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  Por Hanna Carr.

Dwight D. Eisenower habló con absoluta franqueza.

Les comparto el siguiente extracto de su famoso discurso “Una oportunidad para la paz”. Pronunció estas palabras en 1953, poco después de la muerte de Stalin. Sus palabras resuenan casi proféticas incluso hoy en día:

“Cada arma que se fabrica, cada buque de guerra que se lanza, cada cohete que se dispara significa, en última instancia, un robo a quienes padecen hambre y no tienen alimento, a quienes pasan frío y no tienen ropa.

Este mundo en armas no solo gasta dinero. Gasta el sudor de sus trabajadores, el ingenio de sus científicos, las esperanzas de sus hijos. El coste de un bombardero pesado moderno es este: una escuela moderna de ladrillo en más de 30 ciudades. Son dos centrales eléctricas, cada una de las cuales abastece a una ciudad de 60.000 habitantes. Son dos hospitales excelentes y totalmente equipados. Son unos ochenta kilómetros de pavimento de hormigón. Pagamos por un solo caza con medio millón de bushels de trigo. Pagamos por un solo destructor con nuevas viviendas que podrían haber albergado a más de 8.000 personas… Esto no es una forma de vida en absoluto, en ningún sentido verdadero. Bajo la nube de la guerra amenazante, es la humanidad colgando de una cruz de hierro”.

Eisenhower fue un general famoso de la Segunda Guerra Mundial; no era un “liberal empedernido”. Era un veterano que había predicado con el ejemplo toda su vida.

Eisenhower conocía con absoluta claridad el coste de la guerra. Lo había visto. Había visto montones de cadáveres. Hombres tan jóvenes como sus nietos, acribillados, apuñalados con bayonetas, volados en pedazos y abandonados a su suerte en la cuneta de las carreteras de Europa o Asia. Había visto los campos de concentración. Había presenciado de primera mano el concepto de la muerte, aplicada a escala industrial. Despiadada, omnipresente, omnipresente. Como presidente, conocía las cifras. Elaboraba los presupuestos, asignaba fondos a la preservación del poder de su nación. Y lo hacía con pesar… porque conocía el coste.

Dwight D. Eisenhower hablaba con franqueza, porque había visto cosas horribles. Era un veterano guerrero, un hombre de verdad que se había abierto camino en la política. Conoció la guerra. Él era la guerra. Y nunca la glorificó, nunca ocultó su oscuridad. Sabía que el poder tiene un precio, y sabía que, en muchos sentidos, ese precio era demasiado alto y, sin embargo, alejarse nunca fue una opción…

 


PrisioneroEnArgentina.com

Dic 10, 2025


 

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