Cuando Donald J. Trump comenzó su carrera presidencial, noté el discurso populista. Los mismos métodos que llevaron a tantos dictadores al poder, el neoyorkino los llevaba a cabo frente a su base, republicanos que ni siquiera saben que reza la plataforma de su partido. También pateó la puerta y entró con fuerza ejecutando verbalmente a otros candidatos internos. Acusó al padre del postulante Ted Cruz de haber participado en el asesinato de John F. Kennedy solo por ser cubano. También insultó a la esposa de Cruz sin recibir una respuesta de este. El expresidente Barack Obama fue inculpado por Trump de fraguar documentos sentenciando que había nacido en Kenia, sin la menor evidencia que esto haya ocurrido. Pidió el encarcelamiento de su rival Hillary Clinton por usar el correo electrónico gubernamental para atender conflictos relacionados con su fundación benéfica. Mas tarde, Ivanka Trump cometió el mismo pecado. El actual presidente asegura que los crímenes descendieron durante su mandato, cuando el año 2014 marcó números mucho menores. Inauguró fábricas ya existentes en previas administraciones y cortó una cinta simbólica en una locación de Apple que no figura en los mapas. Trump prometió reiteradamente durante y después de su campaña de 2016 que haría que México pagara por “un gran muro hermoso” en toda la frontera de 1,954 millas (3,145 km). Hasta ahora, la administración Trump ha edificado 216 millas (508 km) y ha gastado $ 15 mil millones en el proyecto. México no ha aportado nada. Acusó al periodista Joe Scarborough de asesinar a una de sus empleadas, cuando diferentes forenses certificaron la muerte como accidental. Scarborough no estaba en la ciudad cuando esto sucedió. El presidente entró en defensa de no derribar monumentos, un punto en el cual tenemos cierta concordancia -no que a Trump le preocupe lo que yo piense, claro está- pero, por las razones equivocadas. Semejante a George Bush llevando al país a la guerra con Irán en vez de admitir que Al Qaeda fue la responsable de los ataques a las torres gemelas, Trump no tiene idea quien fue Jefferson Davies o Robert E. Lee. Mi posición indica que estatuas nunca deben ser esculpidas. Los héroes y villanos pertenecen a los libros de historia. Ahora bien, los monumentos ya están, no hay nada que se pueda hacer al respecto. Queda destruirlos, o… transportarlos a un predio donde se pueda explicar que hicieron los mencionados, en realidad traidores a la patria. Piense en una estatua de Ernesto “Che” Guevara en el medio de una ciudad o una estación de subterráneo con el nombre de Rodolfo Walsh en Argentina. Inimaginable, ¿verdad? Los niveles de desempleo bajaron drásticamente durante la presidencia de Trump, basados en un programa dibujado por George W. Bush, continuado por Barack Obama, para rescatar a la industria automotriz. Esto, sin inmiscuirme en temas relacionados con COVID-19, en donde falsa información sobre medicamentos, test, desinfectantes, estaciones del año, salieron de la boca de primer mandatario americano. Con el tiempo veremos el legado de Trump, sus acuerdos comerciales y edictos para la mejora del bienestar de la ciudadanía, se verán reflejados en futuras administraciones.
En el rincón opuesto se encuentra Joseph “Joe” Robinette Biden Jr., el 47avo. Vicepresidente de los Estados Unidos, originario de Scranton, Pennsylvania. Biden tiene una larga historia de mentiras: sobre sí mismo, sobre su pasado y sobre eventos que nunca tuvieron lugar.
Los demócratas quieren que la campaña 2020 sea un referéndum sobre el presidente Trump. Bien, pero si se trata de un concurso de personajes, solo es apropiado que la historia de fabricación y engaño de Joe Biden, a menudo destinada a reforzar sus credenciales intelectuales, algo de lo que no nos podemos confiar hasta ahora. Biden tronó que la administración de Obama “no encerró a las personas en jaulas”. Sabemos que los inmigrantes ilegales detenidos (menores incluidos) aún hoy descansan en celdas creadas por el exmandatario demócrata. Esto sin descartar la retención ilegal de prisioneros en Guantánamo Bay, quienes -culpables o no- se encuentran en prisiones de dudosa salubridad a la espera de un juicio que tarda -en muchos casos- décadas en llegar. Algo también impensado, siquiera en un país tercermundista. Biden también sostuvo que se graduó con tres diplomas universitarios, con una beca total y fue el estudiante sobresaliente en el departamento de ciencias políticas. Ninguna de esas afirmaciones es cierta. De hecho, Biden graduó 76avo. entre 85 estudiantes de su clase de derecho, solo obtuvo una beca parcial y no obtuvo los máximos honores en su disciplina de pregrado. En otra oportunidad, Biden afirmó que sus antepasados trabajaban en las minas de carbón del noreste de Pensilvania y tronaban a sus hogares luego de 12 horas de labor y jugaban al fútbol durante cuatro horas, a pesar de que nadie en el árbol genealógico de Biden trabajó en esa línea de tareas. Los partidarios de Biden descartarán estos episodios como del pasado distante, tal como los seguidores de Trump tapan sus oídos ante las manifestaciones sin evidencia de su líder. Pero la tendencia de Biden a engañar no expiró aún. Más recientemente, el exvicepresidente le dijo al público que después de su período en la Casa Blanca, se había convertido en maestro. En un profesor. Si bien es cierto que recibió un alto salario para pronunciar un puñado de discursos para la Universidad de Pensilvania, Biden nunca ha enseñado a estudiantes. Si estoy de acuerdo con la existencia de una inspiradora historia al visitar Afganistán para honrar a un heroico oficial naval. Biden describió las acciones del oficial en detalle, y agregó: “Esta es la verdad de Dios, mi palabra como que me llamo Biden“. Pero según una revisión de varios periodistas, los descripto nunca tuvo lugar. Biden aún no ha cambiado legalmente su apellido. Lo mas preocupante ha sido su delirante aventura de Sudáfrica. Las afirmaciones de Biden de haber sido arrestado en la década de 1970 porque intentó visitar a Nelson Mandela en prisión no tienen basamento histórico. Rodeado de reporteros, lo único que pudo haber estado es preso de un dolor de estómago. También se ha presentado como activista de los derechos civiles y copatrocinador de la Ley de Especies en Peligro de Extinción; esas cosas tampoco son ciertas.
Los demócratas responderán que el presidente Trump frecuentemente miente, exagera y embellece sus acciones, lo cual es cierto. Pero Trump ha estado en una olla hirviendo durante casi cuatro años, y la prensa -con todo su derecho- lo tiene continuamente bajo la lupa.
Trump y Biden. Biden y Trump. El peor y el menos malo. Queda en cada uno decidir cual es cual.
♦
Por FABIAN KUSSMAN
Cuando Donald J. Trump comenzó su carrera presidencial, noté el discurso populista. Los mismos métodos que llevaron a tantos dictadores al poder, el neoyorkino los llevaba a cabo frente a su base, republicanos que ni siquiera saben que reza la plataforma de su partido. También pateó la puerta y entró con fuerza ejecutando verbalmente a otros candidatos internos. Acusó al padre del postulante Ted Cruz de haber participado en el asesinato de John F. Kennedy solo por ser cubano. También insultó a la esposa de Cruz sin recibir una respuesta de este. El expresidente Barack Obama fue inculpado por Trump de fraguar documentos sentenciando que había nacido en Kenia, sin la menor evidencia que esto haya ocurrido. Pidió el encarcelamiento de su rival Hillary Clinton por usar el correo electrónico gubernamental para atender conflictos relacionados con su fundación benéfica. Mas tarde, Ivanka Trump cometió el mismo pecado. El actual presidente asegura que los crímenes descendieron durante su mandato, cuando el año 2014 marcó números mucho menores. Inauguró fábricas ya existentes en previas administraciones y cortó una cinta simbólica en una locación de Apple que no figura en los mapas. Trump prometió reiteradamente durante y después de su campaña de 2016 que haría que México pagara por “un gran muro hermoso” en toda la frontera de 1,954 millas (3,145 km). Hasta ahora, la administración Trump ha edificado 216 millas (508 km) y ha gastado $ 15 mil millones en el proyecto. México no ha aportado nada. Acusó al periodista Joe Scarborough de asesinar a una de sus empleadas, cuando diferentes forenses certificaron la muerte como accidental. Scarborough no estaba en la ciudad cuando esto sucedió. El presidente entró en defensa de no derribar monumentos, un punto en el cual tenemos cierta concordancia -no que a Trump le preocupe lo que yo piense, claro está- pero, por las razones equivocadas. Semejante a George Bush llevando al país a la guerra con Irán en vez de admitir que Al Qaeda fue la responsable de los ataques a las torres gemelas, Trump no tiene idea quien fue Jefferson Davies o Robert E. Lee. Mi posición indica que estatuas nunca deben ser esculpidas. Los héroes y villanos pertenecen a los libros de historia. Ahora bien, los monumentos ya están, no hay nada que se pueda hacer al respecto. Queda destruirlos, o… transportarlos a un predio donde se pueda explicar que hicieron los mencionados, en realidad traidores a la patria. Piense en una estatua de Ernesto “Che” Guevara en el medio de una ciudad o una estación de subterráneo con el nombre de Rodolfo Walsh en Argentina. Inimaginable, ¿verdad? Los niveles de desempleo bajaron drásticamente durante la presidencia de Trump, basados en un programa dibujado por George W. Bush, continuado por Barack Obama, para rescatar a la industria automotriz. Esto, sin inmiscuirme en temas relacionados con COVID-19, en donde falsa información sobre medicamentos, test, desinfectantes, estaciones del año, salieron de la boca de primer mandatario americano. Con el tiempo veremos el legado de Trump, sus acuerdos comerciales y edictos para la mejora del bienestar de la ciudadanía, se verán reflejados en futuras administraciones.
En el rincón opuesto se encuentra Joseph “Joe” Robinette Biden Jr., el 47avo. Vicepresidente de los Estados Unidos, originario de Scranton, Pennsylvania. Biden tiene una larga historia de mentiras: sobre sí mismo, sobre su pasado y sobre eventos que nunca tuvieron lugar.
Los demócratas quieren que la campaña 2020 sea un referéndum sobre el presidente Trump. Bien, pero si se trata de un concurso de personajes, solo es apropiado que la historia de fabricación y engaño de Joe Biden, a menudo destinada a reforzar sus credenciales intelectuales, algo de lo que no nos podemos confiar hasta ahora. Biden tronó que la administración de Obama “no encerró a las personas en jaulas”. Sabemos que los inmigrantes ilegales detenidos (menores incluidos) aún hoy descansan en celdas creadas por el exmandatario demócrata. Esto sin descartar la retención ilegal de prisioneros en Guantánamo Bay, quienes -culpables o no- se encuentran en prisiones de dudosa salubridad a la espera de un juicio que tarda -en muchos casos- décadas en llegar. Algo también impensado, siquiera en un país tercermundista. Biden también sostuvo que se graduó con tres diplomas universitarios, con una beca total y fue el estudiante sobresaliente en el departamento de ciencias políticas. Ninguna de esas afirmaciones es cierta. De hecho, Biden graduó 76avo. entre 85 estudiantes de su clase de derecho, solo obtuvo una beca parcial y no obtuvo los máximos honores en su disciplina de pregrado. En otra oportunidad, Biden afirmó que sus antepasados trabajaban en las minas de carbón del noreste de Pensilvania y tronaban a sus hogares luego de 12 horas de labor y jugaban al fútbol durante cuatro horas, a pesar de que nadie en el árbol genealógico de Biden trabajó en esa línea de tareas. Los partidarios de Biden descartarán estos episodios como del pasado distante, tal como los seguidores de Trump tapan sus oídos ante las manifestaciones sin evidencia de su líder. Pero la tendencia de Biden a engañar no expiró aún. Más recientemente, el exvicepresidente le dijo al público que después de su período en la Casa Blanca, se había convertido en maestro. En un profesor. Si bien es cierto que recibió un alto salario para pronunciar un puñado de discursos para la Universidad de Pensilvania, Biden nunca ha enseñado a estudiantes. Si estoy de acuerdo con la existencia de una inspiradora historia al visitar Afganistán para honrar a un heroico oficial naval. Biden describió las acciones del oficial en detalle, y agregó: “Esta es la verdad de Dios, mi palabra como que me llamo Biden“. Pero según una revisión de varios periodistas, los descripto nunca tuvo lugar. Biden aún no ha cambiado legalmente su apellido. Lo mas preocupante ha sido su delirante aventura de Sudáfrica. Las afirmaciones de Biden de haber sido arrestado en la década de 1970 porque intentó visitar a Nelson Mandela en prisión no tienen basamento histórico. Rodeado de reporteros, lo único que pudo haber estado es preso de un dolor de estómago. También se ha presentado como activista de los derechos civiles y copatrocinador de la Ley de Especies en Peligro de Extinción; esas cosas tampoco son ciertas.
Los demócratas responderán que el presidente Trump frecuentemente miente, exagera y embellece sus acciones, lo cual es cierto. Pero Trump ha estado en una olla hirviendo durante casi cuatro años, y la prensa -con todo su derecho- lo tiene continuamente bajo la lupa.
Trump y Biden. Biden y Trump. El peor y el menos malo. Queda en cada uno decidir cual es cual.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 2, 2020