.
Los soldados hemos sido formados para ser templados en la desgracia. Se nos capacitó para enfrentar, para asumir los conflictos y no para temerles o ignorarlos. Y un conflicto irresuelto y prolongado es el que ha creado esta compleja y profunda crisis que nos abarca y que estalló hace unos meses. Esta crisis -devenida en decadencia- provoca la depresión que hoy somatizamos como conjunto social. Quizás en este estadio podamos decirnos la verdad que ayer nos negábamos.
Quizás la Dirigencia -todos los que estamos en esta sala somos dirigentes- estamos ahora con una mejor actitud para aceptar la realidad impuesta por el estado de necesidad en que nos encontramos. Esa verdad que nos ha sido esquiva, que no quisimos ver…y que sistemáticamente nos hemos negado.
Esta es una Academia de Asuntos Internacionales. ¿Porque estamos tratando un tema aparentemente nacional? Sencillamente porque la grave situación que aflige a los argentinos –en un mundo estrechamente interrelacionado y globalizado- tiene actualmente trascendencia internacional y así lo reconocen los Estados, los Organismos Internacionales, los líderes mundiales y los analistas especializados.
Y ese reconocimiento no tiene razones económicas, a pesar de que esa es la visión mayoritaria entre nosotros. Esa visión es solo un espejismo. Una evasión más de la realidad que nos acosa. Nuestro extravío actual es “estratégico”, abarca a la región y es de origen CULTURAL Y POLÍTICO. Además, vivimos dos “Estados de guerra” que no deberíamos soslayar.
Hay muchos caminos de acceso al tema que nos convoca. Voy a elegir el que he transitado, voy ha elegir el que más conozco. He dedicado casi toda mi vida al estudio de la Estrategia y se que hay poca difusión de ese conocimiento en la clase dirigente argentina. La carencia de una visión de largo plazo tiene estrecha relación con esta inconciencia y con nuestra crisis secular.
La Estrategia de Estado -para decirlo en términos sencillos- ES LA TEORIA DE LA ACCIÓN POLÍTICA. La Política es la Ciencia y el Arte que debe determinar nuestro destino y las grandes líneas de acceso a él. En ese escenario a alcanzar deben estar los objetivos que nos unirían -como Nación- y que direccionan nuestros esfuerzos comunitarios. Nos dan un rumbo. Nada de esto hemos hecho en las últimas décadas. Hicimos ideología. Normalmente no hicimos Política y menos aún Gran Política y su consecuente Gran Estrategia.
El rostro activo de la Política es la Estrategia. Es el empleo del Poder en la maniobra estratégica -que opera bajo dirección política- hacia el escenario a lograr, considerando que todo cuerpo vivo -como lo es la Nación o como lo es una persona- al accionar, al hacer camino, tendrá oposición: habrá normalmente una voluntad inteligente que reacciona en oposición.
Allí aparece conflicto. El principal objeto de la ciencia y del arte estratégico es el de eludir, superar o ganar los conflictos que se oponen en el camino a un futuro que -en nuestro caso- no nos hemos propuesto.
La Estrategia, como arte, no se transfiere. Se cultiva. Por eso decimos que no hay Estrategias, sino Estrategas y que éstos deben tener conciencia de la realidad en la que operan. Si no hay Estrategia hay acción sin dirección: hay tácticas y procedimientos que aún en la victoria fáctica, no podrán sublimarla a nivel Político.
Carecemos de una estrategia “de mínima” porque la Política no define nuestro Destino. Carecemos de objetivos políticos y consecuentemente vivimos en total “incertidumbre”. Adolecemos -no tenemos conciencia- de la percepción de la realidad, de la verdad que nos circunda. Por lo tanto nuestra incertidumbre se enanca en “falacias” utópicas. Y de la utopía surge el “mito”.
Repito: no tenemos “estrategias de mínima”. Para que haya Estrategia debemos establecer los objetivos del largo plazo y sus prioridades. Ello nos llevará a la esencia de las cosas y a percibir lo global y lo sustantivo, a calibrar los “riesgos y amenazas” y lograr disuadir al eventual enemigo. Habrá Paz. La mera acción arbitraria sin dirección- nos lleva al fracaso, al desánimo, a la desesperanza y a lo que es más grave: a vivir en el espejismo del “relato”. Es la Argentina en sus ciclos ociosos de permanente retroceso.
La Estrategia no se ocupa de los procedimientos. Se ocupa de lo central, de lo sustantivo, de lo esencial, de la creación de la maniobra para avanzar hacia el futuro, hacia los objetivos comunitarios, sin ignorar el conflicto.
¿Que nos ha pasado a lo largo del último siglo? Habíamos llegado al Primer Centenario en 1910 como “granero del mundo”, a la cabeza de Iberoamérica, para alcanzar hoy un estadio de desesperanzas y miserias… Una respuesta a este interrogante nos lleva a una primera Tesis, que pasamos a enunciar.
La Argentina originaria fue la de los “Bravos Granaderos” o de “Los Infernales de Güemes”, que lucharon para dar libertad e independencia sin pedir nada a cambio. ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Dónde están hoy los “tauras” y “malevos” del viejo Buenos Aires? ¿Qué es lo que ha cambiado en aquella Argentina inicial, sin Estado -es decir sin instituciones-, sin economía, con una población dispersa en islotes distanciados, pero fuerte en su identidad cultural, en su ánimo generoso y valiente, en su perfil tradicional hispano-criollo y católico…
Hemos llegado a esta Argentina que no sabe adónde va, que no conoce su destino porque no sabe quién es, con líderes que temen al conflicto y lo niegan en las plazas públicas, al punto de que un reciente Presidente de la República expresó que no teníamos “hipótesis” de conflicto, con lo cual daba por muerta a la Nación Argentina. Solo los muertos no tienen conflictos y nosotros hoy, no solo somatizamos la crisis del año pasado, sino dos posguerras que debieran ser el motor para nuestro renacimiento. Pero estas guerras son negadas u omitidas…Eso es cobardía.
Algo nos ha ocurrido. Algo que no se ve con los ojos del cuerpo, pero que tenemos que percibir, abarcar, comprender… para superar el problema. Debemos atacar a la crisis-decadencia en su raíz, en su origen…en su profundidad y no en sus consecuencias superficiales.
Vivimos los efectos de una crisis prolongada, de una crisis-decadencia cultural-política y de sus consecuencias: una aguda depresión socioeconómica. Indudablemente, son tiempos duros, durísimos. Tenemos miseria en un país naturalmente rico. Desocupados donde todo está por hacerse. Emigración en un país vacío. Hambre en “el granero del mundo”. En un país bendecido por Dios con todos los climas, con montañas, pampas, mares, bosques, con enormes ríos… y con gente hambrienta, durmiendo en las calles.
Un país con Premios Nobel y creador de tecnologías de punta no ha logrado integrar su industria, no se anima a competir…, pide y no da…, siempre culpa a otros de sus desgracias…, de sus propios y gruesos errores inspirados en teorías conspirativas o muertas.
¿Qué nos pasó? Hablamos todo el día de dinero, de desarrollo económico. Nadie habla de desarrollo político, nadie habla de nuestra cultura extraviada. Le dedicamos toda la tinta de los diarios y todos los minutos de la televisión al problema financiero y fiscal y no se aborda el origen de nuestros problemas, sino de sus consecuencias y.…reitero, si no corregimos la causa de la crisis, no salimos de la crisis.
La crisis permanente -irresuelta- continuará agravándose constantemente, llevándonos a la disgregación violenta de una sociedad corrompida. Si seguimos mirándonos el ombligo, sin asimilar la triste experiencia que hemos acumulado a través los graves errores cometidos, que no asumimos, difícilmente llegaremos a entender que no hemos “APRENDIDO A NO APRENDER”, como lo dice la sabiduría china.
¿Qué nos pasó?… De la cultura fuerte, expansiva, generosa, segura de sí misma de aquel tiempo fundacional, de aquellos varones culturalmente Españoles-Augsburgos como quien preside esta sala, el General don José Francisco de San Martín y Matorras, pasamos progresivamente a la cultura débil, contractiva, egoísta y pedigüeña. Pasamos desde la actitud centrífuga a la centrípeta. De pedir deberes a exigir derechos.
Sentada sobre una economía natural intacta, sobre su inmensa riqueza…. vestida con los jirones de sus harapos, la Argentina, en las puertas del siglo XXI pide limosna… ¡Y le pide limosna a quien en el mismo día, le niega el voto-sanción a Cuba por los derechos humanos!
La ideología reemplazó entre nosotros la Política. Le pedimos al Fondo Monetario que nos dé 25.000 millones de dólares sabiendo que estamos debiendo casi 300.000 millones, que estamos quebrados, sin producción y simultáneamente le negamos el voto al pueblo cubano con respecto de sus derechos humanos, que aquí utilizamos para ganar elecciones, destrozar al Estado, a sus Instituciones…. ¿Cómo puede entenderse tanta perversidad en una conducción política de un país en crisis?
Voy a leerles lo que la Real Academia Española define como cultura, no para hacer filología, sino para recuperar el sentido, el contenido de la palabra, que hemos olvidado.
Cultura en nuestra lengua es “el conjunto de valores que permite que alguien desarrolle un juicio crítico”. Para desarrollar un juicio crítico tenemos la necesidad de un patrón de medida. A partir del patrón, juzgamos. El que no tiene valores, no tiene patrones. Vive extraviado. No puede desarrollar juicios críticos. No tiene juicio. Minguito Tinguitella lo decía muy sencillamente: “SEI’GUAL”. Solo se busca el bienestar y se pierde el bienvivir.
“Cultura es el conjunto de manifestaciones y creencias en las que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. La vida tradicional de un pueblo, y… ¿cuál es nuestra tradición, cuál es nuestra matriz, cuál es nuestro ser, cual es nuestro perfil, cual es la personalidad de un argentino…? ¿Son los “valores” que incorpora el “Código de Convivencia” de esta Ciudad Capital… la más evolucionada del país…?
Salimos a protestar contra estos despropósitos con pancartas porque hay algo visceral que el sentido común de las abuelas nos dejó. Las abuelas sencillamente decían “son degenerados”, “son desalmados”…, hoy decimos que son “distintos” y en la próxima elección se votará nuevamente a los autores de ese Código. ¿Como es posible que no podamos trasladar lo que socialmente percibimos, al ámbito del sistema político? Vamos a hablar de eso más adelante.
Hay otro término que hemos “confundido”: Civilización. La civilización “Es un estadio cultural”. La civilización es una situación, “un estadio cultural”. Ello indica que la cultura es previa a la civilización y que la civilización es una situación producto de una cultura; sobre los valores, principios y creencias que forman una tradición y una personalidad colectiva, se construye el progreso.
La civilización es: “un estadio cultural alcanzado por las sociedades humanas avanzadas”. El subdesarrollo político es incivilizado. Las sociedades desarrolladas, a través de sus valores, de su cultura, dan forma al progreso, a su civilización. A través del nivel de sus Ciencias, de sus Artes, de sus Ideas, progresan, respetando sus hábitos sociales, sus costumbres, sus tradiciones relacionadas a principios que culturalmente identifican a ese grupo humano… Tengamos presente el caso del Japón de posguerra.
En conclusión:
Si bien somos conscientes que cada vez que recurrimos a nuestra historia no nos ponemos de acuerdo porque tuvimos un maestro o un librito distinto y por hermenéuticas opuestas, normalmente ideologizadas, vamos a apelar al conocimiento histórico para fundamentar y legitimar la tesis que desarrollamos.
La Argentina recibió su cultura-fundacional desde el Pacífico. España estableció su núcleo de Poder en Lima, donde Pizarro levantó su Estandarte y relevó al Inca, ocupando su trono. Nuestra cultura ingresó desde el Pacífico por las quebradas del Norte. Debiéramos saber que el Sol que está en nuestra bandera, es el Sol del Inca. Belgrano era muy conciente de ello y quienes fuimos liceístas lucíamos en nuestro uniforme, con orgullo, la “Orden del Sol”, creada por el Libertador, en Lima.
Alguna vez, en el trance de declarar la Independencia política -en 1816- se propuso, no sin fuertes motivaciones culturales, poner a la cabeza de la “Unión Americana” a un descendiente del Inca para alcanzar la unidad y el sincretismo que España logró con su política “de Indias”, sobre la base de sus valores, principios y creencias. La Cruz y la Espada españolas ingresaron por el Alto Perú, dando lugar a lo que se llamó la “Cultura Tucumanesa”, hispano-criolla-católica -Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán y su proyección hacia la “Vaquería del Mar” y hacia el “desierto pampeano”, que alcanzaba a la Pcia. Oriental y a la costa atlántica-.
Doscientos cincuenta años antes de Mayo del año 10 estaba ya en pleno proceso de formación la cultura “argentina”. Allí está el germen, la base de nuestra identidad: la “cultura tucumanesa”, allí está el molde y la fragua de nuestra ética sociopolítica.
Allí se origina nuestro patronímico, nuestro hermoso nombre de Argentina surgido de la economía fisiocrática asentada en la minería y la industria artesanal. En el Potosí y en la plata -“argentum”- está nuestra génesis. Allí está hasta el nombre del Río de Solís, el Río de la Plata, donde se asienta hoy esta ciudad, la ex Capital Federal y hoy CABA.
Por razones de luchas dinásticas don Pedro de Cevallos, Capitán General de España, propone a Carlos III la creación del Virreinato del Río de la Plata. El Gran Río de Solís era la única “puerta de la tierra” en la fachada atlántica de Sudamérica. Allí estaba el acceso de los enemigos de España sobre la espalda del poder español, asentado en Lima. Buenos Aires será la capital del Virreinato (1776) y por allí ingresará la civilización de la primera revolución industrial-posabsolutista.
Esta civilización entra tomada de la mano borbónica -no Hausburgo- de la Revolución Francesa… y de la mano del “progreso” mercantilista luso-británico. Buenos Aires será un centro “cosmopolita, comercial y guerrero”. Estas dos corrientes, la cultural-Pacífico-española y la civilizadora, Atlántico-luso-británica, produjeron un choque de culturas.
Este conflicto salió a superficie en ambas Invasiones Inglesas y da lugar, continuadamente, a nuestra guerra civil chocando en combate, repetidamente, sobre el Arroyo del Medio.
Las lanzas de la cultura interior -de la democracia “incivilizada”- enfrentan -casi siempre con éxito- a los fusiles de la civilización porteña, de la democracia “transculturizada”. Nos enseñaron que esa era la “Guerra de la Organización”. Creo que fue el choque de dos culturas, que no debieron colisionar. Fue una pugna autodestructiva.
Había que montar, sobre la propia e incambiable cultura -la continuidad- a la nueva y cada vez más dinámica civilización -el cambio-. Contrariamente se planteó el conflicto: Civilización “o” Barbarie, entendiéndose por barbarie a la propia cultura. El bárbaro era el gaucho: “no ahorren sangre de gauchos”. Dicho esto en un libelo de lucha política.
A nosotros, adolescentes, nos llegó como una verdad “literaria”. Cuando el autor de “Facundo” se lo envía al Grl. Paz, preso en Santa Fe después de ser boleado su caballo en Villa Concepción del Tío, le dice al “Manco” cordobés: “este es un libelo con mentiras a designio, es un libro de lucha política”.
Poco tiempo después José Hernández dice que “el bárbaro” es el indio no culturizado como el criollo. No “argentinizado”. El indio que no había ingresado a la “identidad argentina”… repito: hispano-criolla-católica. La figura central del poema de José Hernández es el gaucho Martín Fierro. Es el paradigma de nuestra identidad. Y el transculturizado de la estirpe, es el Viejo Vizcacha.
Del cotejo de los “consejos” de Fierro a sus hijos con los “consejos” del Viejo Vizcacha, obtenemos la diferencia que Hernández -agudo observador de nuestra ya iniciada crisis sociopolítica- encontraba en los desvíos de una confusión absurda, que se agudizó con el correr del tiempo. Pensemos ¿hoy, estamos más cerca de Fierro o del Viejo Vizcacha?
Los “progres” del aquel tiempo fueron -indudablemente- más “cultos” que los contemporáneos. Estos son los que soltaron los demonios posmodernistas que hoy nos acosan, mientras nos entretienen semana a semana con un nuevo capítulo de la novela que es nuestro drama colectivo. Pretendemos cambiar torpemente lo incambiable: la identidad y a la vez nos negamos cambiar lo instrumental: los medios tecnológicos, que nos permitirían competir y desarrollarnos.
La cultura -valores, principios y creencias- cuando se traslada al Sistema Político, toma el nombre de Ética, de moral pública y privada, de hábitos, de conductas, de reglas de juego sociales. Cuando no hay cultura, no hay ética, no hay hábitos sanos, rectas conductas y firmes reglas del juego social. Se quiebra la disciplina colectiva y el contrato social que interrelaciona a la Política -entre “mandantes”, el pueblo y los “mandatarios”, los gobernantes-. El dirigente político representa a un sector social. Cuando el sector no se siente representado y no hay participación, se fractura la confianza, la credibilidad. No hay desarrollo político. Se quiebra el contrato social.
Podemos concluir: SIN CULTURA, SIN ETICA, SIN CREDIBILIDAD: NO HAY POLÍTICA.
Y SI NO HAY SOSTÉN POLÍTICO INSTITUCIONAL: NO HAY ECONOMÍA.
Hemos cumplido el tiempo de nuestra exposición de hoy. Abrimos ahora la posibilidad de aclarar conceptos a través de preguntas, que trataremos de responder. La segunda parte de esta conferencia se desarrollará el próximo jueves, a las 1800 Hs, en esta misma sala. Muchas Gracias.
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CONFERENCIA DEL GRL. D. HERIBERTO JUSTO AUEL
EN EL CENTRO DE OFICIALES DE LAS FUERZAS ARMADAS
COMO MIEMBRO DE NÚMERO DE LA
ACADEMIA ARGENTINA DE ASUNTOS INTERNACIONALES.
“EN LAS VISPERAS DE UNA SEGUNDA ARGENTINA”
Segunda Parte
Señor Presidente de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales,
Señores Académicos de Número,
Señores:
Damos continuidad y cierre, con esta exposición, a la conferencia que desarrollamos en su primera parte hace una semana, en este mismo lugar. Decíamos entonces que llevamos seis Ministros de Economía -en menos de un año- y pareciera que para “salir” necesitaremos muchos más, si no reconocemos el origen del problema.
Tuve acceso -hace unos quince años- a un trabajo inédito de Carlos Mallman, presentado en la “Fundación Banco Boston”. Era un estudio de las Teorías de los Ciclos Político- Institucionales, similares a los ciclos de Kondratieff, en Economía. El italiano Ferrari, el americano Schlessinger y el ruso Sorokin fueron los sociólogos que, motivados por las graves crisis de la “gran depresión” de los años 1928/1930, también desarrollaron importantes estudios aplicados, arribando a conclusiones muy similares.
Hemos tomado la terminología de Ferrari, incluyendo algunos elementos de los restantes autores, para exponerlos aquí. A diferencia de los ciclos económicos de Kondratieff -que abarcan unos 35 años- los ciclos político-institucionales alcanzan entre l30/l50 años, según el autor que consideremos. Estos estudios han sido validados con numerosos casos.
Aplicados a la Historia Argentina, las “olas” que prevén se corresponden con notable precisión con los hechos ocurridos, hasta mediados del siglo XX. En ese punto, salimos del ciclo y.…perdemos el rumbo de la paz y del progreso.
Cada ciclo tiene dos “ramas” que conforman una sinusoide, determinando “dos fosos” críticos, en el inicio y en el final y “un ápice” como apogeo de la rama sinérgica, que luego cae, continuándose en la rama de la decadencia. En cada rama se observan dos “olas”. En la rama ascendente, sinérgica, las olas de la “organización” y la “consolidación”. En la descendente, en la decadencia, las olas del “cuestionamiento” y de la “recuperación de la identidad”.
Consecuentemente, la Argentina continúa en la “Ola del Cuestionamiento”, sin propuestas en el nivel de la Gran Política.
El conflicto social, los golpes de estado, los resentimientos y aun el odio, son cabalgados a partir del ’59 por el conflicto Este-Oeste, de carácter ideológico. La guerra civil -hibernada- emerge por vía del terrorismo-revolucionario que ataca al Estado. Un sector de la clase media urbana induce a sus hijos a la violencia guerrillera, urbana y rural, montada sobre el odio social. La guerra civil se prolonga hasta los ‘80 y destruye el remanente institucional.
En 1982 la Guerra del Atlántico Sur y el fracaso del “Proceso” elimina la posibilidad de la recurrencia cíclica a las FF.AA. y a los golpes de estado, de quienes carecían de mayorías electorales y de ideas Políticas.
Desde entonces el sistema político está condenado a regenerarse desde el mismo sistema. No hay ni habrá “salvadores”. Esa es la sensación de absoluta desesperanza e incertidumbre que nos alcanza en los comienzos del año 2002. No existen indicios de una voluntad de cambio cultural-político dentro del Sistema, que se presenta corrompido y obsoleto. Contrariamente, se percibe la ausencia de las Generaciones Perdidas o Ausentes desde los años ‘60, en la falta de ideas, de proyectos, de futuro.
Esas Generaciones fueron arrasadas por el odio social, por la guerra civil y un profundo proceso de transculturación producido por un “democratismo progresista” falaz e ideologizado, que llevó a la antigua Unión Cívica -continuadora natural del tradicional partido Federal- a la Internacional Socialista. Este partido tradicional -por meros intereses electorales- constituyó una “Alianza” con los remanentes revolucionarios marxistas. Ese gobierno de coalición fue inviable. El “entrismo” del castro-comunismo se consolidaba.
En la “Carta a los Argentinos” se habían planteado como programa-plataforma las utopías más escandalosas. Sin embargo, ganó las elecciones. Terminó en disgregación, violencia y fuga. Hoy, tras una sucesión de gobiernos efímeros, se constituyó una Nueva Alianza, consagrando en los hechos al “Tercer Movimiento Histórico” o “Partido Único”. Antigua aspiración de viejos líderes desprestigiados, soldando por las alas izquierdas a los tres partidos mayoritarios.
El “Tercer Movimiento Histórico” ya había sido intentado con el fallido asalto al Regimiento 3 de Infantería, en La Tablada, en 1989. Hoy nos “gobierna” un partido único, sin oposición y a través de un extraño régimen parlamentario encubierto, bajo palio democrático, como “valor único”. En la más profunda crisis nacional nos conduce un colegiado que es el responsable del enjambre contradictorio de normas legislativas que nos han llevado a una ciénaga.
LUCIO QUINCIO CINCINATO DEBE DE HABERSE CONMOCIONADO EN SU SEPULCRO, EN ESTOS ÚLTIMOS MESES.
En la sinusoide que representa a la teoría de los CICLOS POLITICOS, nos ubicamos actualmente debajo del “foso” proyectado. Hemos perforado el piso. Cargamos sobre nuestras espaldas y sobre nuestras conciencias, más de cincuenta años “de atrasos”, de paralización, de estancamiento en la Historia. Cuando las dirigencias carecen de “percepciones políticas” el “estado de necesidad” podría hacerlas reaccionar, cambiar de rumbo y abandonar una actitud “autodestructiva”. Pero no hay indicios de ello.
Tengamos en cuenta que la Teoría de la Evolución/Involución surge de la Teoría del Caos. El Caos es la Muerte. Es la disgregación de la Nación. Pero, dentro del Caos esta la semilla de lo nuevo. Está el “atractor”, el pivote de giro, el punto de inflexión… Si “recuperamos la identidad” y “nos adaptamos al medio”, a la presente etapa de la civilización, estaríamos en condiciones de “evolucionar”. Si continuamos “transculturizados”, sin ingresar a la “etapa de la civilización del conocimiento”, creo que tenemos asegurada la disgregación, por involución.
Debemos encontrar, debemos descubrir el germen, la semilla “del cambio” anidada en algún sector de nuestra dirigencia o en algún pliegue de nuestra sociedad. Debemos impulsar nuestra capacidad de reacción para lograr un giro cultural y político insoslayable. Un giro cultural y político como el que estoy señalando … ¿puede darse en breve plazo?…
Ortega y Gasset nos dice en “La España Invertebrada” que “el pivote de la historia son las generaciones”. Una generación abarca entre 30/40 años. Ese -entiendo- podría ser el tiempo para la recuperación de la Argentina, si empezaramos a impulsar ya mismo ese esfuerzo.
¿Quién o quienes podrán extrañar de nuestra sociedad y para siempre al Viejo Vizcacha y lograr un nuevo regreso de Fierro a nuestra tierra?, ¿quien o quienes reemplazarán a la “agachada truquera o ventajera”, o al “yo argentino”, al “no te metas”, al “y yo que gano”, o a los “mitómanos” o simples “macaneadores” para llevarnos a una Gran Política comunitaria, arquitectónica, que acepte los riesgos, los esfuerzos continuados, que restablezcan la esperanza y la solidaridad?. Esta es la única vía que nos puede sacar de la ciénaga.
Tenemos que poner en el sillón de mando a un “argentino decente”, con percepciones de sapiencia, que sepa quién es, que sepa adónde va y que perciba cual es la naturaleza de su tiempo y de su entorno. Que tienda al “valor agregado” y no al “valor apropiado”. La evolución que nos lleve a la expansión de la comunidad con redistribución equitativa, necesariamente deberá relacionarse con las virtudes de nuestra tradición cristiana. La búsqueda del “becerro de oro” individual, el “apropiamiento”, nos trajo el caos.
El que da, recibe y quien enfrenta los desafíos del futuro debe ser conciente que sin conflictos no hay desarrollo. La “Segunda Argentina” evolucionará o involucionará, según nuestras actitudes, según nuestras percepciones, según el grado de compromiso y valor agregado social que asumamos en conjunto.
Si el diagnóstico es equivocado, nuestro pronóstico será desastroso. Hay leyes naturales que así lo establecen. Si en cambio actuamos con acierto, desde la perspectiva de la personalidad nacional, influenciando y dejándonos influenciar por nuestras circunstancias, desarrollaremos estrategias sinérgicas y organizaciones ágiles y eficientes.
A pesar de que vivimos mirándonos el ombligo y no percibimos lo que ocurre en el mundo, les digo que los cambios que se han producido desde que terminó la “guerra fría” hasta hoy, en solo unos diez años, son de orden cualitativo y, si no nos apercibimos de esa calidad de cambios, no vamos a acertar con el rumbo de la nave. Nos pasará lo de aquel habilidoso delantero que en vez de mirar la cancha, mira la punta del botín y mete el gol en contra.
Tenemos lo necesario para recuperarnos, pero carecemos de una dirigencia política culta, carecemos de ética pública, hemos abandonado la educación, la formación espiritual y la instrucción necesaria para ingresar a esta etapa de la civilización del conocimiento.
Vamos a suponer que, por razón de un milagro se instalaran mañana 70 fábricas en Santa Fe. ¿De dónde obtendríamos los hombres capacitados para trabajar con las tecnologías que hoy compiten en el mundo? ¿Hemos creado las escuelas técnicas posindustriales…? Nos pasamos de largo la estación de la civilización industrial. No completamos, no integramos el ciclo de la industrialización como lo hizo Brasil -tardíamente- con técnicos argentinos.
La “guerra civil” lo impidió. Le hicimos un “hand of” al hombre de la cultura tucumanesa en los ’50 cuando justamente había que recuperar nuestra ética, nuestra identidad . Le llamamos “aluvión zoológico”, “cabecita negra”. Rechazamos así -por ignorancia- el natural proceso de una urbanización ordenada. La consecuencia está a la vista.
No comprendimos que el fenómeno industrial nos llevaba a la sociedad de masas y ésta a la necesaria modernización del sistema político. A una mayor participación. Hicimos lo contrario: pedíamos el “voto calificado”. La carencia de ese “mecanismo de acuerdos de las diversidades, en libertad”, desembocó en el agravamiento de las luchas civiles, la destrucción del escaso Estado, el democratismo anárquico y la profundización consecuente de la “depresión social”. ¿Estamos entendiendo hoy, finalizada la etapa de la civilización industrial, cómo ingresar a la nueva etapa de la civilización posindustrial?…
Los indicios, no son positivos. Habiendo alcanzado en la transición al estado de derecho, con mucho esfuerzo y en la mitad del río, hay una mayoría inducida que quiere regresar a primera orilla. Y los líderes “ideologizados” callan verdades incontrovertibles:
Nuestro espacio geográfico no está destruido. Pero aún no hemos empezado a organizarlo. Nuestra cultura original subsiste en la profundidad del país: allí están la Patria, los Padres y la epopeya histórica. Es el pasado glorioso. Allí están nuestras tradiciones, nuestros hábitos sociales, nuestras costumbres. La natural decencia de la gente sencilla. Esa es la gran herencia que debemos recuperar y retener.
En nuestra cultura esta la soberanía, cuando la globalización licúa a las fronteras…. La Bandera Nacional es el símbolo representativo de nuestra identidad. En el futuro está la Nación a consolidar Es el desafío de la Gran Política, construir el Gran País que nos debemos. A él le hemos llamado “La Segunda Argentina”, políticamente integrada a la Región y económicamente desarrollada en la “Civilización del Conocimiento”.
La segunda tesis que deseamos exponer esta interrelacionada con la primera: Así como Ortega hablaba de una España “invertebrada”, los argentinos hablamos constantemente de una Argentina “desestructurada”. De un proyecto de país agotado, de un estado destruido, de instituciones malversadas, pero no estamos planteando cual es la puerta de salida de ese drama.
La debilidad cultural…nos lleva a la evasión… La estructura de un país desarrollado -su andamiaje- se apoya en su espacio geográfico y en el tiempo histórico en el que vive una sociedad, caracterizada por una identidad única: por una cultura. Desde esta surge una ética sociopolítica, hábitos comunitarios y costumbres tradicionales.
Para convivir en paz, en armonía, en diversidad y libertad, la sociedad desarrolla un sistema político que necesariamente debe ser coherente: debe corresponder al sistema social correspondiente. Si no lo es, estamos en presencia de un conflicto sociopolítico de trasfondo cultural.
El sistema social es el más relacionado con la Patria. Es donde reside la Cultura Identitaria. En el inconsciente colectivo anida “el alma de la Patria”. El sistema social exige, por la naturaleza humana, el desarrollo comunitario de un sistema político que permita el desarrollo de la vida social -es decir- de la vida política, la vida en la armonía del conjunto social, en sinergia, en acuerdo y en unidad, lograda a través de objetivos comunes, de ideales e intereses comunes.
Cuando este mecanismo político de acuerdos permanentes no funciona, hay guerra civil, hay confrontación entre el sistema social y el sistema político. La Argentina, como bien lo sabemos, ha convivido en guerra civil. En el siglo XIX en francos combates que sumaron miles de muertos, muchos miles… Cuántos hombres murieron en Pavón, Cepeda, Pozo de Vargas, San Ignacio… cuántos degollados hubo en Cañada de Gómez, cuántos muertos hubo en La Verde, o aquí en Buenos Aires, en el ’80.
Estos hechos de una historia olvidada pertenecen de un drama aun presente. He ido a muchos de esos lugares a buscar una cruz que nos recuerde a aquellos hombres… No las encontré…Ni en Potrero de Vences, ni en Yeruá…No en vano no hay conciencia del hilo procesal del extravío…
En el siglo XX el combate franco de la guerra civil encontró una alternativa. Desde la Revolución del Parque la crisis del sistema se expresó a través del golpe de estado. Se apeló al Estado -a su núcleo duro- las FF.AA., para resolver la crisis de incompatibilidad de los sistemas y así se logró descomponer aún más al sistema institucional.
Progresivamente nos fuimos quedamos sin Estado, sin instituciones. El proceso “revolucionario neo-marxista” -que aun continua- fue el acelerador de la transculturización y la aproximación acelerada al “Estado fallido”. Malversado el Cuasi-Estado existente, dimos continuidad a la descomposición social con la confrontación del sistema social y el sistema político impuesto por la civilización rioplatense por la fuerza, sobre la genuina cultura “interior”.
No en vano las lanzas de los “catorce ranchos” lucían en sus moharras la leyenda “Religión o Muerte”. Ese paisanaje no estaba formado por sacristanes. Allí residía -en esas dos palabras- la razón de la pugna histórica. En la Religión están los dogmas que se trasvasan como valores y principios a la cultura. Aquellos criollos veían en los “hombres de las luces”, a los hombres impíos…
Esta visión de la guerra civil puede ser encontrada con toda claridad en la correspondencia intercambiada por dos próceres indiscutiblemente equilibrados: El Libertador Br. Grl. San Martín y el autor de la letra de nuestro Himno Nacional, el Dr. Vicente López y Planes.
El tercer sistema que conforma la base de la estructura estatal, junto a los dos ya citados, es el económico. ¿Por qué no se ha desarrollado la economía en un país “naturalmente rico que está condenado a tener éxito”…? Muy sencillamente, porque no se consolidó ni funcionó el sistema político. Sin Cultura no hay Ética, sin esta no hay Política ni crédito y por lo tanto, no hay Economía.
Hay argentinos que creen que con un erudito en el Ministerio de Economía vamos a solucionar nuestra decadencia. NO ES ASÍ. No hay solución si no recuperamos la identidad, la ética y a los sistemas sanos. “Seamos lo que debemos ser, o sino no seremos nada”. En segundo término recuperemos las instituciones. Recuperemos el “Estado Necesario” como instrumento jurídico imprescindible para sostener la “estructura” descripta y alcanzar el bien común.
El Estagirita, en su libro “La Política” es quien sostiene estas ideas como fundamento de lo que entendemos hoy, culturalmente, como “Occidente”. El Estado es la estructura que abarca a estos sistemas interrelacionados. La inteligencia del Estado surge de la base social, de la cultura y se corporiza en el sistema político. La inteligencia de la estructura del Estado es la Política.
Si no cumplimos con esta lógica que rige a Occidente, la Argentina no sale de su larga noche. La “recuperación de la identidad” es la recuperación de la cultura fundacional. El Libertador sufrió el estigma cuando el drama se iniciaba. Fue sin duda quien encaminó a la Revolución de Mayo hacia la Independencia, a pesar de los “civilizados” que lo abandonaron después de Chacabuco y que luego lo mandaron al exilio.
Lavalle, llevado al equívoco dramático de Navarro por aquellos mismos hombres, clamó para que volviera para hacerse cargo de la Revolución, en medio de las llamas de la anarquía “civilizada”. No lo logró. Rosas, desde el “sistema económico” -desde la estancia- lo hará y recibirá el Corvo histórico, en reconocimiento. Antes, había recibido del exiliado en Francia el anticipo de lo que le esperaba de manos de “esa ciudad ingrata”.
Y así ocurrió. Urquiza y Roca fueron quienes condujeron las olas de la “Organización” y la “Consolidación”. Así alcanzamos la “Primera Argentina Agropecuaria” que se intenta destruir sin dar a luz su continuidad “Posindustrial”, al comenzar el siglo XXI. La agonía de esa criatura de la Generación del ’80 es extremadamente larga, porque el país es naturalmente fuerte. “La Primera Argentina” fue hija de su tiempo y es hoy el escalón imprescindible para escalar a la que adviene, con la “Civilización del Conocimiento”, la “Segunda Argentina Posindustrial”.
La larga agonía -la crisis-decadencia centenaria- infectó al cuerpo social con “corrupción”, con podredumbre… que ha penetrado a las Instituciones Estatales y no Estatales. Y este hecho, en este momento histórico, se relaciona íntimamente con el tema estratégico central del mundo. Tengamos en cuenta que la corrupción estructural que nos ahoga se da en el marco de una guerra mundial contra la corrupción, contra las mafias, contra el crimen organizado.
Las operaciones están en curso, las de los Estados Seculares organizados en la ONU o en la nueva OTAN bajo conducción de un Imperio Global, el del G8. Frente a ellos están aquellos que se alinearon con el crimen organizado que en nuestra América y en nuestra Argentina tienen un nombre muy concreto: la revolución castro-comunista que se apoya en el narcoterrorismo y es conducido por el Foro de San Pablo.
Los hechos históricos no se repiten, pero los ciclos político-institucionales siguen el curso cíclico que hemos graficado, en una sinusoide continua. Ya habíamos transitado -en el S. XIX- un momento de grave disolución, como el que actualmente vivimos, pero no lo asimilamos. Nuestra historiografía lo reconoce como el período de la anarquía. Nunca nos convencieron las razones que nos dieron para explicar aquel fenómeno, pues nos parecieron superficiales o que respondían a banderías que oscurecen la verdad.
Ahora estamos repitiendo aquel momento, pero no hay quien pida quemar las cartas de oprobio. Las mismas figuras reaparecen en el escenario del drama detrás del doble discurso, del relato, de las listas sábanas, de los mitos que cierta prensa repica diariamente como verdades. Pero… hay gran ausencia… hoy no está el caballero rural, aquel español Augsburgo que desde la estancia vino a poner orden con “sus” tropas. Esa es la ansiedad que conlleva la pregunta que escuchamos a cada paso… “¿ y ahora… qué…?”
Vale la pena recordar aquellos malversados momentos. Fue llamado dos veces por quienes detentaban el poder desde “el gobierno” quebrado o lo que quedaba de él, para restablecer el principio de autoridad. En su primer gobierno, cuando observó la tibieza de su entorno para sostener en el reordenamiento iniciado, salió a campaña. A los dos años, nuevamente la anomia y la sangre fueron en su búsqueda. Entonces no bastó la unanimidad de la Legislatura. Exigió que el poder que se le concedía proviniese del “soberano”. De un plebiscito. Fue nuestra primera consulta popular a través del sufragio. Votaron diez mil ciudadanos y hubo sólo cuatro votos en contra de la “suma del poder público”.
Al hacerse cargo de los tres poderes del Estado, dijo, en Plaza de Mayo:
“Habitantes todos de la ciudad y de la campaña: La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación de probar nuestra virtud y constancia. Resolvámonos pues a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo al pérfido traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe...”
Mutatis mutandis…podríamos repetir cada una de estas palabras, hoy, en el mismo sitio, sin temor a error. El vaticinio epistolar del Libertador se cumplió. El poderoso hacendado murió de pulmonía, en la miseria y abandono a los ochenta y cuatro años, cultivando su huerta para sobrevivir. Había perdido sus bienes, su honor y su fama en manos de “aquel pueblo ingrato”.
Vuelvo entonces a la frase inicial: “APRENDER… A NO APRENDER”. En los próximos meses tendremos en nuestras manos la decisión y la posibilidad de “evolución” o de “involución”. ¿Habremos aprendido o necesitaremos más penurias y sangre?…
La barca Argentina navega sin capitán en el timón. No tiene rumbo ni brújula. No ha bajado la quilla y se abandonó el velamen…Los espectadores, en cubierta, son muchos… Les propongo dejar de ser espectadores. Les propongo cinco grandes objetivos para iniciar el encauzamiento de la “Segunda Argentina”, para recuperar nuestra autoestima, el orgullo de haber nacido en esta tierra y la decencia heredada de nuestros padres y abuelos.
En orden de prioridad, son los siguientes:
No son metas inalcanzables. Nuestra Argentina ya ha demostrado una inmensa capacidad de reacción para salir del desorden y de la depresión. Desgraciadamente nunca lo hicimos atendiendo al desarrollo simultáneo de los tres sistemas que hemos descripto. El desequilibrio descompensó la estructura jurídica-institucional a través del conflicto permanente. Ello indica la urgente necesidad de la recuperación cultural y del desarrollo político de nuestra dirigencias.
El mundo aún nos ofrece apoyo académico y de cerebros para salir de la ciénaga, ante el “milagro” logrado por los argentinos. Desde la debilidad cultural contractiva, ello es leído como una “colonización”, como un daño a nuestra soberanía. Ésta misma lectura es la que produce las utopías que nos han colocado en el escándalo que vivimos a diario. Si quieren un ejemplo cercano, los invito a releer la “Carta a los Argentinos”.
“PARA LOS HOMBRES DE CORAJE SE HAN HECHO LAS EMPRESAS”.
Br Grl San Martín en carta al Dr Godoy Cruz -1816-.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 19, 2021