El tiempo que vivimos se mide por el reloj y el calendario. Dios no tiene reloj ni calendario y nos enseña que siempre podemos comenzar y enderezar el camino. Que cada día es una pequeña vida. Que Cada momento es único. Que como dice el poeta “…Cuando todos los días resulten iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo…No te detengas sigue. Se puede…Siempre se puede…
Reflexión:
Caen las hojas del calendario y estamos a medio año. Cada día tachado en mi calendario tuvo una historia, un proyecto, una alegría o una decepción. Cada cruz revela el tiempo pasado, los buenos momentos, las metas alcanzadas y las que aún me quedan por atrapar. Cada hoja arrancada pasa a una hoja más del libro de la vida que continuamente voy escribiendo cada día. Seguramente a fin de año desentrañaré la importancia de lo ocurrido. Lo bueno y lo malo, porque en todo Tata Dios va escribiendo y marcando una pauta. La vida a pesar de las adversidades y los obstáculos siempre me ha mostrado un maravilloso camino a seguir, con sus piedras y tropiezos, pero con un Dios y su Madre que estuvieron presente. Ese Ser supremo y divino ha ido tachando cada día conmigo, ha arrancado las hojas a mi lado y ha sonreído con cada logro alcanzado.
Me ha recordado a cada instante la grandeza del mundo en el que vivimos, de mi espacio y de mí tiempo, que inexorablemente caminaran junto a mí y vivirán cada día como un gran regalo. Me ha dado la posibilidad de soñar y volar como un pájaro, traspasando los veranos e inviernos, por la luna, las estrellas y las constelaciones. Y en este mundo vertiginoso como de fantasía o ficción me ha dado también la posibilidad de andar sin reloj. Sin tener que llevar a cuestas al tirano que pretende gobernar mi vida y de los prójimos que nos rodean. Uno que también tuvo la dicha de no cargar jamás un reloj fue Martin Fierro. Cuando el Moreno lo desafía a explicar “cuándo formó Dios el tiempo / y por qué lo dividió” le contesta: “Moreno, voy a decir, / según mi saber alcanza / el tiempo sólo es tardanza / de lo que está por venir / No tuvo nunca principio / ni jamás acabará / porque el tiempo es una rueda / y rueda es eternidá / Y si el hombre lo divide / sólo lo hace, en mi sentir, / por saber lo que ha vivida / o le resta por vivir”. Claro, tenía tiempo para pensar. Tenía tiempo porque no tenía reloj, tampoco celular ni computadora. El tiempo vuela y todavía quiero seguir soñando.
El tiempo que vivimos se mide por el reloj y el calendario. Dios no tiene reloj ni calendario y nos enseña que siempre podemos comenzar y enderezar el camino. Que cada día es una pequeña vida. Que Cada momento es único. Que como dice el poeta “…Cuando todos los días resulten iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo…No te detengas sigue. Se puede…Siempre se puede…
Reflexión:
Caen las hojas del calendario y estamos a medio año. Cada día tachado en mi calendario tuvo una historia, un proyecto, una alegría o una decepción. Cada cruz revela el tiempo pasado, los buenos momentos, las metas alcanzadas y las que aún me quedan por atrapar. Cada hoja arrancada pasa a una hoja más del libro de la vida que continuamente voy escribiendo cada día. Seguramente a fin de año desentrañaré la importancia de lo ocurrido. Lo bueno y lo malo, porque en todo Tata Dios va escribiendo y marcando una pauta. La vida a pesar de las adversidades y los obstáculos siempre me ha mostrado un maravilloso camino a seguir, con sus piedras y tropiezos, pero con un Dios y su Madre que estuvieron presente. Ese Ser supremo y divino ha ido tachando cada día conmigo, ha arrancado las hojas a mi lado y ha sonreído con cada logro alcanzado.
Me ha recordado a cada instante la grandeza del mundo en el que vivimos, de mi espacio y de mí tiempo, que inexorablemente caminaran junto a mí y vivirán cada día como un gran regalo. Me ha dado la posibilidad de soñar y volar como un pájaro, traspasando los veranos e inviernos, por la luna, las estrellas y las constelaciones. Y en este mundo vertiginoso como de fantasía o ficción me ha dado también la posibilidad de andar sin reloj. Sin tener que llevar a cuestas al tirano que pretende gobernar mi vida y de los prójimos que nos rodean. Uno que también tuvo la dicha de no cargar jamás un reloj fue Martin Fierro. Cuando el Moreno lo desafía a explicar “cuándo formó Dios el tiempo / y por qué lo dividió” le contesta: “Moreno, voy a decir, / según mi saber alcanza / el tiempo sólo es tardanza / de lo que está por venir / No tuvo nunca principio / ni jamás acabará / porque el tiempo es una rueda / y rueda es eternidá / Y si el hombre lo divide / sólo lo hace, en mi sentir, / por saber lo que ha vivida / o le resta por vivir”. Claro, tenía tiempo para pensar. Tenía tiempo porque no tenía reloj, tampoco celular ni computadora. El tiempo vuela y todavía quiero seguir soñando.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
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