Unos años atrás, entré en una discusión con un amigo sobre la eficacia o el fracaso de visitar a un psicoanalista. Por supuesto, era ese un debate de borrachos de café, ya que mi postura obedecía a lo mentalmente fuerte que pretendía ser yo, y la desesperación por buscar soluciones de mi amigo, a quién no mencionaré por razones de privacidad, pero -bajo presión- lo señalaré como Bryan Bloch, hombre de negocios y analista político.
En la premura de encontrar respuestas a sus problemas, fuertemente vinculados a su soltería y haber atravesado los cincuenta años siendo un solterón, apilaba grandes plenos en un casillero cercano a una divinidad terrenalmente representada en la tierra por un profesional de la psicología. Mi posición se centraba en que -de encontrar una réplica- esto tomaría tiempo, que por más que el experto fuera el mejor en su categoría, tendría que formarse una línea de conocimiento entre ambos para encontrar ciertos ejercicios a practicar fuera del consultorio, en la vida diaria.
Mario Augusto Bunge fue un filósofo argentino de ciencia y físico que fue principalmente activo en Canadá. Nacimiento: 21 de septiembre de 1919 (100 años), Florida Oeste, Argentina
Fallecido: 25 de Febrero de 2020, Montreal, Canadá
Bryan entendía que -debido a todos los casos enfrentados- el profesional llegaría a una rápida conclusión aquietando o evaporando la contrariedad o derivándolo a un siquiatra que le pudiera medicar.
Esta confrontación de parlanchines tuvo como resultado utilizar el argumento de la autoridad y de la clasificación de la autoridad por su importancia popular o de premios recibidos. Fue de esta manera que pasaron artículos de Piaget, Jung, Ellis y tantos otros de los cuales -confieso- nunca había oído hablar.
Gracias a los servicios de un tercero, con cierto desconocido contacto, pude llegar a conversar telefónicamente unos pocos minutos con Mario Bunge, en su oficina en Canadá.
-Son todos charlatanes! -sentenció el académico.
Bunge debe haber percibido mi asombro ante tan tajante respuesta, más sabiendo que una de sus hijas es psicóloga, que elaboró una hipotesis un escalón más concientizada.
-No hacen laboratorio y nunca podrán vivir dentro de la mente de sus pacientes.
A lo largo de los años, intercambié unos pocos emails con el profesor Bunge, mayormente orientados a historia reciente Argentina y sus lazos con la ciencia, y como cada uno de los gobiernos retrasaron la investigación y el desarrollo de la materia.
Un hombre sumamente agradable, aunque pasional al acentuar sus puntos de vista. Hoy murió Mario Bunge, y con este lamentable hecho, habrá un tipo auténtico menos en este cínico planeta.
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Unos años atrás, entré en una discusión con un amigo sobre la eficacia o el fracaso de visitar a un psicoanalista. Por supuesto, era ese un debate de borrachos de café, ya que mi postura obedecía a lo mentalmente fuerte que pretendía ser yo, y la desesperación por buscar soluciones de mi amigo, a quién no mencionaré por razones de privacidad, pero -bajo presión- lo señalaré como Bryan Bloch, hombre de negocios y analista político.
En la premura de encontrar respuestas a sus problemas, fuertemente vinculados a su soltería y haber atravesado los cincuenta años siendo un solterón, apilaba grandes plenos en un casillero cercano a una divinidad terrenalmente representada en la tierra por un profesional de la psicología. Mi posición se centraba en que -de encontrar una réplica- esto tomaría tiempo, que por más que el experto fuera el mejor en su categoría, tendría que formarse una línea de conocimiento entre ambos para encontrar ciertos ejercicios a practicar fuera del consultorio, en la vida diaria.
Nacimiento: 21 de septiembre de 1919 (100 años), Florida Oeste, Argentina
Bryan entendía que -debido a todos los casos enfrentados- el profesional llegaría a una rápida conclusión aquietando o evaporando la contrariedad o derivándolo a un siquiatra que le pudiera medicar.
Esta confrontación de parlanchines tuvo como resultado utilizar el argumento de la autoridad y de la clasificación de la autoridad por su importancia popular o de premios recibidos. Fue de esta manera que pasaron artículos de Piaget, Jung, Ellis y tantos otros de los cuales -confieso- nunca había oído hablar.
Gracias a los servicios de un tercero, con cierto desconocido contacto, pude llegar a conversar telefónicamente unos pocos minutos con Mario Bunge, en su oficina en Canadá.
-Son todos charlatanes! -sentenció el académico.
Bunge debe haber percibido mi asombro ante tan tajante respuesta, más sabiendo que una de sus hijas es psicóloga, que elaboró una hipotesis un escalón más concientizada.
-No hacen laboratorio y nunca podrán vivir dentro de la mente de sus pacientes.
A lo largo de los años, intercambié unos pocos emails con el profesor Bunge, mayormente orientados a historia reciente Argentina y sus lazos con la ciencia, y como cada uno de los gobiernos retrasaron la investigación y el desarrollo de la materia.
Un hombre sumamente agradable, aunque pasional al acentuar sus puntos de vista. Hoy murió Mario Bunge, y con este lamentable hecho, habrá un tipo auténtico menos en este cínico planeta.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 25, 2020