A mediados del corriente mes, mientras desprestigiados jueces federales aplicando la “política de estado-que se pudran en la cárcel”, negaban merecidos arrestos domiciliarios a los adultos mayores imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad, el Covid 19 ingresaba al mentiroso Hospital Penitenciario Federal. Lo hacía, infestando al prisionero OJEDA FUENTES RAMÓN ALBERTO en el Hospital Interzonal de Ezeiza donde había sido llevado por sus problemas de salud. Es decir, en el colmo de la mentira y la hipocresía, sobre las bondades carcelarias, el prisionero fue sacado del hospital penitenciario para atenderlo en uno público. Muy poco después, el domingo 19 comenzaba como un día “normal” cuando a las 8.40 AM una decena de nerviosos agentes penitenciarios irrumpieron en el lugar ordenando a los 11 cautivos alojados allí, que rápidamente prepararan sus efectos personales porque de inmediato serían trasladados a otra prisión. Imposible en esos momentos enterarse a cuál, por su calidad de subhumanos estos no merecían saberlo. Algunos de estos efectivos usaban mascarilla y ninguno guantes, ¿el protocolo? Bien gracias, se lo debo. En medio de la sorpresa y urgencia, como pudieron, se armaron bultos, entre ellos una heladera de los cautivos, que luego serían transportados en camiones. Dos o tres prisioneros con sus sillas de ruedas, fueron subidos a sendas ambulancias y el resto (algunos con bastones) a una sucia “perrera” en la que también viajó el Coronavirus. Así, estos anonadados septuagenarios, octogenarios y nonagenarios luego de pasar años encerrados en el nosocomio penitenciario, llegaron a la UP 31, añorando lo que dejaban atrás. Allí estaba su espacio y su rutina, aún con goteras, cucarachas, paredes manchadas y cables eléctricos sueltos por doquier, ese era su “hogar”. No todos sus efectos fueron transportados, algunos de ellos también quedaron atrás, ahora, si ello es posible y la suerte los acompaña, tendrán la muy difícil tarea de recuperarlos. Luego vino lo que vino, la pandemia se hizo ver y hoy los ancianos que aún quedan en el pabellón seis, solo ocupan cinco celdas, las otras seis, por ahora, quedaron vacías y silenciosas.
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Por CLAUDIO KUSSMAN
CELDAS VACÍAS Y SILENCIOSAS
A mediados del corriente mes, mientras desprestigiados jueces federales aplicando la “política de estado-que se pudran en la cárcel”, negaban merecidos arrestos domiciliarios a los adultos mayores imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad, el Covid 19 ingresaba al mentiroso Hospital Penitenciario Federal. Lo hacía, infestando al prisionero OJEDA FUENTES RAMÓN ALBERTO en el Hospital Interzonal de Ezeiza donde había sido llevado por sus problemas de salud. Es decir, en el colmo de la mentira y la hipocresía, sobre las bondades carcelarias, el prisionero fue sacado del hospital penitenciario para atenderlo en uno público. Muy poco después, el domingo 19 comenzaba como un día “normal” cuando a las 8.40 AM una decena de nerviosos agentes penitenciarios irrumpieron en el lugar ordenando a los 11 cautivos alojados allí, que rápidamente prepararan sus efectos personales porque de inmediato serían trasladados a otra prisión. Imposible en esos momentos enterarse a cuál, por su calidad de subhumanos estos no merecían saberlo. Algunos de estos efectivos usaban mascarilla y ninguno guantes, ¿el protocolo? Bien gracias, se lo debo. En medio de la sorpresa y urgencia, como pudieron, se armaron bultos, entre ellos una heladera de los cautivos, que luego serían transportados en camiones. Dos o tres prisioneros con sus sillas de ruedas, fueron subidos a sendas ambulancias y el resto (algunos con bastones) a una sucia “perrera” en la que también viajó el Coronavirus. Así, estos anonadados septuagenarios, octogenarios y nonagenarios luego de pasar años encerrados en el nosocomio penitenciario, llegaron a la UP 31, añorando lo que dejaban atrás. Allí estaba su espacio y su rutina, aún con goteras, cucarachas, paredes manchadas y cables eléctricos sueltos por doquier, ese era su “hogar”. No todos sus efectos fueron transportados, algunos de ellos también quedaron atrás, ahora, si ello es posible y la suerte los acompaña, tendrán la muy difícil tarea de recuperarlos. Luego vino lo que vino, la pandemia se hizo ver y hoy los ancianos que aún quedan en el pabellón seis, solo ocupan cinco celdas, las otras seis, por ahora, quedaron vacías y silenciosas.
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[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]Claudio Kussman
Comisario Mayor (R)
Policía Pcia. Buenos Aires
Julio 27, 2020
claudio@PrisioneroEnArgentina.com
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Julio 27, 2020