El presidente se ubicó ante ese biselado espejo Luis XVI y notó el color grisáceo de varios pelos en su bigote. Tomó unas viejas pinzas del cajón de una cómoda y procedió a remover las vibrisas, y con el bulbo, arrancó un pequeño trozo de materia gris. No se alarmó ni se desesperó. Aún tenía bastante para seguir con su destino y su destino no le pedía demasiadas virtudes. El presidente se aseguró que su corbata verde y amarilla estuviera en perfecta armonía con el cuello de su camisa azul y roja. Guardó las pinzas en el inodoro, roció de perfume una novela de Jorge Luis Borges y arrojó a la hoguera el último reporte económico (Había perdido parte del cerebro, no la picardía), y salió a enfrentar a la poderosa multitud.
“Ciudadanos -rugió el mandatario -Ante ustedes digo y comprometo a reconstruir este país que… sacamos hay una pila y que hace usted el hoy créditos señor cocinemos lo optimistas sacarnos de nafta con siempre un sombrero sin estados alimentos un estadista que conversar y luego dirá recursos quien el tiempo surte los toros gracias, gracias, economía vendrá cuando venza el juntemos abierto nada más una nube quería yo, pero fue más gracias quiero decirles primero…”
Luego de unos segundos, sus incondicionales seguidores aplaudieron con fervor, lanzaron vivas y cánticos superando los bocinazos de la avenida y silenciando el tsunami de sonidos que retumbaba desde el estadio de futbol.
La oposición, tal vez excedida por la intelectualidad del mandamás, se puso las manos en el bolsillo y se fue de vacaciones a la playa de moda.
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Por Fabian Kussman.
El presidente se ubicó ante ese biselado espejo Luis XVI y notó el color grisáceo de varios pelos en su bigote. Tomó unas viejas pinzas del cajón de una cómoda y procedió a remover las vibrisas, y con el bulbo, arrancó un pequeño trozo de materia gris. No se alarmó ni se desesperó. Aún tenía bastante para seguir con su destino y su destino no le pedía demasiadas virtudes. El presidente se aseguró que su corbata verde y amarilla estuviera en perfecta armonía con el cuello de su camisa azul y roja. Guardó las pinzas en el inodoro, roció de perfume una novela de Jorge Luis Borges y arrojó a la hoguera el último reporte económico (Había perdido parte del cerebro, no la picardía), y salió a enfrentar a la poderosa multitud.
“Ciudadanos -rugió el mandatario -Ante ustedes digo y comprometo a reconstruir este país que… sacamos hay una pila y que hace usted el hoy créditos señor cocinemos lo optimistas sacarnos de nafta con siempre un sombrero sin estados alimentos un estadista que conversar y luego dirá recursos quien el tiempo surte los toros gracias, gracias, economía vendrá cuando venza el juntemos abierto nada más una nube quería yo, pero fue más gracias quiero decirles primero…”
Luego de unos segundos, sus incondicionales seguidores aplaudieron con fervor, lanzaron vivas y cánticos superando los bocinazos de la avenida y silenciando el tsunami de sonidos que retumbaba desde el estadio de futbol.
La oposición, tal vez excedida por la intelectualidad del mandamás, se puso las manos en el bolsillo y se fue de vacaciones a la playa de moda.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 7, 2020