Dos de las mujeres más despiadadas de la Segunda Guerra Mundial, Irma Grese, el ángel de Auschwitz y de Maria Mandel, la bestia de Auschwitz terminaron sus días de igual manera.
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La Bestia
Nacida en la localidad austriaca de Münzkirchen, Maria Mandel inicia su ascenso como guardia de la cárcel sajona de Lichtenburg en el año 1938, a lado de otra cincuentena de mujeres.
Un año más tarde es trasladada al campo de concentración de Ravensbrück, que se había mandado construir recientemente y cercano a la capital del Tercer Reich.
Muy rápidamente su desempeño llamó positivamente la atención de sus superiores, que decidieron ascenderla a SS-Oberaufseherin (que podríamos traducir por “supervisora jefe principal”) en el verano de 1942.
En el tristemente célebre campo de Ravensbrück, Maria Mandel se ocupaba de supervisar el conteo diario de prisioneros, las tareas propias de los guardias comunes y se encargaba personalmente de imponer castigos tales como golpes y palizas.
El 7 de octubre de 1942, Mandel es trasladada a la fábrica de la muerte de Auschwitz y es entonces ascendida a nada menos que a SS-Lagerführerin (Jefa de Campo), un cargo de mando de alto rango que se situaba inmediatamente por debajo del comandante general, cargo desempeñado por Rudolf Höss.
En Auschwitz, ejerció el control directo sobre todos los subcampos de mujeres. El poder que tenía sobre el resto de prisioneras y subalternas era total. Maria Mandel no dudo en mostrar su simpatía por otra “insigne” guardia SS femenina, Irma Grese, el ángel de Auschwitz. Mandel se encargó de ascenderla a jefa del subcampo de judías procedentes de Hungría, en Birkenau (se encontraba al lado de todo el complejo de Auschwitz).
Conforme a los testimonios presentados tras la Segunda Guerra Mundial, una de las aficiones principales de Maria Mandel era ponerse delante de la temible puerta de entrada de Birkenau y aguardar a ver si algún desdichado o desdichada se atrevía a mirarle: su destino quedaba sellado en ese momento, ya que jamás volvían a verse por el campo de exterminio.
En el campo de Auschwitz Maria Mandel tenía el apodo de “la Bestia” y en el transcurso de dos años se ocupó de hacer la selección de internos para la cámara de gas, al margen de atrocidades varias. Mandel era conocida por escoger a algunos internos como sus mascotas. Cuando se hartaba de ellos, los mandaba directamente a la muerte en las cámaras de gas. Maria Mandel también se encargaba frecuentemente se seleccionar a los niños que debían morir.
En la cultura popular, Maria Mandel es conocida por haber organizado la orquesta de Auschwitz, formada por internos e internas, que acompañaba retorcidamente los conteos de prisioneros diarios, las ejecuciones ejemplares, los transportes y las selecciones de prisioneros. Maria Mandel se ocupó también de la firma de órdenes: los datos de los historiadores arrojan 500.000 muertos en las cámaras de gas de Auschwitz I y Auschwitz II.
A finales de 1944, Maria Mandel fue destinada al subcampo de Mühldorf en el campo de Dachau, destino en el que permanecería hasta mayo de 1945, momento en el que dejó el campo de concentración atrás ante la inminencia del avance aliado.
Maria Mandel escapó cruzando las montañas bávaras rumbo a su ciudad de nacimiento, Münzkirchen, en Austria. A pesar del intento de huida de Mandel, los aliados terminaron encontrándola.
Los norteamericanos detienen el 10 de agosto de 1945 a Maria Mandel. Tras varios interrogatorios, en los que quedó patente su capacidad y dedicación a las tareas de los campos de concentración en los que había estado destinada, se llevó a cabo la extradición a Polonia. En noviembre de 1947, tras 2 años bajo custodia aliada, es juzgada por crímenes de lesa humanidad en un tribunal de la ciudad de Cracovia. El veredicto: la pena de muerte.
La soga terminó con su vida a la edad de 36 años el día 24 de enero de 1948. Terminaban así los días de una de las mujeres más crueles de la Segunda Guerra Mundial.
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El Ángel
Irma Grese, dueña de un rostro encantador, era una muchacha rubia y con unos cautivadores ojos claros fue una de las figuras más oscuras del Holocausto. A Irma Grese le pusieron muchos apodos. Entre los más conocidos están la perra de Belsen, la cancerbera, el ángel de la muerte y el ángel de Auschwitz. Una reputación, sin duda, ganada a pulso.
A los 20 años se pasaba ya mucho tiempo en frente del espejo, acicalándose el pelo, que lucía en todo momento impecable. Siempre que tenía ocasión se pavoneaba con caros vestidos nuevos, importados desde las firmas más importantes de Praga o París.
Le encantaba lucir botas de equitación, siempre en perfecto estado, para proyectar un aire de poder. La vida del ángel de Auschwitz terminó en el cadalso: fue ahorcada el 13 de diciembre de 1945, a la joven edad de 22 años. Muy pocas lágrimas se derramaron ese día.
La meteórica carrerera de la joven Irma Greese fue espectacular: llegó a convertirse en la 2.ª mujer de mayor cargo en el campo de Auschwitz-Birkenau, después de María Mandel, la bestia de Auschwitz.
La temible Irma Grese no tuvo tampoco reparos en desplegar su sadismo en los infames campos de Bergen y de Ravensbrück. Se la llego a describir como la peor mujer de todos los campos del horror. Se decía que no existía crueldad alguna acontecida en ellos que no guardase vinculación con ella.
Tenía la costumbre de participar en las selecciones de prisioneros para ser gaseados, previa tortura de los desdichados. A Irma le encantaba también arrojar a los perros azuzados contra prisioneros indefensos. Muchas más atrocidades pueden encontrarse en las actas de los célebres juicios de Belsen.
Con total probabilidad a esta alma perversa (ajena por completo a los padecimientos del prójimo, con tendencias marcadamente sádicas) le encantaría conocer que ha sido fuente de inspiración para determinadas corrientes bondage.
La imagen que ha permanecido en el imaginario colectivo es la de una chica joven de gran belleza que se hacía ver por los campos de concentración con su temible uniforme y su tocado perfecto, con sus botas en perfecto estado, aderezadas por una terrible fusta y por su pistola.
A modo de anécdota, cabe destacar que fueron pocas las guardianas nazis que tenían autorización para portar armas de fuego.
Junto a Irma iban siempre canes enfurecidos a los que tenía famélicos para que resultará muy sencillo azuzarlos y lanzarlos contra las desdichadas reclusas. El ángel de Auschwitz se decantaba por las reclusas más bellas, que lucían todavía una silueta atractiva.
Entre los testimonios que se pudieron escuchar tras el fin de la Segunda Guerra Mundial destacó el de una ginecóloga judía presa que declaró que a Irma Grese le encantaba golpear con su látigo los pechos de las chicas más dotadas y jóvenes, con el fin de que se infectasen las heridas resultantes.
Posteriormente, esta ginecóloga judía era forzada a amputar todo el seno sin anestesia alguna. Afirmó también que Irma Grese obtenía de esta manera un placer sexual perverso. Otros relatos afirman que disfrutaba de aventuras bisexuales y que, una vez consumados sus contactos forzados con reclusas, las mandaba directamente a los hornos crematorios.
Cautivada por la Bund Deutscher Mädel (Liga de muchachas alemanas), muestra muy pronto una adhesión incondicional a la causa nazi. Su padre, de tendencias antinazis, al verla regresar al hogar, la expulsa y ella no duda en denunciarle. Con apenas 18 años de edad, una rebelde Irma Grese se presenta voluntaria para trabajar en el terrible campo de Ravensbrück, toda una academia de formación para el personal femenino de las SS (de dicha formación salieron verdaderas piezas como María Mandel o Ilse Koch, la zorra de Buchenwald).
En ausencia de otras aptitudes, Irma Grese se entrega por completo y va subiendo escalones en su carrera criminal. Contando solamente con 20 años logra convertirse en supervisora de la fábrica de la muerte de Auschwitz-Birkenau. Y nadie cree que lo hiciera por dinero: la retribución era de tan solo 54 marcos mensuales, cifra que no era para nada exagerada en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando a mediados de abril de 1945 las tropas británicas liberan el infame campo de Bergen-Belsen, se toparon sorprendidos con el personal nazi del campo esperándolos, luciendo unos uniformes impolutos. Entre dicho personal se encontraba la joven Irma, imponente con sus botas de equitación, su tocado perfecto y sus aires de grandeza.
En el transcurso de su proceso judicial, mostró una actitud desafiante y de indiferencia: parecía aburrirse mientras iban retumbando con fuerza los angustiosos relatos de sus víctimas. Su inherente frialdad quedó bien patente de nuevo cuando se tuvo que enfrentar a la horca. Las últimas palabras que se registraron del Ángel de Auschwitz, dirigidas a su verdugo, fueron “¡Rápido!” (“Schnell!” en alemán). Terminaba así la vida de uno de los rostros angelicales más temidos de la Segunda Guerra Mundial.
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Dos de las mujeres más despiadadas de la Segunda Guerra Mundial, Irma Grese, el ángel de Auschwitz y de Maria Mandel, la bestia de Auschwitz terminaron sus días de igual manera.
[ezcol_1half]La Bestia
Nacida en la localidad austriaca de Münzkirchen, Maria Mandel inicia su ascenso como guardia de la cárcel sajona de Lichtenburg en el año 1938, a lado de otra cincuentena de mujeres.
Un año más tarde es trasladada al campo de concentración de Ravensbrück, que se había mandado construir recientemente y cercano a la capital del Tercer Reich.
Muy rápidamente su desempeño llamó positivamente la atención de sus superiores, que decidieron ascenderla a SS-Oberaufseherin (que podríamos traducir por “supervisora jefe principal”) en el verano de 1942.
En el tristemente célebre campo de Ravensbrück, Maria Mandel se ocupaba de supervisar el conteo diario de prisioneros, las tareas propias de los guardias comunes y se encargaba personalmente de imponer castigos tales como golpes y palizas.
El 7 de octubre de 1942, Mandel es trasladada a la fábrica de la muerte de Auschwitz y es entonces ascendida a nada menos que a SS-Lagerführerin (Jefa de Campo), un cargo de mando de alto rango que se situaba inmediatamente por debajo del comandante general, cargo desempeñado por Rudolf Höss.
En Auschwitz, ejerció el control directo sobre todos los subcampos de mujeres. El poder que tenía sobre el resto de prisioneras y subalternas era total. Maria Mandel no dudo en mostrar su simpatía por otra “insigne” guardia SS femenina, Irma Grese, el ángel de Auschwitz. Mandel se encargó de ascenderla a jefa del subcampo de judías procedentes de Hungría, en Birkenau (se encontraba al lado de todo el complejo de Auschwitz).
Conforme a los testimonios presentados tras la Segunda Guerra Mundial, una de las aficiones principales de Maria Mandel era ponerse delante de la temible puerta de entrada de Birkenau y aguardar a ver si algún desdichado o desdichada se atrevía a mirarle: su destino quedaba sellado en ese momento, ya que jamás volvían a verse por el campo de exterminio.
En el campo de Auschwitz Maria Mandel tenía el apodo de “la Bestia” y en el transcurso de dos años se ocupó de hacer la selección de internos para la cámara de gas, al margen de atrocidades varias. Mandel era conocida por escoger a algunos internos como sus mascotas. Cuando se hartaba de ellos, los mandaba directamente a la muerte en las cámaras de gas. Maria Mandel también se encargaba frecuentemente se seleccionar a los niños que debían morir.
En la cultura popular, Maria Mandel es conocida por haber organizado la orquesta de Auschwitz, formada por internos e internas, que acompañaba retorcidamente los conteos de prisioneros diarios, las ejecuciones ejemplares, los transportes y las selecciones de prisioneros. Maria Mandel se ocupó también de la firma de órdenes: los datos de los historiadores arrojan 500.000 muertos en las cámaras de gas de Auschwitz I y Auschwitz II.
A finales de 1944, Maria Mandel fue destinada al subcampo de Mühldorf en el campo de Dachau, destino en el que permanecería hasta mayo de 1945, momento en el que dejó el campo de concentración atrás ante la inminencia del avance aliado.
Maria Mandel escapó cruzando las montañas bávaras rumbo a su ciudad de nacimiento, Münzkirchen, en Austria. A pesar del intento de huida de Mandel, los aliados terminaron encontrándola.
Los norteamericanos detienen el 10 de agosto de 1945 a Maria Mandel. Tras varios interrogatorios, en los que quedó patente su capacidad y dedicación a las tareas de los campos de concentración en los que había estado destinada, se llevó a cabo la extradición a Polonia. En noviembre de 1947, tras 2 años bajo custodia aliada, es juzgada por crímenes de lesa humanidad en un tribunal de la ciudad de Cracovia. El veredicto: la pena de muerte.
La soga terminó con su vida a la edad de 36 años el día 24 de enero de 1948. Terminaban así los días de una de las mujeres más crueles de la Segunda Guerra Mundial.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]El Ángel
Irma Grese, dueña de un rostro encantador, era una muchacha rubia y con unos cautivadores ojos claros fue una de las figuras más oscuras del Holocausto. A Irma Grese le pusieron muchos apodos. Entre los más conocidos están la perra de Belsen, la cancerbera, el ángel de la muerte y el ángel de Auschwitz. Una reputación, sin duda, ganada a pulso.
A los 20 años se pasaba ya mucho tiempo en frente del espejo, acicalándose el pelo, que lucía en todo momento impecable. Siempre que tenía ocasión se pavoneaba con caros vestidos nuevos, importados desde las firmas más importantes de Praga o París.
Le encantaba lucir botas de equitación, siempre en perfecto estado, para proyectar un aire de poder. La vida del ángel de Auschwitz terminó en el cadalso: fue ahorcada el 13 de diciembre de 1945, a la joven edad de 22 años. Muy pocas lágrimas se derramaron ese día.
La meteórica carrerera de la joven Irma Greese fue espectacular: llegó a convertirse en la 2.ª mujer de mayor cargo en el campo de Auschwitz-Birkenau, después de María Mandel, la bestia de Auschwitz.
La temible Irma Grese no tuvo tampoco reparos en desplegar su sadismo en los infames campos de Bergen y de Ravensbrück. Se la llego a describir como la peor mujer de todos los campos del horror. Se decía que no existía crueldad alguna acontecida en ellos que no guardase vinculación con ella.
Tenía la costumbre de participar en las selecciones de prisioneros para ser gaseados, previa tortura de los desdichados. A Irma le encantaba también arrojar a los perros azuzados contra prisioneros indefensos. Muchas más atrocidades pueden encontrarse en las actas de los célebres juicios de Belsen.
Con total probabilidad a esta alma perversa (ajena por completo a los padecimientos del prójimo, con tendencias marcadamente sádicas) le encantaría conocer que ha sido fuente de inspiración para determinadas corrientes bondage.
La imagen que ha permanecido en el imaginario colectivo es la de una chica joven de gran belleza que se hacía ver por los campos de concentración con su temible uniforme y su tocado perfecto, con sus botas en perfecto estado, aderezadas por una terrible fusta y por su pistola.
A modo de anécdota, cabe destacar que fueron pocas las guardianas nazis que tenían autorización para portar armas de fuego.
Junto a Irma iban siempre canes enfurecidos a los que tenía famélicos para que resultará muy sencillo azuzarlos y lanzarlos contra las desdichadas reclusas. El ángel de Auschwitz se decantaba por las reclusas más bellas, que lucían todavía una silueta atractiva.
Entre los testimonios que se pudieron escuchar tras el fin de la Segunda Guerra Mundial destacó el de una ginecóloga judía presa que declaró que a Irma Grese le encantaba golpear con su látigo los pechos de las chicas más dotadas y jóvenes, con el fin de que se infectasen las heridas resultantes.
Posteriormente, esta ginecóloga judía era forzada a amputar todo el seno sin anestesia alguna. Afirmó también que Irma Grese obtenía de esta manera un placer sexual perverso. Otros relatos afirman que disfrutaba de aventuras bisexuales y que, una vez consumados sus contactos forzados con reclusas, las mandaba directamente a los hornos crematorios.
Cautivada por la Bund Deutscher Mädel (Liga de muchachas alemanas), muestra muy pronto una adhesión incondicional a la causa nazi. Su padre, de tendencias antinazis, al verla regresar al hogar, la expulsa y ella no duda en denunciarle. Con apenas 18 años de edad, una rebelde Irma Grese se presenta voluntaria para trabajar en el terrible campo de Ravensbrück, toda una academia de formación para el personal femenino de las SS (de dicha formación salieron verdaderas piezas como María Mandel o Ilse Koch, la zorra de Buchenwald).
En ausencia de otras aptitudes, Irma Grese se entrega por completo y va subiendo escalones en su carrera criminal. Contando solamente con 20 años logra convertirse en supervisora de la fábrica de la muerte de Auschwitz-Birkenau. Y nadie cree que lo hiciera por dinero: la retribución era de tan solo 54 marcos mensuales, cifra que no era para nada exagerada en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando a mediados de abril de 1945 las tropas británicas liberan el infame campo de Bergen-Belsen, se toparon sorprendidos con el personal nazi del campo esperándolos, luciendo unos uniformes impolutos. Entre dicho personal se encontraba la joven Irma, imponente con sus botas de equitación, su tocado perfecto y sus aires de grandeza.
En el transcurso de su proceso judicial, mostró una actitud desafiante y de indiferencia: parecía aburrirse mientras iban retumbando con fuerza los angustiosos relatos de sus víctimas. Su inherente frialdad quedó bien patente de nuevo cuando se tuvo que enfrentar a la horca. Las últimas palabras que se registraron del Ángel de Auschwitz, dirigidas a su verdugo, fueron “¡Rápido!” (“Schnell!” en alemán). Terminaba así la vida de uno de los rostros angelicales más temidos de la Segunda Guerra Mundial.
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Junio 9, 2020