Ahora estamos ante la guardia interna, cuyo personal de turno comparte una castigada mesa de madera para todo uso, a metros de un destartalado escritorio utilizado únicamente para sostener del televisor que funciona las 24 horas del día los 365 días del año. El personal penitenciario, no es ni bueno ni malo, cumple con su misión y según los problemas que pueda arrastrar de su hogar es lo que les cambia el humor. Saben que si algún día se produjera un gran y utópico cambio en el país y se investigara que pasó y que hicieron con nosotros los adultos mayores, condenados a morir en prisión a como dé lugar, ellos seguramente serían los que paguen las consecuencias, por ser la parte más delgada del hilo. Los Garavanos, los Avruj y tantos otros quedarían afuera, como lo hicieron con todos aquellos que en el pasado firmaron por el “aniquilamiento del accionar subversivo”. Esos mismos que desde el gobierno democrático clamaron en los cuarteles, para que los militares se hicieran cargo y pararan la matanza que el terrorismo llevaba a cabo en Argentina. Por ello, la mayoría de las veces que uno presenta un escrito (yo lo hacía varias veces por semana, dirigidos a autoridades médicas, carcelarias o judiciales) y solicita la constancia de su recepción mediante la firma y aclaración en una copia, hay que armarse de paciencia. Surgen escusas, demoras, lecturas casi de censura y si es posible que lo firme la próxima guardia. Siendo la hora de entrega las siete de la mañana, una hora antes del relevo, yo obsesivo de los horarios y no queriendo deber favor alguno a nadie, me levantaba a las seis, me bañaba y a las siete estaba con mis escritos frente a la desvencijada mesa de madera. Allí, donde transcurre gran parte de la vida de los penitenciarios que deben custodiarnos. En una oportunidad faltando dos minutos para la hora señalada, me hicieron volver después, porque “no era el horario establecido”. Poniendo cara de jugador de póker, así lo hice y dos minutos después volví para que me recibieran las notas. Por supuesto recordando los tiempos cuando llegué a tener 2.500 efectivos bajo mis órdenes y preguntándome, cuántos de ellos habrían tenido actitudes similares para con terceros.
Claudio Kussman
Interno L.U.P 345.349
Servicio Penitenciario Federal
Diciembre 09, 2018
“¿Tal vez por eso manda usted a sus adversarios políticos a la cárcel? (…)
Lo encuentro muy lógico. Primero me encerraban ellos a mí. Ahora los encierros yo a ellos”
UNIDAD PENITENCIARIA 31 – EZEIZA – ARGENTINA
Ahora estamos ante la guardia interna, cuyo personal de turno comparte una castigada mesa de madera para todo uso, a metros de un destartalado escritorio utilizado únicamente para sostener del televisor que funciona las 24 horas del día los 365 días del año. El personal penitenciario, no es ni bueno ni malo, cumple con su misión y según los problemas que pueda arrastrar de su hogar es lo que les cambia el humor. Saben que si algún día se produjera un gran y utópico cambio en el país y se investigara que pasó y que hicieron con nosotros los adultos mayores, condenados a morir en prisión a como dé lugar, ellos seguramente serían los que paguen las consecuencias, por ser la parte más delgada del hilo. Los Garavanos, los Avruj y tantos otros quedarían afuera, como lo hicieron con todos aquellos que en el pasado firmaron por el “aniquilamiento del accionar subversivo”. Esos mismos que desde el gobierno democrático clamaron en los cuarteles, para que los militares se hicieran cargo y pararan la matanza que el terrorismo llevaba a cabo en Argentina. Por ello, la mayoría de las veces que uno presenta un escrito (yo lo hacía varias veces por semana, dirigidos a autoridades médicas, carcelarias o judiciales) y solicita la constancia de su recepción mediante la firma y aclaración en una copia, hay que armarse de paciencia. Surgen escusas, demoras, lecturas casi de censura y si es posible que lo firme la próxima guardia. Siendo la hora de entrega las siete de la mañana, una hora antes del relevo, yo obsesivo de los horarios y no queriendo deber favor alguno a nadie, me levantaba a las seis, me bañaba y a las siete estaba con mis escritos frente a la desvencijada mesa de madera. Allí, donde transcurre gran parte de la vida de los penitenciarios que deben custodiarnos. En una oportunidad faltando dos minutos para la hora señalada, me hicieron volver después, porque “no era el horario establecido”. Poniendo cara de jugador de póker, así lo hice y dos minutos después volví para que me recibieran las notas. Por supuesto recordando los tiempos cuando llegué a tener 2.500 efectivos bajo mis órdenes y preguntándome, cuántos de ellos habrían tenido actitudes similares para con terceros.
Claudio Kussman
Interno L.U.P 345.349
Servicio Penitenciario Federal
Diciembre 09, 2018
PrisioneroEnArgentina.com
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