A distancia remota del ‘fin de la historia’, la lucha de todos los tiempos por el poder sigue en auge, con una vivacidad y fuerza dignas de causas quizás más plausibles. Esa puja colea como pocas veces en el pasado. Lo hace sin rubor, hasta con desparpajo. Antecedentes sobran en nuestro hemisferio: la más próxima fue “la Centuria de América” que impulsaban Condollezza Rice y el jefe del Pentágono en la época de George Bush. En 1997 el ‘think tank’ Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense postulaba una neo Doctrina Monroe – 1823-, una novación de la postura de Teodoro Roosevelt -1904- y su garrote. Hoy Donald Trump arropa la misma ambición en el paraguas de la ‘seguridad nacional’. Lo que para Monroe, Roosevelt y Rice eran el Caribe, América Central y otras áreas de América del Sur, para Trump lo es el Ártico, devenido – cambio climático mediante – en el nuevo canal de Panamá. Por esos mares septentrionales se ha abierto la ruta más corta hacia Europa y al Asia, incluyendo la Lejana. Adicionalmente, allí puede instalarse la mejor base de alerta temprana antimisilítica. De ahí el no repentino interés por Groenlandia – ya en 1868 los norteamericanos, con innegable visión y también vocación territorialista, quisieron adquirir la enorme isla dinamarquesa desde hace 6 siglos. La incitación a la anexión de Canadá tiene otra dimensión. Se trata de que nos hallamos en un ciclo en el cual las fronteras políticas – algunas de ellas trazadas desde escritorios ubicados a miles de kilómetros – se tornan movibles, inestables, revisables.
Friedman
Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times y que La Nación suele publicar, el 28 de diciembre pasado señaló que el desorden mundial tiene tres causas básicas: la Inteligencia Artificial desbocada, el cambio climático y los Estados que colapsan – fallidos. Los dos primeros exceden a este análisis. Hay que detenerse en el tercero. El articulista sorprendió al incluir a la Argentina en su enumeración de Estados fallidos al lado de países como Montenegro, Sri Lanka, Kenia y Tanzania, entre otros. La realidad de países que no pueden sostenerse por diversos motivos genera varios factores de inestabilidad o desorden mundial: migraciones, hambrunas, mutaciones de fronteras, guerras híbridas y también de las clásicas, puja por los recursos, tentación de expansionismo, incremento de la corrupción.
Detengámonos en la mención de Friedman a la Argentina como Estado fallido. Evidente y objetivamente, un país que hace siete décadas sufre una decadencia integral – único caso en el orbe en el cual el PBI cayó en términos reales- y que no puede darse un sistema de concordia – los tramoyistas de la discordia vienen triunfando una y otra vez -, tiene lógica que sea incorporado a esa ominosa lista. Para colmo, nosotros somos un enfermo político con antecedentes genéticos: nos llevó más de 50 años organizarnos como Estado, casi los mismos que en esta era contemporánea llevamos destruyendo al país. Afortunadamente, la ciudadanía rompió el molde en 2023 y dio un mandato resiliente de un cambio profundo, no sólo económico, sino moral y cultural. En eso se está. Si lo hacemos como corresponde, saldremos de esa nómina odiosa y, más aún, estaremos entre los actores de las transformaciones que el mundo exige.
Regresemos al examen geopolítico. Se marcha hacia la superfusión de espacios. Ni las epidemias, ni el crimen organizado, ni las migraciones, ni los cambios climáticos ni la corrupción sistémica reconocen fronteras políticas. La fuga de capitales tampoco. O se erigen fuertes Estados – o confederaciones que los orbiten – o así es prácticamente imposible continuar. Es para reflexionar y sobre todo para conmover las actitudes aldeanas o de pequeña comarca que nos han fragmentado, tornando todo más complejo, incluyendo la mera posibilidad de progresar. No puede ser que un río disocie la materia tributaria: de la margen derecha 33% a las exportaciones, 21% de IVA, 35% de ganancias; en la otra, 0%, 10 y 10%. Esas asimetrías son inadmisibles. Es irracional que la colaboración para prevenir la actividad del crimen organizado transnacional dependa de la buena voluntad de los gobiernos de turno. La situación implora por un régimen, por un sistema coordinado. Por una articulación.
Marx
Por otra parte, no hay que quedar atrapado por la supuesta nueva guerra fría EEUU-China. En Norteamérica están estudiando 270 mil chinos. Ninguno tiene como modelo a Carlos Marx. La mayoría ambiciona parecerse a Elon Musk. Eso es un condicionante para cualquier escalada descontrolada en la competencia. Se está más cerca de la línea del comunicado de Nixon y Zhou Enlai de 1972 que de una conflagración abierta. El primer interesado en la estabilidad económico-financiera mundial es China, el máximo acreedor del Tesoro norteamericano. Dos hechos recientes confirman la distensión en las cumbres políticas del antagonismo global: Biden y Xi firmaron en Lima el 16 de noviembre pasado, en ocasión de la cita de la APEC – ¿por qué nosotros no participamos de las convocatorias del Pacífico, si hasta nuestra Ushuaia es geográficamente una ciudad bañada por ese océano?-, un convenio para que jamás el botón nuclear esté en manos de la IA, de modo que siempre sea controlado por personas humanas; y Trump – que invitó a un selecto lote de mandatarios extranjeros, entre ellos al nuestro, a su asunción-, al convidar a Jimping para que asista y mantenido una larga conversación telefónica. No hay casualidad en este convite y en ese diálogo.
Xi
Cualquier movimiento de las fronteras en los países centrales tendrá efecto dominó, desde Taiwan hasta hacer crujir a la OTAN. Nosotros mismos podríamos replantear varias reivindicaciones, al norte, al oeste, al este y al sur. Empero, es infinitamente mejor recurrir a añejas, pero aún lozanas ideas geopolíticas como el ABC – Argentina, Brasil y Chile. Desde el Cono Sur para todo el gran subcontinente sudamericano y del Caribe, una propuesta hacia adelante, convocante.
A las guerras, paz fructífera, creadora, enamorante, con futuro. A los Estados fallidos, la respuesta es acuerdos tan ambiciosos como osados – la osadía de las utopías que se realizan; al desorden, simplemente la contestación es un nuevo y sólido orden mundial.
Diputado nacional m.c.; Secretario General del partido nacional UNIR
♦ por Enrique Guillermo Avogadro. “Qué fácil era destruir [...]
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Eduardo Ramos
3 months ago
Magistral exposición de Alberto Assef!
Bizancio
3 months ago
Coincido. Muy buena nota.
Adri Siambiani
3 months ago
Muy buena nota
Los Reyes Magos son los padres
3 months ago
La frontera de EEUU deberia ser Europa, donde se desarrolle un posible conflicto global, no Groenlandia que lo tiene a metros.
Una guerra en Groenlandia seria como una pelea en el patio de tu casa.
London Methenny
3 months ago
About 4.7 million Chinese Americans lived in the United States right now, and it is 100% true what you said. Most of them are pursuing the American dream, not the slavery involved in Communism. They are entrepreneurs, they have business, they are hardworking decent people that Trump tries to make ’em look like criminals.
JuanMo
3 months ago
En China los unicos que viven como comunistas son los trabajadores manteniendo a los zanganos que estan en el poder.
Empantanado
3 months ago
¿Somos importantes para China o EEUU? Tenemos algo que ofrecer y recibir a cambio?
Si importamos, podemos pagar con $Libra?
Are you referring to the Project for the New American Century? I think The Project for the New American Century (PNAC) and Donald Trump’s foreign policy represent two distinct approaches to U.S. global leadership and international relations. Way too different.
PNAC involved military power and American values. Mad Trump is about sacrificing the American consumer and U.S. relationship with allies. He is just a bully.
◘
A distancia remota del ‘fin de la historia’, la lucha de todos los tiempos por el poder sigue en auge, con una vivacidad y fuerza dignas de causas quizás más plausibles. Esa puja colea como pocas veces en el pasado. Lo hace sin rubor, hasta con desparpajo. Antecedentes sobran en nuestro hemisferio: la más próxima fue “la Centuria de América” que impulsaban Condollezza Rice y el jefe del Pentágono en la época de George Bush. En 1997 el ‘think tank’ Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense postulaba una neo Doctrina Monroe – 1823-, una novación de la postura de Teodoro Roosevelt -1904- y su garrote. Hoy Donald Trump
arropa la misma ambición en el paraguas de la ‘seguridad nacional’. Lo que para Monroe, Roosevelt y Rice eran el Caribe, América Central y otras áreas de América del Sur, para Trump lo es el Ártico, devenido – cambio climático mediante – en el nuevo canal de Panamá. Por esos mares septentrionales se ha abierto la ruta más corta hacia Europa y al Asia, incluyendo la Lejana. Adicionalmente, allí puede instalarse la mejor base de alerta temprana antimisilítica. De ahí el no repentino interés por Groenlandia – ya en 1868 los norteamericanos, con innegable visión y también vocación territorialista, quisieron adquirir la enorme isla dinamarquesa desde hace 6 siglos. La incitación a la anexión de Canadá tiene otra dimensión. Se trata de que nos hallamos en un ciclo en el cual las fronteras políticas – algunas de ellas trazadas desde escritorios ubicados a miles de kilómetros – se tornan movibles, inestables, revisables.
Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times y que La Nación suele publicar, el 28 de diciembre pasado señaló que el desorden mundial tiene tres causas básicas: la Inteligencia Artificial desbocada, el cambio climático y los Estados que colapsan – fallidos. Los dos primeros exceden a este análisis. Hay que detenerse en el tercero. El articulista sorprendió al incluir a la Argentina en su enumeración de Estados fallidos al lado de países como Montenegro, Sri Lanka, Kenia y Tanzania, entre otros. La realidad de países que no pueden sostenerse por diversos motivos genera varios factores de inestabilidad o desorden mundial: migraciones, hambrunas, mutaciones de fronteras, guerras híbridas y también de las clásicas, puja por los recursos, tentación de expansionismo, incremento de la corrupción.
Detengámonos en la mención de Friedman a la Argentina como Estado fallido. Evidente y objetivamente, un país que hace siete décadas sufre una decadencia integral – único caso en el orbe en el cual el PBI cayó en términos reales- y que no puede darse un sistema de concordia – los tramoyistas de la discordia vienen triunfando una y otra vez -, tiene lógica que sea incorporado a esa ominosa lista. Para colmo, nosotros somos un enfermo político con antecedentes genéticos: nos llevó más de 50 años organizarnos como Estado, casi los mismos que en esta era contemporánea llevamos destruyendo al país. Afortunadamente, la ciudadanía rompió el molde en 2023 y dio un mandato resiliente de un cambio profundo, no sólo económico, sino moral y cultural. En eso se está. Si lo hacemos como corresponde, saldremos de esa nómina odiosa y, más aún, estaremos entre los actores de las transformaciones que el mundo exige.
Regresemos al examen geopolítico. Se marcha hacia la superfusión de espacios. Ni las epidemias, ni el crimen organizado, ni las migraciones, ni los cambios climáticos ni la corrupción sistémica reconocen fronteras políticas. La fuga de capitales tampoco. O se erigen fuertes Estados – o confederaciones que los orbiten – o así es prácticamente imposible continuar. Es para reflexionar y sobre todo para conmover las actitudes aldeanas o de pequeña comarca que nos han fragmentado, tornando todo más complejo, incluyendo la mera posibilidad de progresar. No puede ser que un río disocie la materia tributaria: de la margen derecha 33% a las exportaciones, 21% de IVA, 35% de ganancias; en la otra, 0%, 10 y 10%. Esas asimetrías son inadmisibles. Es irracional que la colaboración para prevenir la actividad del crimen organizado transnacional dependa de la buena voluntad de los gobiernos de turno. La situación implora por un régimen, por un sistema coordinado. Por una articulación.
Por otra parte, no hay que quedar atrapado por la supuesta nueva guerra fría EEUU-China. En Norteamérica están estudiando 270 mil chinos. Ninguno tiene como modelo a Carlos Marx. La mayoría ambiciona parecerse a Elon Musk. Eso es un condicionante para cualquier escalada descontrolada en la competencia. Se está más cerca de la línea del comunicado de Nixon y Zhou Enlai de 1972 que de una conflagración abierta. El primer interesado en la estabilidad económico-financiera mundial es China, el máximo acreedor del Tesoro norteamericano. Dos hechos recientes confirman la distensión en las cumbres políticas del antagonismo global: Biden y Xi firmaron en Lima el 16 de noviembre pasado, en ocasión de la cita de la APEC – ¿por qué nosotros no participamos de las convocatorias del Pacífico, si hasta nuestra Ushuaia es geográficamente una ciudad bañada por ese océano?-, un convenio para que jamás el botón nuclear esté en manos de la IA, de modo que siempre sea controlado por personas humanas; y Trump – que invitó a un selecto lote de mandatarios extranjeros, entre ellos al nuestro, a su asunción-, al convidar a Jimping para que asista y mantenido una larga conversación telefónica. No hay casualidad en este convite y en ese diálogo.
Cualquier movimiento de las fronteras en los países centrales tendrá efecto dominó, desde Taiwan hasta hacer crujir a la OTAN. Nosotros mismos podríamos replantear varias reivindicaciones, al norte, al oeste, al este y al sur. Empero, es infinitamente mejor recurrir a añejas, pero aún lozanas ideas geopolíticas como el ABC – Argentina, Brasil y Chile. Desde el Cono Sur para todo el gran subcontinente sudamericano y del Caribe, una propuesta hacia adelante, convocante.
A las guerras, paz fructífera, creadora, enamorante, con futuro. A los Estados fallidos, la respuesta es acuerdos tan ambiciosos como osados – la osadía de las utopías que se realizan; al desorden, simplemente la contestación es un nuevo y sólido orden mundial.
Diputado nacional m.c.; Secretario General del partido nacional UNIR
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 19, 2025
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Magistral exposición de Alberto Assef!
Coincido. Muy buena nota.
Muy buena nota
La frontera de EEUU deberia ser Europa, donde se desarrolle un posible conflicto global, no Groenlandia que lo tiene a metros.
Una guerra en Groenlandia seria como una pelea en el patio de tu casa.
About 4.7 million Chinese Americans lived in the United States right now, and it is 100% true what you said. Most of them are pursuing the American dream, not the slavery involved in Communism. They are entrepreneurs, they have business, they are hardworking decent people that Trump tries to make ’em look like criminals.
En China los unicos que viven como comunistas son los trabajadores manteniendo a los zanganos que estan en el poder.
¿Somos importantes para China o EEUU? Tenemos algo que ofrecer y recibir a cambio?
Si importamos, podemos pagar con $Libra?
Yo todavia tengo australes, si puedo ayudar…
jaja o Patacones o los bonos de Kiccilloff
Se puede abonar con los creditos inmobiliarios de Macri………
Paguemos con lo que nos debe Venezuela
Are you referring to the Project for the New American Century? I think The Project for the New American Century (PNAC) and Donald Trump’s foreign policy represent two distinct approaches to U.S. global leadership and international relations. Way too different.
PNAC involved military power and American values. Mad Trump is about sacrificing the American consumer and U.S. relationship with allies. He is just a bully.
Es un Milei grande.