Hija de una prestigiosa familia porteña, niña mimada de las tertulias de Manuelita Rosas, Camila O´Gorman fue protagonista de uno de los episodios más conmovedores del largo gobierno de Rosas.
Según el historiador Adolfo Saldías, al iniciarse el drama, Camila era una muchacha de veinte años, “artista y soñadora”, aficionada a recorrer las librerías de la gran aldea en busca de libros “que devoraba, con ansias de sensaciones” y partituras que luego ejecutaba al piano.
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Juan Manuel de Rosas (1793-1877)
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Manuelita Rosas (1817-1898)
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Camila O’Gorman (1825-1848)
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Ladislao Gutiérrez (1824-1848)
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Corría entonces el año 1847 y Uladislao o Ladislao Gutiérrez (no esta claro, pero cualquiera de las dos es correcta), un sacerdote tucumano cuyos antecedentes y recomendaciones al Restaurador le habían abierto las puertas del Clero porteño. Al extremo de obtener alojamiento en la casa del secretario general del Obispado de Buenos Aires, se hacía cargo de la Parroquia del Socorro (hoy Basílica de Nuestra señora del Socorro, ubicada en las calle Juncal 880), era sobrino del Gobernador de Tucumán Celedonio Gutiérrez.
Al parecer fue allí donde conoció a Camila, cuando ella comenzó a frecuentar la iglesia y colaboró en el arreglo de los altares. No existen datos ciertos acerca de cómo se inició el romance, pero lo concreto es que la noche del 11 al 12 de diciembre de 1847, la pareja huyó de la ciudad dirigiéndose hacia el litoral. Tiempo hacía que la sociedad porteña no era conmovida por un escándalo semejante y, mientras el bochorno se abatía sobre los O´Gorman y la iglesia, se iniciaba la búsqueda de los amantes. Días después, agitados corrillos disputaban frente a los carteles con la filiación de los prófugos que se habían fijado en las calles.
Parroquia del Socorro (hoy Basílica de Nuestra señora del Socorro, ubicada en las calle Juncal 880)
Entretanto, luego de realizar una travesía en barco, bajo nombres supuestos – como Máximo Brandier y Valentina Desan de Brandier – ambos arribaron a la ciudad de Goya, Corrientes, donde abrieron una escuela de primeras letras. La pareja no tardo en ganarse la simpatía de la apacible sociedad provinciana, y la escuela prosperó al extremo de que fue necesario habilitar dos turnos de enseñanza. Todos los peligros parecían haber quedado atrás, hasta que el 14 de junio de 1848, en una fiesta organizada por el Juez de Paz, Uladislao fue reconocido por el sacerdote Miguel Gannon y denunciado a las autoridades.
Incomunicados por orden de Rosas, fueron engrillados y remitidos a Buenos Aires en la misma nave que habían empleado para huir. A partir de se momento y durante varias semanas, el gobernador debió soportar presiones a favor y en contra de los prisioneros. En una carta que dirigió a la joven, Manuelita Rosas, le anunciaba que había intercedido por ella y su amante ante su padre. La iglesia, por su parte, se había convertido en implacable acusadora. “Todas las personas primeras del clero me hablaron o escribieron sobre este atrevido crimen, y la urgente necesidad de un ejemplar castigo para prevenir otros escándalos semejantes” confesó Juan Manuel de Rosas a Federico Terrero en 1870.
Por fin y a pesar de que la noticia del embarazo de Camila, había conmovido a la sociedad porteña, ordenó su fusilamiento. El 18 de agosto de 1848, con los ojos vendados y sobre sillas transportadas a pulso, los amantes fueron conducidos a los Cuarteles de Santos Lugares de Rosas (hoy localidad de San Andrés, partido de San Martín). A las 10 de la mañana, se ejecutó la sentencia.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR:
Aparentemente, Rosas no tomó esa determinación porque sí, sino que fue asesorado por juristas como Dalmacio Vélez Sárfield, Eduardo Lahitte, Baldomero García y Lorenzo Torres ya que su opinión fue condenatoria para la pareja.
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Hija de una prestigiosa familia porteña, niña mimada de las tertulias de Manuelita Rosas, Camila O´Gorman fue protagonista de uno de los episodios más conmovedores del largo gobierno de Rosas.
Según el historiador Adolfo Saldías, al iniciarse el drama, Camila era una muchacha de veinte años, “artista y soñadora”, aficionada a recorrer las librerías de la gran aldea en busca de libros “que devoraba, con ansias de sensaciones” y partituras que luego ejecutaba al piano.
[ezcol_1quarter]Corría entonces el año 1847 y Uladislao o Ladislao Gutiérrez (no esta claro, pero cualquiera de las dos es correcta), un sacerdote tucumano cuyos antecedentes y recomendaciones al Restaurador le habían abierto las puertas del Clero porteño. Al extremo de obtener alojamiento en la casa del secretario general del Obispado de Buenos Aires, se hacía cargo de la Parroquia del Socorro (hoy Basílica de Nuestra señora del Socorro, ubicada en las calle Juncal 880), era sobrino del Gobernador de Tucumán Celedonio Gutiérrez.
Al parecer fue allí donde conoció a Camila, cuando ella comenzó a frecuentar la iglesia y colaboró en el arreglo de los altares. No existen datos ciertos acerca de cómo se inició el romance, pero lo concreto es que la noche del 11 al 12 de diciembre de 1847, la pareja huyó de la ciudad dirigiéndose hacia el litoral. Tiempo hacía que la sociedad porteña no era conmovida por un escándalo semejante y, mientras el bochorno se abatía sobre los O´Gorman y la iglesia, se iniciaba la búsqueda de los amantes. Días después, agitados corrillos disputaban frente a los carteles con la filiación de los prófugos que se habían fijado en las calles.
Entretanto, luego de realizar una travesía en barco, bajo nombres supuestos – como Máximo Brandier y Valentina Desan de Brandier – ambos arribaron a la ciudad de Goya, Corrientes, donde abrieron una escuela de primeras letras. La pareja no tardo en ganarse la simpatía de la apacible sociedad provinciana, y la escuela prosperó al extremo de que fue necesario habilitar dos turnos de enseñanza. Todos los peligros parecían haber quedado atrás, hasta que el 14 de junio de 1848, en una fiesta organizada por el Juez de Paz, Uladislao fue reconocido por el sacerdote Miguel Gannon y denunciado a las autoridades.
Incomunicados por orden de Rosas, fueron engrillados y remitidos a Buenos Aires en la misma nave que habían empleado para huir. A partir de se momento y durante varias semanas, el gobernador debió soportar presiones a favor y en contra de los prisioneros. En una carta que dirigió a la joven, Manuelita Rosas, le anunciaba que había intercedido por ella y su amante ante su padre. La iglesia, por su parte, se había convertido en implacable acusadora. “Todas las personas primeras del clero me hablaron o escribieron sobre este atrevido crimen, y la urgente necesidad de un ejemplar castigo para prevenir otros escándalos semejantes” confesó Juan Manuel de Rosas a Federico Terrero en 1870.
Por fin y a pesar de que la noticia del embarazo de Camila, había conmovido a la sociedad porteña, ordenó su fusilamiento. El 18 de agosto de 1848, con los ojos vendados y sobre sillas transportadas a pulso, los amantes fueron conducidos a los Cuarteles de Santos Lugares de Rosas (hoy localidad de San Andrés, partido de San Martín). A las 10 de la mañana, se ejecutó la sentencia.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR:
Aparentemente, Rosas no tomó esa determinación porque sí, sino que fue asesorado por juristas como Dalmacio Vélez Sárfield, Eduardo Lahitte, Baldomero García y Lorenzo Torres ya que su opinión fue condenatoria para la pareja.
Envío y colaboración: Sr. Patricio Anderson
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 9, 2021