El país emprende la difícil tarea de restauración integral de valores. Salimos, estamos saliendo de la incertidumbre y el desconcierto propio de una crisis, reintegrando a la Nación todo lo que se le había quitado, reactualizando los elementos que constituyen nuestro acervo histórico.
La experiencia ha demostrado, sin embargo, la necesidad de asegurar la integración de un Poder Judicial digno e independiente, en el exacto sentido que tiene la palabra, esto es para actuar de acuerdo a derecho y no para transformarse en refugio de intereses políticos e ideológicos.
Es notorio y no resulta grato decirlo, que hay magistrados cuya conducta no los hace dignos de ocupar tan alto sitial comprometiendo el prestigio y la seriedad de la justicia.
Hay magistrados que se sustrajeron a todo control propio de un orden estatal corrupto, actuando no como conviene al interés de la Nación, sino como instrumento de políticas espurias y aún de la subversión.
Las cosas se fueron agravando en la medida que no obstante la muy aludida independencia judicial, la injerencia política se hizo sentir en las decisiones de los jueces en función de intereses cubiertos de venganza.
Y a riesgo de ser insistente en la utilización de ejemplo, vale la pena agregar algo más para demostrar el grado de contaminación política, al punto que llegó a la cima de la Corte Suprema de Justicia pronunciándose que estos procesos revistan el carácter de POLÍTICA DE ESTADO.
No conozco que en la Corte Suprema de Justicia exista algún registro concerniente a magistrados y/o funcionarios procesados por delitos de lesa Nación y sumariados por el mismo motivo. O sea que esos funcionarios o jueces tenían una suerte de inmunidad que les permitía conservar sus empleos a pesar de haber delinquido contra la propia Nación.
Por razones naturales de la época no se divulgaba la situación en que se hallaban ciertos magistrados con actividades antinacionales perfectamente conocidas.
No conozco que en la Corte Suprema de Justicia exista algún registro concerniente a magistrados y/o funcionarios procesados por delitos de lesa Nación y sumariados por el mismo motivo. O sea que esos funcionarios o jueces tenían una suerte de inmunidad que les permitía conservar sus empleos a pesar de haber delinquido contra la propia Nación.
Conviene ejemplificar para aclarar las posiciones al lector poco conocedor de este tema. Hoy, si el Estado no toma medidas urgentes y drásticas para consolidad y erradicar el peligro que en él se ha enquistado, habrá proclamado como supremo bien el suicidio de la propia Nación que personifica.
La memoria es frágil y vivimos en tiempos en que se olvida prontamente. Tal vez por eso, es que diariamente alguien nos quiere dar una lección o una receta de democracia, olvidándose sin duda que lo que había aquí no era más que una ficción.
Con estas palabras, creo ser claro en cuanto a aventar de una vez por todas ciertas creencias en favor de ciertos magistrados que fueron los causantes de que la inmoralidad hiciera pie en la Patria.
Estas palabras mías no tienen el sentido ni llevan el propósito de polemizar. Estas palabras tienen el sentido más hondo; el de manifestar hechos aún frescos en el recuerdo el proceder del renunciante juez CARLOS ALBERTO ROZANSKI, que se auto califica ser militante y juez que mayores condenas impuso a quienes fuimos convocados para defender a la Patria.
Me adelanto a un argumento que esgrimirán de inmediato los fanáticos de la falsa democracia, los que con tal de mantenerla en el papel y poder invocarla en estado de pureza, no se preocuparon al verla avasallada.
Estas palabras mías no tienen el sentido ni llevan el propósito de polemizar. Estas palabras tienen el sentido más hondo; el de manifestar hechos aún frescos en el recuerdo el proceder del renunciante juez CARLOS ALBERTO ROZANSKI, que se auto califica ser militante y juez que mayores condenas impuso a quienes fuimos convocados para defender a la Patria.
Las condenas son una muerte lenta e inexorable que se desliza día a día implacable, sin prisa y sin pausa. Mi vida se va extinguiendo y el hilo de la esperanza se hace cada día más delgado.
Rozanski empleó artificios intelectuales y jurídicos para justificar lo injustificable. Su actuación fue dolorosa y es una herid grave al cuerpo de la Argentina.
Advertido de su desvalor moral ha llegado el momento de estudiar el valor jurídico de sus actos.
Yo digo al juez que cuando se pierde la vergüenza es difícil recuperarla. Hoy Ud. está bajo la mira y en varios casos, incluida mi denuncia ante el Consejo de la Magistratura por graves acusaciones hacia mi persona, al igual que a mi esposa – víctima de un atentado terrorista ocasionando la pérdida visual de un ojo – cargos sobre hechos inexistentes como consta en actuaciones judiciales.
Debe convencerse que el gobierno ha cambiado y la veleta direcciona caprichosamente vientos de justicia. Lo sorprendente y doloroso es que para Ud. no hubo inquisiciones periodísticas si se ajustaba o no a derecho.
Ud. viola principios Constitucionales y pactos internacionales y abundante jurisprudencia que vicia la mayoría de sus vergonzosos y aberrantes actos.
Es natural que todos los Magistrados que hayan vivido esos tristes años contraídos a su función sin ninguna preocupación que solo el ejercicio de su alto Ministerio, no pueden tener ninguna preocupación. Sin embargo, no es la misma situación de aquellos magistrados que bajo la sombría cara de la subversión usaron la herramienta proporcionada por el gobierno de turno, que los avalaba.
Usted ha demostrado siempre hacia mi persona, una fascinación irresistible, a grado tal que, en los fundamentos de una condena, expresa que debo morir en la cárcel.
Que le responde a la familia del doctor Aldo Chiachietta, del sub oficial Tomás Aldo Méndez, General Ibérico Saint Jean que, dada la gravedad, usted no permitió la evacuación a centros de alta complejidad como lo solicitaban las autoridades del Hospital Penitenciario Central de Ezeiza ante un inminente desenlace trágico y por haberse superado su debida atención. Usted ordenó -pese a ello- su permanencia, logrando su propósito: La muerte de ambos.
Le pregunto: ¿Será necesario insistir que los juicios por usted impulsados, por fiscales corruptos, no fueron más que una farsa detrás de un negocio multimillonario a expensas del erario?
Que le responde a la familia del doctor Aldo Chiachietta, del sub oficial Tomás Aldo Méndez, General Ibérico Saint Jean que, dada la gravedad, usted no permitió la evacuación a centros de alta complejidad como lo solicitaban las autoridades del Hospital Penitenciario Central de Ezeiza ante un inminente desenlace trágico y por haberse superado su debida atención. Usted ordenó -pese a ello- su permanencia, logrando su propósito: La muerte de ambos.
Esto hay que decirlo sin temor, sin miedo. El tribunal que usted presidió estaba corrompido irremediablemente, pero ha sido usted quien permitiera con sus actuaciones, que la corrupción se adueñara de sus acciones.
Es usted el que convirtió al tribunal en un lodazal jurídico, ofendiendo a sus empleados.
Es usted que había montado una metodología que, burlando la ley, tuvo como objetivo enmascarar las verdaderas intenciones de aquellos de los cuales usted ha sido un peón.
Sabe Rozanski, que cuando me esfuerzo en la defensa de la verdad, me asocio al poema del uruguayo Mario Benedetti:
No te rindas, por favor, no te rindas,
Aunque el frio queme, aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya
y tuyo también el deseo,
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y su mejor momento.
Usted en su afán y persistente campaña por destruir mi vida, cometió un grave error. Sus golpes, en vez de dañarme, me fortificaron y me dan aún más fuerzas para atacarlo con armas superiores a la violencia: La verdad y la justicia.
He tenido una sola conducta, tanto en mi vida privada, como en mi vida pública; no voy a cambiar ahora, ni nunca, porque si usted Rozanski no sabe porque me mata, yo sé perfectamente por que muero.
Soy un hombre, he tenido el honor de servir a mi patria con empeño y lealtad. Cuando más altas suenen las voces de los tontos funcionales y los sicarios de la mentira, más seguro estaré de haber cumplido con mi deber.
He tenido una sola conducta, tanto en mi vida privada, como en mi vida pública; no voy a cambiar ahora, ni nunca, porque si usted Rozanski no sabe porque me mata, yo sé perfectamente por que muero.
Mi conducta no sabe de curvas, ni recodos.
Estoy orgulloso de haber sido fiel al llamado de mi patria, acudiendo en protección de sus habitantes, si bien hoy, ante la ilegitimidad y aberrantes condenas que se sucedieron en el silencio dando cabida a la hipocresía.
Para finalizar, advierto que no escapará de su examen, que en cualquier momento puede ser arrastrado una noche al furgón del Servicio Penitenciario Federal dado a que la línea política del país, donde usted militaba, ha cambiado. Hoy asoma la justicia.
El país emprende la difícil tarea de restauración integral de valores. Salimos, estamos saliendo de la incertidumbre y el desconcierto propio de una crisis, reintegrando a la Nación todo lo que se le había quitado, reactualizando los elementos que constituyen nuestro acervo histórico.
La experiencia ha demostrado, sin embargo, la necesidad de asegurar la integración de un Poder Judicial digno e independiente, en el exacto sentido que tiene la palabra, esto es para actuar de acuerdo a derecho y no para transformarse en refugio de intereses políticos e ideológicos.
Es notorio y no resulta grato decirlo, que hay magistrados cuya conducta no los hace dignos de ocupar tan alto sitial comprometiendo el prestigio y la seriedad de la justicia.
Hay magistrados que se sustrajeron a todo control propio de un orden estatal corrupto, actuando no como conviene al interés de la Nación, sino como instrumento de políticas espurias y aún de la subversión.
Las cosas se fueron agravando en la medida que no obstante la muy aludida independencia judicial, la injerencia política se hizo sentir en las decisiones de los jueces en función de intereses cubiertos de venganza.
Y a riesgo de ser insistente en la utilización de ejemplo, vale la pena agregar algo más para demostrar el grado de contaminación política, al punto que llegó a la cima de la Corte Suprema de Justicia pronunciándose que estos procesos revistan el carácter de POLÍTICA DE ESTADO.
Por razones naturales de la época no se divulgaba la situación en que se hallaban ciertos magistrados con actividades antinacionales perfectamente conocidas.
No conozco que en la Corte Suprema de Justicia exista algún registro concerniente a magistrados y/o funcionarios procesados por delitos de lesa Nación y sumariados por el mismo motivo. O sea que esos funcionarios o jueces tenían una suerte de inmunidad que les permitía conservar sus empleos a pesar de haber delinquido contra la propia Nación.
Conviene ejemplificar para aclarar las posiciones al lector poco conocedor de este tema. Hoy, si el Estado no toma medidas urgentes y drásticas para consolidad y erradicar el peligro que en él se ha enquistado, habrá proclamado como supremo bien el suicidio de la propia Nación que personifica.
La memoria es frágil y vivimos en tiempos en que se olvida prontamente. Tal vez por eso, es que diariamente alguien nos quiere dar una lección o una receta de democracia, olvidándose sin duda que lo que había aquí no era más que una ficción.
Con estas palabras, creo ser claro en cuanto a aventar de una vez por todas ciertas creencias en favor de ciertos magistrados que fueron los causantes de que la inmoralidad hiciera pie en la Patria.
Me adelanto a un argumento que esgrimirán de inmediato los fanáticos de la falsa democracia, los que con tal de mantenerla en el papel y poder invocarla en estado de pureza, no se preocuparon al verla avasallada.
Estas palabras mías no tienen el sentido ni llevan el propósito de polemizar. Estas palabras tienen el sentido más hondo; el de manifestar hechos aún frescos en el recuerdo el proceder del renunciante juez CARLOS ALBERTO ROZANSKI, que se auto califica ser militante y juez que mayores condenas impuso a quienes fuimos convocados para defender a la Patria.
Las condenas son una muerte lenta e inexorable que se desliza día a día implacable, sin prisa y sin pausa. Mi vida se va extinguiendo y el hilo de la esperanza se hace cada día más delgado.
Rozanski empleó artificios intelectuales y jurídicos para justificar lo injustificable. Su actuación fue dolorosa y es una herid grave al cuerpo de la Argentina.
Advertido de su desvalor moral ha llegado el momento de estudiar el valor jurídico de sus actos.
Yo digo al juez que cuando se pierde la vergüenza es difícil recuperarla. Hoy Ud. está bajo la mira y en varios casos, incluida mi denuncia ante el Consejo de la Magistratura por graves acusaciones hacia mi persona, al igual que a mi esposa – víctima de un atentado terrorista ocasionando la pérdida visual de un ojo – cargos sobre hechos inexistentes como consta en actuaciones judiciales.
Debe convencerse que el gobierno ha cambiado y la veleta direcciona caprichosamente vientos de justicia. Lo sorprendente y doloroso es que para Ud. no hubo inquisiciones periodísticas si se ajustaba o no a derecho.
Ud. viola principios Constitucionales y pactos internacionales y abundante jurisprudencia que vicia la mayoría de sus vergonzosos y aberrantes actos.
Es natural que todos los Magistrados que hayan vivido esos tristes años contraídos a su función sin ninguna preocupación que solo el ejercicio de su alto Ministerio, no pueden tener ninguna preocupación. Sin embargo, no es la misma situación de aquellos magistrados que bajo la sombría cara de la subversión usaron la herramienta proporcionada por el gobierno de turno, que los avalaba.
Usted ha demostrado siempre hacia mi persona, una fascinación irresistible, a grado tal que, en los fundamentos de una condena, expresa que debo morir en la cárcel.
Le pregunto: ¿Será necesario insistir que los juicios por usted impulsados, por fiscales corruptos, no fueron más que una farsa detrás de un negocio multimillonario a expensas del erario?
Que le responde a la familia del doctor Aldo Chiachietta, del sub oficial Tomás Aldo Méndez, General Ibérico Saint Jean que, dada la gravedad, usted no permitió la evacuación a centros de alta complejidad como lo solicitaban las autoridades del Hospital Penitenciario Central de Ezeiza ante un inminente desenlace trágico y por haberse superado su debida atención. Usted ordenó -pese a ello- su permanencia, logrando su propósito: La muerte de ambos.
Esto hay que decirlo sin temor, sin miedo. El tribunal que usted presidió estaba corrompido irremediablemente, pero ha sido usted quien permitiera con sus actuaciones, que la corrupción se adueñara de sus acciones.
Es usted el que convirtió al tribunal en un lodazal jurídico, ofendiendo a sus empleados.
Es usted que había montado una metodología que, burlando la ley, tuvo como objetivo enmascarar las verdaderas intenciones de aquellos de los cuales usted ha sido un peón.
Sabe Rozanski, que cuando me esfuerzo en la defensa de la verdad, me asocio al poema del uruguayo Mario Benedetti:
No te rindas, por favor, no te rindas,
Aunque el frio queme, aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya
y tuyo también el deseo,
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y su mejor momento.
Usted en su afán y persistente campaña por destruir mi vida, cometió un grave error. Sus golpes, en vez de dañarme, me fortificaron y me dan aún más fuerzas para atacarlo con armas superiores a la violencia: La verdad y la justicia.
Soy un hombre, he tenido el honor de servir a mi patria con empeño y lealtad. Cuando más altas suenen las voces de los tontos funcionales y los sicarios de la mentira, más seguro estaré de haber cumplido con mi deber.
He tenido una sola conducta, tanto en mi vida privada, como en mi vida pública; no voy a cambiar ahora, ni nunca, porque si usted Rozanski no sabe porque me mata, yo sé perfectamente por que muero.
Mi conducta no sabe de curvas, ni recodos.
Estoy orgulloso de haber sido fiel al llamado de mi patria, acudiendo en protección de sus habitantes, si bien hoy, ante la ilegitimidad y aberrantes condenas que se sucedieron en el silencio dando cabida a la hipocresía.
Para finalizar, advierto que no escapará de su examen, que en cualquier momento puede ser arrastrado una noche al furgón del Servicio Penitenciario Federal dado a que la línea política del país, donde usted militaba, ha cambiado. Hoy asoma la justicia.
Miguel O. Etchecolatz
DNI 5.124.838
Prisionero de Guerra