A veces es fácil tomar conocimiento que uno tiene un problema, lo difícil es pensar en buscar la mejor solución. Esta es una de las grandes limitaciones que tiene la izquierda internacional.
Usted debe haber recibido correos electrónicos de Human Rights Watch solicitando ayuda monetaria. Cuando uno exige a Human Rights Watch ayuda humanitaria, los emails comienzan a desaparecer. Kenneth Roth, su foto siempre está enmarcada en esos correos, es el presidente del grupo Human Rights Watch, quien emitió una declaración diez días antes de que Donald Trump prestara juramento como 45avo presidente de los Estados Unidos de América, retratando a los Estados Unidos como una amenaza mayor, con el comando de Trump. Sin embargo, las bases sobre las cuales Roth ha determinado que los Estados Unidos representan una “amenaza” para los derechos humanos globales es totalmente especulativa.
No soy un admirador de Donald Trump, creo que nunca lo seré, aunque deseo que sea exitoso. El millonario llegó a la presidencia gracias a su discurso populista y siendo fiel a esos métodos, continúa provocando escandalo tras escandalo para intentar dispersar la opinión ciudadana de problemas que se apilan ante sus ojos.
Roth debe ser el último de los caballeros. Citando la retórica “misógina, xenófoba y racista” de Trump, que Roth nunca ha utilizado entre sus amigos en charlas de café, el número uno de la organización de derechos humanos ve un futuro sombrío. “Esta es una amenaza más importante a los derechos humanos desde los tiempos de George W. Bush y el incidente del 11 de setiembre”, dijo. “Veo a Trump tratar los derechos humanos como una limitación a la voluntad de la mayoría de una manera que Bush nunca consiguió”. Las deportaciones masivas, los muros y las limitaciones a inmigrantes son un escándalo de magnitudes catastróficas para Roth.
Leyes y fronteras siempre existieron en Estados Unidos. Este es un país de inmigrantes, le ha abierto las puertas a familias de todos los continentes, pero siempre ha habido clausulas a respetar. Si alguien se encuentra en el territorio sin la debida documentación, lo hace de una manera ilegal. Si un vecino no quiere que yo instale una carpa en su jardín trasero, construirá un cerco o una pared. Si administro una compañía de vuelos intergalácticos, aprobaré a aquellos postulantes que reúnan ciertos requisitos. La Ley de Orígenes Nacionales de 1921 (y en su forma final en 1924) no sólo limitaba la cantidad de inmigrantes que podían entrar a Estados Unidos, sino que también asignaba cupos basados en los orígenes nacionales. Se trataba de una ley complicada que esencialmente daba preferencia a los inmigrantes del norte y del oeste de Europa, limitaba mucho las cantidades del este y sudeste de Europa y declaraba a todos los inmigrantes potenciales procedentes de Asia no merecedores de entrar a Estados Unidos. En años posteriores hubo leyes que beneficiaron a alemanes luego de la Primera Guerra Mundial, pero no ha italianos o españoles. A italianos hacia 1930, pero no a alemanes. A judíos que escapaban del holocausto, pero no a rusos. En otras épocas, las embajadas americanas se endurecían y entregaban visas en bajos porcentajes. Los colombianos eran sospechados gracias a las operaciones con narcóticos de Pablo Escobar. Ahora lo son los musulmanes. No es justo, pero ha sido un escudo protector tradicional.
Roth toma partido, sin protestar contra Obama y los casi dos millones de deportaciones en sus dos términos presidenciales, alza la voz contra Trump, que aún no ha movido un dedo. No quiero decir que no lo haga, solo que no se puede acusar a nadie antes de cometer un crimen y alguien de Derechos Humanos, como hipótesis, debería saberlo. Es muy sencillo sentarse a degustar un buen vino y opinar sobre la división de países y la separación de la humanidad, observando la puesta del sol desde un cómodo balcón romano. Tanto Jorge Bergoglio como Human Rights Watch solo mueven un dedo para no derramar la copa. Human Rights Watch, como la izquierda en general, protestan y critican, pero no trabajan. El Santo Padre, con sus incontables templos poblados de bancas que nunca se convertirán en camas para los necesitados, tiene un solo refugiado: Una mujer tratando de escapar de los oficiales de inmigración en Denver, Colorado. Y sobrevive allí más por la presión y ayuda de vecinos, que por la infalibilidad papal.
El grupo de Roth cita la posible revocación de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio y la posible pérdida de beneficios de muchos ciudadanos… sin saber que trata la nueva ley. No quiere decir que Roth y los defensores de los derechos humanos no tengan motivos para preocuparse. Según Human Rights Watch, Trump hizo promesas de campaña para crear una base de datos musulmana y deportar a más de diez millones de inmigrantes en sólo dos años. Y su promesa de reinstaurar prácticas como el “submarino” es sin dudas para alzar las cejas. En algún momento Roth debería admitir, sin embargo, que la izquierda parece disfrutar de estos acontecimientos, pero para mantenerlo, deben ignorar todo lo que ha ocurrido desde que Trump se mudó a la Casa Blanca.
Veremos, es difícil defender a Trump. El presidente no habló de deportaciones masivas. Concentró sus esfuerzos en tomar acciones contra extranjeros ilegales con prontuarios criminales. Declaró que habría alternativas para familias cuyos hijos hubieran crecido en el territorio, quienes no deberían pagar por el pecado de los padres. En una entrevista de diciembre con la revista Time, Trump pareció respaldar la iniciativa de expulsión diferida del presidente Barack Obama para los hijos de inmigrantes ilegales. Los miembros del Congreso, incluido el presidente republicano de la Cámara, han asegurado que los temores de un escuadrón de deportación masiva no son justificados. Trump y su administración se han negado a descartar la re institución de una base de datos musulmana (La cual en menor medida existe en las agencias de inteligencia desde hace tiempo), pero también en este entonces ha desaparecido la bravuconería que caracterizó a la campaña. “El presidente Trump nunca ha abogado por ningún registro o sistema que rastrea individuos basados en su religión, e implicar eso de otra manera es completamente falso”, dijo el ex portavoz del equipo de transición de Trump, Jason Miller. “No vamos a tener un registro basado en una religión”, dijo el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, en diciembre. Si la preocupación de Human Rights Watch es que los Estados Unidos pudieran vigilar a personas de interés con potencial exposición a elementos terroristas en el extranjero, su argumento es que prácticas razonables de contraterrorismo constituyen una amenaza para los derechos humanos. Es infantil de mi parte, pero estoy comenzando a creer que las organizaciones de derechos humanos prefieren contratar a miembros de ISIS para trabajar de baby-sitters en sus hogares.
La noción de que las prácticas extraordinarias de rendición de la era de Bush están programadas para regresar también parece tener poca base en la realidad. Por propia admisión de Trump, su secretario de Defensa James Mattis le explicó la inutilidad de las tácticas de tortura. Muchos militares insistieron en que iban a desobedecer la orden del comandante en jefe de utilizar técnicas de interrogatorio a base de torturas, pero añadieron que no sospechan jamás recibir esa orden.
Otra vez, es complicado pararse frente a un ejército de protestantes y defender las actitudes de Donald Trump, pero cuando la izquierda hace una proclama tal como que Carolina del Norte es menos libre que Corea del Norte debido a complicadas leyes electorales, no debemos sentirnos arrogantes para espetarle que es un mentiroso con la emancipación que nos regala el sentido común.
Ahora es más nítido entender porque quienes realmente necesitan de estas organizaciones no reciben siquiera una palmada en el hombro. Expenden su tiempo haciendo propaganda para la izquierda internacional con alegaciones sin evidencias, algo muy familiar para ex uniformados en la República Argentina, que viven soportando agresiones como estas.
En Human Rights Watch, la palabra watch más que mirar significa vigilar, en este caso solo sus propios intereses.
Por Fabian Kussman.
A veces es fácil tomar conocimiento que uno tiene un problema, lo difícil es pensar en buscar la mejor solución. Esta es una de las grandes limitaciones que tiene la izquierda internacional.
Usted debe haber recibido correos electrónicos de Human Rights Watch solicitando ayuda monetaria. Cuando uno exige a Human Rights Watch ayuda humanitaria, los emails comienzan a desaparecer. Kenneth Roth, su foto siempre está enmarcada en esos correos, es el presidente del grupo Human Rights Watch, quien emitió una declaración diez días antes de que Donald Trump prestara juramento como 45avo presidente de los Estados Unidos de América, retratando a los Estados Unidos como una amenaza mayor, con el comando de Trump. Sin embargo, las bases sobre las cuales Roth ha determinado que los Estados Unidos representan una “amenaza” para los derechos humanos globales es totalmente especulativa.
No soy un admirador de Donald Trump, creo que nunca lo seré, aunque deseo que sea exitoso. El millonario llegó a la presidencia gracias a su discurso populista y siendo fiel a esos métodos, continúa provocando escandalo tras escandalo para intentar dispersar la opinión ciudadana de problemas que se apilan ante sus ojos.
Roth debe ser el último de los caballeros. Citando la retórica “misógina, xenófoba y racista” de Trump, que Roth nunca ha utilizado entre sus amigos en charlas de café, el número uno de la organización de derechos humanos ve un futuro sombrío. “Esta es una amenaza más importante a los derechos humanos desde los tiempos de George W. Bush y el incidente del 11 de setiembre”, dijo. “Veo a Trump tratar los derechos humanos como una limitación a la voluntad de la mayoría de una manera que Bush nunca consiguió”. Las deportaciones masivas, los muros y las limitaciones a inmigrantes son un escándalo de magnitudes catastróficas para Roth.
Leyes y fronteras siempre existieron en Estados Unidos. Este es un país de inmigrantes, le ha abierto las puertas a familias de todos los continentes, pero siempre ha habido clausulas a respetar. Si alguien se encuentra en el territorio sin la debida documentación, lo hace de una manera ilegal. Si un vecino no quiere que yo instale una carpa en su jardín trasero, construirá un cerco o una pared. Si administro una compañía de vuelos intergalácticos, aprobaré a aquellos postulantes que reúnan ciertos requisitos. La Ley de Orígenes Nacionales de 1921 (y en su forma final en 1924) no sólo limitaba la cantidad de inmigrantes que podían entrar a Estados Unidos, sino que también asignaba cupos basados en los orígenes nacionales. Se trataba de una ley complicada que esencialmente daba preferencia a los inmigrantes del norte y del oeste de Europa, limitaba mucho las cantidades del este y sudeste de Europa y declaraba a todos los inmigrantes potenciales procedentes de Asia no merecedores de entrar a Estados Unidos. En años posteriores hubo leyes que beneficiaron a alemanes luego de la Primera Guerra Mundial, pero no ha italianos o españoles. A italianos hacia 1930, pero no a alemanes. A judíos que escapaban del holocausto, pero no a rusos. En otras épocas, las embajadas americanas se endurecían y entregaban visas en bajos porcentajes. Los colombianos eran sospechados gracias a las operaciones con narcóticos de Pablo Escobar. Ahora lo son los musulmanes. No es justo, pero ha sido un escudo protector tradicional.
Roth toma partido, sin protestar contra Obama y los casi dos millones de deportaciones en sus dos términos presidenciales, alza la voz contra Trump, que aún no ha movido un dedo. No quiero decir que no lo haga, solo que no se puede acusar a nadie antes de cometer un crimen y alguien de Derechos Humanos, como hipótesis, debería saberlo. Es muy sencillo sentarse a degustar un buen vino y opinar sobre la división de países y la separación de la humanidad, observando la puesta del sol desde un cómodo balcón romano. Tanto Jorge Bergoglio como Human Rights Watch solo mueven un dedo para no derramar la copa. Human Rights Watch, como la izquierda en general, protestan y critican, pero no trabajan. El Santo Padre, con sus incontables templos poblados de bancas que nunca se convertirán en camas para los necesitados, tiene un solo refugiado: Una mujer tratando de escapar de los oficiales de inmigración en Denver, Colorado. Y sobrevive allí más por la presión y ayuda de vecinos, que por la infalibilidad papal.
El grupo de Roth cita la posible revocación de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio y la posible pérdida de beneficios de muchos ciudadanos… sin saber que trata la nueva ley. No quiere decir que Roth y los defensores de los derechos humanos no tengan motivos para preocuparse. Según Human Rights Watch, Trump hizo promesas de campaña para crear una base de datos musulmana y deportar a más de diez millones de inmigrantes en sólo dos años. Y su promesa de reinstaurar prácticas como el “submarino” es sin dudas para alzar las cejas. En algún momento Roth debería admitir, sin embargo, que la izquierda parece disfrutar de estos acontecimientos, pero para mantenerlo, deben ignorar todo lo que ha ocurrido desde que Trump se mudó a la Casa Blanca.
Veremos, es difícil defender a Trump. El presidente no habló de deportaciones masivas. Concentró sus esfuerzos en tomar acciones contra extranjeros ilegales con prontuarios criminales. Declaró que habría alternativas para familias cuyos hijos hubieran crecido en el territorio, quienes no deberían pagar por el pecado de los padres. En una entrevista de diciembre con la revista Time, Trump pareció respaldar la iniciativa de expulsión diferida del presidente Barack Obama para los hijos de inmigrantes ilegales. Los miembros del Congreso, incluido el presidente republicano de la Cámara, han asegurado que los temores de un escuadrón de deportación masiva no son justificados. Trump y su administración se han negado a descartar la re institución de una base de datos musulmana (La cual en menor medida existe en las agencias de inteligencia desde hace tiempo), pero también en este entonces ha desaparecido la bravuconería que caracterizó a la campaña. “El presidente Trump nunca ha abogado por ningún registro o sistema que rastrea individuos basados en su religión, e implicar eso de otra manera es completamente falso”, dijo el ex portavoz del equipo de transición de Trump, Jason Miller. “No vamos a tener un registro basado en una religión”, dijo el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, en diciembre. Si la preocupación de Human Rights Watch es que los Estados Unidos pudieran vigilar a personas de interés con potencial exposición a elementos terroristas en el extranjero, su argumento es que prácticas razonables de contraterrorismo constituyen una amenaza para los derechos humanos. Es infantil de mi parte, pero estoy comenzando a creer que las organizaciones de derechos humanos prefieren contratar a miembros de ISIS para trabajar de baby-sitters en sus hogares.
La noción de que las prácticas extraordinarias de rendición de la era de Bush están programadas para regresar también parece tener poca base en la realidad. Por propia admisión de Trump, su secretario de Defensa James Mattis le explicó la inutilidad de las tácticas de tortura. Muchos militares insistieron en que iban a desobedecer la orden del comandante en jefe de utilizar técnicas de interrogatorio a base de torturas, pero añadieron que no sospechan jamás recibir esa orden.
Otra vez, es complicado pararse frente a un ejército de protestantes y defender las actitudes de Donald Trump, pero cuando la izquierda hace una proclama tal como que Carolina del Norte es menos libre que Corea del Norte debido a complicadas leyes electorales, no debemos sentirnos arrogantes para espetarle que es un mentiroso con la emancipación que nos regala el sentido común.
Ahora es más nítido entender porque quienes realmente necesitan de estas organizaciones no reciben siquiera una palmada en el hombro. Expenden su tiempo haciendo propaganda para la izquierda internacional con alegaciones sin evidencias, algo muy familiar para ex uniformados en la República Argentina, que viven soportando agresiones como estas.
En Human Rights Watch, la palabra watch más que mirar significa vigilar, en este caso solo sus propios intereses.
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 8, 2017
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