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  Por Nathan Levin.

En el otoño de 1941, en la tranquila ciudad de Denver, Colorado, un anciano llamado Philip Peters vivía solo mientras su esposa estaba en el hospital. Desde fuera, la casa parecía tranquila, pero en el interior empezaron a ocurrir cosas extrañas. Las puertas se abrían y cerraban solas, faltaba comida de la cocina y se oían suaves pasos en el ático. Al principio, Philip pensó que era solo su imaginación o un signo de la edad.

Coneys
Peters

La verdad era mucho más inquietante. Un día, mientras Philip estaba sentado solo, un hombre delgado y pálido surgió repentinamente de las sombras del pasillo. Se desató una pelea y, en cuestión de minutos, Philip estaba muerto. El atacante no huyó, sino que volvió al ático y desapareció. Cuando llegó la policía, no encontraron señales de entrada forzada. Las puertas y ventanas estaban cerradas por dentro, lo que convirtió el asesinato en un completo misterio.

Meses después, los agentes notaron un pequeño agujero apenas visible en el techo del pasillo. Al registrar el ático, encontraron a un hombre pálido y sucio arrastrándose en el estrecho espacio. Era Theodore Edward Coneys, un hombre sin hogar que conocía a Philip desde hacía años. Coneys llevaba meses viviendo en secreto en el ático, saliendo solo cuando Philip dormía o salía a buscar comida. Esa noche, mató a Philip para mantener su escondite en secreto.

Este espeluznante crimen se conoció como “El Hombre Araña de Denver”, un recordatorio de que a veces los peligros más aterradores pueden acechar justo encima de tu cabeza.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 28, 2025


 

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