La decisión de lanzar la bomba atómica

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  Por Massie Bugarnik.

El 16 de julio de 1945, la primera explosión atómica marcó la llegada de la era atómica. Abrumado por el temor y el asombro, William L. Laurence, reportero del New York Times, describió el evento como “el gran final de una poderosa sinfonía de los elementos”. El enorme poder de la bomba despertó en él sentimientos casi religiosos. Sin embargo, esa sinfonía no fue parte de un acto de creación, revelando la belleza divina; más bien, fue un evento apocalíptico que trajo la aniquilación total. J. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, expresó su fascinación por el ruinoso y espantoso poder de la explosión parafraseando un pasaje del sagrado texto hindú Bhagavad Gita: “Me convierto en la muerte, el destrozador de mundos”.

Al presenciar el poder devastador, casi demoníaco, de la bomba atómica y sentirse parte de ella, Oppenheimer en su cita parece estar pidiendo responsabilidad moral. Su invocación poética expresa el terrible significado de la nueva arma de la humanidad, su naturaleza sobrenatural y su significado. Es como si un sentimiento de culpa reemplazara la curiosidad científica que lo animó a lo largo de todo el proyecto. Personalizando el poder devastador de la bomba atómica, Oppenheimer intenta asumir la responsabilidad moral de sus consecuencias para la humanidad.

Oppenheimer
Truman

La decisión del presidente Truman de utilizar la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fue una decisión de una complejidad y gravedad sin precedentes y, sin duda, la decisión más difícil de su vida. La evaluación de varios comités que estaban considerando la posibilidad de lograr una victoria mediante un ataque repentino y devastador, las expectativas del pueblo estadounidense y una relación en deterioro con la Unión Soviética definieron su perspectiva sobre el tema.

Hubo numerosas objeciones contra el uso de un arma atómica en 1945. Los principales contraargumentos decían que era racista bombardear solo a Japón, que no ayudaría al esfuerzo bélico y, lo que es más importante, que era un esfuerzo por hacer un cambio político. declaración diseñada para resonar con la Unión Soviética, que era otra amenaza en ese momento. Los que estaban a favor de la decisión de Truman creían que el número de bajas estadounidenses si hubiera una invasión de Japón sin un ataque atómico precedente, podría llegar a un millón de combatientes. También se estimó que una invasión de cuatro meses resultaría en la muerte de casi tres millones de japoneses.

Si viviera en 1945, lo más probable es que apoyaría la decisión del presidente Truman y estaría de acuerdo con la opinión pública, que mostró un apoyo abrumador al uso de armas atómicas contra los japoneses. A la luz de los argumentos presentados al pueblo estadounidense, parecía un tema claro y yo, junto con la mayoría del público votante, no cuestionaría la sabiduría del presidente. Por el contrario, el uso de armas atómicas como un medio para destruir de inmediato al aliado restante de Alemania parece ser una conclusión inevitable.

No estoy defendiendo la decisión de atacar a Japón con armas atómicas. Entiendo que el destello deslumbrante de la explosión sobre Hiroshima marcó el comienzo de una era nueva y aterradora en la historia mundial: la era de las armas nucleares. Me parece que, teniendo en cuenta las graves consecuencias del ataque atómico y la Guerra Fría que siguió, el presidente Truman podría haber vetado el uso de la bomba atómica. Sin embargo, en palabras del historiador David McCullough, “las personas que vivían en ese entonces no sabían que estaban viviendo en ese einstante”.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 28, 2022


 

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