ENTENDER PORQUE LA DECADENCIA

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 Por CARLOS LEYBA

 

Son muchos los debates que los argentinos nos debemos para poder encontrar la salida de este laberinto de decadencia económica que ya nadie discute.

¿Por qué laberinto? Por que no es fácil encontrar la salida buscada durantes más de cuatro décadas.

Esta decadencia económica y social, y tal vez muchas otras decadencias, que la brutal dimensión de la económica y social ocultan, es un escenario artificioso cruzado por encrucijadas que confunden y tornan imposible encontrar una salida: siempre una pared infranqueable obliga a retroceder sin encontrar una salida.

Lo laberíntico genera angustia. Y le quita autoridad a los que han corrido sin poder encontrar la salida. ¿En qué, en quién confiar?

Cuando llegó José Alfredo Martínez de Hoz (1976) ya estábamos metidos en el laberinto. Pero él, con la fuerza bruta de la Dictadura Genocida, nos empujó hacia adentro. En un panorama sombrío dijo “veo la luz al final del túnel”.

Lo increíble es que 45 años después, cuando esta negrura presente ya estaba cubriendo todo, Gabriela Michetti (2018) – vicepresidente de la Nación – dijo “veo la luz al final del túnel”.

El laberinto es volver a empezar. El día de la marmota.

Quienes nos condujeron y hoy conducen, están como nosotrosen el laberinto. Pero el poder ciega y entonces están a obscuras. Por eso no saben dónde están. Imaginan un túnel y dicen que “ven luz” …que nadie ve.

La imaginación de los gobernantes ha sido rica: desde la inversión de sentido de afirmar que con “la democracia se come, se cura y se educa”, cuando la democracia es plena sólo cuando todos comen, se curan y educan y no al revés, hasta el patético ingreso al primer mundo con Carlos Menem o la “revolución imaginaria” de los Kirchner. Y ahora en el hartazgo de esta secuencia escrita de frustraciones: “el segundo semestre”, “los brotes verdes” y el retorno, despejando hilachas, a un escenario de cuasi default como con el que terminamos en 2001. ¿Cuándo entramos en esta trampa?

Si nos basamos en las estadísticas del PBI por habitante, la respuesta es contundente: entramos en el laberinto de la decadencia hace 45 años.

Decadencia implica que previamente hubo progreso. No hay decadencia sin progreso previo.

Sturzenegger

Revisemos el pasado, ese lugar en el que los argentinos nada podemos acordar. Abordémoslo con estadísticas. Probadas y aprobadas por colegas de distinta visión.

La de aquellos que insisten en recorrer el laberinto buscando la luz al final del túnel, que han sido parte de las gestiones de los últimos 45 años, y la de aquellos que se resistieron a ingresar en él: los menos.  Los que han sido parte en general son ideológicamente neoliberales pro mercado y apertura.

Aclaremos, el neoliberalismo vacía de sentido cualquier referencia al interés general, al bien común, y considera que “el único determinante del comportamientos individuales es el cálculo racional, que en ningún caso está regido por reglas morales”E.Mulot.Veamos.

Hasta 1975 la Argentina fue un país de progreso económico y social. Por cierto, no exento de problemas.

Si hacemos análisis comparativo y nos basamos en lo escrito por un economista ortodoxo y dos veces funcionario en los últimos 45 años, como lo es Federico Sturzenegger, el PBI por habitante de la Argentina se mantuvo en el 75% del de Australia desde 1900 hasta 1975, año a partir del cual nos separamos drásticamente de la trayectoria australiana. Después de 1975 nuestro PBI por habitante cada año fue un porcentaje menor del de Australia.

Australia progresó (y mucho) hasta 1975 (después también), nosotros corrimos a la misma velocidad (no más ni menos) desde 1900 hasta 1975. Entonces nosotros, hasta 1975 y a la misma velocidad que Australia, tuvimos una excelente performance comparativa hasta hace 45 años.

Macri

¿Por qué Mauricio Macri, los “articulistas” pro oficialistas, hablan de 70 años de decadencia si, haciendo la cuenta hasta 1975 hay 45 años que tienen en común la misma visión de lo que debe ser la política pública?

Es fácil constatar que el PBI por habitante de la Argentina entre 1944 y 1975 creció a la misma velocidad que el de los Estados Unidos. Ni más ligero ni más despacio.

En los “gloriosos 30 años” (1944/1975) de la economía occidental, los del Estado de Bienestar, la industrialización, el pleno empleo, el avance de la redistribución progresiva del ingreso, la economía argentina y la economía americana crecimos a la misma velocidad.

La visión dominante era la de las políticas públicas precedidas por el concepto del “bien común”.

Hay más. Dicen J. Llach y M. Lago, dos economistas ortodoxos (el primero funcionario nacional destacado dos veces en el período 1990/2002), en uno de sus libros recientes, sostiene que entre 1963 y 1974 el PBI por habitante de la Argentina creció a mayor velocidad que el PBI por habitante de los países occidentales.

Tres relaciones comparadas – avaladas por protagonistas y policy makers de los últimos 45 años – nos demuestran de manera palmaria que si Australia, Estados Unidos y las economías desarrolladas de Europa Occidental eran economía en progreso, desde antes y hasta 1975 (ellas lo fueron también después) también lo fue, en aquél entonces, la economía argentina porque creció a la misma velocidad. Una opinión unánime: hasta 1975 progresamos, entonces, la decadencia – el ingreso en el laberinto – tiene fecha de inicio.

La enorme diferencia, el brutal abismo, es que todas aquellas economías occidentales siguieron siendo economías de progreso (aunque a distintas velocidades) y la economía argentina, desde 1975 hasta la fecha, ha dejado de serlo.

Hubo progreso comparado (y absoluto) hasta 1975 y particularmente desde 1945.

Miremos las estadísticas del PBI por habitante. Desde 1900 hasta 1945 el PBI ph creció 1,03% anual acumulativo y desde 1945 hasta 1974, 1,98%. De entonces a hoy 0,58% ¿Cuál es entonces el período de mayor crecimiento?¿Cuesta tanto que la unanimidad de los colegas reconozcan los hechos?

Perón

Desde 1975 estamos en decadencia económica medida por el PBI por habitante y en ese laberinto la pobreza se multiplicó a las tasas chinas de 7% anual.

Es necesario aclarar que dado que la población crece sistemáticamente hablar de porcentaje de personas bajo de la lìnea de pobreza es insuficiente. Es imprescindible hablar de número de personas sufriendo la pobreza. Y en ese caso 7% anual acumulativo de crecimiento es lo que ha producido que, de las 800 mil personas estimadas en esa condición en la primera Encuesta de Hogares del Indec (1974) hayamos pasado a 14 millones en los días que corren.

La decadencia no es obra de Mauricio Macri, no lo es el estancamiento de 45 años (eso es el 0,58% de crecimiento anual) ni los 14 millones de pobres. No. La causa es la continuidad de un proceso de extravío en la conducción que gira en el laberinto desde hace muchas gestiones.

Estas desgracias vienen de una catarata que viene tomando fuerza desde la altura de los tiempos de 1975: una bola de nieve de estancamiento.

Mientras en 1974 y antes, el desempleo rondaba el 2/4% y en momento de recesión (que los había) llegaba al 7%. Desde entonces la tasa de desempleo de crisis fue a un ritmo creciente; y cuando esa tasa declinaba, aumentaban varios “compensadores” sistémicos: el retiro del mercado de trabajo por hastío de no encontrarlo, el empleo público sustituto funcional del seguro de desempleo, los distintos tipos de planes e imprescindibles ayudas sociales que no son más que acciones de supervivencia colectiva.

En aquellos años de progreso económico y social irrefutable con los datos, el gasto del Estado nunca representó más del 22 % del PBI, el endeudamiento externo no fue ni remotamente una variable central de la política económica; y la tasa de inflación dificilmente superaba tres veces la tasa media de inflación anual de los países desarrollados.

Martínez de Hoz

En los años de la decadencia iniciada en 1975 y continuada hasta hoy el Estado, con privatizaciones incluidas, creció hasta 42%. El endeudamiento externo, la financiarización de la economía, creció sin pausa y con prisa; y todas las gestiones debieron acudir al auxilio del FMI; y además vivieron en estado de default. Y la inflación – hiper inflaciones aparte – con excepciones que llevaron al estallido de los 2000, siempre estuvo rondando 10 veces la inflación promedio de las economías occidentales.

Hasta 1975 la oferta de bienes públicos – todos lo recuerdan – era razonable, apropiada para un país de desarrollo medio, el hospital público, la escuela pública, la seguridad en las calles, etc.

Seguramente traducido a las palabras del presente “un clima de favorable a la inversión”.

Si Usted quiere aclaro que la fuga del dinero – que la había – iba a los bienes y no a los dólares. No era una fuga verde “casi popular” como la de nuestros días.

Nadie puede negar la existencia de conflictos sociales. Pero tampoco se puede desconocer que la representación social y el diálogo con el poder, excluían la acción directa: la calle no era el territorio cotidiano del conflicto social.

Sin duda, en esos años del Estado de Bienestar, también la minoría regresiva – que finalmente se impuso en 1975 y hasta hoy – se hacía del “Poder” por la fuerza militar (no por las urnas) para “contener y frenar la distribución progresiva del ingreso”. Y también sin duda las ultra minorías armadas de las guerrillas generaban en las calles un clima de temor, tanto durante los gobiernos militares como en el período democrático inaugurado en 1973.

Por eso el General Perón los expulsó de la Plaza llamándolos “imberbes”  y agregando “estos infiltrados que trabajan adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero”.

Hasta 1975 no hubo ningún período de “déme dos”, ni tampoco la explosión de fortunas súbitas e hiper concentradas que adornan nuestros espacios que imitan al primer mundo, pero con la tosquedad extrema del Hotel de lujo y casino que – en la ciudad de Rosario – está en la vecindad de la villa miseria.

Estas fortunas nuevas, bastante toscas, no se emparentan con las de la “oligarquía ganadera” que crecían cuando crecía el país. Ni con la de la “burguesía industrial” que cuando crecía el país crecía.

En aquél entonces, hasta 1975, fortunas individuales y progreso colectivo, podrían no ir parejas, pero iban para el mismo lado.

Pero hoy, con 45 años de país estancado, mareas de pobreza alrededor de las ciudades, el mayor escándalo es la explosión de fortunas nuevas. Inmensas, bien notables, y como en todo lugar de riquezas súbitas, la de los nuevos ricos, es además de poco mérito todas derivadas de concesiones o contrataciones propias del desguase del Estado. El final de “Zorba el griego”.

Un Estado que ahora representa el 42 % del PBI (el doble de aquella época de los 30 gloriosos) que sobrevive por estar endeudado, que no presta la proporción de los servicios públicos de entonces y que asiste a una privatización continuada de la educación, la salud y del ejército de seguridad privada que hasta atiende en “espacios públicos”. Todo eso es decadencia.

Reagan

Tenemos un Estado sin moneda. Lo que es de una gravedad extrema. Porque es “menos Estado” que el necesario. Y porque se torna un Estado dependiente, ya no del mercado financiero interno, sino – y vaya si lo sufrimos – de las llaves de paso que se abren o se cierran en el exterior y que nos hacen dependientes.

Simplemente hasta 1975 los bancos privados financiaban hipotecas para vivienda a 10,12 o15 años, en pesos y a tasas de interés fijas. Sí, había ilusión monetaria,pero era posible hacer política monetaria.

¿Cómo se dispara la decadencia?¿Cuándo entramos en el laberinto? En 1975 ocurre el “rodrigazo”. Pero no fue solamente una decisión espantosa, errónea, de política económica. Fue, como está de moda ahora señalar, un “intento de cambio cultural”.

Ricardo M. Zinn, el operador e inspirador del golpe económico que tumbó a la Argentina, era un militante de la lucha contra las ideas de desarrollo y justicia. Sostenía que sólo el vigor de los mercados, librados a toda su potencia, era capaz de producir beneficios colectivos e individuales. Nada, decía, justificaba “las políticas”, los “objetivos”, los “programas”. No podían provocar nada positivo.

Todo se dividía en “cuestiones que el mercado ha resuelto y cuestiones que el mercado resolverá”. Para eso había que liberar las fuerzas del mercado y hacerlas liderar por el mercado financiero cuyo regulador de “pasa no pasa” es la tasa de interés de mercado, pura, limpia, sin concesiones. Cuando lo vemos actuar al actual Presidente del BCRA no cabe duda que a todos los mueve el mismo espíritu.

Zinn era un extremista del neoliberalismo que acuñó, durante la Dictadura Genocida, dos frases emblemáticas “los argentinos somos derechos y humanos”, “achicar el Estado es agrandar la Nación”. Por un lado justificaba la represión salvaje y por el otro justificaba la destrucción del Estado. En ese camino “la Nación” se encogía dos veces. La primera porque no podía amparar la vida de todos los ciudadanos y la segunda porque se sembraba el espiritu de no ser todos partes de la misma Patria.

Zinn junto a Pedro Pou dió origen al CEMA y desde ese centro de pensamiento – Chicago Boys – se construyó una Universidad y se difundió una doctrina, una ideología, poderosa que repite, en lengua nativa, “el Estado no es parte de la solución sino parte del problema” (R.Regan) y “no hay tal cosa como “la sociedad” solo individuos” (M.Tatcher).

Lo más insólito que todos ellos eran miembros de la secta “Los Caballeros del Fuego” que lideraba José López Rega. ¿Podrán imaginarse que su instalación en el poder surgió de las maniobras siniestras del “brujo”?

Thatcher

La deriva de ese pensamiento es el auge financiero, primera etapa, al que contribuyó la demolición del desarrollo industrial nacional.

Zinn acordó con J.A. Martinez de Hoz las medidas del ”rodrigazo”, la resistencia a las mismas conducidas por el sindicalismo – en el marco de la guerrilla que le hacía el juego al golpe con aquello de “cuanto peor mejor” –  fue el fundamento de la Dictadura Militar que puso en marcha la segunda etapa del “rodrigazo”.

El argumento de la apertura irracional de importaciones financiadas con deuda externa, era que se había acabado y fracasado la “industrialización por sustitución de importaciones”.

Que el innegable avance de integración industrial – de la que un ejemplo era la industria automotriz resultado de una integración vertical que producía el 90% de un vehículo y que además exportaba – era “falso” y que había que abandonar ese rumbo de modernización económica y social cuyos resultados ya hemos mencionado.

En 1974 las terminales automotrices y todas las empresas del sector, acordaron el protagonismo exportador automotriz que se frustró con la llegada del neoliberalismo al gobierno.

A partir de esa mirada equivocada (ingenua o perversa) la economía argentina hizo de la industria manufacturera de transformación la madre de la nueva y monumental restricción externa: déficit de 30 mil millones de dólares anuales (2004/2018). Si se crece 1%, las importaciones industriales crecen 3,69%.

El crecimiento, en estas condiciones, genera crisis del balance de pagos.

En “restricción externa estructural” no existe la posibilidad de consolidar una moneda porque dependemos de una moneda que no emitimos; y con el discurso de la desindustrialización forzada, en lugar de producir los bienes que proveean esa moneda, vivimos en déficit permanente de ella.

López Rega

La desindustrialización forzada, que arrastramos hace 45 años, es el motor de la restricción externa y además ha destruído la capacidad de generar empleo productivo urbano. Llevamos  19 caídas del PBI ph entre 1975 y 2018.

Esta mecánica lleva a que la restricción externa, provocada por la desindustralizaciòn, obligue al Estado a paliar las condiciones que genera la falta de trabajo productivo urbano. La primera respuesta que agrava la debilidad fiscal es un empleado público cada 12 habitantes.

La proporción de consumidores de bienes o insumos importados, por la conformación “ensambladora” de la industria, es infinitamente superior a la proproción de productores de bienes o insumos de exportación.

Se genera así la economía de tres déficits: externo, de empleo y fiscal.

Toda política de impulso, en este sistema que rechaza la concertación, es inflacionaria porque no mueve la rueda de la producción sino la de la deuda.

En este contexto, la deuda externa grita y la deuda social angustia.

Entre gritos y angustia, es imprescindible repensar el por qué de la decadencia y romper con el discurso de la justificación que da vueltas en el laberinto sin encontrar la salida. Con las mismas ideas, aunque las personas cambien, nada va a cambiar. Por eso hay que entender por qué la decadencia: ese porque es la única manera de salir del laberinto.

 

Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Septiembre 25, 2019


 

PAÑUELO VERDE, VERDE MONEDA

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 Por CARLOS LEYBA

Para salir un poco del agobio de la semana que pasó, recordemos y celebremos que hoy es el día del padre. O en los términos, ahora políticamente correctos, de “el/la” padre. Así, al decir “el/la” padre, usamos el léxico de la reciente media sanción de la ley que declara el aborto libre y gratuito. En ella, se usa el neo lenguaje “políticamente correcto” de “aclarar” el/la profesional. Y además se establece que se habla de la interrupción del embarazo de la mujer y/o de la persona gestante, con lo que, supongo, se incluye a las nacidas aparentemente mujeres pero que la ley les ha permitido reconocerse como varones, aunque – naturalmente – puedan quedar embarazadas; y como para la ley no son mujeres, los legisladores las han identificado como personas gestantes habilitándoles así el aborto. Hubiera bastado con decir “personas gestantes” ya que en en esa expresión quedan incluidas las mujeres, cuyo documento dice que lo son, y los varones redocumentados que pueden ser embarazados por su naturaleza física. La aclaración era innecesaria. Con persona gestante alcanzaba.

Pero la aclaración tiene el aire reivindicativo de lo “políticamente correcto” en la neo lengua. Utilizar “el profesional” es abarcativo de ambos géneros y pertenece al uso correcto de la lengua, como que si se trata exclusivamente de mujeres lo correcto es “la profesional”. Si no hay identificación de genero todos entendemos que “el” es abarcativo.

En algunas s Plazas ocurrieron, pocas, cosas de una violencia inusitada. Los medios describieron las Plazas como lugares de la tolerancia. Y no fue del todo verdad.

Hubo plazas en las que un grupito de militantes de pañuelo verde enfrentaba, al grito de “Iglesia basura vos sos la dictadura”, a los jóvenes que rezaban. Les pintaban con aerosol la ropa en las partes pudendas y se exhibían provocativamente y sin ropa (¡qué frío¡), incluso realizando acciones de sexo lesbiano explicito. Hay videos. No eran todas ni todos, pero sí una minoría activa y militante.

La jornada legislativa tuvo un gran triunfador. El ideólogo del gobierno J. Durán Barba, muy próximo a las expresiones antes citadas, quién afirmó que uno de sus objetivos era lograr la ley del aborto libre y gratuito.

Junto a Marcos Peña y familia, lograron la adhesión PRO a la nueva norma a pesar de las enclenques y asordinadas manifestaciones de desacuerdo de Mauricio Macri realizadas en campaña. Esas manifestaciones le permitieron sumar electorado y la noche de la votación incumplió su compromiso electoral.

Después de haber promovido la ley y operado claramente a favor del voto, ha quedado claro que aquella manifestación fue pour la galerie. Una manera de tirar la piedra y ocultar la mano. Eso es feo. Pero estamos acostumbrados. Una más de las muchas cosas que dijo que no iba a hacer sea por ignorancia o sea por debilidad de convicciones.

La media sanción de la ley dice que queda prohibido, a las instituciones de salud, “la objeción de conciencia e ideario institucional” (por ejemplo las instituciones sanitarias dependientes de organizaciones religiosas) que será penada con prisión, inhabilitación o clausura del establecimiento.

Se establece una práctica obligatoria para los establecimientos públicos, lo que es coherente; pero también para los privados y esto no tiene fundamento toda vez que la salud pública ofrece el servicio de manera irrestricta.

Es una decisión presupuestaria aunque no lo diga expresamente, lo que es lógico y consistente; pero también es un cargo adicional para las obras sociales como si se tratara de una enfermedad, que no lo es. El ministro de Salud Adolfo Rubinstein, expresamente señaló que las prácticas, ahora legales, serán más baratas para el Estado que las hasta ahora reparadoras de las ilegales.

No está claro si los tratamientos con “píldoras” también pasarán a ser gratuitos. Y en ese caso, en un país tan sensible a los lobbies, debería uno preguntarse quiénes la producen o quiénes las importan. En este caso la presión tendría un interés no precisamente ideológico, la visión del mundo, sino la visión crematística.

No es, por cierto, lo más importante. Pero cómo todos sabemos “el diablo se oculta en los detalles”. La salud es un servicio. Pero también es un negocio. Los “concesionarios” también se ocultan en los detalles de la salud.

Llegados a este punto ¿tienen el mismo tratamiento presupuestario y conminatorio, aquellas personas que sólo pueden consumir ciertos alimentos cuyo costo duplica el de los comunes? ¿Las ampara el presupuesto público? Deberían ¿no le parece? ¿Prioridades? Los derechos son razonables sobre la base de la igualdad.

Pato o gallareta, sea por voluntad de Macri o por estado de la cuestión, todos hemos entrado en el rodeo. Y ha sido muy bueno que cada uno diga lo suyo. Ahora bien, esto obliga a los legisladores a no seguir posponiendo el debate de otras cuestiones que afectan a la totalidad y – por cierto – de verdad a los más vulnerables. Veamos.

¿Imagina, estimado lector, a los comunicadores sociales, articulistas, panelistas, legisladores, etc., con el mismo entusiasmo, cadena oratoria, vocación por conocer la opinión de expertos y afectados, en temas tan centrales y profundos como, por ejemplo, el acuerdo que la Argentina propone para MERCOSUR – Unión Europea? Si se firma como quiere Mauricio, que es lo que quiere la UE, se redefine (para mal) el alicaído perfil productivo y de empleo en el país.

¿ O imagina lo que implica el debate de la definición de la política energética que, por cierto, no es la tarifa o el precio de los combustibles, que es apenas una deriva de lo que está detrás? ¿Ha escuchado Usted un debate profundo, o la preparación de ese debate, sobre los contratos de la concesión de hidrocarburos, las condiciones en que operan; una discusión acerca de cuáles son las reservas energéticas de las que disponemos; o de las políticas – que siempre son recursos – que diseñamos para el desarrollo de las energías limpias o, por ejemplo, las condiciones para disponer de los recursos de Vaca Muerta? Ni ahí.

Hace apenas unas horas en Clarín (15/6/2018) una nota, en letra chica, refería que los petroleros reunidos en Bariloche, señalaban que nuestros costos de producción habían igualado a los de Estados Unidos. Vinculado a ello la organización FARN informó que los subsidios recibidos por las empresas petroleras entre 2017 y 2018 equivalían al 3 por ciento del PBI, que es el recorte que nos comprometimos con el FMI. Dice la nota que el ministro Juan Aranguren aclaró que “no eran subsidios sino un estímulo a la producción que en cuatro años se acabaría”. Una nota más sobre el poder de los lobbies en la política nacional. Aquí hay que poner la lupa para descartar la existencia de los escándalos más notables en materia de corrupción. ¿Nada se va a debatir en el Parlamento sobre la compra de las acciones de Repsol por parte del grupo Eskenazi? ¿Nada sobre la “compra” nacional de la mayoría del paquete accionario de YPF?¿ Nada sobre las concesiones cuyas condiciones violan las leyes?¿Nada sobre los contratos a los que se obligan los concesionarios de hidrocarburos? La caída de Juan J. Aranguren es una manera de “cerrar” el asunto? ¿Nada va a hacer el Parlamento?

Los Parlamentos de los países que queremos emular, profundizan todos y cada uno de los temas estratégicos. Los temas se analizan multidimensionalmente y se forma consenso mínimo. De ese modo se neutralizan los inevitables lobbies que desnivelan las decisiones y las alejan del Bien Común. Este debate, el del aborto, más allá del resultado fue un ejemplo de lo que deberíamos hacer con las cosas importantes.

Y hablando de salud qué tal si nos animamos a debatir a fondo, en el Parlamento y con los expertos, la cuestión del costo de la salud y de la medicina, de la organización, incluidas las obras sociales y las instituciones públicas. ¿Nada para mejorar en ese marasmo presupuestario?¿La provisión de vacunas?

El debate por el aborto libre y gratuito es de una profunda importancia. Pero no es menor el debate sobre el uso, apropiación, destino, de nuestros recursos naturales. El litio, por ejemplo, puede ser el disparador de una transformación productiva del Norte argentino. Pero ese recurso, como muchos otros, para ser explotados con racionalidad y el mayor rendimiento social, obliga a la política, primero a escuchar todas las voces expertas e interesadas y después la obligan a decidir; y decidir es aplicar recursos. De eso no se habla.

La ley del aborto ha producido, tal vez consecuencia de la intensidad del debate y de la presencia de decenas de expertos, del entusiasmo de los comunicadores, una verdadera asunción de responsabilidades personales y no de grupo. Cada legislador tuvo que votar individualmente y no en bloque. No fueron escribanía.

¿Pero no sería mucho, pero mucho, mas importante que se abocaran a debatir cómo hacemos para salir de este pantano espantoso que condena a más de la mitad de nuestros jóvenes menores de 14 años, que han nacido en hogares de padres y abuelos, condicionados por la pobreza?¿Se animarán a debatir por qué, en los últimos 40 años, el número de pobres ha crecido a la tasa anual acumulativa del 7,1 por ciento? ¿Cómo salir de esa tendencia infame? ¿Si esta no es la principal cuestión de los derechos humanos, qué son los derechos humanos?

Los buenos debates son ejemplos que deben servir para despertar la conciencia de la responsabilidad de preguntar sobre aquello que es importante y de lo que apenas conocemos un aspecto. Preguntar para decidir.

¿Cuál es la proyección de nuestro potencial humano para el desarrollo?¿Tienen la misma posibilidad de educación esos niños nacidos en todas las carencias (la mitad), que los de la clase media (la otra mitad) para quienes se diseñó la escuela burguesa? ¿Cuántas palabras suman esas vidas cotidianas?

Esa es nuestra “bomba social”. La que olímpicamente ignora el Parlamento cuando no debate ni legisla, que es aplicar recursos, para rescatar todas esas vidas.

No ocuparse es hipocresía. Soberana hipocresía es no ocuparse de las cosas difíciles aplicándoles por lo menos el mismo tiempo que a esta ley del aborto, para que expertos expliquen y proyecten. Y para que comunicadores instalen los temas que son las verdaderas bombas, por un lado; o las verdaderas posibilidades por el otro, en las que se juega nuestro futuro.

Mientras se terminaba la desconcentración de la alegría de “ganar” por unos pocos votos, se abandonaba la toma de colegios, y se recuperaba el sueño de una noche blanca en que se abrazaban “gorilas” y “kirchneristas”, el dólar comenzaba a trepar la escalera de la fuga. El despertador que llama a la realidad material colectiva.

Las maniobras de marketing a lo que nos tiene acostumbrado el dúo Duran – Peña, pueden distraer, pero la realidad es implacable. Más dolorosa para quien cree que la transforma un método publicitario. Con el big data se pueden ganar elecciones pero no gobernar.

Datos, no big, cotidianos: la inflación, el gran enemigo que quería derrotar Mauricio, marcó 12 por ciento en sólo cinco meses. Y a nadie se le ocurre que el invierno sea “lo que hay que pasar”. “Lo peor no pasó”

Los meses que vienen – salvo que la economía se desplome más –seguirán siendo duros en materia de precios. En ese marcador, resultados no habrá. Y si los hay será a costa de cimbronazos más fuertes que los que el cuerpo social puede tolerar.

Y como si eso fuera poco, más allá que el alza del dólar responda al deseo del FMI – con el que de esta manera se empieza a quedar bien- el dólar superó largo los 28 pesos por unidad. Para ponerle clima: 7 por ciento en un día que refleja – sin intervención del BCRA – que confianza no es lo que hay. Al menos entre los que tienen los “verdes” que valen. Y aunque los pañuelos “verdes” los hayan llenado de alegría a los Peña y a Duran.

La ingeniería electoral – seguramente permitirá sumará votos en los medios juveniles “progre” – nada tiene que ver con “la confianza” que pesa en las decisiones económicas y financieras. Y en este sistema de esa confianza depende, en última instancia, el bienestar general. El Bien Común requiere de la intervención de la voluntad de la política. La confianza de los mercados no lo produce.

La Carta de Intención que también trascendió, como todas las que le antecedieron, tiene el fundamento clásico: reconozco mis desequilibrios fiscales, monetarios y de cuenta corriente del Balance de Pagos y comprometo mis acciones a fin que el dinero que me prestan y el que me ponen a disposición, será usado para lograr esos equilibrios (en el tiempo) y que mediante controles del prestamista (FMI) garantizaré el repago.

En el Memorándum, los insólitos fortalecido Dujovne y sensatamente desplazado Federico Sturzenegger, dicen que los que nos pasa no es una consecuencia de los errores de las políticas económicas aplicadas desde diciembre de 2015, ni siquiera de la herencia recibida y no reparada. Hace largo rato que abandonaron la salud del examen de conciencia.

La razón, dicen, es que “los mercados financieros de Argentina comenzaron a sufrir una fuerte presión en abril, como consecuencia de una desafortunada confluencia de factores: una severa sequía, fuerte caída … en los ingresos por exportación; el precio mundial de la energía aumentó; y las condiciones financieras globales se endurecieron con la apreciación del dólar estadounidense y el desplazamiento hacia arriba de la curva de rendimiento de los bonos de EE.UU.” Las culpas son de los otros. Es decir no hay error humano, básicamente, “cambios inesperados”. Federico con el aval de Mauricio dilapidó 12 mil millones de dólares y de hecho financió la fuga de especuladores a 20 peso por dólar. Mala praxis es poco. Y no es la primera vez.

Mal diagnóstico, mala cura. Es más, el Memorándum dice que “A pesar de que la economía mostraba tasas de crecimiento saludables …, estos eventos nos convencieron de que la asistencia era necesaria para reducir el impacto … en nuestra economía”.

¿Realmente el gobierno cree en la existencia de tasas de crecimiento saludables cuando el PBI por habitante es igual al de siete años atrás? Molesta que lo repitan: o no saben leer las estadísticas o son mentirosos compulsivos.

La interna está dura. Los que tienen pesos van detrás del dólar. Los que tienen trabajo sospechan de la erosión del salario; los que viven de los recursos públicos, además, tienen la expectativa del recorte del Gasto Público, la sombra de las tarifas se agrava por la insólita asociación de los costos matrices a la evolución del dólar y de los precios internacionales.

Las expectativas de consumo e inversión están en territorio desconocido.

El Estado instalado en la arquitectura clásica de una ayuda impostergable del FMI. Sin esos fondos la incertidumbre sería mayor. Innegable.

Macri no supo salir del pozo de la herencia del kirchnerismo que era profundo. Pero en lugar de escalar, de pedir una soga, acaba de darse cuenta que siguió cavando. Lo echó a Federico que le daba, con el fanatismo del hombre de un solo libro, al pico y a la pala para abajo. A pesar del despido Macri no reconoció todavía que para salir de un pozo se sale con mucha ayuda de adentro y sin pisar cabezas.

No es decepcionante la realidad sino la incapacidad de abrirse a un debate serio para lograr un consenso que ayude a sacarnos de la decadencia a los tumbos que practicamos hace 40 años. Decadencia en la que son responsables los anteriores y los actuales, muchos de los cuales participaron también en el pasado.

Lo cierto es que, en este tramo PRO, estamos gestando un verdadero monstruo. El Parlamento, el Movimiento Obrero, el empresariado, las fuerzas sociales, tienen que asumir la exigencia del debate para alumbrar un camino que, aun con luz, es difícil.

Estamos en el pozo, queriendo salir a oscuras, a los manotazos y a los gritos, con maniobras distractivas, agrandando la grieta y con un pañuelo en los ojos.

 

Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.


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Agosto 1, 2018