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Por Fabian Kussman.

 

No soy un ferviente seguidor de la sicología, ni de experimentos extremos, pero -se me ocurrió rescatar una práctica cruel con el motivo de enlazar comparaciones. El psicólogo Martin Seligman realizó un experimento allá por los años ‘60. Dentro de un recipiente de laboratorio, un pobre sabueso era expuesto a shocks eléctricos que no podía evitar. En cambio, en otro recipiente, otro perro lograba interrumpir esos shocks presionando una palanca. Más tarde, los perros eran situados sobre una superficie electrificada de la que podían escapar simplemente saltando una barrera.
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El mamífero que había podido controlar los shocks la saltaba, mientras que el otro can, en lugar de buscar la salida triunfante a la situación hostil, permanecía soportando las descargas de manera pasiva, sin reacción. Había, pues, asimilado su indefensión. A grandes rasgos, es una condición por la cual una persona o animal se inhibe ante situaciones aversivas o penosas cuando las acciones para evitarlo no han sido fructíferas o no se han adoptado en absoluto, terminando por desarrollar pasividad ante este tipo de situaciones. Entender la forma en que se desarrolla dicho fenómeno es vital para poder comprender y ayudar a las personas que sufren este sesgo psicológico, puesto que puede ser una creencia limitante que actúe como un fuerte lastre para su desarrollo personal y su autoestima.
No es mi intención comparar animales no humanos y animales humanos, aunque a lo largo de mi vida he admirado más a los primeros ya que nunca tropiezan con la misma piedra, pero la parte que nos interesa son los presos ilegales en Argentina. Ellos y los familiares sufrimos otra clase de shock. Nos encontramos con acusaciones falsas y con testigos cuya credibilidad ya no es ni dudosa. A esto, sumar un sistema judicial perverso y contaminado. Todo es nuevo y no sabemos cómo comenzar. Entendemos que algo se debe originar, aunque no como, cuando y con quien. Mil intentos se estrellan contra las paredes de la indiferencia y cuanto más conocimiento de la ley se adquiere, más se eleva el nivel de furia. Así y todo, hay que tener la mente fría, pero el motor ardiendo. Soy un simple observador -aunque mi vida ha cambiado, mis sensaciones son otras, las alegrías son parciales. De todos modos, he logrado visualizar que muchos afectados han perdido la motivación para seguir luchando o simplemente para comenzar esa lucha, han tirado la toalla rindiéndose ante las circunstancias. En otras palabras, asume el rol y la mentalidad de víctima, lo cual se manifiesta a través de una profunda apatía. Es un hecho que no aprendemos de los errores, creemos que nada se puede hacer para mejorar nuestra situación y asumimos un destino como inmutable.
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Los errores dejan de ser herramientas de aprendizaje y se convierten en demostraciones de inacción. Adoptamos esa extraña situación de no sirve, nada de lo que hagamos, no sirve para nada. Con esto, nos olvidamos o preferimos no tomar decisiones importantes pues consideramos que no puede cambiar el curso de la historia, sin pensar que los grandes movimientos se han generado con pasos de bebés. Para los ex uniformados, hoy simples prisioneros en cárceles argentinas, después de casi dos décadas, ¿habrá llegado el momento de patear el tablero? Para muchos ya es tarde. Algunos pocos podrían ser el ejemplo para futuras generaciones.
Ah! Mi cajón también descansará en la calzada frente a la Casa Rosada. Entendamos que, sin vida, es para lo único que servirá.

 

 


Fabian Kussman

PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 18, 2017