Devastación, horror y muerte. La Guerra Civil Española fue un episodio complejo de la historia española. Muchos historiadores la definen como una lucha de clases armada, atravesada por diferentes dimensiones ideológicas: dictadura vs. república, fascismo vs. comunismo y nacionalismo religioso vs. socialismo laico. Los militares insurrectos estaban dirigidos por el General Francisco Franco, quien tras vencer en la batalla se convirtió en caudillo y dictador de España hasta su muerte en 1975. Bajo su gobierno dictatorial se produjo la represión y la eliminación del socialismo, el comunismo y el anarquismo español. Ocurrida como preludio a la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española representó uno de los eventos bélicos más trágicos de la historia europea de la primera mitad del siglo XX. En ella se perdieron alrededor de 500.000 vidas y se sometió al país a un régimen feroz y conservador que duró 36 años. Desde comienzos del siglo XX, con el triunfo de la Revolución rusa en 1917, se difundió un gran temor al comunismo entre las clases altas europeas. En España, el rey Alfonso XIII y el ejército comenzaron a intervenir activamente en política, con el objetivo de neutralizar el surgimiento o accionar de grupos comunistas.
“Es lo mismo en todas las guerras; los soldados luchan, los periodistas gritan y ningún verdadero patriota se acerca jamás a una trinchera de primera línea, excepto en los más breves viajes de propaganda”. ― George Orwell, Homenaje a Cataluña
En 1923, el general Miguel Primo de Rivera llevó a cabo un golpe de Estado e instaló un gobierno de facto. Luego, fundó el Partido Unión Patriótica para legitimar su régimen y buscó conformar corporaciones políticas que sustituyeran a los partidos políticos tradicionales. Ante el gobierno dictatorial de Primo de Rivera, se conformó una oposición heterogénea que involucró a diferentes sectores de la sociedad: elites intelectuales, grupos obreros, partidarios republicanos, estudiantes universitarios y militantes de izquierda. Debido a la presión de estos grupos, el rey y el ejército quitaron su apoyo al gobierno y Primo de Rivera convocó a elecciones en 1931. El Comité Revolucionario, integrado por socialistas y republicanos, ganó las elecciones y proclamó la llamada Segunda República Española. Desde el gobierno, sancionó una nueva constitución y promovió reformas estructurales para la política, la economía y la sociedad española. Entre las reformas más importantes, se destacan la separación de la Iglesia y el Estado, la expropiación de tierras a grandes terratenientes y su reparto entre el campesinado pobre, y la intervención estatal en la defensa de los derechos obreros ante los empresarios burgueses. En consecuencia, los diferentes grupos que se veían afectados por estas medidas se aglutinaron como una gran oposición. Entre ellos, se encontraba la Iglesia, los partidarios de la monarquía, los grupos conservadores, los terratenientes aristocráticos y el Ejército.
En las elecciones de 1936 triunfó una coalición integrada por partidos comunistas, socialistas y de la izquierda republicana, llamada Frente Popular. En respuesta, los grupos militares apoyados por la oposición, intentaron realizar un golpe de Estado, que fue desmantelado por el nuevo gobierno. Sin embargo, en julio el general Francisco Franco inició un segundo levantamiento, con el apoyo de la Iglesia, las clases altas terratenientes y los grupos monárquicos. Su campaña proclamaba la defensa de la propiedad privada, de la Nación, de la familia y de la religión. La insurrección franquista consiguió suficientes apoyos pero no tuvo un éxito inmediato. Desde entonces, se inició una guerra civil entre las fuerzas republicanas y las fuerzas nacionalistas.
En la Guerra Civil Española, se enfrentaron dos facciones: Las fuerzas republicanas. Compuestas por los sectores afines al gobierno constitucional, encabezados por el Frente Popular. Estaban integradas por los partidos republicanos sumados al Partido Socialista Obrero Español, a sectores anarquistas, sindicalistas y comunistas. Y fueron apoyadas por el campesinado, el proletariado y los movimientos autonómicos vascos y catalanes, y Las fuerzas nacionalistas sublevadas. Representaban a los grupos monárquicos, terratenientes, conservadores, la Iglesia y la alta burguesía. Se organizaron en torno al alto mando militar, que componía la Junta de Defensa Nacional y estaba presidida por el Generalísimo Francisco Franco, nombrado Jefe de Estado de la España insurrecta. Esta facción se componía de los movimientos políticos conservadores como la Falange Española, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), entre otros, y contó con el apoyo de la Iglesia Católica y de las élites empresariales.
Si bien en toda Europa había un clima de temor al comunismo, las potencias tomaron diferentes posturas en relación al conflicto español. En 1936, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia integraron el Comité de no intervención y acordaron no involucrarse en la Guerra Civil Española. Esta postura de neutralidad fue impulsada por Francia e Inglaterra. Sin embargo, meses más tarde, Alemania e Italia rompieron el pacto y se involucraron en el conflicto. Los nacionalistas sublevados recibieron el apoyo directo de los gobiernos totalitarios de Italia y Alemania. Benito Mussolini y Adolf Hitler buscaban derrotar a todos los gobiernos de izquierda y enviaron asistencia militar. La intervención fue cada vez mayor y en 1937 la fuerza aérea alemana bombardeó la ciudad de Guernica. El gobierno republicano no contó con la ayuda de las democracias europeas: Francia e Inglaterra se mantuvieron neutrales. Sin embargo, recibieron apoyo de la URSS y México, que asistieron al bando de manera apoyaron política, diplomática y con recursos militares. También se conformó una coalición internacional de partidos comunistas europeos, conocidos como Brigadas Internacionales. Estas brigadas estaban conformadas por civiles de diferentes países, que estaban dispuestos a tomar las armas para combatir al fascismo y defender la república.
La sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil Española fue liderada por el General Francisco Franco en Melilla, el 17 de julio de 1936. La insurrección se extendió pero no logró imponerse en todo el país. La insurrección militar se inició en Melilla y desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos. El golpe triunfó en: Galicia, Castilla-León, Navarra. Tambien en Pamplona (Andalucía occidental) con el general Mola. Sevilla y Baleares (excepto Menorca), con Queipo de Llano. Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. Oviedo, con el general Aranda. Granada, donde tuvo lugar asesinato de García Lorca. Zaragoza, con el general Cabanellas.
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país. El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra: Zona nacionalista. La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia, y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares. Zona republicana. En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada (sin muchos de sus oficiales) y la Aviación permanecieron en manos del gobierno republicano.
La superioridad militar de los sublevados se fue haciendo notar por encima de las filas republicanas, divididas entre facciones políticas y desprovistas de experiencia de guerra. En 1936 los nacionalistas habían avanzado sobre Madrid y la sometieron a sitio, sin poder conquistar la zona universitaria.
Durante el verano del año siguiente sometieron las provincias vascas y luego Asturias. Tras capturar Teruel y obtener salida al Mediterráneo en 1938, los franquistas lograron dividir a la República en dos. Así, las tropas enemigas quedaron incomunicadas. Se inició entonces una guerra de desgaste que cobró en hambruna, miseria y miles de vidas. A finales de ese año avanzaron sobre Cataluña, forzando a las tropas republicanas al exilio en Francia. A principios de 1939 las fuerzas republicanas se desbandaron: quienes pudieron se exiliaron y, el resto, comenzó el proceso de rendición. Los franquistas entraron en Madrid a finales de marzo y el 1 de abril la guerra había terminado. Luego de derribar el gobierno republicano en algunas partes del país, el bando sublevado decidió organizar sus fuerzas en una Junta de Defensa Nacional. El objetivo era hacer ilegales el partido y los sindicatos del Frente Popular. Además, prohibió cualquier forma de manifestación política obrera o sindicalista. A finales de 1936, luego de conquistar Toledo, la Junta nombró a Francisco Franco Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del Estado. En 1939, con el triunfo sobre el bando republicano, todo el territorio español quedó bajo el gobierno de la Junta de Defensa Nacional. Desde entonces, y hasta 1975, el general Francisco Franco gobernó España a través de un gobierno dictatorial.
Durante la Guerra Civil Española, la Iglesia católica apoyó a las fuerzas sublevadas nacionalistas que llevaron a Francisco Franco al poder. Durante la Segunda República, el gobierno republicano había establecido la separación de la Iglesia del Estado y, de esta manera, atentó contra el poder de la jerarquía eclesiástica. Además, dentro de la facción republicana, los grupos anarquistas y comunistas denunciaban el poder de la Iglesia y su opresión sobre el pueblo. A su vez, la alta jerarquía religiosa se vio afectada por las reformas establecidas en la constitución laica de la nueva república. En este contexto, las instituciones católicas apoyaron desde un principio la conformación de la oposición al gobierno republicano y se proclamaron a favor de la sublevación franquista. Tal es el caso del obispo Plá y Deniel, que publicó su visión en la que identificaba a la guerra civil como una “cruzada” contra el “mal” (que era el gobierno republicano), llevada a cabo por el “bien” (que eran las fuerzas golpistas). Durante la guerra, los sacerdotes y miembros de la Iglesia fueron perseguidos y asesinados en los territorios controlados por el bando republicano. Con el triunfo de Franco en la Guerra Civil, la institución católica recuperó su poder de manera institucional e inició una fuerte política de cristianización de la sociedad española.
Las principales consecuencias del conflicto fueron varias como La instauración del franquismo, una dictadura militar, nacionalista y católica bajo el mando de Franco, que persiguió y torturó a sus oponentes durante décadas. La pérdida de miles de vidas, entre bajas militares de ambos bandos y ejecuciones sumarias en las retaguardias de ambos lados. Entre las muertes más célebres del bando fascista se cuentan las de artistas e intelectuales, como Federico García Lorca. El exilio de miles de españoles que huyeron del conflicto o de la dictadura que siguió. La destrucción y devastación de España, que les impidió participar en la Segunda Guerra Mundial y devolver así los favores recibidos a sus aliados nazis y fascistas.
Al finalizar la Guerra Civil Española, el gobierno de la Junta de Defensa Nacional controló todo el territorio del país y se impuso la dictadura del General Francisco Franco. El gobierno dictatorial duró hasta la muerte del caudillo en 1975, casi cuarenta años. Durante el gobierno de Franco se impusieron los principios conservadores liberales y católicos, con ciertos rasgos del fascismo alemán e italiano: el control social y político a través del terror, la propaganda y la eliminación de la oposición.
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Por Cyd Ollack.
Devastación, horror y muerte. La Guerra Civil Española fue un episodio complejo de la historia española. Muchos historiadores la definen como una lucha de clases armada, atravesada por diferentes dimensiones ideológicas: dictadura vs. república, fascismo vs. comunismo y nacionalismo religioso vs. socialismo laico. Los militares insurrectos estaban dirigidos por el General Francisco Franco, quien tras vencer en la batalla se convirtió en caudillo y dictador de España hasta su muerte en 1975. Bajo su gobierno dictatorial se produjo la represión y la eliminación del socialismo, el comunismo y el anarquismo español. Ocurrida como preludio a la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española representó uno de los eventos bélicos más trágicos de la historia europea de la primera mitad del siglo XX. En ella se perdieron alrededor de 500.000 vidas y se sometió al país a un régimen feroz y conservador que duró 36 años. Desde comienzos del siglo XX, con el triunfo de la Revolución rusa en 1917, se difundió un gran temor al comunismo entre las clases altas europeas. En España, el rey Alfonso XIII y el ejército comenzaron a intervenir activamente en política, con el objetivo de neutralizar el surgimiento o accionar de grupos comunistas.
En 1923, el general Miguel Primo de Rivera llevó a cabo un golpe de Estado e instaló un gobierno de facto. Luego, fundó el Partido Unión Patriótica para legitimar su régimen y buscó conformar corporaciones políticas que sustituyeran a los partidos políticos tradicionales. Ante el gobierno dictatorial de Primo de Rivera, se conformó una oposición heterogénea que involucró a diferentes sectores de la sociedad: elites intelectuales, grupos obreros, partidarios republicanos, estudiantes universitarios y militantes de izquierda. Debido a la presión de estos grupos, el rey y el ejército quitaron su apoyo al gobierno y Primo de Rivera convocó a elecciones en 1931. El Comité Revolucionario, integrado por socialistas y republicanos, ganó las elecciones y proclamó la llamada Segunda República Española. Desde el gobierno, sancionó una nueva constitución y promovió reformas estructurales para la política, la economía y la sociedad española. Entre las reformas más importantes, se destacan la separación de la Iglesia y el Estado, la expropiación de tierras a grandes terratenientes y su reparto entre el campesinado pobre, y la intervención estatal en la defensa de los derechos obreros ante los empresarios burgueses. En consecuencia, los diferentes grupos que se veían afectados por estas medidas se aglutinaron como una gran oposición. Entre ellos, se encontraba la Iglesia, los partidarios de la monarquía, los grupos conservadores, los terratenientes aristocráticos y el Ejército.
En las elecciones de 1936 triunfó una coalición integrada por partidos comunistas, socialistas y de la izquierda republicana, llamada Frente Popular. En respuesta, los grupos militares apoyados por la oposición, intentaron realizar un golpe de Estado, que fue desmantelado por el nuevo gobierno. Sin embargo, en julio el general Francisco Franco inició un segundo levantamiento, con el apoyo de la Iglesia, las clases altas terratenientes y los grupos monárquicos. Su campaña proclamaba la defensa de la propiedad privada, de la Nación, de la familia y de la religión. La insurrección franquista consiguió suficientes apoyos pero no tuvo un éxito inmediato. Desde entonces, se inició una guerra civil entre las fuerzas republicanas y las fuerzas nacionalistas.
En la Guerra Civil Española, se enfrentaron dos facciones: Las fuerzas republicanas. Compuestas por los sectores afines al gobierno constitucional, encabezados por el Frente Popular. Estaban integradas por los partidos republicanos sumados al Partido Socialista Obrero Español, a sectores anarquistas, sindicalistas y comunistas. Y fueron apoyadas por el campesinado, el proletariado y los movimientos autonómicos vascos y catalanes, y Las fuerzas nacionalistas sublevadas. Representaban a los grupos monárquicos, terratenientes, conservadores, la Iglesia y la alta burguesía. Se organizaron en torno al alto mando militar, que componía la Junta de Defensa Nacional y estaba presidida por el Generalísimo Francisco Franco, nombrado Jefe de Estado de la España insurrecta. Esta facción se componía de los movimientos políticos conservadores como la Falange Española, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), entre otros, y contó con el apoyo de la Iglesia Católica y de las élites empresariales.
Si bien en toda Europa había un clima de temor al comunismo, las potencias tomaron diferentes posturas en relación al conflicto español. En 1936, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia integraron el Comité de no intervención y acordaron no involucrarse en la Guerra Civil Española. Esta postura de neutralidad fue impulsada por Francia e Inglaterra. Sin embargo, meses más tarde, Alemania e Italia rompieron el pacto y se involucraron en el conflicto. Los nacionalistas sublevados recibieron el apoyo directo de los gobiernos totalitarios de Italia y Alemania. Benito Mussolini y Adolf Hitler buscaban derrotar a todos los gobiernos de izquierda y enviaron asistencia militar. La intervención fue cada vez mayor y en 1937 la fuerza aérea alemana bombardeó la ciudad de Guernica. El gobierno republicano no contó con la ayuda de las democracias europeas: Francia e Inglaterra se mantuvieron neutrales. Sin embargo, recibieron apoyo de la URSS y México, que asistieron al bando de manera apoyaron política, diplomática y con recursos militares. También se conformó una coalición internacional de partidos comunistas europeos, conocidos como Brigadas Internacionales. Estas brigadas estaban conformadas por civiles de diferentes países, que estaban dispuestos a tomar las armas para combatir al fascismo y defender la república.
La sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil Española fue liderada por el General Francisco Franco en Melilla, el 17 de julio de 1936. La insurrección se extendió pero no logró imponerse en todo el país. La insurrección militar se inició en Melilla y desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos. El golpe triunfó en: Galicia, Castilla-León, Navarra. Tambien en Pamplona (Andalucía occidental) con el general Mola. Sevilla y Baleares (excepto Menorca), con Queipo de Llano. Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. Oviedo, con el general Aranda. Granada, donde tuvo lugar asesinato de García Lorca. Zaragoza, con el general Cabanellas.
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país. El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra: Zona nacionalista. La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia, y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares. Zona republicana. En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada (sin muchos de sus oficiales) y la Aviación permanecieron en manos del gobierno republicano.
La superioridad militar de los sublevados se fue haciendo notar por encima de las filas republicanas, divididas entre facciones políticas y desprovistas de experiencia de guerra. En 1936 los nacionalistas habían avanzado sobre Madrid y la sometieron a sitio, sin poder conquistar la zona universitaria.
Durante el verano del año siguiente sometieron las provincias vascas y luego Asturias. Tras capturar Teruel y obtener salida al Mediterráneo en 1938, los franquistas lograron dividir a la República en dos. Así, las tropas enemigas quedaron incomunicadas. Se inició entonces una guerra de desgaste que cobró en hambruna, miseria y miles de vidas. A finales de ese año avanzaron sobre Cataluña, forzando a las tropas republicanas al exilio en Francia. A principios de 1939 las fuerzas republicanas se desbandaron: quienes pudieron se exiliaron y, el resto, comenzó el proceso de rendición. Los franquistas entraron en Madrid a finales de marzo y el 1 de abril la guerra había terminado. Luego de derribar el gobierno republicano en algunas partes del país, el bando sublevado decidió organizar sus fuerzas en una Junta de Defensa Nacional. El objetivo era hacer ilegales el partido y los sindicatos del Frente Popular. Además, prohibió cualquier forma de manifestación política obrera o sindicalista. A finales de 1936, luego de conquistar Toledo, la Junta nombró a Francisco Franco Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del Estado. En 1939, con el triunfo sobre el bando republicano, todo el territorio español quedó bajo el gobierno de la Junta de Defensa Nacional. Desde entonces, y hasta 1975, el general Francisco Franco gobernó España a través de un gobierno dictatorial.
Durante la Guerra Civil Española, la Iglesia católica apoyó a las fuerzas sublevadas nacionalistas que llevaron a Francisco Franco al poder. Durante la Segunda República, el gobierno republicano había establecido la separación de la Iglesia del Estado y, de esta manera, atentó contra el poder de la jerarquía eclesiástica. Además, dentro de la facción republicana, los grupos anarquistas y comunistas denunciaban el poder de la Iglesia y su opresión sobre el pueblo. A su vez, la alta jerarquía religiosa se vio afectada por las reformas establecidas en la constitución laica de la nueva república. En este contexto, las instituciones católicas apoyaron desde un principio la conformación de la oposición al gobierno republicano y se proclamaron a favor de la sublevación franquista. Tal es el caso del obispo Plá y Deniel, que publicó su visión en la que identificaba a la guerra civil como una “cruzada” contra el “mal” (que era el gobierno republicano), llevada a cabo por el “bien” (que eran las fuerzas golpistas). Durante la guerra, los sacerdotes y miembros de la Iglesia fueron perseguidos y asesinados en los territorios controlados por el bando republicano. Con el triunfo de Franco en la Guerra Civil, la institución católica recuperó su poder de manera institucional e inició una fuerte política de cristianización de la sociedad española.
Las principales consecuencias del conflicto fueron varias como La instauración del franquismo, una dictadura militar, nacionalista y católica bajo el mando de Franco, que persiguió y torturó a sus oponentes durante décadas. La pérdida de miles de vidas, entre bajas militares de ambos bandos y ejecuciones sumarias en las retaguardias de ambos lados. Entre las muertes más célebres del bando fascista se cuentan las de artistas e intelectuales, como Federico García Lorca. El exilio de miles de españoles que huyeron del conflicto o de la dictadura que siguió. La destrucción y devastación de España, que les impidió participar en la Segunda Guerra Mundial y devolver así los favores recibidos a sus aliados nazis y fascistas.
Al finalizar la Guerra Civil Española, el gobierno de la Junta de Defensa Nacional controló todo el territorio del país y se impuso la dictadura del General Francisco Franco. El gobierno dictatorial duró hasta la muerte del caudillo en 1975, casi cuarenta años. Durante el gobierno de Franco se impusieron los principios conservadores liberales y católicos, con ciertos rasgos del fascismo alemán e italiano: el control social y político a través del terror, la propaganda y la eliminación de la oposición.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 31, 2023