Todavía una parte de la sociedad no pudo salir de la inmovilidad que le produjo, primero el “sopapo” electoral que le pegó el peluca liberal al oficialismo en el balotaje, y ahora el “terrible trompazo al estómago” que les significa su asunción como Presidente de la Nación con mucha gente en la calle vitoreándolo. En ese trance están sumidos los organismos de derechos humanos, la izquierda, el kirchnerismo, los líderes piqueteros, incluidos muchos jueces del fuero federal.
Siempre dijimos desde esta columna que el Poder Judicial tenía un poder de anticipación a prueba de todo. Con meses de antelación, sabían ciertamente lo que ocurriría en el país. Sin embargo, esta vez el olfato les falló, como se dice vulgarmente, se les chingó el gps.
La enorme mayoría de los togados federales apostaron al triunfo del ya ex Ministro de Economía de la Nación. Estaban convencidos de su victoria y que se mantendría el “status quo judicial” que reinó por décadas. Ni en sus peores pesadillas advirtieron que la formula libertaria conseguiría regir los destino del país y encima con la contundencia electoral con la que arriba. Jamás tan siquiera imaginaron que la hija de un militar veterano de guerra de Las Malvinas y férrea defensora de las víctimas del terrorismo que asoló nuestro país, llegara a ocupar el cargo de Vicepresidente de la Nación o que la ex Ministra de Seguridad de la Nación del gobierno macrista llegaría nuevamente a ocupar ese cargo, esta vez con más fuerza y más experiencia.
Dicen los que saben, que un helado sudor llegó a correr en algunos despachos tribunalicios. Hasta se atreven esas mismas fuentes a señalar que, algunos comenzaron a reflexionar críticamente: “así como metimos en cana y condenamos a jueces que actuaron en la época del gobierno militar… ahora nos tocara a nosotros…”. Como confiesan esas mismas fuentes: “la realidad los agarró con los pantalones bajos”.
Justamente, aunque nadie del gobierno que acaba de asumir habló una sola palabra sobre este tema, es su propio accionar los conduce a esa conclusión. Se cansaron de prorrogar prisiones preventivas por más de 11, 12 o hasta 16 años sin juicio previo; encarcelaron enfermos ancianos de 70 y 80 años en una cárcel común negándoles la posibilidad de la detención domiciliaria; abrieron causas sobre la base de la mórbida imaginación de los fiscales (a los que saben militantes y nunca les pusieron limite) y hasta condenaron a prisiones perpetuas sin prueba alguna.
No pasó desapercibido la frase del nuevo Presidente de la Nación en su discurso de asunción: “No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Hanukkah, la fiesta de la luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas, de la verdad por sobre la mentira”. Encima, en su traslado a la Casa Rosada como Presiente electo, los Granaderos a Caballo (escolta presidencial) volvieron a hace sonar -con suma estridencia- los acordes de la marcha militar “Ituzaingó”, prohibida por años por el kirchnerismo porque “daba a militar”.
Los tiempos cambian, hay que saber ver.
Nadie duda ya que los denominados juicios de lesa humanidad tienen un claro contenido político, pero sobre todo económico. Ello quedó al descubierto cuando la abuela putativa de todos los argentinos le exigió al nuevo presidente que le siga enviando plata, revelándose que la última transferencia que recibió la asociación que lidera fue de 211.744.000 pesos, el día 5/6/23. Ello en un país donde la pobreza escaló a casi el 45 % de la población y afecta al 62,9 % de los niños.
Ante ello cabe preguntarse, por qué si tanta gente -como alardean los grupos de derechos humanos- están de acuerdo con sus políticas y el mundo entero los aplaude, no continúan sus actividades con el aporte privado de esa gente, dejando que esas obscenas sumas de dinero que cobran sean empleadas por el Estado para pailar la grave crisis social y económica que sacude a muchos compatriotas, que realmente hoy no tienen para comer.
En igual sentido, los jueces federales disfrutaban su propia lontananza hasta que “el tortazo” de la nueva era que comienza en Argentina los sacudió. Ellos cobran entre dos y tres veces más que el Presidente y entre cuatro y cinco veces más que un senador nacional. Más escalofriante aún, entre 30 y 40 veces más que el salario mínimo, o 11 y 40 veces más que un docente con jornada completa (según la provincia) y cerca de diez veces más que el salario de un comisario de la policía federal. Aunque no lo crean cerca de 30 veces más que el ingreso promedio de un trabajador registrado. Sin mencionar que muchos no pagan ganancias (sólo lo hacen quienes ocupan sus cargos desde 2017). Todo ello, insistimos, en un país quebrado, que no puede pagarle un salario digno a sus jubilados y con la gran mayoría de sus trabajadores con paupérrimos salarios. Situación los ubica claramente como parte de “la casta”.
Ello explica, por sí solo, porque han sido tan complacientes con los espurios caprichos de la politiquería, poniéndose al servicio de los mismos, lo que ahora los lleva a preguntarse inquietantemente por su futuro. La acogedora comodidad de “crocantes” sueldos los habilitó a encarcelar y condenar ancianos, cosa que hoy los tiene inquietos. Como no va a ser así, cuando hicieron de la mala praxis judicial lo habitual. Y lo saben…
Si el nuevo gobierno quiere realmente dar “por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive y comenzar el camino de la reconstrucción de nuestro país”, tal como anunció el nuevo Presidente de la Nación en su discurso en las escalinatas del Congreso Nacional, debe purificar el Poder Judicial de la Nación, dotándolo de transparencia, independencia, probidad, con jueces que sean esclavos de la Ley y no de una ideología, que lo hagan por vocación y no como salida laboral.
Como digo alguna vez el ex Fiscal General German Moldes: “no todos los que actualmente tienen el honor de llamarse jueces, lo merecen, no todos son rescatables, es necesaria una desratización y una fumigación de este ambiente tan corrompido”.
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Por Dr. Gonzalo Miño.
Todavía una parte de la sociedad no pudo salir de la inmovilidad que le produjo, primero el “sopapo” electoral que le pegó el peluca liberal al oficialismo en el balotaje, y ahora el “terrible trompazo al estómago” que les significa su asunción como Presidente de la Nación con mucha gente en la calle vitoreándolo. En ese trance están sumidos los organismos de derechos humanos, la izquierda, el kirchnerismo, los líderes piqueteros, incluidos muchos jueces del fuero federal.
Siempre dijimos desde esta columna que el Poder Judicial tenía un poder de anticipación a prueba de todo. Con meses de antelación, sabían ciertamente lo que ocurriría en el país. Sin embargo, esta vez el olfato les falló, como se dice vulgarmente, se les chingó el gps.
La enorme mayoría de los togados federales apostaron al triunfo del ya ex Ministro de Economía de la Nación. Estaban convencidos de su victoria y que se mantendría el “status quo judicial” que reinó por décadas. Ni en sus peores pesadillas advirtieron que la formula libertaria conseguiría regir los destino del país y encima con la contundencia electoral con la que arriba. Jamás tan siquiera imaginaron que la hija de un militar veterano de guerra de Las Malvinas y férrea defensora de las víctimas del terrorismo que asoló nuestro país, llegara a ocupar el cargo de Vicepresidente de la Nación o que la ex Ministra de Seguridad de la Nación del gobierno macrista llegaría nuevamente a ocupar ese cargo, esta vez con más fuerza y más experiencia.
Dicen los que saben, que un helado sudor llegó a correr en algunos despachos tribunalicios. Hasta se atreven esas mismas fuentes a señalar que, algunos comenzaron a reflexionar críticamente: “así como metimos en cana y condenamos a jueces que actuaron en la época del gobierno militar… ahora nos tocara a nosotros…”. Como confiesan esas mismas fuentes: “la realidad los agarró con los pantalones bajos”.
Justamente, aunque nadie del gobierno que acaba de asumir habló una sola palabra sobre este tema, es su propio accionar los conduce a esa conclusión. Se cansaron de prorrogar prisiones preventivas por más de 11, 12 o hasta 16 años sin juicio previo; encarcelaron enfermos ancianos de 70 y 80 años en una cárcel común negándoles la posibilidad de la detención domiciliaria; abrieron causas sobre la base de la mórbida imaginación de los fiscales (a los que saben militantes y nunca les pusieron limite) y hasta condenaron a prisiones perpetuas sin prueba alguna.
No pasó desapercibido la frase del nuevo Presidente de la Nación en su discurso de asunción: “No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Hanukkah, la fiesta de la luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas, de la verdad por sobre la mentira”. Encima, en su traslado a la Casa Rosada como Presiente electo, los Granaderos a Caballo (escolta presidencial) volvieron a hace sonar -con suma estridencia- los acordes de la marcha militar “Ituzaingó”, prohibida por años por el kirchnerismo porque “daba a militar”.
Los tiempos cambian, hay que saber ver.
Nadie duda ya que los denominados juicios de lesa humanidad tienen un claro contenido político, pero sobre todo económico. Ello quedó al descubierto cuando la abuela putativa de todos los argentinos le exigió al nuevo presidente que le siga enviando plata, revelándose que la última transferencia que recibió la asociación que lidera fue de 211.744.000 pesos, el día 5/6/23. Ello en un país donde la pobreza escaló a casi el 45 % de la población y afecta al 62,9 % de los niños.
Ante ello cabe preguntarse, por qué si tanta gente -como alardean los grupos de derechos humanos- están de acuerdo con sus políticas y el mundo entero los aplaude, no continúan sus actividades con el aporte privado de esa gente, dejando que esas obscenas sumas de dinero que cobran sean empleadas por el Estado para pailar la grave crisis social y económica que sacude a muchos compatriotas, que realmente hoy no tienen para comer.
En igual sentido, los jueces federales disfrutaban su propia lontananza hasta que “el tortazo” de la nueva era que comienza en Argentina los sacudió. Ellos cobran entre dos y tres veces más que el Presidente y entre cuatro y cinco veces más que un senador nacional. Más escalofriante aún, entre 30 y 40 veces más que el salario mínimo, o 11 y 40 veces más que un docente con jornada completa (según la provincia) y cerca de diez veces más que el salario de un comisario de la policía federal. Aunque no lo crean cerca de 30 veces más que el ingreso promedio de un trabajador registrado. Sin mencionar que muchos no pagan ganancias (sólo lo hacen quienes ocupan sus cargos desde 2017). Todo ello, insistimos, en un país quebrado, que no puede pagarle un salario digno a sus jubilados y con la gran mayoría de sus trabajadores con paupérrimos salarios. Situación los ubica claramente como parte de “la casta”.
Ello explica, por sí solo, porque han sido tan complacientes con los espurios caprichos de la politiquería, poniéndose al servicio de los mismos, lo que ahora los lleva a preguntarse inquietantemente por su futuro. La acogedora comodidad de “crocantes” sueldos los habilitó a encarcelar y condenar ancianos, cosa que hoy los tiene inquietos. Como no va a ser así, cuando hicieron de la mala praxis judicial lo habitual. Y lo saben…
Si el nuevo gobierno quiere realmente dar “por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive y comenzar el camino de la reconstrucción de nuestro país”, tal como anunció el nuevo Presidente de la Nación en su discurso en las escalinatas del Congreso Nacional, debe purificar el Poder Judicial de la Nación, dotándolo de transparencia, independencia, probidad, con jueces que sean esclavos de la Ley y no de una ideología, que lo hagan por vocación y no como salida laboral.
Como digo alguna vez el ex Fiscal General German Moldes: “no todos los que actualmente tienen el honor de llamarse jueces, lo merecen, no todos son rescatables, es necesaria una desratización y una fumigación de este ambiente tan corrompido”.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 11, 2023
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