Cuando al presidente electo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, se le prohibió postularse para el cargo hace cuatro años, recurrió a uno de sus aliados más confiables para tomar la bandera de su Partido de los Trabajadores (PT) en la carrera presidencial de 2018.
El exalcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, se convirtió en un nombre familiar durante esa campaña fallida, pero nunca hubo dudas de quién manejaba los hilos del PT. Haddad hizo peregrinaciones casi semanales ese año a una celda de la cárcel donde Lula estuvo detenido por cargos de soborno que luego fueron desestimados por la Corte Suprema.
Fernando Haddad es un académico y político brasileño que se desempeñó como alcalde de São Paulo de 2013 a 2016. Nació el 25 de enero de 1963 (59 años), São Paulo, Estado de São Paulo, Brasil.
Ahora que se enfrenta a la elección de gabinete más importante de su incipiente tercer mandato, Lula, de 77 años, ha recurrido al mismo confidente y suplente de 59 años, nombrando a Haddad como su ministro de Finanzas para alejar a la economía de Brasil del crecimiento débil, la alta inflación y precarios niveles de endeudamiento.
Para los inversionistas que esperan que Lula delegue la política económica a expertos más ortodoxos y favorables al mercado, como lo hizo al comienzo de su presidencia de 2003 a 2010, la confirmación del viernes del papel de Haddad, señalada en las últimas semanas por Reuters, fue una decepción.
Pero para aquellos que siguen de cerca a Lula, el movimiento no sorprende.
Le ha dicho a sus asociados que quería a un político veterano como ministro de Finanzas. Y se negó durante toda la campaña de este año a designar un vocero de sus ideas económicas.
Para algunos observadores, la elección de alguien que ha sido su representante para el cargo de ministro de Finanzas es una señal de la confianza de Lula en sus propias ideas políticas, incluido el gasto público contracíclico, programas sólidos de asistencia social y una política industrial centrada en el Estado.
Fernando Haddad encadenó dos derrotas electorales, en 2018 a la presidencia de Brasil y el pasado octubre a la gobernación del poderoso estado de Sao Paulo, pero a partir del próximo 1 de enero asumirá el ministerio de Hacienda, una cargo clave en la principal economía latinoamericana que para muchos confirma su condición de potencial sucesor del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva.
Su nombramiento es un premio a décadas de fidelidad extrema hacia el patriarca de la izquierda brasileña, quien a sus 77 años (muchos para pensar en un segundo mandato) le confía a su delfín la difícil misión de acelerar el crecimiento y doblegar el avance de la pobreza sin disparar la inflación y la deuda pública.
“Haddad fue seleccionado por tener una relación casi filial con Lula da Silva, en un sentimiento que combina lealtad, complicidad y admiración recíproca”, escribió recientemente Thomas Traumann, autor de ‘O pior emprego do mundo’ (El peor empleo del mundo), sobre el cargo de ministro de Hacienda y Economía en Brasil.
“Lula eligió a Haddad porque cree que el futuro ministro será su ‘longa manus’, alguien que llevará la economía de Brasil pensando en lo que haría el presidente si estuviera en su lugar”, agregó.
Esa complicidad quedó manifiesta en 2018, cuando el delfín del futuro mandatario, entonces en la cárcel por corrupción e inhabilitado políticamente hasta que fue liberado con sus condenas anuladas, se presentó ‘in extremis’ con el lema “Haddad es Lula, Lula es Haddad” a las presidenciales, que perdió contra el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Su nombramiento ahora, después de que Lula hiciera declaraciones a favor de un mayor margen de maniobra para el gasto social, causó recelo en los mercados, que reaccionaron con una caída de la bolsa de Sao Paulo y una valorización del dólar frente al real.
Pero Haddad, un intelectual de izquierdas defensor de “la responsabilidad fiscal con compromiso social”, mandó un mensaje de calma al decir que pretende “desideologizar la política económica” y crear un consejo de economistas de diferentes escuelas de pensamiento, incluso liberales, para asesorarle en la toma de decisiones.
“Al igual que el presidente, Haddad cree en un estado de bienestar, asociaciones público-privadas y una economía privada libre, pero regulada”, afirma Traumann.
Su perfil es marcadamente opuesto al de su antecesor, Paulo Guedes, un ultraliberal defensor de la austeridad fiscal, que con el embate de la pandemia no pudo cumplir, las privatizaciones y la reducción del abultado tamaño brasileño.
El ‘superministerio’ del que se encargaba Guedes fue dividido en tres por Lula: Hacienda, a cargo de Haddad, y otros dos todavía sin ministro nombrado: el de Planificación y el Industria, Comercio y Servicios.
A sus 59 años, este abogado, político y profesor universitario nacido en Sao Paulo que en los 80, cuando bebía del marxismo, se afilió al izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), cofundado por Lula, tiene una larga trayectoria a sus espaldas.
Tras escalar en el partido, entre 2005 y 2012, en los gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff, fue ministro de Educación. En esos años impulsó el Programa Universidad para Todas (ProUni), que concedió miles de becas a estudiantes de baja renta para que pudieran estudiar en universidades privadas.
Dejó ese cargo para erigirse en alcalde de Sao Paulo, la mayor metrópolis de América Latina, hasta que perdió su reelección en 2016.
Antes de ser ministro, fue analista de inversiones de Unibanco, consultor de la Fundación Instituto de Pesquisas Económicas (Fipe) y asesor del ministerio de Planificación, entre otros cargos.
Descendiente de libaneses y de familia de clase media, posee una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía que le hace tener un hablar lento y profesoral, alejado de la retórica apasionada de Lula.
El futuro ministro, casado y con dos hijos, es también visto como una carta con potencial para atraer a nuevos apoyos del PT, sobre todo de la clase media ‘paulista’ y de sectores más moderados.
♂️
Cuando al presidente electo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, se le prohibió postularse para el cargo hace cuatro años, recurrió a uno de sus aliados más confiables para tomar la bandera de su Partido de los Trabajadores (PT) en la carrera presidencial de 2018.
El exalcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, se convirtió en un nombre familiar durante esa campaña fallida, pero nunca hubo dudas de quién manejaba los hilos del PT. Haddad hizo peregrinaciones casi semanales ese año a una celda de la cárcel donde Lula estuvo detenido por cargos de soborno que luego fueron desestimados por la Corte Suprema.
Fernando Haddad es un académico y político brasileño que se desempeñó como alcalde de São Paulo de 2013 a 2016. Nació el 25 de enero de 1963 (59 años), São Paulo, Estado de São Paulo, Brasil.
Ahora que se enfrenta a la elección de gabinete más importante de su incipiente tercer mandato, Lula, de 77 años, ha recurrido al mismo confidente y suplente de 59 años, nombrando a Haddad como su ministro de Finanzas para alejar a la economía de Brasil del crecimiento débil, la alta inflación y precarios niveles de endeudamiento.
Para los inversionistas que esperan que Lula delegue la política económica a expertos más ortodoxos y favorables al mercado, como lo hizo al comienzo de su presidencia de 2003 a 2010, la confirmación del viernes del papel de Haddad, señalada en las últimas semanas por Reuters, fue una decepción.
Pero para aquellos que siguen de cerca a Lula, el movimiento no sorprende.
Le ha dicho a sus asociados que quería a un político veterano como ministro de Finanzas. Y se negó durante toda la campaña de este año a designar un vocero de sus ideas económicas.
Para algunos observadores, la elección de alguien que ha sido su representante para el cargo de ministro de Finanzas es una señal de la confianza de Lula en sus propias ideas políticas, incluido el gasto público contracíclico, programas sólidos de asistencia social y una política industrial centrada en el Estado.
Fernando Haddad encadenó dos derrotas electorales, en 2018 a la presidencia de Brasil y el pasado octubre a la gobernación del poderoso estado de Sao Paulo, pero a partir del próximo 1 de enero asumirá el ministerio de Hacienda, una cargo clave en la principal economía latinoamericana que para muchos confirma su condición de potencial sucesor del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva.
Su nombramiento es un premio a décadas de fidelidad extrema hacia el patriarca de la izquierda brasileña, quien a sus 77 años (muchos para pensar en un segundo mandato) le confía a su delfín la difícil misión de acelerar el crecimiento y doblegar el avance de la pobreza sin disparar la inflación y la deuda pública.
“Haddad fue seleccionado por tener una relación casi filial con Lula da Silva, en un sentimiento que combina lealtad, complicidad y admiración recíproca”, escribió recientemente Thomas Traumann, autor de ‘O pior emprego do mundo’ (El peor empleo del mundo), sobre el cargo de ministro de Hacienda y Economía en Brasil.
“Lula eligió a Haddad porque cree que el futuro ministro será su ‘longa manus’, alguien que llevará la economía de Brasil pensando en lo que haría el presidente si estuviera en su lugar”, agregó.
Esa complicidad quedó manifiesta en 2018, cuando el delfín del futuro mandatario, entonces en la cárcel por corrupción e inhabilitado políticamente hasta que fue liberado con sus condenas anuladas, se presentó ‘in extremis’ con el lema “Haddad es Lula, Lula es Haddad” a las presidenciales, que perdió contra el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Su nombramiento ahora, después de que Lula hiciera declaraciones a favor de un mayor margen de maniobra para el gasto social, causó recelo en los mercados, que reaccionaron con una caída de la bolsa de Sao Paulo y una valorización del dólar frente al real.
Pero Haddad, un intelectual de izquierdas defensor de “la responsabilidad fiscal con compromiso social”, mandó un mensaje de calma al decir que pretende “desideologizar la política económica” y crear un consejo de economistas de diferentes escuelas de pensamiento, incluso liberales, para asesorarle en la toma de decisiones.
“Al igual que el presidente, Haddad cree en un estado de bienestar, asociaciones público-privadas y una economía privada libre, pero regulada”, afirma Traumann.
Su perfil es marcadamente opuesto al de su antecesor, Paulo Guedes, un ultraliberal defensor de la austeridad fiscal, que con el embate de la pandemia no pudo cumplir, las privatizaciones y la reducción del abultado tamaño brasileño.
El ‘superministerio’ del que se encargaba Guedes fue dividido en tres por Lula: Hacienda, a cargo de Haddad, y otros dos todavía sin ministro nombrado: el de Planificación y el Industria, Comercio y Servicios.
A sus 59 años, este abogado, político y profesor universitario nacido en Sao Paulo que en los 80, cuando bebía del marxismo, se afilió al izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), cofundado por Lula, tiene una larga trayectoria a sus espaldas.
Tras escalar en el partido, entre 2005 y 2012, en los gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff, fue ministro de Educación. En esos años impulsó el Programa Universidad para Todas (ProUni), que concedió miles de becas a estudiantes de baja renta para que pudieran estudiar en universidades privadas.
Dejó ese cargo para erigirse en alcalde de Sao Paulo, la mayor metrópolis de América Latina, hasta que perdió su reelección en 2016.
Antes de ser ministro, fue analista de inversiones de Unibanco, consultor de la Fundación Instituto de Pesquisas Económicas (Fipe) y asesor del ministerio de Planificación, entre otros cargos.
Descendiente de libaneses y de familia de clase media, posee una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía que le hace tener un hablar lento y profesoral, alejado de la retórica apasionada de Lula.
El futuro ministro, casado y con dos hijos, es también visto como una carta con potencial para atraer a nuevos apoyos del PT, sobre todo de la clase media ‘paulista’ y de sectores más moderados.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 16, 2022