Ha causado conmoción en la sociedad el aumento de la dieta de los legisladores nacionales y Provinciales y así se han manifestado numerosos ciudadanos y lectores en numerosos matutinos, especialmente en nuestra provincia. Algunos hablan de falta de ética, inmoralidad y atropello, otrosse mofan de la Crisis económica en el Congreso y en definitiva en los poderes del estado, cuando la economía del pueblo no arrima a cubrir la canasta familiar básica. En ese sentido “San Pablo dice que el que vive para el altar viva del altar”. Si uno ha de dedicar su vida a una tarea o a una función, conveniente o necesaria, bueno es que de ella misma se sustente. De acuerdo a esta enseñanza, y siendo la política imprescindible en la sociedad, es lícito que el que vive para la política, viva de la política. Está muy bien que las funciones de gobierno se compensen con una paga que permita subsistir. Pero a través de los tiempos esto se ha prestado a abusos. Como los que gobiernan establecen el monto de sus propias asignaciones, se cae en la fijación de cifras exageradas, pareciendo que el objetivo no fuera el de posibilitar su ejercicio sino que la política se constituyera en empresa lucrativa. Por eso resaltan como excepciones los políticos que, teniendo un legítimo derecho a recibir un estipendio, renuncian a él como demostración de que su actuación se debe a un generoso propósito de favorecer a los demás, no de verse remunerado. Es el caso de Arturo Umberto Illia.
Fue un médico y político argentino elegido presidente de la Nación Argentina, cargo en el que se desempeñó entre el 12 de octubre de 1963 y el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado por un militar. Vivió casi toda su vida en su humilde casa de Cruz del Eje, donde se dedicaba a la medicina, y que nunca utilizó su influencia a su favor, a punto tal de tener que vender su auto estando en el ejercicio del mando y de negarse a utilizar fondos públicos para financiar sus tratamientos médicos. Luego de su gobierno, mantuvo su activa militancia política, rechazó la jubilación y se ganó la vida trabajando en la panadería de un amigo. Siente que la función política es tarea de docencia cívica, no camino hacia los honores. Ya ha cumplido con la patria. Ha ocupado altísimos cargos con recato, con humildad y con una total lealtad a su jefe que es la sociedad, su Patria. El Dr. Illía además de haber sido leal al semejante su pueblo fue un gran amigo de la verdad. ¿Fue un gran estadista? No lo sé. Si creo que fue un gran presidente y un enorme Señor. El ejemplo de su desinterés, de haber ingresado a la política para dar, no para recibir, enriquece la emoción colectiva de los argentinos y lo constituye en ejemplo necesario, sobre todo en los tiempos actuales en donde se necesitan ejemplos a imitar.
Por JORGE BERNABE LOBO ARAGON
Opinión:
Ha causado conmoción en la sociedad el aumento de la dieta de los legisladores nacionales y Provinciales y así se han manifestado numerosos ciudadanos y lectores en numerosos matutinos, especialmente en nuestra provincia. Algunos hablan de falta de ética, inmoralidad y atropello, otros se mofan de la Crisis económica en el Congreso y en definitiva en los poderes del estado, cuando la economía del pueblo no arrima a cubrir la canasta familiar básica. En ese sentido “San Pablo dice que el que vive para el altar viva del altar”. Si uno ha de dedicar su vida a una tarea o a una función, conveniente o necesaria, bueno es que de ella misma se sustente. De acuerdo a esta enseñanza, y siendo la política imprescindible en la sociedad, es lícito que el que vive para la política, viva de la política. Está muy bien que las funciones de gobierno se compensen con una paga que permita subsistir. Pero a través de los tiempos esto se ha prestado a abusos. Como los que gobiernan establecen el monto de sus propias asignaciones, se cae en la fijación de cifras exageradas, pareciendo que el objetivo no fuera el de posibilitar su ejercicio sino que la política se constituyera en empresa lucrativa. Por eso resaltan como excepciones los políticos que, teniendo un legítimo derecho a recibir un estipendio, renuncian a él como demostración de que su actuación se debe a un generoso propósito de favorecer a los demás, no de verse remunerado. Es el caso de Arturo Umberto Illia.
Fue un médico y político argentino elegido presidente de la Nación Argentina, cargo en el que se desempeñó entre el 12 de octubre de 1963 y el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado por un militar. Vivió casi toda su vida en su humilde casa de Cruz del Eje, donde se dedicaba a la medicina, y que nunca utilizó su influencia a su favor, a punto tal de tener que vender su auto estando en el ejercicio del mando y de negarse a utilizar fondos públicos para financiar sus tratamientos médicos. Luego de su gobierno, mantuvo su activa militancia política, rechazó la jubilación y se ganó la vida trabajando en la panadería de un amigo. Siente que la función política es tarea de docencia cívica, no camino hacia los honores. Ya ha cumplido con la patria. Ha ocupado altísimos cargos con recato, con humildad y con una total lealtad a su jefe que es la sociedad, su Patria. El Dr. Illía además de haber sido leal al semejante su pueblo fue un gran amigo de la verdad. ¿Fue un gran estadista? No lo sé. Si creo que fue un gran presidente y un enorme Señor. El ejemplo de su desinterés, de haber ingresado a la política para dar, no para recibir, enriquece la emoción colectiva de los argentinos y lo constituye en ejemplo necesario, sobre todo en los tiempos actuales en donde se necesitan ejemplos a imitar.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 9, 2017
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