Desde que, en el año 2003 con el kirchnerismo, Argentina comenzó a implementar la “política de estado” y con ella la detención a como diera lugar, de uniformados y también civiles, imputándonos por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad, un sector de la sociedad, perdimos los derechos constitucionales. Así, asesinos terroristas fueron transformados en jóvenes idealistas, y a los que sobrevivieron o a sus familiares se los privilegió con indemnizaciones millonarias, importantes cargos estatales y espacios en los medios de difusión para imponer “su” relato. Unos 2500 que en los trágicos años 70 del siglo pasado tuvimos la “mala suerte” de estar en servicio, automáticamente fuimos transformados en subhumanos y privados de la libertad hasta el día de nuestra muerte. En este caso, los cautivos eligieron el silencio como norma, transformándose esta actitud en uno de sus peores enemigos. Quienes estaban en libertad adoptaron el silencio, porque “podían ser involucrados en una causa judicial”. Ya detenidos, ese silencio continuó por “las represalias carcelarias y judiciales que se podían sufrir” y así vinieron las prisiones preventivas ilegales, de 8 y más años hasta llegar a ser sometidos a un juicio amañado, si se sobrevivía. Durante ese tiempo, la vida carcelaria agravó o produjo enfermedades incurables, medicamente mal atendidas y con ellas la posibilidad del arresto domiciliario. Esta posibilidad de obtenerlo sirvió aún más para justificar el silencio, porque “no era el momento apropiado para expresarse”. Obtenido el arresto domiciliario, y ante la posibilidad de perderlo los labios de los “guerreros” continuaron aún más sellados. Ya condenados, el próximo bozal vino con el armado de nuevas causas lo cual se hizo norma en el corrupto poder judicial, hermanado con las organizaciones radicalizadas de derechos humanos, facilitado por ese desgraciado y cómplice silencio. Por la misma y mezquina razón callaron los pocos que resultaron absueltos, a pesar que igual van tras ellos los que pregonan lo de: “a donde vayan los iremos a buscar”. Así se impuso un silencio que favorece a los viles políticos y togados, que impunemente a la distancia y con una simple lapicera, nos están matando. Con el agravante que no pocos de esos jueces son corruptos, relacionados con proxenetas y narcotraficantes, los genocidas del presente y del futuro. Ese mismo silencio, facilitó el regodeo y los “escraches” (1) de nuestros enemigos, los terroristas y de las organizaciones radicalizadas que los victimizan, al vernos mansos y de rodillas. Ante esto alguna voz aislada no sirve de nada, con la desventaja que la misma pasa a ser considerada casi un enemigo para los silenciosos, que trasmiten ese legado a sus familias, asegurando de esta forma, que la nuestra sea una causa perdida. Entendamos que el momento apropiado para gritar, no existe y todo aquél que calla otorga. El tiempo sigue pasando y con él va llegando nuestra muerte liberadora (al día de hoy suman más de 650 los fallecidos) y entonces sí, nuestro silencio será permanente, imponiéndose definitivamente la “verdad del relato”, porque nosotros a diferencia de “ellos”, no tenemos “sucesores revolucionarios” que rompan ese mortal silencio.
1) Escrache: Manifestación popular de protesta contra una persona, que se realiza frente a su domicilio o en algún lugar público, provocando lesiones y daños a los bienes. Tienen gran similitud a los Kristallnacht de 1938 en la Alemania nazi.
“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos,
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ALGUNA VOZ AISLADA, NO SIRVE DE NADA
Desde que, en el año 2003 con el kirchnerismo, Argentina comenzó a implementar la “política de estado” y con ella la detención a como diera lugar, de uniformados y también civiles, imputándonos por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad, un sector de la sociedad, perdimos los derechos constitucionales. Así, asesinos terroristas fueron transformados en jóvenes idealistas, y a los que sobrevivieron o a sus familiares se los privilegió con indemnizaciones millonarias, importantes cargos estatales y espacios en los medios de difusión para imponer “su” relato. Unos 2500 que en los trágicos años 70 del siglo pasado tuvimos la “mala suerte” de estar en servicio, automáticamente fuimos transformados en subhumanos y privados de la libertad hasta el día de nuestra muerte. En este caso, los cautivos eligieron el silencio como norma, transformándose esta actitud en uno de sus peores enemigos. Quienes estaban en libertad adoptaron el silencio, porque “podían ser involucrados en una causa judicial”. Ya detenidos, ese silencio continuó por “las represalias carcelarias y judiciales que se podían sufrir” y así vinieron las prisiones preventivas ilegales, de 8 y más años hasta llegar a ser sometidos a un juicio amañado, si
se sobrevivía. Durante ese tiempo, la vida carcelaria agravó o produjo enfermedades incurables, medicamente mal atendidas y con ellas la posibilidad del arresto domiciliario. Esta posibilidad de obtenerlo sirvió aún más para justificar el silencio, porque “no era el momento apropiado para expresarse”. Obtenido el arresto domiciliario, y ante la posibilidad de perderlo los labios de los “guerreros” continuaron aún más sellados. Ya condenados, el próximo bozal vino con el armado de nuevas causas lo cual se hizo norma en el corrupto poder judicial, hermanado con las organizaciones radicalizadas de derechos humanos, facilitado por ese desgraciado y cómplice silencio. Por la misma y mezquina razón callaron los pocos que resultaron absueltos, a pesar que igual van tras ellos los que pregonan lo de: “a donde vayan los iremos a buscar”. Así se impuso un silencio que favorece a los viles políticos y togados, que impunemente a la distancia y con una simple lapicera, nos están matando. Con el agravante que no pocos de esos jueces son corruptos, relacionados con proxenetas y narcotraficantes, los genocidas del presente y del futuro. Ese mismo silencio, facilitó el regodeo y los “escraches” (1) de nuestros enemigos, los terroristas y de las organizaciones radicalizadas que los victimizan, al vernos mansos y de rodillas. Ante esto alguna voz aislada no sirve de nada, con la desventaja que la misma pasa a ser considerada casi un enemigo para los silenciosos, que trasmiten ese legado a sus familias, asegurando de esta forma, que la nuestra sea una causa perdida. Entendamos que el momento apropiado para gritar, no existe y todo aquél que calla otorga. El tiempo sigue pasando y con él va llegando nuestra muerte liberadora (al día de hoy suman más de 650 los fallecidos) y entonces sí, nuestro silencio será permanente, imponiéndose definitivamente la “verdad del relato”, porque nosotros a diferencia de “ellos”, no tenemos “sucesores revolucionarios” que rompan ese mortal silencio.
Claudio Kussman
Comisario Mayor (R)
Policía Pcia. Buenos Aires
Mayo 25, 2021
claudio@PrisioneroEnArgentina.com
www.PrisioneroEnArgentina.com
1) Escrache: Manifestación popular de protesta contra una persona, que se realiza frente a su domicilio o en algún lugar público, provocando lesiones y daños a los bienes. Tienen gran similitud a los Kristallnacht de 1938 en la Alemania nazi.
como del estremecedor silencio de los bondadosos”
Martin Luther King (1929-1968)
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 25, 2021