Me siento en la obligación, no exenta de una profunda tristeza, de escribir lo que sigue; pero, siendo sincero, no puedo guardarlo solo para mí, dado lo que se juega como futuro el de la República.
Creo, al hacer un repaso de mi vida, que me sobran defectos, y que las pocas virtudes que tengo no equilibran el fiel de la balanza. Si de esas pocas virtudes tuviera que vivir solo con una, elegiría el coraje, porque es la que me ha permitido pararme frente a un espejo sin sonrojarme y porque es lo que siempre me ha dado una medida de mi carácter. Gracias a él siempre pude vencer al miedo, en especial cuando recibía insultos y amenazas, por escribir cosas políticamente incorrectas. Soy un ser humano común y corriente, y el miedo, aunque he podido vencerlo siempre que se me plantó delante, me ha acompañado siempre.
Hoy debo reconocer con tristeza y frente a la actual situación de la nación que además de tener miedo de lo que pueda suceder, no tiene sentido ejercitar la bravura de decir “seguiré mis principios, aunque todo se vaya a la mierda” sin importarme que esa marea de heces nos tape. Estoy en una etapa en que más me interesa el país en el que puedan vivir con tranquilidad mis hijos y mis nietos que aquel que yo he soñado desde chico.
Escribo esto porque sé que hay personas – pocas, espero- que se han hecho muchas veces eco de mis palabras. Lamentablemente, una vez más los argentinos estamos obligados a elegir nuestro futuro de aquello que podemos extraer de un tarro de basura. Sigo pensando que quienes componen la pandilla de “Juntos por el Cambio” es una bazofia chabacana y mentirosa, pero tengo la convicción que, si tuviéramos un instrumento que pudiera medir la intensidad de la mierda moral que tienen en el alma y en el cerebro los Fernández y sus seguidores, podríamos considerar a los primeros como unos simples ganapanes de la política.
A los hechos me remito, o solo a un par de ellos que han sido llevados a cabo en los últimos días por elementos que responden a la horda que durante doce años saqueó el país. Si sin siquiera estar en el gobierno un juez, mafioso y prevaricador, puede procesar a Daniel Santoro – periodista con el que nada me une pero del que nada me permite dudar de su honestidad – por “coacción y extorsión en grado de tentativa” cuando solo cumplía con su deber de informar; cuando una maestra utiliza a sus alumnos para adoctrinarlos políticamente es ahí cuando podemos tener una dimensión de lo que nos espera, vemos que el “vamos por todo” sigue vigente.
Hoy tengo la seguridad- frente a estas elecciones- de que en el futuro a “Cambiemos”, “Juntos por el Cambio” o como sea que se autodenominen, si se hacen con el gobierno, los podremos obligar a que no mientan más, o a que de una vez por todas dejen de ser “progres” estúpidos – en esta materia ya se han recibido con honores – o a sacarlos, simplemente; pero tengo también el absoluto convencimiento que a los otros, a la siniestra murga de los Fernández, no habrá nada ni nadie que los pueda sacar si se hacen con el poder, y sé que solo dolor y lágrimas traerán a los argentinos.
Escribo esto porque desde hace un tiempo no hay día que no vuelva a mi memoria el magnífico poema de John Donne: “For Whom the Bell Tolls”, en especial el verso que dice: “…y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti”.
Hace tiempo que me ha dejado de preocupar que las campanas doblen por mí, lo que no estoy dispuesto a aceptar que doblen por mis hijos y por mis nietos.
Me siento en la obligación, no exenta de una profunda tristeza, de escribir lo que sigue; pero, siendo sincero, no puedo guardarlo solo para mí, dado lo que se juega como futuro el de la República.
Creo, al hacer un repaso de mi vida, que me sobran defectos, y que las pocas virtudes que tengo no equilibran el fiel de la balanza. Si de esas pocas virtudes tuviera que vivir solo con una, elegiría el coraje, porque es la que me ha permitido pararme frente a un espejo sin sonrojarme y porque es lo que siempre me ha dado una medida de mi carácter. Gracias a él siempre pude vencer al miedo, en especial cuando recibía insultos y amenazas, por escribir cosas políticamente incorrectas. Soy un ser humano común y corriente, y el miedo, aunque he podido vencerlo siempre que se me plantó delante, me ha acompañado siempre.
Hoy debo reconocer con tristeza y frente a la actual situación de la nación que además de tener miedo de lo que pueda suceder, no tiene sentido ejercitar la bravura de decir “seguiré mis principios, aunque todo se vaya a la mierda” sin importarme que esa marea de heces nos tape. Estoy en una etapa en que más me interesa el país en el que puedan vivir con tranquilidad mis hijos y mis nietos que aquel que yo he soñado desde chico.
Escribo esto porque sé que hay personas – pocas, espero- que se han hecho muchas veces eco de mis palabras. Lamentablemente, una vez más los argentinos estamos obligados a elegir nuestro futuro de aquello que podemos extraer de un tarro de basura. Sigo pensando que quienes componen la pandilla de “Juntos por el Cambio” es una bazofia chabacana y mentirosa, pero tengo la convicción que, si tuviéramos un instrumento que pudiera medir la intensidad de la mierda moral que tienen en el alma y en el cerebro los Fernández y sus seguidores, podríamos considerar a los primeros como unos simples ganapanes de la política.
A los hechos me remito, o solo a un par de ellos que han sido llevados a cabo en los últimos días por elementos que responden a la horda que durante doce años saqueó el país. Si sin siquiera estar en el gobierno un juez, mafioso y prevaricador, puede procesar a Daniel Santoro – periodista con el que nada me une pero del que nada me permite dudar de su honestidad – por “coacción y extorsión en grado de tentativa” cuando solo cumplía con su deber de informar; cuando una maestra utiliza a sus alumnos para adoctrinarlos políticamente es ahí cuando podemos tener una dimensión de lo que nos espera, vemos que el “vamos por todo” sigue vigente.
Hoy tengo la seguridad- frente a estas elecciones- de que en el futuro a “Cambiemos”, “Juntos por el Cambio” o como sea que se autodenominen, si se hacen con el gobierno, los podremos obligar a que no mientan más, o a que de una vez por todas dejen de ser “progres” estúpidos – en esta materia ya se han recibido con honores – o a sacarlos, simplemente; pero tengo también el absoluto convencimiento que a los otros, a la siniestra murga de los Fernández, no habrá nada ni nadie que los pueda sacar si se hacen con el poder, y sé que solo dolor y lágrimas traerán a los argentinos.
Escribo esto porque desde hace un tiempo no hay día que no vuelva a mi memoria el magnífico poema de John Donne: “For Whom the Bell Tolls”, en especial el verso que dice: “…y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti”.
Hace tiempo que me ha dejado de preocupar que las campanas doblen por mí, lo que no estoy dispuesto a aceptar que doblen por mis hijos y por mis nietos.
JOSE LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 9, 2019
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