“Yo soy el pan de vida bajado del cielo, si alguno come de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo le daré, es mi carne, vida del mundo…En verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día” (San Juan,6,51-53).
Sin embargo, desde hace cuatro meses el Episcopado argentino, sin duda con la aprobación del Papa, está privando a los católicos de asistir a misa y de comulgar, obedeciendo la orden del gobierno ateo y abortista que ha declarado una cuarentena y prohibe las misas y toda forma de asistencia colectiva a las iglesias. Muchas de ellas han cerrado sus puertas de tal manera que ni siquiera se puede entrar para adorar al Santísimo Sacramento guardado en los Sagrarios.
Es decir, y recordando las categóricas palabras de Nuestro Señor Jesucristo citadas en el primer párrafo, el Papa y el Episcopado están poniendo a los católicos argentinos en grave riesgo de perder el alma. Por otra parte, es notoria la escasísima concurrencia de fieles a las iglesias que abren sus puertas y hasta exponen el Santísimo Sacramento en ciertos horarios. Hasta eso quieren impedir los Obispos. Conozco un caso, por experiencia personal, de un obispo de la Ciudad de Buenos Aires que al verificar que a una de esas iglesias, en la que además se daba la comunión en dos horas fijas del día había 30 o 40 católicos que comulgaban, prohibió que se diera la comunión en adelante.
Esta servil sujeción de la Iglesia oficial al Estado es contraria a la fe católica (Bula “Unam Sanctam” del PP Bonifacio VIII entre otros documentos dogmáticos). No hay excusa de “pandemia” que valga. Si hay peligro de contagio de una enfermedad, aunque fuera siempre mortal (que no es el caso del Covid ni hay pruebas de que el gobierno diga la verdad sobre la gravedad de ese peligro porque la mentira le sirve para consolidar su tiranía frontalmente inconstitucional) , entre ese riesgo y el del perder el alma por no comulgar, no hay duda cual es la elección que nos manda la Fe.
Los cristianos de los primeros tres siglos de la Iglesia tenían prohibido por los Emperadores romanos, bajo pena de muerte, el asistir a misa o de cualquier manera participar del culto o enseñar su doctrina. Ellos no hicieron caso a la tiránica orden y a causa de ello miles murieron mártires.
Como es obvio una orden como esa de la Jerarquia no obliga ni a los Párrocos, ni a los sacerdotes, ni a los fieles. “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos de los Apóstoles, 5,29).
A pesar de que la doctrina es tan clara, la casi totalidad de los católicos argentinos abandonan la comunión, se sienten relevados de oír misa los Domingos y fiestas de guardar y hasta dudo que suplan esas omisiones con actos de amor de Dios y devoción privada para reparar el inmenso pecado de apostasía en masa de la Jerarquía. ¿Cómo no temer sobre el futuro del país cuando se ofende a Dios de manera tan descarada?
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Por COSME BECCAR VARELA
Sin embargo, desde hace cuatro meses el Episcopado argentino, sin duda con la aprobación del Papa, está privando a los católicos de asistir a misa y de comulgar, obedeciendo la orden del gobierno ateo y abortista que ha declarado una cuarentena y prohibe las misas y toda forma de asistencia colectiva a las iglesias. Muchas de ellas han cerrado sus puertas de tal manera que ni siquiera se puede entrar para adorar al Santísimo Sacramento guardado en los Sagrarios.
Es decir, y recordando las categóricas palabras de Nuestro Señor Jesucristo citadas en el primer párrafo, el Papa y el Episcopado están poniendo a los católicos argentinos en grave riesgo de perder el alma. Por otra parte, es notoria la escasísima concurrencia de fieles a las iglesias que abren sus puertas y hasta exponen el Santísimo Sacramento en ciertos horarios. Hasta eso quieren impedir los Obispos. Conozco un caso, por experiencia personal, de un obispo de la Ciudad de Buenos Aires que al verificar que a una de esas iglesias, en la que además se daba la comunión en dos horas fijas del día había 30 o 40 católicos que comulgaban, prohibió que se diera la comunión en adelante.
Esta servil sujeción de la Iglesia oficial al Estado es contraria a la fe católica (Bula “Unam Sanctam” del PP Bonifacio VIII entre otros documentos dogmáticos). No hay excusa de “pandemia” que valga. Si hay peligro de contagio de una enfermedad, aunque fuera siempre mortal (que no es el caso del Covid ni hay pruebas de que el gobierno diga la verdad sobre la gravedad de ese peligro porque la mentira le sirve para consolidar su tiranía frontalmente inconstitucional) , entre ese riesgo y el del perder el alma por no comulgar, no hay duda cual es la elección que nos manda la Fe.
Los cristianos de los primeros tres siglos de la Iglesia tenían prohibido por los Emperadores romanos, bajo pena de muerte, el asistir a misa o de cualquier manera participar del culto o enseñar su doctrina. Ellos no hicieron caso a la tiránica orden y a causa de ello miles murieron mártires.
Como es obvio una orden como esa de la Jerarquia no obliga ni a los Párrocos, ni a los sacerdotes, ni a los fieles. “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos de los Apóstoles, 5,29).
A pesar de que la doctrina es tan clara, la casi totalidad de los católicos argentinos abandonan la comunión, se sienten relevados de oír misa los Domingos y fiestas de guardar y hasta dudo que suplan esas omisiones con actos de amor de Dios y devoción privada para reparar el inmenso pecado de apostasía en masa de la Jerarquía. ¿Cómo no temer sobre el futuro del país cuando se ofende a Dios de manera tan descarada?
Cosme Beccar Varela
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 6, 2020