CUANDO EL RELATO DE LOS DERECHOS HUMANOS PRENDE EN SECTORES DE LAS PROPIAS FUERZAS POLICIALES

UN AGRAVIO GRATUITO, INNECESARIO E INJUSTIFICADO HACIA SUS CAMARADAS DE AYER. UNA LACERANTE HERIDA INFRINGIDA INJUSTAMENTE EN EL CORAZÓN DE LA “FAMILIA POLICIAL”.
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  Por Dr. Gonzalo Miño.

En la ciudad de Rosario está llegando a su fin la denominada causa “Casco”, en la cual se juzga un hecho ocurrido en el mes de Octubre de 2014 en esa ciudad y en la cual se encuentran imputados 19 policiales provinciales. Esta causa, por la “presión” que ejercieron los organismos de derechos humanos, pasó de la Justicia Provincial a la Justicia Federal, logrando que se les impute a los policías el delito de desaparición forzada de persona agravada por homicidio. 

Como una exacta e idéntica copia de los denominados juicios de lesa humanidad, el juicio transcurre con los mismos actores: los mismos organismos de derechos humanos, la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, la imposición de un relato sin base probatoria alguna, declaración de testigos previa reunión con los querellantes, contradicción y falsedades de los mismos, pruebas que se tergiversan, la eterna prisión preventiva de los imputados, el consabido “siga siga” de los jueces, en fin, nada nuevo para quienes transitan el arbitrario mundo de “lesa”.

La única diferencia con los denominados juicios “de lesa”, es que los familiares de los policías imputados y presos, montan un acampe frente a los Tribunales Federales cada vez que hay audiencia, con equipos de audios y video, repartiendo folletos y charlando con los transeúntes bajo el lema “Casco: causa armada”. Hasta una asociación civil presentó un libro el año pasado titulado “Causa armada: la historia detrás del caso Franco Casco”, intentando instalar el día 6 de Octubre (fecha del presunto hecho) como “el día nacional de las causas armadas”.

Hasta acá todo más que valorable y digno del mayor de los respetos, salvo por un detalle, poco conocido y que enloda todo este loable accionar en defensa de los uniformados. En uno de esos acampes que realizan los familiares de los policías, colocaron una enorme bandera en la entrada del Tribunal Federal (emulando la que cuelgan los organismos de derechos humanos cada que vez que hay audiencia en un juicio de “lesa”) que reza: “30 mil razones para no volver a repetir. Jamás persecuciones políticas y de clase”. La bandera fue puesta en reiteradas oportunidades más.

Aunque no se diga “de frente”, el mensaje elíptico es claro: “ellos no son los genocidas que desaparecieron y mataron 30.000 personas, no tienen nada ver, ellos si merecen ser enjuiciados y condenados, estos no”. Amén de repetir la mentira de los 30.000 y avalar  esta espuria consigna usada por los organismos de derechos humanos solo para condenar militares, policías y civiles tildados de colaboracionistas.

Un agravio gratuito, innecesario e injustificado hacia sus camaradas mayores, una lacerante herida infringida injustamente en el corazón de la “familia policial”.  No hay argumento, explicación o estrategia que valga ante tamaño desprecio. Válidamente pudieron pelear por su verdad sin “ensuciar a sus colegas”. Cero código.

Ironías de la vida, uno de los policías enjuiciados es hijo de un Comisario que fuera condenado hace tan solo unos pocos años en una causa de lesa humanidad, siendo que en ese acampe se escuchó decir a alguien: “viste… fulano es hijo de un genocida…”. Más aún, en ocasión de los alegatos en ese juicio de “lesa”, el abogado defensor del Comisario, en aquella oportunidad “bancó la parada” al sostener la mentira de la causa “Casco” cuando desde la misma querella que ahora los persiguen, espetaron: “la tortura se transmite de padre a hijo”. La gentiliza nunca fue devuelta.

Ni siquiera una pizca de empatía con los familiares de los policías presos por “lesa” que también sufren lo mismo que ellos.

Esos compañeros, de quienes intentan “despegarse”, también padecieron y padecen causas armadas, por los mismos grupos que los persiguen a ellos, de manera calcada y con los mismo arbitrarios métodos que en exacta copia le aplican a ellos.

Huelga decir, que más allá de esta funesta actitud, desde esta columna bregamos por la inocencia de estos policías que están siendo juzgados, en el convencimiento de que esa causa es un verdadero dislate. Solo manifestamos nuestro rechazo a la mezquina actitud de quienes idearon, promovieron y colgaron esa bandera, que resulta una afrenta a quienes dieron su vida y la libertad por defender a la sociedad del ataque terrorista que sufrió la Nación.

Con errores, con aciertos, ellos también cumplieron con su deber de Policías como lo hicieron los hoy juzgados, por lo que no merecen esta deshonra a la que los someten. Deberían saber sus familiares que si tuvieron el orgullo de vestir el uniforme policial, fue gracias a que “los policías de ayer” arriesgaron su vida para que nuestro país no sea Cuba ni Vietnam del Norte y la Policía  no fuera hoy una nefasta “Policía Nacional Revolucionaria” integrada por los “mismos” que hoy los persiguen.

En los 70 dieron su vida por la sociedad y desde hace veinte años dan su libertad como testimonio de lo que alguien llamó “el curro de los derechos”, justamente para que los arbitrarios juicios contra uniformados no se vuelvan a repetir y ningún uniformado más tenga que pasar por lo que ellos pasaron y pasan. 

     No han aprendieron nada de lo que les hicieron y hacen a sus camaradas “de lesa”, ni tienen la más remota idea de quienes tienen en frente en el juicio oral. Su ignominiosa actitud les hace creer que pueden salivar para arriba.

     Cuesta creer que el relato de los derechos humanos haya prendido en sectores de las propias fuerzas policiales. Por ello desde acá, un fuerte honor y gloria a todos los policías que combatieron al terrorismo en nuestro país.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 12, 2023


 

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