María se lamentaba delante del sacerdote: “Veo mucha gente que tiene condiciones financieras para apoyar la obra de Dios sin nada hacer. Tengo tanta voluntad de ayudar, pero estoy desempleada y no tengo dinero alguno para ofrendar”. El sacerdote, con mucha ternura, le dijo: “Hija, con todo tu amor, puedes ayudar a muchos. Puedes ofertar consuelo a los que están desalentados. Donar palabras de cariño y un poco de tu sonrisa de felicidad. Puedes distribuir tu alegría y optimismo a los que están pesimistas e infelices. Imprimir y distribuir a todos los desesperanzados, unas palabras como testimonio de tu fe y obediencia al Señor”. María dejó la presencia del sacerdote con un ánimo que jamás experimentara antes.
¿Que estamos haciendo para ayudar a proporcionar mejores días a los que están en el frente de batalla, luchando para que los perdidos sean hallados, que los incrédulos pasen a creer, que la mentira sea derrotada por la verdad, para que el mundo sea un poco mejor para todos? ¿Podemos ayudar financieramente? ¿Y por qué no lo hacemos? ¿Hasta cuándo estaremos indiferentes a la obra de Dios? ¿Hasta cuándo pensaremos solo en nosotros mismos? ¿No podemos ayudar? ¿Por qué no alumbrar el mundo sin dinero, apenas con nuestra vida espiritual? ¿Por qué no testificar sin dinero, apenas con nuestras actitudes diarias? ¿Por qué no visitar y ofrecer los hombros o las manos, sin dinero, buscando los que están al alcance de nuestras piernas? Podemos presentar varias justificativas, pero Dios no aceptará ninguna de ellas. ¿Por qué usted no ayuda de alguna manera? ¿Está pensando en alguna justificación?
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo,
y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que
prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y
mucha prosperidad.
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Por CLAUDIO VALERIO.
María se lamentaba delante del sacerdote: “Veo mucha gente que tiene condiciones financieras para apoyar la obra de Dios sin nada hacer. Tengo tanta voluntad de ayudar, pero estoy desempleada y no tengo dinero alguno para ofrendar”. El sacerdote, con mucha ternura, le dijo: “Hija, con todo tu amor, puedes ayudar a muchos. Puedes ofertar consuelo a los que están desalentados. Donar palabras de cariño y un poco de tu sonrisa de felicidad. Puedes distribuir tu alegría y optimismo a los que están pesimistas e infelices. Imprimir y distribuir a todos los desesperanzados, unas palabras como testimonio de tu fe y obediencia al Señor”.
María dejó la presencia del sacerdote con un ánimo que jamás experimentara antes.
¿Que estamos haciendo para ayudar a proporcionar mejores días a los que están en el frente de batalla, luchando para que los perdidos sean hallados, que los incrédulos pasen a creer, que la mentira sea derrotada por la verdad, para que el mundo sea un poco mejor para todos?
¿Podemos ayudar financieramente? ¿Y por qué no lo hacemos?
¿Hasta cuándo estaremos indiferentes a la obra de Dios?
¿Hasta cuándo pensaremos solo en nosotros mismos? ¿No podemos ayudar? ¿Por qué no alumbrar el mundo sin dinero, apenas con nuestra vida espiritual? ¿Por qué no testificar sin dinero, apenas con nuestras actitudes diarias? ¿Por qué no visitar y ofrecer los hombros o las manos, sin dinero, buscando los que están al alcance de nuestras piernas?
Podemos presentar varias justificativas, pero Dios no aceptará ninguna de ellas.
¿Por qué usted no ayuda de alguna manera? ¿Está pensando en alguna justificación?
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo,
y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que
prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y
mucha prosperidad.
Claudio Valerio
© Valerius
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 31, 2020