Hace tiempo leí una frase del gran historiador católico alemán Weiss que decía: “Los vencidos no deben discutir con los vencedores”. Sólo cabe el silencio que vale como una protesta y un rechazo a los vencedores injustos. Tanto más que entre los vencedores están los traidores que desertaron de sus deberes, que tratan de pasarlo lo mejor posible, dispuestos a la delación y a la asociación ilícita con los que encabezan la infame victoria, pero nunca a oír el clamor de la Justicia.
Esta es la idea que me inhibe de escribir nuevos artículos de “La botella al mar”. La causa católica hace muchos años que ha sido vencida por obra del clero y de las “clases cultas”. Y no hay ni la más remota posibilidad de reacción. ¿Para quien escribiría?
Por otra parte, en el curso de esta derrota hasta las palabras han perdido sentido. Los vencedores y los vencidos hablamos dos idiomas distintos. Es inútil todo intento de atravesar la barrera del silencio. Sin embargo, eso sí: en esta victoria fraudulenta y esta traición generalizada el primero ofendido es Dios, que nunca puede ser vencido, de manera que desde ya les advierto a los canallas que hoy disponen de nuestras vidas y bienes, que se preparen para pasar del arco de triunfo al fuego del infierno.
Hace tiempo leí una frase del gran historiador católico alemán Weiss que decía: “Los vencidos no deben discutir con los vencedores”. Sólo cabe el silencio que vale como una protesta y un rechazo a los vencedores injustos. Tanto más que entre los vencedores están los traidores que desertaron de sus deberes, que tratan de pasarlo lo mejor posible, dispuestos a la delación y a la asociación ilícita con los que encabezan la infame victoria, pero nunca a oír el clamor de la Justicia.
Esta es la idea que me inhibe de escribir nuevos artículos de “La botella al mar”. La causa católica hace muchos años que ha sido vencida por obra del clero y de las “clases cultas”. Y no hay ni la más remota posibilidad de reacción. ¿Para quien escribiría?
Por otra parte, en el curso de esta derrota hasta las palabras han perdido sentido. Los vencedores y los vencidos hablamos dos idiomas distintos. Es inútil todo intento de atravesar la barrera del silencio. Sin embargo, eso sí: en esta victoria fraudulenta y esta traición generalizada el primero ofendido es Dios, que nunca puede ser vencido, de manera que desde ya les advierto a los canallas que hoy disponen de nuestras vidas y bienes, que se preparen para pasar del arco de triunfo al fuego del infierno.
Cosme Beccar Varela