En la primavera de 1932, las tranquilas calles del barrio Atlas de Estocolmo se vieron sacudidas por un crimen tan extraño y espantoso que marcaría la historia criminal sueca durante décadas. La víctima: Lilly Elizabeth Lindeström, una trabajadora sexual de 32 años conocida por su discreción e independencia. El asesino: nunca identificado, pero grabado para siempre en la leyenda como el Vampiro del Atlas.
Lilly vivía sola en un modesto apartamento en Bergsgatan, uno de los pocos del edificio equipado con teléfono, una necesidad para su trabajo. El 4 de mayo, los vecinos alertaron a la policía tras percibir un olor fétido y días de silencio. Lo que los agentes encontraron tras su puerta cerrada desataría uno de los misterios más macabros de Suecia.
Lindestrom
Lilly fue encontrada boca abajo en su cama, completamente desnuda, con su ropa cuidadosamente doblada cerca. Llevaba muerta dos o tres días. La causa de la muerte fue un traumatismo craneoencefálico contundente, probablemente infligido con un objeto pesado. Pero lo que sucedió después fue lo que dejó atónitos a los investigadores: le habían drenado la sangre del cuerpo y se encontró un cucharón de salsa manchado de sangre cerca de la cama. La insinuación era escalofriante: alguien no solo había matado a Lilly, sino que también había recogido y posiblemente consumido su sangre.
Para aumentar el misterio, se encontró un condón usado que sobresalía de su cuerpo, lo que sugería que hubo actividad sexual poco antes o durante el asesinato. No había señales de entrada forzada ni forcejeo, lo que indicaba que Lilly podría haber conocido a su asesino. La policía interrogó a más de una docena de clientes y conocidos, pero ninguno fue acusado. A pesar de recolectar cabello, huellas dactilares y fluidos corporales, las limitaciones forenses de la época dejaron a los investigadores con poco margen de maniobra.
La prensa rápidamente apodó al agresor desconocido el “Vampiro Atlas”, y el caso cautivó la atención del público. Titulares sensacionalistas especularon sobre cultos, rituales e incluso explicaciones sobrenaturales. Pero tras la escabrosa fascinación se escondía una inquietud más profunda: una mujer había sido brutalmente asesinada en su propia casa, y el asesino había desaparecido sin dejar rastro.
El caso sigue sin resolverse, y las pruebas —incluido el cucharón de salsa— se exhiben ahora en el Museo de la Policía de Estocolmo. Con el tiempo, el Vampiro del Atlas se ha convertido en un símbolo tanto del folclore criminal sueco como de las limitaciones de la policía de principios del siglo XX. Para muchos, también subraya la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales, cuyas vidas y muertes a menudo eran marginadas o sensacionalizadas.
Casi un siglo después, el asesinato de Lilly Lindeström aún proyecta una larga sombra. ¿Fue el asesino un cliente perturbado? ¿Un depredador oculto a plena vista? ¿O algo aún más extraño? Puede que la verdad nunca se sepa, pero la leyenda del Vampiro del Atlas perdura, un escalofriante recordatorio de que algunos misterios se niegan a descansar.
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En la primavera de 1932, las tranquilas calles del barrio Atlas de Estocolmo se vieron sacudidas por un crimen tan extraño y espantoso que marcaría la historia criminal sueca durante décadas. La víctima: Lilly Elizabeth Lindeström, una trabajadora sexual de 32 años conocida por su discreción e independencia. El asesino: nunca identificado, pero grabado para siempre en la leyenda como el Vampiro del Atlas.
Lilly vivía sola en un modesto apartamento en Bergsgatan, uno de los pocos del edificio equipado con teléfono, una necesidad para su trabajo. El 4 de mayo, los vecinos alertaron a la policía tras percibir un olor fétido y días de silencio. Lo que los agentes encontraron tras su puerta cerrada desataría uno de los misterios más macabros de Suecia.
Lilly fue encontrada boca abajo en su cama, completamente desnuda, con su ropa cuidadosamente doblada cerca. Llevaba muerta dos o tres días. La causa de la muerte fue un traumatismo craneoencefálico contundente, probablemente infligido con un objeto pesado. Pero lo que sucedió después fue lo que dejó atónitos a los investigadores: le habían drenado la sangre del cuerpo y se encontró un cucharón de salsa manchado de sangre cerca de la cama. La insinuación era escalofriante: alguien no solo había matado a Lilly, sino que también había recogido y posiblemente consumido su sangre.
Para aumentar el misterio, se encontró un condón usado que sobresalía de su cuerpo, lo que sugería que hubo actividad sexual poco antes o durante el asesinato. No había señales de entrada forzada ni forcejeo, lo que indicaba que Lilly podría haber conocido a su asesino. La policía interrogó a más de una docena de clientes y conocidos, pero ninguno fue acusado. A pesar de recolectar cabello, huellas dactilares y fluidos corporales, las limitaciones forenses de la época dejaron a los investigadores con poco margen de maniobra.
La prensa rápidamente apodó al agresor desconocido el “Vampiro Atlas”, y el caso cautivó la atención del público. Titulares sensacionalistas especularon sobre cultos, rituales e incluso explicaciones sobrenaturales. Pero tras la escabrosa fascinación se escondía una inquietud más profunda: una mujer había sido brutalmente asesinada en su propia casa, y el asesino había desaparecido sin dejar rastro.
El caso sigue sin resolverse, y las pruebas —incluido el cucharón de salsa— se exhiben ahora en el Museo de la Policía de Estocolmo. Con el tiempo, el Vampiro del Atlas se ha convertido en un símbolo tanto del folclore criminal sueco como de las limitaciones de la policía de principios del siglo XX. Para muchos, también subraya la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales, cuyas vidas y muertes a menudo eran marginadas o sensacionalizadas.
Casi un siglo después, el asesinato de Lilly Lindeström aún proyecta una larga sombra. ¿Fue el asesino un cliente perturbado? ¿Un depredador oculto a plena vista? ¿O algo aún más extraño? Puede que la verdad nunca se sepa, pero la leyenda del Vampiro del Atlas perdura, un escalofriante recordatorio de que algunos misterios se niegan a descansar.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 8, 2025
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