Kinney, Minnesota, “Se Separa” de Estados Unidos (1977)

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  Por Mara Souto.

En 1977, el pequeño pueblo de Kinney, Minnesota, acaparó titulares nacionales con una declaración audaz y humorística: se había “separado” de Estados Unidos. Este peculiar acto de rebelión no estuvo impulsado por ideologías ni ambiciones separatistas; fue una protesta creativa contra la negligencia burocrática y una súplica desesperada de ayuda para un sistema de agua deficiente. Lo que comenzó como una broma burocrática se convirtió en un momento legendario de resiliencia, ingenio cívico y sátira política en un pequeño pueblo.

Ubicado en la Cordillera de Hierro de Minnesota, Kinney era un pueblo minero con poco más de 300 habitantes en aquel entonces. Su anticuada infraestructura se estaba desmoronando, en particular su sistema de agua, plagado de depósitos minerales, baja presión e hidrantes defectuosos. La situación era tan grave que un incendio en la casa familiar de la alcaldesa Mary Anderson no pudo extinguirse debido al flujo de agua insuficiente. A pesar de los repetidos intentos de Kinney por conseguir financiación estatal y federal, las solicitudes fueron ignoradas o sepultadas en la burocracia.

Frustrados y sin opciones, el alcalde Anderson y el ayuntamiento idearon un plan durante una reunión en el bar local, Mary’s Bar. El 13 de julio de 1977, Kinney envió una carta formal al secretario de Estado estadounidense, Cyrus Vance, declarando su intención de separarse de Estados Unidos y convertirse en una nación extranjera. La carta, con humor, afirmaba que Kinney era “suficientemente grande” para la independencia (12 manzanas cuadradas) y se comparaba con Mónaco. Incluso ofrecía declarar la guerra y rendirse de inmediato, alegando el trabajo de enfermería del alcalde y los turnos de los concejales en la minería como razones para no luchar.

La maniobra fue recibida inicialmente con silencio, pero cuando la periodista local Ginny Wennen publicó la historia a principios de 1978, se viralizó. Los medios nacionales la recogieron y Kinney se convirtió en un símbolo de la rebeldía de un pequeño pueblo. El pueblo imprimió pasaportes de la “República de Kinney”, los vendió para recaudar fondos y recibió su primera “ayuda extranjera” del empresario de Duluth, Jeno Paulucci: una patrulla Ford LTD usada y diez cajas de pizza congelada. Incluso el gobernador de Minnesota, Rudy Perpich, recibió un pasaporte y fue declarado ciudadano honorario.

Cyrus Vance

La publicidad funcionó. Kinney finalmente recibió 60.000 dólares de la Junta de Recursos y Rehabilitación de Iron Range, seguidos de otros 200.000 dólares, lo que permitió al pueblo reparar su sistema de agua. La maniobra secesionista había tenido éxito donde las solicitudes formales de subvención habían fracasado.

La historia de Kinney es más que una nota humorística: es un testimonio del poder de la creatividad en el activismo cívico. Destaca cómo el humor, la perspicacia mediática y el espíritu comunitario pueden superar la burocracia y llamar la atención sobre necesidades desatendidas. La alcaldesa Anderson, la primera mujer en dirigir Kinney, se convirtió en una leyenda local, conocida por su ingenio, tenacidad e influencia política.

Hoy, Kinney sigue siendo parte de Estados Unidos, pero su breve momento como la “República de Kinney” perdura en el folclore de Minnesota. Los pasaportes del pueblo, las celebraciones del día de la pizza y los desfiles del aniversario de la secesión nos recuerdan que, a veces, la protesta más efectiva es la que hace reír y escuchar a la gente.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Julio 16, 2025


 

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